Backstage

    La cosa debió suceder más o menos así. 

    Después de muchos debates, el equipo de comunicación de la Presidencia de Cuba se ubicó alrededor de la mesa que está al centro de sus oficinas en el Palacio de la Revolución y acordó que era hora de cambiar la estrategia. Todo indicaba que las sesiones de fotos en los trabajos voluntarios y las coberturas de sus visitas al interior del país no estaban dando resultado. El presidente, motivo de burla habitual entre los cubanos, no paraba de distanciarse del pueblo. Urgía salvar al jefe de la indiferencia o el odio de tanta gente ingrata.

    —A lo mejor no hace falta. Sus tuits tienen miles de corazoncitos —dijo alguien.

    Los demás miraron con reprobación. 

    —Sí, pero tenemos que buscar corazoncitos de verdad. Los perfiles falsos no valen —contestó David Vázquez, o puede que Rosa Miriam Elizalde

    Hubo un corto silencio, hasta que Arleen Rodríguez, o quizá Beatriz Palo, lanzó un «¡Eureka!». La observaron intrigados. 

    —Echen pa acá, que las paredes tienen oídos. ¿Ustedes se acuerdan de cuando el presidente soltó aquello de… la limonada? —susurró. 

    Todos asintieron con caras largas de vergüenza ajena. Hacía ya algún tiempo desde que habían pactado tácitamente no echarle sal a aquella herida: el regaño que les dieron luego de que se regara en redes sociales un post en que el sociólogo Rafael Hernández criticaba el trabajo de «los compañeros informadores a cargo de cubrir la actividad del presidente», es decir, el trabajo de ellos. ¿Qué sabe Rafael Hernández de estrategia comunicacional como para opinar…? Él, que nunca ha salido del bodrio de revista que es Temas, aunque se las dé de articulista en OnCuba. Eso, entre revolucionarios, se llama darle armas al enemigo. Es traición.

    —¿Se acuerdan de que los odiadores estuvieron meses viviendo del chistecito ese? —continuó Rodríguez, o quizá Palo. Los demás volvieron a asentir—. Pues si ellos hacen el pan con nosotros, nosotros tenemos que hacer el pan con ellos.

    El cónclave determinó que era una buena idea y la llenaron de felicitaciones y palmaditas en la espalda. Realmente estaban muy contentos. La «contraofensiva» les iba a ahorrar tiempo y esfuerzo, y ante el jefe quedarían como gente que tiene los pies sobre la tierra, cercanos al pueblo.

    —Bueno, ya está. Dediquemos el día a leer qué han publicado los enemigos de la Revolución este último mes y mañana nos vemos aquí para escoger los temas. 

    Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba, en entrevista transmitida por la televisión nacional / Imagen: YouTube/Presidencia de Cuba
    Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba, en entrevista transmitida por la televisión nacional / Imagen: YouTube/Presidencia de Cuba

    ***

    A la mañana siguiente, sentados alrededor de la misma mesa, alguien preguntó:

    —Entonces, ¿qué encontraron? 

    El primero en hablar dijo haber leído varios textos sobre los excesivos gastos del gobierno en la construcción de hoteles de lujo y los derrumbes en La Habana, pero los otros descartaron de inmediato su propuesta. Ya estaban advertidos de que todo lo que tuviera que ver con el Ejército debían obviarlo, y, si les costaba, que intentaran hacerse la idea de que el conglomerado empresarial GAESA era como otro país. Uno del que se hablara poco. San Marino, por ejemplo. 

    —¿Algo más? 

    Cada uno leyó entonces su lista de temas. Curiosamente, todas decían lo mismo: la escasez de combustible, la inflación, el costo de las numerosas giras internacionales del presidente y su esposael éxodo masivo de cubanos por Nicaraguala miseria en las callesel desamparo de la población. Otra vez se hizo silencio; uno muy largo. Acababan de darse un golpe de realidad: actuar a la contra no iba a resultar tan fácil como pensaban. 

