Ian Padrón: «Aspiro a un país donde convivan los cubanos con la mayor armonía posible, debatiendo y teniendo derecho a réplica»

    Ian Padrón Durán (1976) es un director y guionista cubano, graduado de la Facultad de Radio, Cine y Televisión del Instituto Superior de Arte (ISA). Ha producido numerosos documentales: Luis Carbonell: después de tanto tiempo (2001), Eso que anda (sobre Juan Formell y los Van Van) (2009) y Fuera de Liga (2003). Por la proximidad a figuras deportivas borradas de la historia oficial del béisbol cubano, el ICAIC vetó esta última obra, prohibiendo su exhibición en la Muestra Joven, retirándole los premios del jurado en certámenes nacionales y aislando a su director. La fecha que publican los sitios oficiales en Cuba como estreno del documental es el año 2008, momento en el que, con cinco años de retraso, la censura antes impuesta no tuvo más opción que permitirle reconocimientos nacionales como el Premio Caracol (2008), Mejor documental de la Asociación Cubana de la Prensa Cinematográfica (2008) y el Premio Especial del Jurado en la entonces Muestra de Nuevos Realizadores (2009). Aun así, el documental nunca fue proyectado de forma comercial en Cuba, ni celebrados sus premios internacionales; su muestra en televisión estuvo precedida por comentaristas deportivos que condenaron la biografía de los peloteros protagonistas.

    En el año 2011, Ian Padrón estrena su primer largometraje de ficción Habanastation, obra que recibió galardones como Premio Founders prize Best of Fest (2011) en el Festival de Traverse City, Michigan; Premio del público al Mejor largometraje (2011) en Rencontres du Cinéma Sud-Américain, Marsella y los premios UNICEF y Glauber Rocha (2011) en el XXXIII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, de La Habana.

    Desde diciembre de 2014, Ian Padrón reside en los Estados Unidos. Entre sus proyectos actuales se encuentra la dirección y conducción de un programa de entrevistas en Youtube. Derecho a réplica, al aire desde febrero de 2021, ha sido desde entonces una plataforma abierta al diálogo y debate desde una multiplicidad de opiniones, no exenta de contradicciones y discrepancias. Este espacio digital ha sido visitado por creadores, artistas, periodistas, e intelectuales cubanos, tanto de dentro como de fuera de Cuba, entre ellos Fernando Pérez, Arturo López-Levy, Pavel Giroud, Eduardo del Llano, Luis Manuel Otero Alcántara, Omara Ruiz Urquiola, Rafael Rojas, Willy Chirino y Alina Bárbara López, en el que han abordado la actualidad cultural, social y política de la Isla. El Observatorio de Derechos Culturales (ODC) conversa con Ian Padrón sobre su obra y sobre la restitución de derechos en la cultura cubana, en suma, sobre el derecho a réplica de los cubanos.

    Ian, «derecho a réplica» es un término que define la competencia de las personas a emitir aclaraciones que sean pertinentes, para remediar datos inexactos cuya divulgación haya causado un desagravio en la vida privada o en el entorno del imputado. ¿Por qué tomaste la definición para nombrar este espacio de debate con artistas e intelectuales cubanos? ¿Cómo se te ocurrió esta idea y cuál fue su objetivo inicial?

    Yo empecé Derecho a réplica de casualidad. Había visto los videos de lo que ocurrió frente al Ministerio de Cultura el 27 de enero del 2021, cuando el ministro le quitó el teléfono de un manotazo al periodista independiente Mauricio Mendoza. También escuché los testimonios, los audios de los que se llevaron detenidos en unos ómnibus urbanos, y donde ellos denunciaban los atropellos y los interrogatorios en la estación de policía de Infanta y Manglar. Toda esa información, más lo que había pasado anteriormente con el 27N, me hicieron indagar por qué no encontraba nada en los medios oficiales sobre estos eventos o sobre estos jóvenes, que algunos conocía de vista de la Muestra de Cine Joven. 

    Entonces decidí escribir una carta que se llamaba algo así como «A los que aún quieren escuchar un criterio», donde hablaba sobre algunos aspectos que me parecía eran urgentes, donde abogaba por darle espacio y divulgación a estos artistas, activistas, y demás personas involucradas, donde rechazaba la represión y las detenciones. El aspecto fundamental era defender su derecho a réplica, que ellos pudieran explicar su punto de vista, y no hacer como todo en Cuba donde decimos popularmente que «se bota el sofá», se acalla a la persona, se le criminaliza o ignora en los medios oficiales, y no se le permite un espacio de expresión.

