La eterna letanía de los Juan Pin Vilar

    Hoy hemos publicado en El Estornudo una entrevista que el Observatorio de Derechos Culturales hizo al cineasta Juan Pin Vilar. La edité ayer en la noche y viví en el tránsito un rato amargo. Me parece justo, natural y revelador que unas discusiones gremiales orquestadas alrededor de Juan Pin terminen en la creación, por parte de la burocracia represiva cubana, de un «Grupo de trabajo temporal para la atención integral al ICAIC y al cine en general». Porque ahí va a terminar todo, en la ironía costumbrista de la neolengua.

    A fines de 2020, después de que me sumara al acuartelamiento de San Isidro, Juan Pin quiso entrevistarme para Diario de Cuba. Me dijo que yo era uno de los artífices de las protestas que ocurrían en ese entonces. Le dije que no era cierto. Para entrevistarme, debía también entrevistar a Luis Manuel Otero, y le reproché que intentara, como hizo frecuentemente por esos días, divorciar los acontecimientos del 27N del antecedente de Damas 955. Pretendía blanquear la insurgencia, no le gustaba lo que él llama la vulgaridad, la mala educación.

    En ese entonces pensé que el relato de los hechos corría peligro. Ya no. Me parece que estos sujetos, una suerte de tramoyistas del arte con más vidas que el propio castrismo, resultan a la larga totalmente inofensivos, incapaces de articular nada que no sea el balbuceo del miedo disfrazado como idea. Aunque las cosas vayan de capa caída, no hay política del eufemismo capaz de diluir ya la violencia fundadora experimentada por los cubanos en los últimos tres años, o que pueda borrar el horizonte de posibilidad que metió en la cabeza de mucha gente un movimiento cívico alternativo encabezado por jóvenes negros, pobres y marginalizados.

    He visto, con relativa sorpresa, que hoy a Juan Pin no le satisface del todo el episodio del 27N. Una de las desventajas de aquel momento, dice, fue el reclamo de protagonismo de algunos de sus integrantes. ¿De dónde viene, si no de la obediencia, ese pudor con respecto al protagonismo? No hay protagonismo sin riesgo, y el riesgo, en el círculo totalitario, es una de las pocas cosas que te pueden salvar la vida. Más que de exceso de protagonismo, el 27N fracasa por falta de él. Se va a pique justo porque nadie se levantó entre todos y, acaparando el protagonismo del mundo, le pidió al resto, ya que habían entrado en la sala, meterse hasta la cocina. La ausencia de ambición es la ausencia de propósito.

    En cada una de las partes de la entrevista, Juan Pin se las arregla para hablarle al censor. Dice que es un hombre libre, pero lo primero que caracteriza a un hombre libre es que jamás lo declara, no lo necesita. Y lo segundo es que el hombre libre ha exiliado al censor de su consciencia. Si le preguntan por el trato de las instituciones culturales cubanas a los artistas, habla en contra del embargo estadounidense. Si le preguntan qué tipo de espacios se necesitan para revitalizar el mundo audiovisual cubano, dice que «en el capitalismo te desaparecen, y en el socialismo no te dejan existir». Creo en realidad que es al revés, pero, en principio, yo podría reconocerme en el intento de que mi furia no quede amarrada a la desgracia propia, rechazando igualmente el papel de profesional de la nación o ciudadano de una sola parte.

    Nunca he apoyado o creído, ni moral ni políticamente, en el embargo estadounidense, mucho menos en el capitalismo, pero he entendido que para pensar o enfrentar directamente al castrismo no solo no es necesaria ninguna confesión de fe sobre nuestra conciencia de los otros males del mundo, sino que cualquier declaración que avance en ese sentido —justo en el momento en que se denuncia una arbitrariedad puntual de un gobierno específico, como lo es el régimen cubano— te convierte tácitamente en un cómplice de aquello que pregonas enfrentar.

    Eres alguien que domestica las maneras del desacuerdo y reproduce las formas muertas de la discrepancia. Aprendiste a hablar como el poder necesitaba que hablaras, como el poder autorizó. Tal dualidad es el salvoconducto de nuestra cobardía como pueblo. Sobre la cuerda floja de esos vergonzosos paralelismos han vivido por décadas los funambulistas privilegiados del sistema. En situaciones así siempre recuerdo aquella idea de Lichtenberg, lapidaria como todas las suyas: «No importa qué opiniones uno tenga, sino en qué tipo de hombre lo convierten a uno las opiniones que tiene».

    En cuanto a esta sublevación de los cineastas cubanos ante las practicas autoritarias de su institución rectora, hay menos farsa en la coreografía oficial de los funcionarios de turno (son cáscara suelta) que en el gesto reciclado de una inconformidad ya conocida y de antemano neutralizada. Me temo que engaña menos el burócrata atribulado, carne de cañón cuyo oficio consiste justamente en repetirse, que el artista que protesta siempre de la misma manera, es decir, el artista que aparenta protestar.

    Como ciudadano, no se puede actuar así en Cuba después de un 11J. No se puede fingir que algunas cosas no sucedieron; no te está permitido. La amnesia es tu muerte, y lo que crees que te salva, te hunde. ¿De qué gremio vamos a hablar en Cuba, si un gremio es algo específico y el avasallamiento es general? O mejor: ¿qué gremio va a hablar en Cuba, y de qué, si el único gremio existente es el gremio de la cárcel? El resto son fantasmas y el poder lo sabe. No se trata de que no se pueda defender la propiedad intelectual del artista o denunciar el pirateo de un documental por parte del Estado, ni tampoco de que cualquier reclamo preciso quede desactivado ante la urgencia de alguna injusticia mayor.

