«Un país se construye desde sus comunidades»

    Cuando los activistas cubanos Marthadela Tamayo y Osvaldo Navarro hablan, usan palabras como «ciudadanía», «articulación», «comunidad», «barrio» o «sociedad civil». Cualquiera diría que son términos válidos solo para las sociedades en democracia, y no para un país cerrado, donde parece que todo el mundo se marchó, tras un éxodo masivo que alcanza la cifra de más de 500 mil personas en dos años. Pero lo cierto es que existe un país, y gente con ganas de transformarlo. 

    Tamayo y Navarro pertenecen al Comité Ciudadanos por la Integración Racial (CIR), un proyecto que nació en 2008 por iniciativa de un grupo de intelectuales, activistas y actores de todo el espectro de la sociedad civil cubana, con el objetivo de promover el debate acerca del racismo como fenómeno social en Cuba y las acciones necesarias para la integración de los afrodescendientes. Los proyectos Observadores de Derechos Electorales (ODE) y Di.Verso son dos capítulos dentro del CIR: el primero encaminado al monitoreo de los procesos electorales en el país; el segundo enfocado en los procesos de inclusión social y construcción de ciudadanía desde el arte y la cultura. 

    Son proyectos que, principalmente, trabajan en comunidades, barrios y asentamientos en situación de vulnerabilidad y marginalidad, donde hacen una labor educativa, impartiendo talleres, facilitando encuentros de debate y diálogo sobre temas como racismo, violencia de género o participación ciudadana. 

    «Para nuestro programa es importante potenciar las capacidades del ciudadano, la autogestión en sus propios espacios y el acompañamiento, entendiendo que este sector poblacional es fundamental para impulsar cualquier transformación real en Cuba», asegura Navarro, coordinador de Di.Verso.

    A finales del mes de marzo tuvo lugar la 11na edición del Foro del CIR y el proyecto Di.Verso, esta vez dedicado al trabajo comunitario. Sobre la comunidad, el trabajo con los sectores vulnerables en Cuba, las posibilidades que tienen los activistas de hacer este tipo de trabajo en el país, y su importancia para un proyecto de nación, hablan los activistas Tamayo y Navarro con El Estornudo

    Diariamente, en Cuba, vemos noticias sobre hambre, colas, falta de medicamentos, gente emigrando… A veces podemos pensar que el país llegó a su fin y que nada nuevo está sucediendo. Sin embargo, existen proyectos como estos que hablan de empoderar a la ciudadanía, que trabajan por un nuevo proyecto de país. ¿Qué tipo de trabajo comunitario se está haciendo hoy en Cuba? 

    Tienes mucha razón, pareciera a veces que la isla se nos va, que las necesidades básicas y los éxodos son lo único que marca la situación de la Cuba de hoy. Pero también hay proyectos, grupos, personas, activistas que aún continuamos dando y aportando nuestro granito para la causa de la libertad. 

    Como bien decíamos en la convocatoria del Foro, la base profunda de un país se construye desde sus comunidades. Su marginación sistemática debilita entonces cualquier idea y proyecto de nación. En estos años lo más importante ha sido el trabajo desde la educación, lo cívico. La experiencia de años en las comunidades demuestra que es imprescindible enfocarse en temas como la cultura, la identidad, los valores, la educación desde los temas de género, la equidad, la discriminación racial, los derechos electorales. Todo es parte de seguir aportando, como expresión organizada de sociedad civil, al crecimiento de la nación. 