    Esta carta que hice la responde Mauricio Mendoza, no recuerdo si de forma pública o privada, y me agradece que la hubiera escrito. Como yo estaba muy interesado en poder escucharle y darle el derecho a réplica, le pregunté: «¿cómo hacemos para que tú puedas salir en video, salir al aire explicando los hechos desde tu posición?» No teníamos idea. Entonces por primera vez en mi vida, veo algo que tenía en mi teléfono pero que jamás había utilizado que se llama Facebook Live. Entramos y con muchos problemas técnicos, esa grabación está por ahí, le empecé a entrevistar, a descubrir, a ponerle rostro y voz a la persona que había sido agredida, agraviada. Mi intención era ripostar la postura de los medios estatales que siempre aseguran «estas personas hicieron esto por aquello y aquello» sin escuchar la explicación de la otra persona. 

    Eso fue lo primero que hice, con Mauricio Mendoza, a partir de ahí, como al otro día, también Fernando Pérez me dijo que le gustaría hacer una entrevista, porque él los vio llegar y fue a preguntar por ellos en la unidad de policía. Puede decir se que estas dos conversaciones son el comienzo de Derecho a réplica.

    En tu programa entrevistas a muchos artistas que, en diferentes momentos, han debido exiliarse de Cuba y cuya obra ha sido «borrada» del inventario cultural nacional. Me atrevería a decir que Derecho a réplica es uno de los muy pocos espacios que da voz de forma sistemática, amplia y diversa, a estas figuras. Ante este goteo de profesionales que, como tú, han decidido abandonar la Isla, ¿cómo diagnosticas la salud actual de la cultura nacional en Cuba?

    Primero creo que la cultura nacional de Cuba no solamente son los artistas y las instituciones culturales de Cuba. La cultura nacional está en territorio cubano y en todos los artistas cubanos, profesionales y personas involucradas en la cultura de un país que están fuera de este. Son muchísimos los artistas que están fuera de Cuba, más en los últimos años. Por lo tanto, yo creo que esa cultura refleja, quieran o no las autoridades cubanas, una riqueza, experiencia y escenarios a nivel mundial gigantescas que no se pueden circunscribir únicamente al territorio nacional. 

    En ese sentido yo le veo tremenda salud a la cultura nacional cubana, veo muchos profesionales colocados en mercados culturales a nivel mundial. Las redes sociales han potenciado mucho esto, han abierto criterios, proyectos, conciertos, entrevistas y opinión de muchos de estos artistas desde cualquier lugar del mundo, lo cual me parece que crea un panorama cultural rico, distinto, diverso.

    Por ejemplo, obras, proyectos y artistas han sido post 1959 censurados, ignorados deliberadamente, incluso luego recuperados selectivamente según intereses políticos. Un ejemplo de la manipulación de este patrimonio fue la utilización de la figura animada de Elpidio Valdés, obra de tu padre, para promover la campaña #YoVotoXTodos. Luego, tu obra ha sido criminalizada en medios oficialistas. En el portal «Razones de Cuba» se ha dicho que, con tu trabajo en Youtube, has pasado a «la fauna de personajes que, financiados por Washington, han protagonizado el último período de la guerra híbrida de Estados Unidos contra Cuba». ¿Qué opinión te merece la politización y el uso de la imagen sin consulta ni derechos de la obra de artistas cubanos? ¿De qué manera crees que podemos rescatar esta memoria cultural de cara a una nueva Cuba?

    Yo creo que en los últimos tiempos la politización, para bien y para mal, ha alcanzado todos y cada uno de los aspectos de la realidad cubana. Creo que la manera en que se gobierna en Cuba, a mi modo de ver dictatorial, sultanística y con sentimiento de finca alrededor de lo que debe ser verdaderamente una nación, ha permeado la realidad cubana. Todo termina pasando por la política y por la politización de todos los temas, porque es algo fundamental, muy presente en la opinión pública y en las necesidades de muchas personas de que haya un país diferente, respetuoso de las libertades individuales, culturales, de expresión, de reunión, y otras libertades que en Cuba apenas existen, porque los que están a favor del poder, sí que pueden hacer uso de esas garantías.

    Creo que la politización es inevitable, así como la opinión sobre ciertos temas es también inevitable. Es cada vez más difícil o poco probable que alguien te diga que «no sabe» o que «no quiere opinar» sobre temas que le afectan y le atañen. Hay cada vez más acceso a la información y las redes sociales, con sus luces y sus sombras, aportan un volumen de información y testimonios filmados por la gente, donde es impresionante ignorar que hay una crisis profunda en Cuba, económica y política, y opinar de eso me parece inevitable.

