A inicios de julio de 2024, cuando el profesor e investigador del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo (CCRD), y doctor en Ciencias Económicas y en Demografía, Juan Carlos Albizu-Campos Espiñeira reveló los resultados de un estudio independiente suyo, hubo quienes lo aceptaron con mucha cautela. Las cifras presentadas eran ciertamente alarmantes, casi escandalosas, aunque de alguna manera muchos cubanos las intuíamos. Entre 2022 y 2023, durante la mayor oleada migratoria que hemos vivido, el país perdió un 18 por ciento de su población.
Apenas dos semanas después, en el Tercer Periodo de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, el órgano legislativo cubano, el vicejefe de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) declaró ante las autoridades del país que para el 31 de diciembre la población efectiva en la isla era de diez millones 55 mil 968 personas. La cifra seguía siendo ligeramente superior a la estimada por Albizu-Campos. Sin embargo, la ONEI también reconoció que en los primeros meses de 2024 la población cubana debía haber disminuido incluso a menos de diez millones de habitantes.
De acuerdo con el estudio de Albizu-Campos, quien cuenta, entre otros, con varios premios nacionales de la Academia de Ciencias de Cuba, las causas de este fenómeno son disímiles —aumento de la pobreza infantil, caída de la esperanza de vida, alza de la mortalidad materna, migración— y todas responden en última instancia a la crisis multifactorial que se vive en la isla. Dicha crisis, según declaró él mismo a la agencia de noticias EFE, acerca progresivamente el sistema cubano a una «implosión».
¿Cómo llegamos a este punto? ¿Vivimos los resultados de una (relativa) hecatombe económica y demográfica súbita o se trata de un cúmulo de crisis nunca aplacadas que, finalmente, han eclosionado? El propio Juan Carlos Albizu-Campos nos responde
DAA: Buenas, profesor. ¿Cómo está?
JCA: Hola. Por acá, bien. Muy ocupado, trabajando en una cosa y en otra. Pero hagamos la entrevista.
Profesor, los resultados de su estudio han causado mucho revuelo en las últimas semanas, sobre todo después de que fueran reconocidos en parte por las autoridades del país. ¿Cómo ha vivido usted todo este escándalo?
Bueno, puedo decir que me han llegado comentarios de gente muy asombrada y también de dudas metodológicas. Quienes quieran saber la metodología usada en mis cálculos pueden consultar un artículo que publiqué a inicios de julio que se titula «Cuba. Una rápida mirada a la emigración y la población». Allí está todo al respecto.
Sobre el reconocimiento por parte de las autoridades de esta drástica disminución de la población cubana en los últimos años, todo indica que fue a partir de su artículo.
Me ha llegado información de que así fue. Cuando EFE habló de mi estudio, se convocó a una reunión en el Centro de Estudios Demográficos para discutir y debatir los resultados. Sobre el tema no tuve ninguna retroalimentación por parte de las autoridades. No me han comunicado nada y ni siquiera me invitaron a esa reunión. Creo que en la ONEI se sentían muy cómodos dando datos falsos, y que mi artículo fue como un trueno a plena luz en un día apacible. Los descolocó.
Pero, ¿por qué falsear los datos demográficos?
La ONEI hace sus estimaciones a partir de no querer hacer lo que yo hice. ¿Y qué fue lo que hice? A grandes rasgos, me basé, sobre todo, en los datos del padrón electoral y del Anuario Estadístico. Del primero, tomé la población de 16 años y más, y del segundo, la población entre cero y 15 años. Debo decir que creo que la población en Cuba de cero a 15 años está sobreestimada por la ONEI, pero no tuve más remedio que asumirla para el estudio y hacer, digamos, un «acto de fe». Por otro lado, la ONEI subestima las cifras de emigración, que para mí no son fidedignas.
Mira, tengo conocimiento de un hecho bastante ilustrador sobre las posibles causas de este falseo. Me llegó por una especie de «wikileaks», de un anónimo en la ONEI. Obviamente, no se puede saber el nombre porque sería un problema para esa persona. En fin, el hecho es el siguiente: la ONEI tiene la indicación de mantener sus cifras de población por encima de los 11 millones de habitantes, al menos hasta el censo de 2025. En cierto modo se esconden las cifras por esta idea que se tiene en Cuba de «no darle armas al enemigo», pero el «enemigo» es quien controla y falsea la información. También creo que dentro de la ONEI hay una especie de autocensura y se ha asumido la idea de que los datos que puedan causar escándalo deben esconderse. Por eso molestó tanto que los cálculos de mi publicación dieran la cifra de 9.4 millones de personas al cierre de 2023.
