La EICTV se defiende y silencia a las víctimas de abusos sexuales

    En la tarde del jueves 28 de marzo, un día después de convocar una reunión con los estudiantes para ofrecer explicaciones sobre las denuncias sobre abusos sexuales publicadas en El Estornudo, la dirección de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV) publicó un comunicado en que admite haber conocido algunos de los sucesos narrados en la investigación periodística.

    Ante la inutilidad de negar esos hechos, los autores del texto optaron por lamentar lo ocurrido, conceder la posibilidad de errores cometidos, siempre, «de buena fe», pedir disculpas a las víctimas que no encontraron justicia y, sobre todo, enunciar todos los presuntos avances implementados para prevenir estas situaciones.


    El comunicado de la EICTV, titulado «Larga vida a la utopía», asegura que en tal sentido se han creado un «Protocolo de Convivencia de Paz», talleres directamente orientados desde la perspectiva de género, una Oficina de Bienestar, un Comité de Género e, incluso, un sistema de emergencia de 24 horas llamado «Punto Violeta».

    Lo que no dice el comunicado es que dicho Protocolo, cuya existencia fue anunciada en una reunión el 10 noviembre de 2023, no llegó a manos de los alumnos hasta el día siguiente a la publicación de los testimonios en El Estornudo.

    Tal como señalaron las propias exalumnas en el reportaje, la política de la dirección pareció consistir más bien en anteponer el prestigio de la Escuela a la justicia para las víctimas. El comunicado no ha sido diferente. Se refiere a las denuncias de abusos sexuales e impunidad apenas como «las declaraciones publicadas».

    En otro ejercicio de silenciamiento y revictimización, la EICTV limitó en principio la posibilidad de comentar el comunicado en la red social Instagram, donde más debate se ha generado, a solo aquellos usuarios seguidos por la institución. 


    Aun así, casi todos los comentarios que pueden leerse en la publicación muestran insatisfacción con las declaraciones de la EICTV; incluso, otras exestudiantes del centro denunciaron ahí haber pasado por situaciones semejantes a las narradas en la investigación de nuestra revista.

    Simone Teider, quien afirmó haber estado en la EICTV en 2013, denunció que en una ocasión le pusieron algo en su bebida y al amanecer estaba en su habitación completamente desnuda y con la puerta abierta. De ahí que afirmara: «Estar ahí no es muy seguro».

    Teider dijo no creer en las disculpas de la EICTV. De hecho, consideró que «todo lo que hicieron estuvo muy bien articulado para proteger los profesores, los empleados y los estudiantes que pagaron la tarifa a tiempo»; una opinión que coincide con en el testimonio de Beatriz[1] en el texto inicial de El Estornudo.

    La exestudiante mexicana Vania Quevedo afirmó que la dirección de la EICTV y su cuerpo académico no fueron inclusivos con ella cuando denunció a un trabajador del centro. «¿Acaso, no aprendieron de esa experiencia en el 2018 y tuvieron que esperar a que pasarán más? En sus acciones está su doble moral», sentenció en la red social.

    De acuerdo con Quevedo, «la EICTV nunca ha sido feminista ni lo será». Aseguró haber vivido «en carne propia la falsa bandera feminista en la escuela en el año 2018», cuando «toda la gente que se decía feminista a la mera hora resultó que no, porque siempre le van a creer al amigo querido de años, en lugar de una alumna que acaba de llegar a la escuela».

    Otra exestudiante que denunció inseguridad y falta de apoyo por parte de la institución fue Liss Fernández: «El año 2014 estudié en la EICTV», escribió. «Un hombre entró a mi pieza mientras dormía, desperté y lo vi observándome. Me asusté mucho y este tipo salió corriendo. Desperté a todo el mundo, lo buscamos con mis compañeros, pero no lo encontramos. Finalmente descubrimos que era un empleado de la escuela. Al día siguiente fui a hablar en directoría y me dijeron que quizás me lo estaba imaginando. No me creyeron y no hicieron nada por mi seguridad. ¿Tuvieron que llegar denuncias públicas de violación para que finalmente la escuela se pronunciara? Me parece una burla».

    Pese a que la EICTV asegura públicamente que la situación cambió hace algún tiempo, esos comentarios de exalumnas no han recibido respuesta por parte de la directiva. Tampoco aquellos que exigen una investigación propia y medidas contundentes para los agresores que permanecen vinculados a la Escuela.