    El uso de obras personales de artistas cubanos no se limita a lo que mencionas de Elpidio Valdés. Por ejemplo, Suite de las Américas, de Pérez Prado, sin su consentimiento, está utilizada como la música con la que se ha presentado en innumerables documentales y otros materiales, y ha quedado así para siempre, como la música que acompaña la imagen del Che Guevara. Que yo tenga entendido Pérez Prado jamás autorizó el uso de esta obra suya con este fin, y nunca se le respetó ni se disculparon con él. Suite de las Américas simplemente se politizó aun cuando no está compuesta para eso, ni es la música original, ni creo que tengan en Cuba los derechos para utilizarlo. 

    Lo que quiero decir es que casi siempre el Estado cubano ha visto la propiedad privada, el derecho de autor, las obras personales, como bien público (del Estado). Ahora mismo, hace unos días, fue el argumento que se utilizó para transmitir en televisión nacional el documental La Habana de Fito, de Juan Pin Vilar, justificándose con que, aunque era una obra de Vilar, era algo así como público, y que las autoridades «entendían» que tenían la potestad de poner la película sin el autorizo, sin la presencia del director del filme, sin que fuese la copia final del material. 

    Esto viene también de esa manera de gobernar prepotente, de «aquí todo es mío y aquí mando yo», y en nombre del Estado y de la nación, hay personas que se montan por encima del derecho ciudadano y hacen este tipo de cosas. Por esto la politización en ambos sentidos es inevitable, la opinión sobre la política es inevitable; me parece una raya más para el tigre, esta utilización por parte del poder cubano —y es la palabra que utilizo para ello: el poder cubano— de obras personales, sin respetar el derecho de autor y con fines políticos.

    Has afirmado en alguna ocasión que «la violencia y la censura no prescriben». Para alguien que ha conducido tan lúcidamente debates con comisarios y agentes oficialistas, quienes han defendido precisamente la censura, ¿qué valor le otorgas y cómo imaginas un proceso de revisión y reconciliación nacional en el gremio cultural, tan fracturado desde lo institucional?

    Me parece que esa frase que utilicé hace unos días al denunciar la agresión física y la censura que sufrí hace más de veinte años, en pleno lobby del ICAIC por mi documental Fuera de liga, esa frase resume mucho lo que yo creo que debe ser el futuro de Cuba. La violencia, la censura, los abusos de poder, los excesos políticos, los delitos que se han cometido en aras de la política, el uso de la fuerza y las ilegalidades que ha cometido el poder, no pueden tener impunidad, ni en Cuba ni en ningún país, y eso no prescribe. Tenemos que entender que eso no prescribe y que en algún momento vendrá una revisión histórica, legal, política y de todo tipo, de este proceso; es inevitable. Todos los procesos nacionales han estado y estarán siempre en revisión, más con lo que ha pasado en Cuba desde 1959, donde un grupo de personas han tenido el poder sostenido y no han permitido competencia política durante más de sesenta años. Eso tendrá una revisión, y tendrá un paso por la justicia, por la justicia real, no repetir las barbaries cometidas, donde personas se han tomado la justicia por sus manos. Justicia sin impunidad, eso me parece que está en el futuro de Cuba, habrá que revisarlo. Es la única manera, me parece, de crear un nuevo país, una nueva sociedad, unos nuevos cimientos, para un país que tendrá luces y sombras, problemas y errores como todos los países, pero que yo aspiro que sea más plural, más respetuoso de las diferencias, y un lugar donde puedan convivir diferentes cubanos en la mayor armonía posible, debatiendo y teniendo derecho a réplica.

    También has comentado en tu programa que el ICAIC ha sido tu casa, una institución a la que le tienes aprecio, que es parte de tu historia, pero que también ha sido el escenario de pasajes turbulentos, de censuras, humillaciones y hasta agresiones físicas ¿Cómo es tu negociación personal al respecto?

    En mi caso, como joven cubano, amante de la cultura cubana, con 26 años que tenía, uno quiere hacer películas, quiere hablar de temas, quiere cambiarlo todo, tiene esperanzas de que pueda influir en la realidad de un país. La agresión, la censura, la intolerancia, la estigmatización, que te aparten como «problemático», como «tipo difícil», que te pases años sin tener acceso a lo que te has ganado estudiando y trabajando, que no se te tenga en cuenta para los espacios cinematográficos, es doloroso, pero a la vez revelador del país donde vives. Una cita atribuida tanto a Rabindranath Tagore como a León Tolstoi dice: «Conoce tu aldea y conocerás el mundo», valdría decir «conoce tu gremio y conocerás tu país». A mí me dio muchas lecciones, me cambió totalmente: mi vida, mis amigos, mi relación con la realidad cubana, mi visión sobre los que mandaban en Cuba, me cambió totalmente como persona. Y la impunidad con la que la persona que me agredió Jorge Luis Sánchez… que fue premiado como presidente de la Muestra de Cine Joven, el cargo que entonces tenía, sin emitir declaración pública a modo de disculpa, sin siquiera remediar de forma personal, llamarme para saber qué había pasado, todo eso te despierta y tú entiendes en qué país estás viviendo. Aun así, yo estuve diez años más en Cuba, hice muchos videoclips, documentales, hice Habanastation, hasta que un día me di cuenta de que mi lugar no estaba allí, que ya no quería seguir soportando esas arbitrariedades, tampoco quería tener que aparentar lo que no era, lo que no soy, y decidí comenzar una nueva vida, en un nuevo lugar.