Pero las autoridades reconocieron en cierto modo su publicación. Eso ya es algo.
Sí, es bueno que reconozcan estas cifras, pero no abordaron las causas. Claro, mencionar las causas en el pleno de la Asamblea es meterse en la boca de la fiera, y de ahí se sale, cuando menos, arañado.
Además, no lo han reconocido todo, y hasta han mentido. Por ejemplo, la ONEI dijo que hay una paridad de sexo en la emigración, cuando la realidad es que, según el International Migrant Stock de las Naciones Unidas, el 56.6 por ciento de esa emigración son mujeres. Es decir, que las autoridades están intentando esconder la feminización de la emigración. A eso se suma que del total de esa emigración el 79.5 por ciento está entre los 15 y 59 años.
En fin, que en Cuba está ocurriendo un proceso de vaciamiento demográfico. Y si se siguen tapando estas cosas, las autoridades jamás se van a enterar de los patrones de comportamiento reales de la población ni de los problemas más acuciantes del país.
Profesor, quisiera detenerme en las causas de este vaciamiento demográfico, que parecen estar a simple vista. El aumento de la pobreza y la emigración, la disminución de la esperanza de vida y del nivel de vida en general de los cubanos son algunas. Según dijo el presidente Miguel Díaz-Canel, la crisis tiene una fecha de inicio: 2019. ¿Estamos viviendo entonces los resultados de una gran crisis que inició poco antes de la pandemia o, como dicen algunos, lo que sucede es que nunca superamos el Periodo Especial?
Hace poco hice una sistematización sobre el tema, y creo que lo que vemos es el resultado de un conjunto de crisis no superadas que se han ido superponiendo. Lo que está sucediendo es la eclosión de la superposición de los siguientes ocho procesos de crisis:
Crisis del modelo de financiamiento presupuestario (1968-1974)
Crisis del estancamiento del modelo de cálculo económico / periodo de — «rectificación de errores» (1985-1990)
Crisis del llamado «Periodo Especial en Tiempos de Paz» (1991-1995)
Crisis de desvertebración del sector azucarero y desmontaje del complejo agro-industrial azucarero (iniciado en 2002)
Crisis de recentralización y ralentización económica, descapitalización de la infraestructura y equipamiento, y consecuente recesión posterior: el modelo económico como obstáculo al desarrollo (iniciado en 2006)
Colapso de la burbuja inmobiliaria y crisis financiera internacional (2007-2009)
Crisis de sostenibilidad del modelo (2013-2019)
Crisis combinada de la pandemia de Covid-19, el cierre del país y el «Ordenamiento Económico» (desde 2020)
Hoy está eclosionando una policrisis, una cascada de diferentes crisis. ¡Y estas son solo las económicas, porque ha habido crisis de otro tipo!
Entonces podría decirse que desde 1968 no hemos hecho más que ir de una crisis en otra sin siquiera salir del todo de anteriores.
Exacto. Pero quiero detenerme en la segunda. En 1985 sucedió algo llamativo: la esperanza de vida bajó por primera vez, justo cuando empezó el estancamiento del modelo de cálculo económico.
¿Bajó por primera vez desde 1959?
Sí, pero yo diría que cayó por primera vez en mucho más tiempo. Desde principios del siglo XX la esperanza de vida en Cuba fue creciendo, y hay mucha bibliografía que lo respalda.
Pero Cuba todavía recibía cuantiosas ayudas del Campo Socialista, sobre todo de la URSS.
Aun así, ese año comienza una crisis. En 1985, además de bajar la esperanza de vida, se registró en el Anuario Estadístico una primera caída —suave, silente— del PIB. Es por eso que cuando estalla la crisis del Periodo Especial, el país ya cargaba con un proceso de recesión gradual instaurado en su economía.
Como dicen por ahí, Cuba no se repuso del todo del Periodo Especial, pero sí hubo cierta recuperación a la altura de 1995. Sin embargo, en 2002 comenzó la crisis de desvertebración del sector azucarero y el desmontaje del complejo agro-industrial azucarero, que fue también un proceso de desvertebración económica. Las consecuencias de esta crisis las sufrimos todavía hoy y se nota fácilmente en el hecho de que el país está importando azúcar.