    Alguien lanzó entonces un nostálgico comentario sobre los años en que no había Internet y las cosas eran más fáciles. Sí, cuando con mencionar el bloqueo y la esperanza en la victoria del pueblo aguerrido bastaba; cuando la única diana era Yoani Sánchez y dos o tres más, antes de que la contrarrevolución se regara como un virus zombie. Los demás se lo tomaron como una broma de mal gusto y siguieron callados.

    —¿Un café y lo discutimos con calma? —dijo Vázquez, y todos contestaron un «sí» coral y nervioso. 

    —Podemos hablar del bloqueo y aprovechar que dentro de poco se presenta la resolución en Naciones Unidas. Así matamos dos pájaros de un tiro, ¿no creen? —soltó Rodríguez, quien por un segundo creyó estar en racha propositiva y que, por fin, iba a callarles la boca a los millenials del equipo que cada tanto recriminaban su mal uso de Twitter o como se llame eso ahora: que si debe crear contenido propio, que si no todo puede ser retuitear lo que pone el jefe, que si para hacer eco ya tienen suficientes compañeros. Pasado ese segundo, las palabras de Vázquez le cayeron encima como un cubo de agua fría.

    —Coño, Arleen, tenemos que pensar algo distinto, que no todo puede ser el bloqueo —dijo el joven Vázquez. El resto de los presentes miraron al hereje—. O sea, sí, el bloqueo también, claro, pero hay que sumarle otras cosas —rectificó. 

    Alguien comentó que en la calle había escuchado decir que Díaz-Canel estaba osogbo. «Cagado de aura tiñosa, vaya», remató, para subrayar de inmediato que aquello era lo que decía la gente, no él, en la calle. El ambiente se tornó denso. Hubo miradas cruzadas. Por un instante operó en la oficina la paranoia de un juego de cartas del «policía y el asesino»; planeó una desconfianza mutua tan acerada como la de aquel Consejo de los Días que imaginó Chesterton. Y es que, en sus cabezas, cada quien repasó las calamidades ocurridas en el país desde abril de 2018, cuando el nuevo jefe asumió el poder: todavía no llevaba un año en el cargo y ya se había caído un avión cargado de civilesun tornado había destruido parte de La Habana, y pronto llegaría una pandemia a Cuba. Uno tras otro, todos reconocieron estar al tanto de esa idea que, seguramente, habían escuchado más de una vez en una cola del pan o en la parada de una guagua. A nadie allí le pareció extraño el uso de semejantes lugares comunes, aun cuando hacía tiempo que ninguno de ellos compraba el pan de la libreta de racionamiento y todos se movían en carros estatales. Finalmente, coincidieron en que la mala suerte podía ser una explicación suficiente para esos y otros hechos lamentables. 

    Luego de muchas horas devanándose los sesos, resolvieron que la mayor parte de las culpas debían recaer en «la situación internacional», y que el próximo mensaje se trasmitiría al pueblo a través de un diálogo con la periodista Rodríguez, quien ya se había propuesto a sí misma, antes de que se planteara la cuestión, con una detallada enumeración de sus entrevistas a Fidel Castro en los tiempos gloriosos de la Batalla de Ideas

    Sin embargo, el equipo de comunicación de la Presidencia compartía el escozor de que algo faltaba. Hasta el momento no habían pensado nada esencialmente novedoso y transformador. Solo habían dado vueltas en círculos. Alguien sugirió entonces que, tal vez, para «acercarlo a la gente», el hombre debía mostrarse «más humano». La doctora Elizalde preguntó, medio en broma, si creía que hasta ahora se había presentado al mandatario como un extraterrestre. Otro, en tono más serio, señaló que eso ya se había intentado y recordó cuando le aconsejaron al jefe mostrarse bailando y cantando… Un tremendo fiasco. Aunque no peor que cuando le sugirieron que un gobernante que domina el inglés infunde más respeto a la gente y gana consideración entre sus pares. 

