Estrella Acosta, nominada a los Latin Grammy 2023: «Siento amor por mis raíces y me siento cubana»

    Estrella Acosta solo pasó sus primeros 11 años en Cuba. Después se fue a Estados Unidos y, más tarde, decidió vivir un poco de trotamundos: México, Brasil, Países Bajos. Sin embargo, la música cubana ha estado siempre en el centro de su producción artística, gravitando sobre un cónclave de ritmos diversos donde también sobresalen el jazz y la bossa nova. La fusión armónica de la música tradicional de su país natal con las propias de aquellos lugares en que ha vivido constituye su indiscutible sello personal, uno que resalta especialmente en su última producción discográfica, Tierra (Songs by Cuban Women), de 2023, nominada en la categoría de «Mejor Álbum Tropical Tradicional» de la XXIV edición de los Latin Grammy.

    La idea de esta fusión parece haberse concebido de golpe, íntegramente, sin necesidad de madurar, o eso sugiere su primer álbum, Navegando de La Habana a Río (1996), que acopló ritmos cubanos y brasileños de tal forma que resultan inseparables en cada composición. En Alma Guajira (2003), su segunda producción discográfica, Estrella Acosta echó mano de la guaracha, el bolero y el punto cubano para revitalizarlos con arreglos más contemporáneos. Su acierto hizo que el disco fuera nominado a los Edison Music Awards, uno de los más prestigiosos reconocimientos que otorga la industria musical en Países Bajos.  

    En 2013 salió su álbum Esquina 25, quizás su proyecto discográfico más ambicioso hasta entonces, donde compartió con destacados músicos de la escena neerlandesa y mezcló como nunca antes en su carrera el jazz con ritmos cubanos. Para su siguiente fonograma, Mujeres de Luna (Songs by Cuban Women Composers), de 2017, la artista se volcó por completo hacia la interpretación —por supuesto, sin abandonar la fusión en los arreglos—, y para ello hizo una muy curada selección de compositoras cubanas que incluyó a figuras como María Teresa Vera, Marta Valdés, Teresita Fernández y Margarita Lecuona. Tres años después, llegó Noche cubana, donde Estrella versionó temas de César Portillo de la Luz y Sindo Garay, entre otros. En este 2023, Tierra recuerda el concepto de su cuarto disco, aunque incorpora algunas canciones de su autoría. 

    Con esta nominación, Estrella Acosta se suma a la lista de cubanos que competirán por los más importantes galardones de la industria discográfica latina, entre los que se encuentran Omara Portuondo, el Septeto Santiaguero, la Orquesta Faílde, Pablo Milanés, Camila Cabello, Paquito D’Rivera, Chucho Valdés, Iván «Melón» Lewis, Renesito Avich y Yotuel. La gala de premiación, que esta vez saldrá de su habitual Las Vegas (Estados Unidos) para mudarse a Sevilla (España), será el 16 de noviembre próximo.

    Estrella Acosta / Foto: Ron Jenner (cortesía de la entrevistada)
    Estrella Acosta / Foto: Ron Jenner (cortesía de la entrevistada)

    DAA: Naciste en La Habana, pasaste algún tiempo en Matanzas y, luego, antes de cumplir los 12 años, emigraste con tu familia a Estados Unidos. Sin embargo, pasaste casi toda tu infancia en Cuba, que es, digamos, la fuente de tu música ¿Qué recuerdas de esa infancia?

    EA: Yo nací y me crie en La Habana, aunque mis padres son matanceros: él de la ciudad de Matanzas y ella de un pueblito llamado San José de los Ramos. En ese pueblo pasé largas temporadas de vacaciones; además, con mis padres, visitaba a mi abuela y a su familia los fines de semana con bastante frecuencia. Por eso siempre digo que soy una «guajira habanera». Tengo lindos recuerdos de esa época, los campesinos a caballo, el canto de los gallos, el olor fuerte de las guayabas…; en fin, de esas estampas que reflejan la belleza de la campiña cubana.

    Pero realmente vivía en El Vedado, donde también vivieron mis abuelos paternos y las tías y los tíos de ambos lados de la familia. Cuando comencé a estudiar en la escuela americana Buenavista, en Marianao, nos mudamos al reparto Fontanar. De allí también tengo muy buenos recuerdos. Al estar en las afueras de La Habana, me parecía una especie de paraíso tropical. Tenía muchos amigos y amigas en Fontanar, y con ellos iba a un club con piscina y canchas de tenis. Algunos vecinos proyectaban películas en el jardín de sus casas, otros organizaban fiestas con comida y música en la calle. 