En 2006 comenzó la crisis de recentralización y ralentización económica, que trajo la descapitalización de la infraestructura y el equipamiento. El modelo económico cubano comenzó a identificarse como su propio obstáculo, y eso coincidió con la crisis financiera internacional por el colapso de la burbuja inmobiliaria. Por supuesto, una crisis internacional de esa magnitud trae consigo crisis nacionales, y en Cuba eso se reflejó en la contracción del turismo, las remesas, la inversión extranjera directa y los préstamos.
Más recientemente, el modelo entró en crisis y la pandemia vino a empeorarlo todo. El cierre del turismo, que había sido la pequeña locomotora de la economía, afectó mucho al país. Hubo una caída de un 11 por ciento del PIB. A eso le siguió el «Ordenamiento Económico», una terapia de choque que dio lugar a un nivel de inflación extraordinario.
Pero nos saltamos un poco el periodo 2013-2019. Entiendo que muchos cubanos recuerdan parte de esos años como una época de relativa bonanza. Fueron los tiempos del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, del famoso «deshielo». Entre 2015 y 2016 al menos llegaron muchos turistas, el cuentapropismo parecía despegar…
Pero igual había una crisis del modelo económico, solo que a nivel de individuo no se percibió directamente, aunque sí se manifestó a nivel macroeconómico. Si yo preguntara cuál fue el PIB del año 2015 en Cuba, la mayoría de los cubanos no lo sabría; sin embargo, si preguntara a cualquiera qué salario recibía ese año, es muy probable que me lo digan hasta con decimales. La crisis de 2013 a 2019 se dio de manera casi imperceptible para la población, como la que ocurrió entre 1985 y 1990.
De la Tarea Ordenamiento se ha dicho mucho, y no precisamente para bien. Incluso el propio gobierno reconoció que «no cumplió sus objetivos», un eufemismo de su fracaso. Pero quisiera saber qué opina de aquel «ordenamiento».
Lo primero que hay que saber es que el contenido de la Tarea Ordenamiento estaba diseñado para 2008, que era el momento en que Cuba tenía las condiciones para desmontar la dualidad monetaria. El problema es que se vino a aplicar a la altura de 2021 para eliminar una dualidad monetaria que, en realidad, no era para entonces una dualidad monetaria.
¿Y qué era?
En 2021 estaba el CUC y el CUP, pero también había muchos dólares y euros dando vueltas. Por tanto, lo que había era una multiplicidad monetaria. Al final, no resolvieron el problema; siguieron las múltiples monedas y las múltiples tasas cambiarias. Y tampoco resolvieron lo que yo considero el mayor problema financiero del país: dejaron una moneda oficial no canjeable y la acompañaron de una dolarización parcial.
¿Por qué considera que este es el mayor problema financiero del país? ¿Cuál hubiera sido una posible solución?
A lo mejor otros economistas no están de acuerdo, pero yo creo que sí lo es, pues las dolarizaciones parciales han sido todas fallidas.
Verás, la moneda no es otra cosa que una mercancía más, aunque tiene una peculiaridad. Esta mercancía parte de un fetichismo descrito muy bien por Marx: tú le das a esa mercancía la capacidad de representar en sí misma el valor de las demás y de ser un equivalente de intercambio entre todas ellas. El dinero, por tanto, no representa nacionalidad ni ciudadanía ni nada parecido. Los países que han adoptado la dolarización o la eurización (por llamarla de alguna manera) no han tenido este problema.
¿Usted hubiera estado de acuerdo con la dolarización?
Primero respóndeme: Cuando los países que hoy conforman la Unión Europea decidieron establecer una zona económica común y renunciaron a sus monedas nacionales, ¿perdieron su identidad? ¿Dejaron de ser franceses los franceses o italianos los italianos por adoptar el euro?
No.
Pasemos al caso de Ecuador. Mucha gente hablaba de la pobreza en Ecuador después de la dolarización de su economía. Pero ¿no había pobreza antes de que asumieran el dólar como moneda? Claro que sí, solo que antes había ecuatorianos pobres en sucres y ahora los hay en dólares. Lo que sí sucedió en ese país es que desapareció la devaluación. Con la dolarización se ahorraron el canje, pues el dólar es la moneda tipo en el mundo. Rafael Correa se presentó a sus primeras elecciones presidenciales con una campaña que, entre otras cosas, abogaba por la desdolarización. Pero él estudió economía en Estados Unidos y cuando llegó al poder se dio cuenta de que iba a provocar un desastre si quitaba el dólar y volvía al problema de la devaluación monetaria.
