Good bye, Gil. ¿Welcome, Alonso?: Movimiento de cuadros

    En diciembre de 2023, el gobierno cubano reconoció, al fin, aquello que en el país todos sabían desde hace tres años: la Tarea Ordenamiento fracasó. Para explicar semejante fiasco, plantaron frente a la Asamblea Nacional de Poder Popular (ANPP) y las cámaras de televisión nacional al viceprimer ministro y ministro de Economía y Planificación Alejandro Gil Fernández. Quien fuera el principal vocero de aquel bochornoso plan supuestamente destinado a levantar la economía nacional, debió enfrentarse a la penosa situación de justificar sus propios errores. Aunque, en rigor, cabe muy bien la posibilidad de que solo una pequeña parte de estos fueran de su autoría.

    Gil anunció que 2023 terminaba con una contracción de entre uno y dos por ciento de la economía nacional, que las exportaciones a duras penas sobrepasaron los nueve mil millones de dólares, que la llegada de turistas quedó muy por debajo de lo esperado y que la inflación se disparó muy por encima de los cálculos, un 30 por ciento más que el año anterior. Sin tantos detalles y cifras, cualquiera en Cuba, desde el vendedor ambulante hasta la ama de casa o el borrachín de esquina, podía haberse subido a aquella tribuna a decir más o menos lo mismo. Lo que se vendió como un ejercicio de sinceridad, y de rectificación de errores, no fue más que una sarta de perogrulladas. 

    Pocas semanas después de reconocer el fracaso de la Tarea Ordenamiento, el gobierno anunció un «paquetazo» de medidas pensado como remedio contra los efectos de sus políticas anteriores. El nuevo plan incluía el alza de la gasolina en un 400 por ciento, el corte de subsidios y el incremento de las tarifas del transporte y de servicios básicos como la electricidad, el agua y el gas licuado. El anuncio no solo provocó descontento en la población, sino que disparó de manera inmediata los precios de productos y servicios de toda índole. A casi seis años de su nombramiento, Alejandro Gil se esforzaba en dirigir una economía mucho más devastada que entonces.

    El 27 de enero de 2024, frente a la escalinata de la Universidad de La Habana, poco antes de que empezara la Marcha de las Antorchas, Fabiola López, periodista de TeleSur, le preguntó a Gil cómo era posible que hubiese tantas personas mientras Cuba vive estos «momentos difíciles». El ministro, muy seguro de sí, contestó: «Lo que estamos haciendo es precisamente por el bien del pueblo. El pueblo, en sentido general, la gran mayoría, apoya y comprende que lo que estamos haciendo es necesario hacerlo. […] Tenemos que resolver insuficiencias internas; tenemos muchas reservas todavía que explotar. Pero, evidentemente, con la unidad, con la comprensión, con todo el apoyo de nuestra población, con toda la fuerza moral que tiene la Revolución, no hay duda ninguna de que vamos a salir adelante. Y además el pueblo así lo comprende…».

    Cuatro días después las autoridades gubernamentales aplicaron el freno de mano a las medidas; no para desistir de ellas, sino para postergarlas hasta nuevo aviso. Cuarenta y ocho más tarde, se informó en televisión nacional sobre un «movimiento de cuadros» efectuado por el presidente Miguel Díaz-Canel —previa aprobación del Buró Político del Comité Central del Partido Comunista de Cuba— que incluía a varios ministros. Ninguna de las destituciones despierta tanto interés como la de Gil.

    Así lo llamaron, «movimiento de cuadros», una frase que a alguien no muy familiarizado con la jerga burocrática recordaría más bien los trabajos en una galería de arte. A Gil, en efecto, lo movieron: quién sabe a qué otro salón en el museo del poder cubano; quién sabe si lo enviaron, definitivamente, al sótano con una sábana encima. En su lugar han colgado a Joaquín Alonso Vázquez, un desconocido para la mayoría de los cubanos, tal como el defenestrado ministro seis años antes. El objetivo, más que solucionar un problema, es dar la idea de que existe otro chance de hacerlo. Pero no lo hay. El movimiento de cuadros en Cuba es puramente estético, e inútil, tanto como cambiar dibujos de Kcho por óleos de Nelson Domínguez en la fachada de un multifamiliar en peligro de derrumbe en La Habana Vieja.

    Joaquín Alonso Vázquez, de 60 años, fungía hasta ayer como ministro presidente del Banco Central de Cuba (BCC), cargo que ocupó desde mediados de febrero de 2023. Según la pequeña semblanza divulgada en televisión nacional, es licenciado en Finanzas y Créditos, y máster en Dirección y Perfeccionamiento Empresarial.