    Sobre estas muestras que describes, de una cultura de personalismo despótico, de gestionar problemas mediante «pactos», «retirada de palabra», «agresiones físicas» y «ataques personales», ¿qué lecciones te ha dejado la postura de la administración cultural de la Isla y qué crees que podemos esperar en el futuro? 

    Yo creo que, en sentido general, la política institucional cubana, no solamente en la cultura, sino en todas las instituciones dentro de la Isla, es una postura de «estar y quedar bien» con el poder, es una mirada hacia arriba preocupándose por qué le gustará al poder, o cómo va a ser recibido el mensaje cultural o la obra artística, cómo va a ser percibida por el poder. Y en esa preocupación han censurado y atropellado a muchos artistas cubanos. La sociedad cubana funciona en general así, pensando y preocupándose más por la reacción del poder, y no por la reacción de la población, que en realidad es la mayoría. Por esa preocupación de los dirigentes intermedios, digamos, se ha creado una censura sostenida, que se repite una y otra vez durante años, porque es la misma esencia: «qué dirá el poder», «¿me costará el puesto?» Y de ahí para arriba eso se repite y al final hay una gran diferencia entre la realidad y lo que permite el poder que se refleje de esa realidad.

    ¿Qué recursos crees que le quedan a los artistas e intelectuales cubanos dentro y fuera de Cuba ante esta dinámica de poder?

    Yo creo que uno de los recursos más importantes precisamente es tratar de independizarse, tratar de crear las obras con sus propios recursos, lo cual es muy difícil, en el caso del cine sobre todo. Siempre y cuando logren hacer algo lo más independiente posible, lo más privado posible, atenúan un poco que, en caso de censura, cuando no se quiere poner la película, por ejemplo, en los cines cubanos, el artista tenga dominio sobre esa producción, y pueda poner la película en otros festivales y eventos internacionales, porque tiene esa potestad. En tiempos atrás los realizadores hacíamos las películas con el ICAIC, con instituciones culturales que tenían el dominio total de la producción y de la exhibición. Entonces, a la vez que censuraban una película, como pasó con Fuera de Liga, yo no podía tomar ninguna decisión sobre la película porque yo no era el productor, el productor era la institución. Y eso creo que es un primer punto donde todo realizador o artista que pueda hacerlo lo más independiente posible, tiene un poco más de probabilidades de tener más libertad con su obra de arte. 

    En sentido general, creo que lo más importante es denunciar, unirse como gremio, entender que cuando hay una censura contra una obra, contra un artista, en realidad, como decía Lezama Lima en el caso Padilla, no es contra un individuo, es contra «todos nosotros». Él se refería a que hay que crear un sentimiento de protección, de entendimiento de que «pasarle por arriba» a la obra de un artista, potencialmente es «pasarle por arriba» a la obra de todos los artistas cubanos. Hoy le tocó a Vilar, pero le ha tocado a Pavel Giroud, a Terence Piar, a Juan Carlos Cremata, a Lilo Vilaplana, por ejemplo, que nunca sus películas se han proyectado en Cuba, le tocó en su tiempo a Lorenzo Regalado, alguien que pocas personas recuerdan pero que hizo un documental maravilloso que se llama Noticias que apenas se conoce en Cuba, le pasó a P.M. de Orlando Jiménez-Leal y Sabá Cabrera, le ha pasado a muchas obras audiovisuales, que son las más cercanas y que conozco, porque hay una intolerancia del poder hacia los criterios autónomos e independientes, a los criterios distintos, a los que no sean aplaudir, venerar y hacer una oda del poder. Por ahí yo creo que son las claves: unirse, tener sentimientos de gremio, entender lo que decía Lezama Lima: «no es contra uno, es contra todos».

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    1 COMENTARIO

    1. Tengo una duda: Si Juan Padrón creó Elpidio Valdés siendo asalariado de instituiciones oficiales y no como un artista independiente, ?es válido considerar que esas mismas instituiciones no pueden continuar utilizando el personaje a su antojo?

      En otras palabras: cuando un artista en Cuba crea un personaje como Elpidio (super politizado, por demás) como un «obrero ideológico» pago por el gobierno, debe estar consciente que sus creaciones pasarán a formar parte del arsenal ideológico que ese gobierno desplegará a su antojo, cuando y como lo crea conveniente, inclusive contra su propio hijo.

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