    En estos largos años hemos podido tomar bien el pulso a lo que sucede en los barrios, porque es necesario hablarle al cubano del barrio, de empoderamiento, de educación en temas de derechos humanos; debemos recuperar ese ejercicio de boca a boca donde cada uno de nosotros platique con un vecino o vecina, por ejemplo. Eso ayuda a generar cambios en la forma de pensar de la ciudadanía. Cuando hace casi ocho años atrás iniciamos el trabajo de observación electoral, pensábamos que no lo lograríamos. Y ya han sido varios momentos en que hemos logrado hacer monitoreo ciudadano puro; en esos barrios son las personas quienes han acompañado el trabajo. Estas observaciones van desde el referéndum del 2019, el [referéndum del] Código de las Familias, los procesos de delegados municipales, hasta la más reciente observación para [la elección de] los diputados y diputadas en el 2023. Con el trabajo de observación logramos monitorear los índices de abstención de esas votaciones; la última de delegados municipales, por ejemplo, tuvo el número más alto de abstención en la historia.

    ¿Es posible hacer trabajo con comunidades vulnerables en un país que restringe cualquier tipo de activismo? 

    En 2017, junto a siete organizaciones, nos acercamos al Ministerio de Justicia y llevamos la solicitud de que nos acreditaran y reconocieran como organización. Luego de dos largos meses, nos hicieron llegar una carta donde nos decían que nuestros grupos cumplían con los requisitos para acreditarnos. Pero cuando intentamos seguir los segundos pasos nos vino una represión enorme, lo cual muestra la condición represiva del sistema y el incumplimiento de sus leyes. El Estado nos niega la condición de acreditarnos y tener el derecho a existir. 

    La nuestra no es una tarea fácil. El activismo comunitario y antirracista, así como el que se ejerce desde el arte con una visión crítica de la sociedad, no escapa de la criminalización del Estado. Nuestro caso no es la excepción, pero, aun con todos los retos, ha sido posible que nuestro trabajo crezca gracias a nuestros miembros y colaboradores, principalmente en las comunidades donde tenemos presencia.

    El trabajo del CIR está enfocado en las comunidades vulnerables y, según cifras oficiales, hay unas mil 200 comunidades en esta situación. ¿Qué tipo de vulnerabilidades están afectando más a los cubanos hoy? ¿Cuáles son los sectores más golpeados?

    En la realidad parecería que hay muchas más de mil 200 comunidades en esta situación. Las vulnerabilidades están, por ejemplo, en las brechas y desigualdades económicas, constatadas principalmente en mujeres negras y mestizas que viven en los asentamientos llamados «llega y pon», que siguen quedando fuera del nuevo esquema o modelo económico del país. No son estas mujeres que viven en estos cinturones de pobreza las que son dueñas de importantes Mipymes. Siguen siendo estas mujeres las vendedoras de útiles del hogar por las calles de La Habana, o las que continúan con oficios de cuidadoras o de auxiliares de limpieza doméstica.

    Hay situaciones no solo de necesidades en cuanto a la alimentación y [otras cuestiones] básicas, sino que también hay violencia social e intrafamiliar en esos barrios de la Cuba bien profunda. Según los mismos datos oficiales, un 60 por ciento de los hechos de violencia en el país son hacia mujeres negras y mestizas. Varios estudios desde la academia y el activismo han demostrado las disparidades raciales y las discriminaciones que bien se ven en esos barrios, donde se hacen necesarias políticas con enfoque y acciones afirmativas para que realmente se resuelvan las situaciones, [porque] los afrocubanos que viven en estos cinturones de pobreza extrema están siendo bien golpeados. 

    En barrios [habaneros] como San Miguel del Padrón, en comunidades como El Tropical, Dolores, Campo 14 en El Cerro, o La Polar, entre otras, la precariedad y marginalización que se evidencia son indicativo de nuevas formas de pobreza en la isla. Se nota la feminización de la pobreza; [las mujeres] enfrentan violencias domésticas, abusos que gozan de total impunidad, y esta misma feminización de la pobreza se agrava con la condición migratoria desde las provincias del país hacia La Habana. 

    Muchos de los miembros de estas comunidades vulnerables son quienes, a su vez, han estado al frente en las manifestaciones que en los últimos tiempos han pedido un cambio en Cuba: desde las protestas de julio 11 o del pasado marzo 17, hasta las madres exigiendo la debida atención para sus hijos en las afueras del Ministerio de Saludo Pública, o por la falta de luz o agua. ¿Son estas las comunidades donde realmente se está definiendo la política y el futuro de Cuba?