    La feminista cubana Marta María Ramírez lo resumió en su comentario: «Una nota tardía y revictimizante. ¿Dónde está la justicia y la reparación para las sobrevivientes? Sabemos que hay más en silencio y aún en su sistema. ¿Quién vela por ellas? La violencia sexual no prescribe, así que aún tienen la posibilidad de quitar apoyo a violentos sexuales vinculados con su escuela».

    Con mucha más celeridad, y de forma más tajante que la EICTV, respondieron colectivos cinematográficos brasileños como el Grupo SOMA y la postproductora de sonido Confraria de Sons & Charutos, que mantenían o habían mantenido relación laboral con un victimario denunciado.

    «Nos entristece mucho saber del constante descuido de las instituciones con el caso, ante tantas oportunidades que tuvieron de ofrecer un mínimo de justicia. Repudiamos la actitud de la EICTV por la responsabilidad que les cabe, y queremos expresar nuestra solidaridad y apoyo, ¡y decir que te escuchamos y que creemos en ti!», declaró el Grupo SOMA – Colectivo Sonoro de Mujeres y Personas Transgénero en su «Carta de apoyo a Lucía».[2]

    Sobre el agresor identificado por su nombre de pila, Ayrton Paul, con quien aseguraron haber trabajado, expresó: «el hecho de que su historia haya salido a la luz ha entristecido a todas, ya que el abuso a veces permanece en las sombras y no tenemos idea, cuando conocemos y trabajamos con alguien, de cuál es su pasado. Por nuestra parte, no aceptaremos trabajar con personas involucradas en crímenes y abusos como estos, y nos posicionamos públicamente al respecto».

    Similar fue la reacción de Confraria de Sons & Charutos, cuyos miembros afirmaron en un comunicado: «Hoy hemos recibido con tristeza denuncias de abusos sexuales en la EICTV. Lamentablemente, uno de nuestros empleados está directamente implicado en los informes. En vista de ello, no involucraremos a esta persona en ningún proyecto actual o futuro».

    El colectivo de sonidistas cinematográficos pidió «justicia y responsabilidad para los implicados» y, asimismo, «un cambio drástico en la política de violencia sexual, incluyendo medidas de prevención, no solo en esta escuela, un lugar que forma parte de nuestra historia y que se honra en nuestro nombre “Confraria de Sons & Charutos”, sino también en Audiovisual, un área en la que operamos y en la que, por lo tanto, debemos ser agentes de cambio. Expresamos nuestro total apoyo a las víctimas».

    También el colectivo chileno Nosotras Audiovisuales manifestó su solidaridad a «las compañeras que tuvieron que pasar por esto. A las que pudieron dar sus testimonios, y también a las que no se han atrevido a hacerlo por miedo, inseguridad o poca confianza y todo lo que implica llevar a cabo una denuncia de este tipo en un lugar en donde no se garantiza un mínimo en protocolos y resguardo ante estas situaciones».

    Por tal motivo, hicieron también un llamado «a todas las Universidades, Escuelas y espacios de formación a que revisen sus protocolos al respecto, que faciliten canales de denuncia, que desvinculen a docentes, trabajadores o estudiantes agresores. Que garanticen profesionales instruidos en manejar situaciones de abuso y violencia. Que protejan a las víctimas, que les alivien su sentir, que eviten la revictimización y que hagan todo lo posible para que puedan terminar sus estudios sintiéndose escuchadas y protegidas».

    También se sumó a los reclamos la Asociación Peruana de Mujeres y Disidencias del Audiovisual, que mostró su «respaldo total a las compañeras que han denunciado abuso sexual y acoso en la EICTV en Cuba» y exigieron «que se tomen las medidas necesarias para sancionar a quienes hayan perpetrado estas violencias».

    En La Habana, la plataforma feminista MeTooCuba, junto a mujeres que laboran en el ámbito del audiovisual, organizaron un «espacio contra la impunidad machista frente a las denuncias de violencias sexuales ocurridas en la EICTV», el cual tuvo lugar este sábado 30 de marzo. 

    Mientras la «Escuela de todos los mundos» es interpelada desde varios países latinoamericanos y desde plataformas feministas y gremiales independientes de la isla, pudiera haber comenzado una suerte de lavado de cara por parte del poder político cubano. El propio sábado se conoció que la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) otorgó la «Distinción 8 de marzo» a la EICTV y, en particular, a su directora, Susana Molina, quien fue señalada directamente en las denuncias de las mujeres que conversaron con El Estornudo.