    —Yo sí creo que es buena idea. A lo mejor funciona poner al jefe como alguien trabajador, comprometido con la Revolución, pero que también dedica tiempo a su familia y sus amigos. Podemos ponerlo como alguien que no es perfecto —formuló Vázquez, pasados algunos años desde que, con la anuencia del Ministerio del Interior, le dieron la oportunidad de dirigir un nuevo medio digital para jóvenes, y una oficina, y luego otra, ambas con «internet a full», como le gustaba presumir entonces. Aquella web publicaba textos sobre películas taquilleras, series de culto, videojuegos y cómics, mientras él aprovechaba la conexión para ver todas las temporadas de House of Cards; de manera que ahora, como parte del equipo de comunicación de la Presidencia, Vázquez se sentía una especie guionista creando su propio Frank Underwood. Todos estuvieron de acuerdo con él, e incluso alguien soltó el clásico chiste: «Aprobado por unanimidad». El presidente, como la Revolución, reconocería en televisión nacional que tiene imperfecciones. Eso sí, jamás diría cuáles. 

    A esas alturas de la tarde ya quedaban, básicamente, dos asuntos por resolver: cómo justificar la Tarea Ordenamiento, y que esta fuera ejecutada en plena pandemia, y si la entrevista debía ser o no parte de la Mesa Redonda, como propuso Rodríguez. Respecto a lo primero, acordaron que lo mejor era ratificar su inevitabilidad, decir que sin esas medidas de ajuste económico todo sería incluso peor, de modo que el presidente sería, por muy improbable que parezca dada la inflación actual, nuestro salvador. 

    —Pero si la cosa está tan mala como dicen los mercenarios, no creo que eso baste —objetó Palo. Vázquez le dio la razón y, en un rapto de iluminación, planteó la hipótesis (que el presidente debía insinuarle al pueblo) de que las dificultades y malformaciones actuales, en realidad, habían comenzado en el Período Especial.

    Rodríguez, inquisidora, cuestionó si acaso daba a entender que en 30 años la Revolución no había avanzado.

    —Tú eras muy niño, pero durante buena parte de esas tres décadas estuvo Fidel. ¿Y ahora qué? ¿Vamos a decir que heredamos la crisis del Comandante?

    —A ver, nosotros somos el equipo de la Presidencia, ¿verdad? Y el presidente es Miguel Díaz-Canel, ¿verdad? Entonces, con todo respeto, al que tenemos que salvar ahora es a él —respondió, tajante, Vázquez. 

    El equipo se dividió durante unos minutos en dos bandos fácilmente distinguibles por rango etario, hasta que alguien recordó que con Raúl Castro no se estaba tan mal y que los tiempos de Obama fueron realmente buenos. Esas palabras resultaron conciliadoras y definieron la solución con una simple parábola: hubo crisis durante el largo Periodo Especial, ¡con cuentapropismo y todo!; después llegaron tiempos de bonanza y, finalmente, con Trump, una nueva crisis. Listo. Ya está. Problema resuelto. 

    La respuesta a la última interrogante llegó de la compañera Elizalde, quien, aguijoneada por Rodríguez, también echó mano al pasado, especialmente a sus innumerables viajes a Venezuela. 

    —¿Y si después hacemos una especie de Aló Presidente? Es decir, lanzamos la entrevista y anunciamos que el presidente tendrá un programa.

    Al principio, la idea fue recibida con recelo. Que el presidente tuviera un programa exclusivo significaba más trabajo para ellos; tendrían que escribirle cada intervención en detalle para que no se repitiera lo de la limonada o saliera, en un ataque nervioso, con otra orden de combate por lo que sea… La sola idea de que Díaz-Canel soltara en vivo alguna barrabasada, como esa reciente de Nicolás Maduro sobre un Cristo palestino crucificado por el imperio español, los espantaba. 