Si tú usas una moneda no canjeable —no importa que se llame CUC o CUP; aunque el CUC, a su manera, comenzaba a serlo un poco—, vas a tener un problema: los mecanismos de transmisión monetaria siempre serán complicados. Cuba es un país que necesita divisas para importar bienes de diferente tipo, pero su moneda no es canjeable. Eso significa que tiene que tratar de exportar mucho para traer liquidez de divisas. Sin embargo, su modelo productivo no funciona.
Hasta ahora solo hemos visto al gobierno insistir en que hay que exportar. Nunca dice qué y cómo. Miguel Díaz-Canel no para de convocar a la exportación como si se tratara de una «tarea de la Revolución».
Pero esa convocatoria es absurda, y serviría únicamente si viviéramos en la comunidad primitiva y el comercio se diera en situaciones como esta: a mí me sobran tres yucas y se las cambio al de la tribu vecina por un jengibre. Pero el comercio ya no funciona así. Ahora un país solo puede integrarse al comercio mundial de bienes y servicios si se conecta a las cadenas globales de valores.
Las cadenas globales de valores no son más que un reparto internacional de la producción, y es en base a ellas que se mueve el mercado mundial. A Vietnam, por poner un ejemplo, no le interesa venderle al mundo una marca de laptops vietnamitas que sea 100 por ciento de producción nacional. Lo que le interesa a lo mejor es que los procesadores de las laptops digan «i7 Made in Vietnam», da igual si los demás componentes del producto se hicieron en otros países. Así se vende hoy a nivel de mercado mundial, conectado a estas cadenas.
Ahora, te convido a que busques las cadenas de los productos que quieras y ubiques por dónde pasan en un mapamundi; al final, verás que ninguna pasa por Cuba. Entonces ¿cómo vamos a exportar?
El panorama que usted ofrece hace parecer que ahora el país está en unas condiciones peores que las del Periodo Especial.
Yo diría que las condiciones de hoy son mucho más complejas que las del Periodo Especial. En aquella época, las fuentes de acumulación de capital de la economía estaban deprimidas, pero tuvieron la oportunidad de un respiro con la apertura del país al turismo y a la inversión extranjera. Eso no sucederá ahora.
Actualmente, el Estado cubano le ofrece al inversor extranjero una cartera de oportunidades para invertir, pero a este puede no interesarle el listado de líneas de inversión limitado que le presentan. A lo mejor el empresario, que es dueño de su dinero y hace con él lo que desee, quiere invertir en X, pero la cartera de inversiones cubana no incluye X y solo ofrece Z y M. El empresario, entonces, quedó fuera, pero se fue a República Dominicana, donde le ofrecen desde A hasta Z, incluyendo X. ¿Cómo se pretende en esas condiciones atraer inversión extranjera? Además, Cuba hoy está caracterizada como uno de los países con mayores niveles de riesgo país para la inversión, y nadie quiere invertir su dinero en un contexto donde existe ese riesgo. Eso, por ejemplo, no ocurría en el Periodo Especial.
Pero en el Periodo Especial no se reconocía la propiedad privada como hoy. Ahora hay MIPYMES en Cuba y gente que ha prosperado con estos negocios. Muchos cubanos con los que he conversado me cuentan que hay mucha pobreza en las calles, pero también cierta riqueza. Mencionan, por ejemplo, que hay más autos modernos circulando por la misma Habana donde también son más los deambulantes sin hogar.
Sobre los autos, lo que sucede es que en el Periodo Especial no se podían importar las cosas que se importan hoy de Estados Unidos. ¡Y está bien que haya gente que pueda importar si es dinero bien ganado!
El gran problema es que hoy vivimos en una circunstancia de polarización de la riqueza y las oportunidades; es decir, hay gente que tiene mucho dinero y gente que no tiene absolutamente nada. Pero no es correcto achacar eso a la existencia de las MIPYMES.
Diría que no a las MIPYMES en sí, sino a las medidas económicas del gobierno, que no ha sabido ni siquiera lidiar con ellas.