    La noticia —casi inverosímil al principio— fue confirmada por el actual presidente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), Alexis Triana, en una publicación realizada en su perfil de Facebook.

    Hasta la fecha, ningún medio oficial ni institución cultural de la isla ha hecho la más mínima alusión a las historias sobre abusos sexuales e impunidad reveladas por El Estornudo. Una vez más, prevalecen ahí los automatismos de las estructuras machistas y patriarcales, y se intenta borrar los testimonios de las víctimas con la infaltable luz de gas del Estado.

    Algunas miradas desde el feminismo

    Sobre la investigación periodística publicada en El Estornudo y sobre el plan de acciones contra la violencia de género circulado la semana pasada entre la comunidad de la EICTV, bautizado como «Protocolo de Convivencia de Paz», pedimos sus valoraciones a la plataforma feminista YoSíTeCreo en Cuba, al Observatorio de Género de Alas Tensas, y a la comunicadora y activista feminista cubana Daniella Fernández.

    YoSíTeCreo en Cuba

    1) La investigación es muy valiosa y contribuye a mantener el foco en este problema en la sociedad cubana, aunque ahora mismo las carencias de la vida diaria sean tan duras y no reciba una amplia atención como sucedió con el caso de Fernando Bécquer. También muestra que los #MeToo en Cuba están logrando mover un poco la estructura, pues el protocolo que hoy muestra la EICTV fue el resultado de la resistencia y la protesta de las estudiantes. Sugerimos que cuando realicen trabajos de este tipo incluyan recursos a los que las personas afectadas puedan acudir en busca de ayuda. 

    2) Quisiéramos remarcar la importancia de que las universidades y demás centros educativos cubanos comiencen a tener protocolos ante situaciones de violencia, y que focalicen adecuada y efectivamente las violencias de género. 

    El protocolo de la EICTV tiene un enfoque general de bienestar y cultura de paz, lo que puede traer algunos problemas a la hora de enfrentar cuestiones de violencia de género, que lleva un enfoque específico. También parece que es algo creado teóricamente y que aplicarán a partir de ahora, no un protocolo nacido y ajustado en la atención directa a personas afectadas. Es muy positivo que usaran texto escrito y gráficos, además de que usaran modelos ya establecidos como los Puntos Violeta. Varias cuestiones no quedan claras cuando se lee el protocolo: 

    ● Parece muy enfocado a la denuncia y no queda claro si una persona afectada puede recibir apoyo psicológico o de otro tipo, aunque no quiera denunciar ni quejarse. 

    ● Tampoco vemos mucho especificado sobre no revictimización. 

    ● Al final incluyen unas rutas e indican que se debe valorar si procede o no la mediación en los casos (dado su enfoque de bienestar y convivencia pacífica). Sin embargo, ante violencia de género la mediación no está recomendada; de hecho, en muchos países hasta se prohíbe específicamente. 

    ● Tiene una ruta legal de denuncia, pero es algo interno, solo de la escuela. No regula mecanismos legales ni de acompañamiento ante la policía, fiscalía, etc. Todo lo tratan de resolver internamente.

    Ileana Álvarez – Observatorio de Género de Alas Tensas

    1) La investigación de El Estornudo sobre las denuncias de acoso y violencia sexual en la EICTV reitera lo que las feministas cubanas venimos alertando desde hace mucho tiempo: la inseguridad y desprotección en que se encuentran las niñas, mujeres y personas de género diverso en Cuba, sin una Ley Integral que nos proteja y transversalice a toda la sociedad y las instituciones, sin protocolos de actuación y de reparación para las víctimas y sus familiares, sin efectivas políticas de prevención que eviten las agresiones y las muertes de mujeres por violencia machista.

    Leer este reportaje provoca mucho dolor, mucho sentimiento de empatía con las testimoniantes y con las víctimas que aún no han roto el silencio, y a la vez mucha ira e impotencia, porque se hace aún más tangible cuán poco importamos las mujeres para las instituciones y el gobierno cubano. El reportaje se ha llevado a cabo con gran profesionalismo, evitando la revictimización y permitiendo que las voces de las mujeres que brindan su testimonio se escuchen todo el tiempo, mientras comparten sus dramáticas experiencias, su vulnerabilidad, sus sensaciones de indefensión ante el poder de lo que una de ellas describe como el «Gran Hermano» que es la Escuela. 