    —¿Qué remedio? —lamentó Vázquez, quien se sentía con la libertad de refutar a cualquiera de los presentes menos a Elizalde, su mentora desde los años universitarios. Rodríguez terminó aceptando el rechazo colectivo a la Mesa Redonda, feudo televisivo de su compadre Randy Alonso; al fin y al cabo, ella sería una vez más la entrevistadora estrella.

    Una vez todo planificado, acordaron hablar con el presidente al día siguiente. Esta de una entrevista más humana era sin dudas una gran idea. Él no diría que no. 

    spot_img

    Newsletter

    Recibe en tu correo nuestro boletín quincenal.

    Te puede interesar

    Similares / Diferentes

    Similares, diferentes… Gemelos como incógnita y confirmación de la...

    «Un país se construye desde sus comunidades»

    Cuando los activistas cubanos Marthadela Tamayo y Osvaldo Navarro hablan, usan palabras como «ciudadanía», «articulación», «comunidad», «barrio» o «sociedad civil». Cualquiera diría que son términos válidos solo para las sociedades en democracia, y no para un país cerrado, donde parece que todo el mundo se marchó.

    No hay frenos para la inflación en Cuba

    La inflación oficial en Cuba se aceleró durante marzo...

    Pedro Albert Sánchez, el profe, el predicador, el prisionero

    Pedro Albert Sánchez es abiertamente «cristiano». Algo de mártir tiene. Y también de profeta. Cada una de sus acciones, consideradas «exitosas» solo en un plano simbólico, tributa al orgullo de haberse mantenido fiel a sus ideas. El profe condensa en sí mismo todo el imaginario cristiano. El sacrificio es su satisfacción.

    Economía cubana: crisis de productividad, inversión deformada, falta de divisas, descontrol...

    El gobierno cubano reconoce que aún no se concreta la implementación de las proyecciones acordadas para la estabilización macroeconómica del país. Igual admite el fracaso de la política de bancarización y que las nuevas tarifas de los combustibles aumentaron el valor de la transportación de pasajeros, tal como se había predicho.

    Apoya nuestro trabajo

    El Estornudo es una revista digital independiente realizada desde Cuba y desde fuera de Cuba. Y es, además, una asociación civil no lucrativa cuyo fin es narrar y pensar —desde los más altos estándares profesionales y una completa independencia intelectual— la realidad de la isla y el hemisferio. Nuestro staff está empeñado en entregar cada día las mejores piezas textuales, fotográficas y audiovisuales, y en establecer un diálogo amplio y complejo con el acontecer. El acceso a todos nuestros contenidos es abierto y gratuito. Agradecemos cualquier forma de apoyo desinteresado a nuestro crecimiento presente y futuro.
    Puedes contribuir a la revista aquí.
    Si tienes críticas y/o sugerencias, escríbenos al correo: [email protected]

    Darío Alejandro Alemán
    Darío Alejandro Alemán
    Nació en La Habana en 1994. Periodista y editor. Ha colaborado en varios medios nacionales e internacionales.
    spot_imgspot_img

    Artículos relacionados

    Un enemigo permanente 

    Hace unos meses, en una página web de una...

    La banalidad política de las etiquetas ideológicas

    El partido comunista de Estados Unidos declara una membresía...

    Todos estamos equivocados: burbujas ideológicas y cámaras de eco

    Expertos en encuestas de opinión y campañas políticas coinciden en que las predicciones a nueve meses de una elección son inútiles. Pero es difícil no convencerse de algo cuando prácticamente todos a tu alrededor piensan y dicen lo mismo.

    Good bye, Gil. ¿Welcome, Alonso?: Movimiento de cuadros

    Así lo llamaron, «movimiento de cuadros», una frase que a alguien no muy familiarizado con la jerga burocrática recordaría más bien los trabajos en una galería de arte. A Gil, en efecto, lo movieron: quién sabe a qué otro salón en el museo del poder cubano; quién sabe si lo enviaron, definitivamente, al sótano con una sábana encima.

    DEJA UNA RESPUESTA

    Por favor ingrese su comentario!
    Por favor ingrese su nombre aquí