Así es. Con las MIPYMES ha sucedido lo mismo que con muchos temas económicos en Cuba: se da un paso hacia adelante y dos hacia atrás. Esa imagen creo que resume el manejo de la economía cubana.
Recientemente, decidieron ponerle un tope a la proporción de beneficios —que debe reflejarse en el precio— de seis productos que comercializan las MIPYMES. ¿Cuál es el resultado natural de esta medida? Que esos productos desaparecerán del mercado. De hecho, ya está sucediendo: se ha creado una situación de escasez de oferta de dichos productos, que, además, son básicos para el cubano e incluyen la leche en polvo. En medio de semejante panorama, el gobierno mantiene un discurso que sataniza a las MIPYMES. Las acusa de abusar de los precios cuando estos están muchas veces por debajo de los que puedes encontrar en las tiendas en MLC. Si hay que bajar los precios, que se bajen todos —incluyendo los del Estado, que oferta productos importados infladísimos, a más del 200 por ciento.
Se supone que el tope de la ganancia y los precios de las MIPYMES ayudará a contener un poco la polarización de la que hablaba.
No es la manera. Por ejemplo, el precio tope del kilogramo de leche en polvo es de mil 675 CUP, con un margen de ganancia para la MIPYME de hasta un 30 por ciento; y así lo publicaron en la Gaceta Oficial, como si fuera una ley. Aquí, a primera vista, detecto dos problemas.
Primer problema: la importación de esa leche pudo costarle a una MIPYME más de mil 675 CUP. Esa MIPYME tiene un inventario con un valor, y ahora el gobierno le está diciendo que debe venderlo a un precio menor y que asuma las pérdidas. Segundo problema: el precio topado de ese kilogramo de leche en polvo está por encima de la pensión mínima y es cerca del 80 por ciento del salario mínimo. ¿Podría entonces decirse que esa medida favorece a la gente? Por supuesto que no.
La caída de la paridad de poder de compra del salario en Cuba está creando una situación en la que el salario nominal equivale a solo una fracción de la línea de pobreza —aunque el valor de la línea de pobreza no es algo absoluto. Cuando se trabaja con poblaciones grandes, los promedios tienden al mismo valor. Entonces, el salario medio es un aproximado de lo que ganaría la población trabajadora y, por tanto, podríamos decir que al menos la mitad de los trabajadores en Cuba gana un salario nominal que representa una fracción de la línea de pobreza.
Entonces, ¿no está de acuerdo con la medida de los topes?
No creo que exista una solución mágica e inmediata al problema del aumento de los precios. Sin embargo, opino que, si el Estado iba a topar precios y ganancias, debió haberle dicho a las MIPYMES que tenían un plazo determinado para liquidar su inventario antes de imponer la medida. Esa hubiera sido una manera algo más lógica de enfrentar el asunto, pero no una solución.
Escuchando esto, pienso que quizás muchos de los problemas que la gente le atribuye a las MIPYMES nacen no solo del discurso satanizador del Estado, sino también de las condiciones en las que estas empresas han tenido que abrirse camino en Cuba.
Cuando nacieron, las MIPYMES heredaron una situación de mercado cautivo. Antes, el mercado le pertenecía al Estado; es decir, la gente solo podía comprar lo que el Estado ofertaba. Una vez que el Estado se contrajo como proveedor y surgieron las MIPYMES, se creó una esclavitud mercantil semejante: ahora la gente solo puede comprar lo que las MIPYMES pueden ofertar. Las MIPYMES, además, tienen que lidiar con un proceso de importación bajo las condiciones que impone una devaluación monetaria casi permanente. Tienen que pagar cada vez más caro el dólar con el que tienen que importar, y por eso los precios no paran de subir.
En el mundo existe un sistema de oferta y demanda, pero con muchos concurrentes en el mismo mercado afectando los mismos productos. Ese contexto genera un fenómeno de autorregulación del precio con el que se alcanza lo que conocemos como «precio justo de mercado». El precio justo de mercado rige entonces en virtud de la oferta de múltiples concurrentes con relación a los mismos productos y a la demanda de estos. En cambio, en Cuba hay un mercado cautivo con una oferta limitada y una demanda persistente.
¿Y dónde quedan las tiendas del Estado en MLC?