    La mayor parte de su vida laboral la pasó en el Banco Popular de Ahorro; llegó a ser subdirector provincial en La Habana. En el año 2000 comenzó a trabajar en CUBALSE (que entonces era la segunda mayor corporación cubana en moneda extranjera), donde fue vicepresidente de Economía y Finanzas, así como director de Créditos de su casa financiera (FINALSE). En 2010, cuando CUBALSE se disolvió en favor del fortalecimiento de CIMEX, Alonso fue promovido a vicepresidente del Banco Popular de Ahorro. Siete años después, lo nombraron presidente de CADECA (Casa de Cambio S.A., institución financiera no bancaria), cargo que ocupó hasta su traslado al BCC. El nuevo ministro de Economía es, además, vicepresidente en la capital de la Asociación Nacional de Economistas y Contadores de Cuba.

    A Alonso le tocó liderar, o al menos ser el rostro público, del proceso de bancarización de la economía cubana, una iniciativa altamente recomendada por los economistas del Kremlin desde que comenzó a darse el viraje prorruso de La Habana. De hecho, en mayo de 2023, fue él, y no Gil, quien se reunió con Maxim Oreshkin, el asesor económico de la Presidencia de Rusia, durante su visita a La Habana.

    La bancarización, a través de la informatización del sector bancario y comercial, pretende disminuir la circulación de efectivo y otorgar al Estado toda relación de intercambio. Su necesidad, en palabras del propio Alonso, responde a que el sistema bancario del país sufrió de 2020 a julio de 2021 una fuga de capitales cercana a los mil millones de pesos. Sin embargo, su puesta en práctica ha dejado mucho que desear; no solo por la torpeza de las instituciones, sino también por la deficiente infraestructura tecnológica con que cuenta el país.

    El actual ministro de Economía y Planificación de Cuba, Joaquín Alonso Vázquez / Imagen: Cubadebate
    El actual ministro de Economía y Planificación de Cuba, Joaquín Alonso Vázquez / Imagen: Cubadebate

    A finales de noviembre de 2023, Alonso, en calidad de ministro presidente del BCC, advirtió que ningún comercio podría prestar servicios si para el 2 de enero de 2024 no ofrecía condiciones para que la población pudiera adquirir productos y servicios mediante las pasarelas digitales de pago. Al acercase esa fecha, tuvo que retractarse y extender por un mes el plazo, pues no hay manera de que los comercios privados en la isla cumplan dicho requisito si el Estado no tiene cómo ofrecer la tecnología necesaria para hacerlo. A primera vista, su proceder, aunque a otra escala, no difirió mucho de Gil.

    En lo que sí difieren ambos es en la proyección pública. En su perfil en X, Gil se limitaba a retuitear publicaciones del ministerio que dirigía, de Díaz-Canel, de algún que otro funcionario de peso en el país. Por lo demás, sus apariciones cumplían una única función: anunciar medidas y penurias. Alonso, por su parte, resulta más «combativo» contra la disidencia política, y es más dado a crear en sus redes sociales contenido similar al de los usuarios falsos creados por el régimen (las conocidas «ciberclarias»). En sus perfiles en X (tiene dos; el más reciente lo abrió cuando lo promovieron a ministro presidente del BCC), puede lo mismo resignificar en favor del gobierno alguna frase cursi de Isabel Allende que ordenar el estudio de los 23 volúmenes de las Obras Escogidas de Fidel Castro y compartir pósteres de estética soviética con frases atribuidas a Karl Marx.

    Post de Joaquín Alonso Vázquez amenazando a influencers cubanos / Imagen: Captura de pantalla de Cubanos por el Mundo
    Post de Joaquín Alonso Vázquez amenazando a influencers cubanos / Imagen: Captura de pantalla de Cubanos por el Mundo

    Hace cuatro años, Alonso protagonizó nada menos que un programa del influencer cubano Alexander Otaola, quien lo denunció por supuestamente amenazarlo de muerte a él junto a otras figuras mediáticas del exilio. En su perfil de Facebook (que ya no está disponible), el entonces presidente de CADECA colgó retratos de Otaola, Eliezer Ávila, José Daniel Ferrer, Rosa María Payá, Roberto San Martín y Ultrack a la manera de dianas en un campo de tiro, y encima escribió: «Se autoriza disparar con cualquier calibre y utilizar cualquier arma».

    Además de a sugerir algún otro plan de ordenamiento económico, Joaquín Alonso Vázquez viene a remozar la gastada imagen de Gil tras el anuncio del último paquetazo económico. A partir de ahora, presume el poder cubano, irá contra él descontento popular. El gobierno ha movido cuadros; es decir, solo ha cambiado la diana.

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    Darío Alejandro Alemán
    Darío Alejandro Alemán
    Nació en La Habana en 1994. Periodista y editor. Ha colaborado en varios medios nacionales e internacionales.
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