    Exactamente. Hemos visto el deterioro generalizado ya en estos barrios, y en las protestas sociales estamos viendo muchas madres, personas afrodescendientes liderando las manifestaciones. Haciendo fuertes reclamos que van más allá de pedir alimentos y necesidades básicas, lo cual es totalmente legítimo pedir y exigir. Pero también hemos escuchado reclamos cívicos y consignas como «libertad», «cambio», entre otras. Lo dijimos en la convocatoria del Foro a inicios de febrero, que era necesario hablar desde la comunidad, porque es en ellas donde están las bases profundas de un país para poder construir la nación.

    Desde el CIR sentimos que el deterioro progresivo de las comunidades, su desanclaje económico y social, y el abandono de sus necesidades básicas fueron los detonantes de las protestas de 2021 y de las potenciales explosiones sociales por venir. Las pasadas jornadas de protestas en marzo han confirmado que es en la comunidad donde se juegan las posibilidades de la sociedad. Es evidente que un nuevo proyecto de nación exige una revitalización abierta y moderna de nuevas comunidades inclusivas, prósperas y desmarginalizadas. Para nosotros, este será un propósito permanente. 

    El trabajo que ustedes hacen contradice el discurso de la Revolución cubana desde sus inicios: un proyecto que ha hablado de inclusión cuando las mujeres, los negros o la comunidad LGBTI+ y otros sectores vulnerables siempre han estado al margen. Además, una Revolución que habló de eliminar desigualdades en un país donde son cada vez más marcadas. De ese discurso inicial de la Revolución, ¿qué queda hoy? ¿Qué realmente se ve en las calles de Cuba?

    Hay que empezar por decir que la Revolución Cubana logró un gran acto de ilusionismo: absorber la simpatía que despertaba el proceso y utilizarla para disolver a golpe de retórica cualquier manifestación cívica que pudiese, en algún momento, confrontar con reclamos ciudadanos el discurso de una sociedad igualitaria. Eso fue, a grandes rasgos, lo que pasó con el tema de la igualdad y el racismo en Cuba: la noción de cero desigualdades en la Revolución se convirtió en un relato que pasó a ser propaganda, y que no solo quedó en el terreno doméstico, sino que cruzó las fronteras del país.

    La idea de las garantías de igualdad hay que analizarla desde un punto de vista político en nuestro caso, porque al totalitarismo no le conviene el diálogo abierto sobre este tipo de problemáticas. Lo que se ve en las calles hoy en día es precisamente un resultado de la ineficiencia y dejadez del Estado, de la persecución a iniciativas cívicas, educativas que buscan una integración social desde el activismo organizado. Lo que existe es la negación de un problema social que persiste sin ser atendido debidamente. Esto ya es un fenómeno que se expresa visiblemente desde la propia ciudadanía. Las protestas acontecidas en Cuba en julio del 2021, y las más recientes son, entre otras cosas, una expresión de la reproducción del racismo.

    ¿Qué otros proyectos comunitarios interesantes tienen lugar en Cuba hoy?

    El proyecto Color Cojímar, coordinado por el músico de rap Yosmel Sarría Nápoles, quien mantiene su activismo social, comunitario y cultural en escenarios de desigualdad; AfroAtenas. Callejón de las Tradiciones, un proyecto sociocultural en el Consejo Popular de Pueblo Nuevo, en Matanzas, que promueve la equidad, la justicia social y el desarrollo de los derechos humanos. Está el estudio-galería de arte corporal La Marca o Women’S Society, un proyecto de visibilización de mujeres artistas, fundado por el artista, curador y crítico de arte Alay Fuentes. Otros artistas como YulierP y Dayan Melián Castro hacen intervenciones y grafitis en la comunidad, y músicos de rap como Soandry del Río o Lester Vives Matos trabajan con las comunidades junto a Di.Verso.

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