    Los cineastas, como grupo, pueden exigir lo que les parezca y, en esa aventura, tampoco tienen por qué pedir libertad para los presos políticos ante la plana mayor del ICAIC, que para eso tenemos el Comité Central. Pero los cineastas, intelectuales que aceptan una reunión con representantes del poder, sí tienen la obligación de articular un discurso que asuma la conciencia del país en que viven. Y dicho país cuenta con gente presa por prácticas similares a las que ellos ahora realizan: disentir y protestar. No importa que los castigados lo hayan hecho en la calle y no en un salón con refrigerios y aire acondicionado, a voz en cuello y a coro y no en una jerga comedida y por turnos, frente a una estación de policía y no en un cine de El Vedado.

    Hay muchos modos de la dignidad, por fuera de la consigna. La conciencia del privilegio es un arte anónimo. Por ahora, asistimos al enésimo remake del diálogo entre funcionarios y artistas, una película estrenada hace décadas, filmada para el ojo de la bestia que observa en silencio.

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    Carlos Manuel Álvarez
    Carlos Manuel Álvarez
    Bebedor de absenta. Grafitero del Word. Nada encuentra más exquisito que los manjares de la carestía: los caramelos de la bodega, los espaguetis recalentados, la pizza de cinco pesos. Leyó un Hamlet apócrifo más impactante que el original de Shakeaspeare, con frases como esta, que repite como un mantra: «la hora de la sangre ha de llegar, o yo no valgo nada». Cree solo en dos cosas: la audacia de los primeros bates y la soledad del center field.
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    9 COMENTARIOS

    1. Cada vez que compruebo que mis modestos pensamientos (luego de tantos años de sufrir por mi ingenuidad y mi temor) están en consonancia con un representante genuino de lo mejor de la nueva generación cubana, esa que rompió sin miramientos, ni respeto con esta otra que, a mi pesar, yo represento, me siento todavía viva y, sobre todo, con esperanzas. Una esperanza que me acompañará hasta mi último suspiro. ¡Gracias, Carlos, por hablar sin filtros y desde el corazón!

    2. Chapó …
      Es lo que siento y pienso desde el principio de las denuncias pálidas por la censura.
      Nunca dejé de verlo como un oportunista, cronista de diatribas ligeras que no manchen la ropa, Silvio y Pablo a medias, Pancho Cespedes desde la cocina…
      El juego a la tercera posición desde el “banco de tercera”. Fuera del juego para no acabar como Padilla, levantando la bandera blanca antes del primer cañonazo.

    3. La culpa ajena… Milenario refugio de mediocres. La culpa la tenía la perrita pequinesa que Alfredo Guevara llevaba en su brazo, y que tantos le cargaban… ¿Y hoy? CMA casi siempre acierta, aunque el desplazamiento de culpas debiera por lo menos enunciarse: No soy cineasta porque el régimen o porque el totí y demás –dicen en el 23 y 12, decían en la Cinemateca, hasta dicen en Miami.

    4. Lo cierto es, que los que aquí juzgan, también lo hacen a distancia, los cineastas comenzaron sus protestas del propio inicio del ICAIC, y el antecedente más cercano al 27N es la asamblea del 2013, donde se pidió por primera la creación de una ley de cine. Cada cubano, hambriento o no es un héroe, peleando cada día contra todos los demonios. Juan Pin no es nadie, ni su obra significa nada, es mucho más lo que está en juego. Hagan algo ustedes también, más allá de juzgar. Dios los bendiga

    5. Critiqué a mis compañeros de luchas, cuando la guerrita de los emails, porque se quedaron en el pavonato (Luis Pavón) sin criticar al aldanato (Carlos Aldana). Pero no dejé de apoyarles, no los abandoné a su suerte. (Hasta el difunto Pavón, mí amigo, recibió mi respaldo.) Entendí que nos iba la vida en ello, que después de aquello nada sería lo mismo; porque a partir de entonces el poder iba a caminar sobre arenas movedizas.

      Durante los últimos dos años he seguido la ruta ideológica y política de grupos y actores en la política nacional, incluyendo la del autor del artículo. Pienso en el caso de Juan Pin y me ha parecido un hombre sincero que se ha visto obligado a ajustar cuentas con viejas lealtades. Luego, este es el punto en que nos hallamos: frente a nosotros están ellos, nada de bromas. Así de simple. Entonces, crear abismos entre nosotros es sumar fuerzas al enemigo.

    6. «Mientras el hormiguero se agita ─ realidad, arte social, arte puro, pueblo, marfil y torre ─ pregunta, responde, el Perugino se nos acerca silenciosamente, y nos da la mejor solución: Prepara la sopa, mientras tanto voy a pintar un ángel más». José Lezama Lima

    7. A mí todo este asunto de la «Asamblea de Cineastas» me ha parecido un remake de aquella «Guerrita de los Emails»… Una tormenta en un vaso de guachipupa. Un capítulo más de la antigua farsa de «jugar con la soga y no molestar al león».
      Me pareció muy acertada la definición de CMA al mencionar los «funambulistas pruvilegiados» del régimen, término que retrata tan bien a muchos. Pero cuando mencionó que Juan Pin Vilar habla de «vulgaridad y mala educación» eso sí que me sacó una sonora carcajada.

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