Esas tiendas sabemos que están cada vez más vacías, y eso tiene que ver con la encadenabilidad. Cuando los suministradores piden que les paguen por traer sus productos a Cuba, el Banco Central no puede pagarles. La respuesta de los suministradores es lógica. Si no les pagan, no traen más productos. La consecuencia directa de ese corte en el abastecimiento son los anaqueles con telarañas en las tiendas en MLC.
Sobre las tiendas en MLC debo decir que, siendo del Estado, mantienen precios muy elevados que no todos pueden pagar. Cuando inició la Tarea de Ordenamiento los salarios aumentaron casi cinco veces, pero, según la ONEI, los precios de los productos subieron en promedio casi cuatro veces el aumento salarial.
En este país hay demasiadas incongruencias, en especial entre las medidas económicas. Ya he perdido la cuenta de los paquetes de medidas que se han aprobado en los últimos años, y unos se han superpuesto a los otros. Cuando vienes a ver, las medidas más recientes no abrogan las anteriores y hasta se contradicen entre sí. Lo normal es que si se aprueba una ley que entra en contradicción con una anterior, la más antigua debe ser abrogada. Este es un principio de ley que no se cumple en Cuba. La economía se rige por el derecho económico, por lo que exige un marco jurídico coherente. Cuando eso no pasa, todo el mundo termina haciendo las cosas como las interpreta.
Otra incongruencia que a estas alturas sigo sin explicarme es la siguiente: ¿Por qué, en plena pandemia de Covid-19, el Estado destinó un 0.8 por ciento del total de inversiones al sector de la salud y más del 50 por ciento al sector turístico? ¿Cómo se explica que, en plena crisis, con un aumento considerable de la mortalidad, el Estado decidiera invertir tanto en el sector del turismo, que estuvo paralizado en el mundo durante ese periodo?
Creo que eso nadie se lo explica. Y justamente la sanidad es uno de los sectores más depauperados en Cuba hoy.
Exacto. A la imposibilidad de muchos de acceder a productos básicos se suma el deterioro de la sanidad y la educación, así como la casi nula disponibilidad de medicamentos tan necesarios como los antihipertensivos. Esas son cosas que afectan a todos, incluyendo al dueño de una MIPYME.
En su conjunto, los problemas que se están viendo en Cuba hoy influyen en una mortalidad creciente y una natalidad que cae. Esto último, la disminución de la natalidad, se debe en parte a algo conocido como «maltusianismo de la pobreza»: si el nivel de vida cae por debajo de cierto umbral, las familias comienzan a percibir el nacimiento de un nuevo hijo como un riesgo adicional para la supervivencia de los que ya están.
Y también a la migración, ¿no?
Por supuesto, ante una situación de desesperanza de tal magnitud, la gente percibe también que es preferible asumir los riesgos de emigrar que seguir lidiando con los problemas del lugar de origen. Es decir, ven en otros sitios riesgos que vale la pena tomar porque también ven oportunidades; mientras que en Cuba entienden que tomar riesgos no va a mejorar sus vidas, que no hay salida. En el Periodo Especial, con su Crisis de los Balseros y todo, había una luz al final del túnel. Ahora no. Por eso vivimos la mayor oleada migratoria de nuestra historia.
Si atendemos a las cifras publicadas por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos desde el 1 de octubre de 2021 —que es cuando entiendo que comenzó esta oleada migratoria— a mayo de 2024, hubo poco más de 801 mil entradas de cubanos a ese país. Pero hay vías de entrada que no están contempladas en esa cifra, además de muchos otros lugares a donde los cubanos emigran. Las autoridades cubanas ya reconocieron que tres millones de cubanos viven fuera del país, y están localizados en 140 países. Eso significa que existen, como mínimo, 140 puntos como destino primario de la emigración. Varios migrantes siguieron su camino y otros se quedaron en uno de esos puntos, tan variados y extraños como Samoa Oriental. ¿Cómo llegan los cubanos a Samoa Oriental? Ni idea, pero llegan.
Cuando analizamos lo que está sucediendo, es muy difícil pronosticar algo. Según las Naciones Unidas, en 2100 habrá poco más de 5.5 millones de cubanos residiendo en Cuba. Yo creo que no estamos tan lejos de llegar a esa cifra.
Excelente entrevista. Gracias.
Dice: «Cuando inició la Tarea de Ordenamiento los salarios aumentaron casi un cinco por ciento». En realidad los salarios fueron incrementados (en media) en 5 veces, es decir, 500%