    Lucía, víctima de violación, se enfrentó a la dolorosa experiencia de ser obligada a confrontar a su agresor en presencia de quienes, en lugar de brindarle apoyo, la sometieron a dudas y revictimización reiterada. Esto me parece perverso. Y este trato no solo vino de la dirección de la Escuela sino también de la policía, la fiscalía y los propios estudiantes, lo que la llevó a retirar su denuncia ante la indiferencia general hacia su sufrimiento. Desgraciadamente, estos hechos no son un incidente aislado en Cuba, sino que reflejan una realidad mucho más amplia y profunda, diríamos que estructural, que afecta especialmente a las instituciones educativas, que deberían ser espacios seguros. Lo que ocurre en la EICTV es solo la punta del iceberg de una problemática extendida a lo largo de todas las escuelas cubanas, y de la sociedad cubana en general, incluidas las experiencias vividas en las escuelas al campo, donde muchas de nosotras hemos sido testigos o víctimas directas de esa cultura de la violación —y donde aún es más terrible porque estamos hablando que les sucede a niñas. Por años en Cuba se ha perpetuado una cultura de violación y una impunidad rampante para los agresores sexuales, y ante eso tenemos que decir basta, se acabó.

    Resulta impactante que solo a finales del año 2023 se haya anunciado un protocolo antiacoso en una institución educativa de tal relevancia, lo que lleva a preguntarnos cuántas escuelas disponen de medidas similares, educación sexual adecuada, prevención de violencia y protocolos de actuación efectivos. Frente a estas carencias, la abundancia de educación político-ideológica y manuales orientados a «salvar» y «defender» el país de las voces disidentes es abrumadora. Las mujeres cubanas enfrentan un ecosistema que no solo es «dañino», como expresa el periodista, sino abiertamente perverso, estructuralmente perverso. La respuesta indolente, ignorante, irresponsable y revictimizadora de la Escuela, sumada a una falta absoluta de empatía hacia las personas agredidas, resalta gravemente este problema. Y duele aún más porque en la dirección estaban mujeres que se supone deben entender mucho mejor de estas agresiones y expresar sororidad.

    2) La primera impresión es cuestionar el momento en que se decide implementar este protocolo, justo ahora que ha salido a la luz la investigación. En la Escuela, las denuncias de agresiones y acoso se han acumulado durante varios años, y durante ese tiempo debería haber existido un protocolo que involucrara la participación activa de las alumnas y los alumnos, el profesorado todo, y un análisis exhaustivo del contexto institucional.

    Me pregunto si el protocolo se ha creado teniendo en cuenta estas consideraciones. Me pregunto si logrará instrumentalizarse efectivamente y contribuirá a erradicar las causas de la violencia estructural de la sociedad cubana normalizada, que una de las víctimas describe como «así era Cuba», una expresión que se refiere a esa naturalización de múltiples violencias que deberían avergonzarnos a todes.

    En cuanto al contenido del documento, encuentro que es bastante general en la mayoría de sus aspectos. Destaco la efectividad potencial de medidas como el Punto Violeta y las fases de actuación y sus responsables, la actualización en los conceptos, la mirada interseccional, y que tenga en cuenta los tipos de acosos y violencias del ciberespacio. Sin embargo, hay aspectos que me generan muchas inquietudes, como el hecho de que la víctima solo disponga de tres meses para presentar su denuncia. Considero que este plazo es injusto, dado que sabemos que romper el silencio puede ser un proceso doloroso y que no debería tener una limitación temporal tan corta.

    Noto que el protocolo es bastante genérico y carece de una contextualización más profunda que tenga en cuenta la naturaleza de la Escuela, que es internacional, que es de cine. Por otro lado, considero que sería fundamental detallar con mayor profundidad el acompañamiento que se brinda a las víctimas, el cual debe ser fundamental durante todo el proceso de actuación una vez realizada la denuncia. Creo que aún hay aspectos que pueden adaptarse mejor a las necesidades y realidades de la comunidad educativa de la EICTV.

    Daniella Fernández

    1) A inicios de este año estuve en Cuba trabajando en un documental con compañeras de la EICTV y hablamos de distintos casos que habían ocurrido en la escuela; por tanto, no me cogió de sorpresa la publicación de las denuncias. Pero dan mucha rabia. No hay otra forma de decirlo. 

    Rabia porque lo que nos demuestra es que en Cuba no existen espacios donde los cuerpos feminizados nos podamos sentir seguros, y reafirma la complicidad de las estructuras, profundamente patriarcales, que son las que por Ley deberían garantizar nuestra protección. 

    No me sorprende el trato que tuvieron las víctimas, ni tampoco en el sentido comunitario. La cultura de la violación y la violencia de género en todas sus manifestaciones está muy normalizada en Cuba. Esto se lleva tras décadas, siglos, viviendo en una cultura profundamente patriarcal, que trasciende todos los ismos. También las denuncias nos demuestran que las estrategias y proyectos implementados por el gobierno hasta la fecha no han sido efectivos.

    Cuando se lanzó la «Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y en el escenario familiar» [diciembre de 2021] y el «Programa Nacional de Adelanto de las Mujeres», muchas activistas feministas encontramos muchas lagunas, pero consideramos que la efectividad de las mismas se iba a conocer con el paso del tiempo. A la larga ninguno de estos proyectos terminó siendo efectivo. Empezando por la propia Línea contra la Violencia de Género, que muchas veces se comparte con una la Línea Antidrogas, en ocasiones atendida por hombres. No ha sido efectiva; basta ver la cantidad de feminicidios que han ocurrido en el país en los primeros tres meses del año.

    Quiero recalcar que, más allá de la inefectividad de las políticas gubernamentales, este tipo de situaciones no pueden llevar a no denunciar. Hay que recordarle siempre a la ciudadanía y a les lectores que existen programas de la sociedad civil independiente que llevan años desarrollándose, como YoSíTeCreo en Cuba, y decirles a las sobrevivientes que van a estar acompañadas por nosotras de forma jurídica, psicológica, etc. Que no sea un factor de «no voy a denunciar porque esto no va a ninguna parte». Que no se sientan solas.

    2) La efectividad de los protocolos se analiza según las propias experiencias de las sobrevivientes. No puedo garantizar que este sea efectivo. El texto está relativamente bien. Me genera mucha duda que establezcan tres meses para denunciar solamente, pues las víctimas pueden tardarse diez años o más en denunciar, porque no es tan fácil; mucho menos en un entorno cerrado como la EICTV donde viven y estudian todes en el mismo espacio, lo que implica que tengas que verte con tu agresor frecuentemente. Ese plazo de tres meses me parece muy pequeño.

    En el protocolo hablan sobre no revictimizar, pero por testimonios que he conocido, cuando se han desarrollado las entrevistas, confrontan al agresor con la sobreviviente en el mismo espacio. Creo que las políticas que están desarrollando están revictimizando a las sobrevivientes. Creo que les faltan muchas cosas por abordar.

    Está hermosa la cita de Fernando Birri que incluyeron, y también citan la definición de violencia de género de la ONU. De nuevo, en papel está todo perfecto, entre comillas, pero ¿cómo van a ser los procesos de capacitación para profesores, cuerpo directivo, trabajadores aledaños, el estudiantado? ¿Existen lugares seguros de resguardo para esas mujeres sobrevivientes que denuncian?

    De nuevo, reitero, tres meses es muy poco. Una sobreviviente necesita tiempo para analizarlo. ¿Dónde está el acompañamiento psicológico, el aseguramiento jurídico? Muchos estudiantes no son de Cuba y no conocen las leyes del país. Necesitamos un acompañamiento integral, grupos de apoyo. 

    ¿Cómo proteges a las víctimas que están viviendo en el mismo lugar del agresor? Diplomáticamente está todo perfecto, pero los números, los testimonios y las experiencias de compañeras de la EICTV nos dicen otra cosa; entonces algo no está funcionando.

    Quisiera saber quiénes integran la comisión creada para analizar los casos: ¿qué especialistas? Nos faltan detalles, posicionamientos respecto a la justicia punitiva, casos de reeducación, asesoría psicológica para agresores, que entiendan qué hicieron y por qué está mal lo que hicieron. Pero, bueno, ya sabemos que la justicia cubana es altamente punitiva.

    Siento que el protocolo tiene lagunas, como todas las políticas gubernamentales con respecto a los temas de género. La efectividad de este programa solo la vamos a saber en la práctica. Hay que preguntarles a las compañeras de la EICTV si se sienten más seguras después de esto, si lo conocen, si se han hecho cursos para explicarles esto. Ahí hay una pregunta que hacer.


    [1] Testimonio publicado en el texto «Abusos sexuales e impunidad en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños».

    [2] Nombre ficticio de una de las testimoniantes.

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