    ¿Y cómo fue dejar todo eso e irse a vivir a un lugar totalmente distinto como Estados Unidos?

    Sí, todo cambió al salir de Cuba. Como dice la canción [«Cuando salí de Cuba»] de Guillermo Portabales: «Cuando salí de Cuba dejé mi vida, dejé mi amor / cuando salí de Cuba dejé enterrado mi corazón». 

    De pequeña comprendí la tristeza del emigrante porque la vi en mis padres y muchos otros cubanos. Aquella tristeza no era producto del choque que significa pasar en poco tiempo de la clase media a la pobreza, sino de la separación de la familia, de estar lejos del terruño. Pero era una niña, y los niños se adaptan y se acostumbran rápidamente a todo. Yo me adapté a la cultura norteamericana. 

    Creo que los cubanos tenemos mucho en común con los estadounidenses, pues somos vecinos. Pero hay diferencias culturales marcadas, sobre todo en Texas, a donde fuimos a vivir. Allí desconocían todo sobre Cuba, y algunos ni siquiera podían ubicarla en el mapa. Además, no sabían distinguirnos como cubanos: éramos, simplemente, latinos. Por la educación que me dieron mis padres no le puse mucha atención a eso. Solo pensaba: «Estos tejanos no saben nada de nada». Cuando crecí y estudié, pude entender mejor, y diría que profundamente, la mentalidad y la idiosincrasia de la gente de ese gran país. Claro, también hicimos amistades y encontramos personas inteligentes que de buena fe nos ayudaron a abrirnos camino en nuestra vida de inmigrantes. 

    ¿Por qué te inclinaste hacia la música? ¿Y cómo fue que sobrevivió la música cubana en ti de esa manera, estando tan lejos geográfica y culturalmente de Cuba?

    Desde muy niña me gustó el canto. En reuniones con amigos o con la familia yo cantaba. Mis padres entonces me facilitaron cierta formación musical en guitarra y piano. Al final, me quedé con la guitarra. Allá, en Texas, trataban de mantener vivo en la casa todo lo que tuviera que ver con la cultura cubana. Recuerdo que se traían de sus vacaciones en Miami discos de Celia Cruz, Benny Moré, el Trío Matamoros y más. Además, había una comunidad de médicos cubanos en Waco, la ciudad en que vivíamos. Todos se reunían de vez en cuando para festejar con comidas típicas cubanas y, por supuesto, con música. Yo aprendí a bailar con mi padre, Camilo. De mi madre, Estrella, que es enfermera de profesión, aprendí de poesía, porque es poeta. Gracias a ellos pude mantener mi identidad como cubana y, al mismo tiempo, ser ciudadana del mundo. 

    ¿Has ido mucho a Cuba? ¿Cómo fue la primera vez que regresaste?

    A lo largo de los años he ido a visitar a mi abuela y al resto de mi familia, que es numerosa. Verás, mi familia es mi tesoro. Y, bueno, cuando regresé a Cuba por primera vez, sentí como si nunca me hubiese ido. Siento amor por mis raíces y me siento cubana. 

    ¿Cuándo fue que resolviste dedicarte de lleno a la música, y cómo fue ese proceso?

    Siempre tuve locura por la música, y en el fondo fue siempre a lo que quise dedicarme. Sin embargo, mis padres insistieron en que matriculara en una carrera universitaria, y por eso estudié y me gradué de antropología cultural por la Universidad de Texas en Austin. Durante mis últimos años de estudio, conocí a músicos de jazz y músicos brasileños que terminaron por invitarme a participar en sus grupos. El primer concierto profesional que di fue justo con un grupo de música brasileña llamado Unidos de Austin. Tocamos en el carnaval brasileño, que se celebra allí cada año; hasta el día de hoy. Creo que fue en ese momento que comenzó mi carrera como cantante. Luego dejé ese grupo y formé mi propia banda en Austin. 

    Después viajé por varias ciudades del mundo, entre ellas Nueva York, donde tuve la oportunidad de trabajar con excelentes músicos de Brasil. Al final, el amor me llevó a tierras holandesas y me ubiqué en Ámsterdam. Aquí es donde siento que realmente me he desarrollado como artista, cantautora, productora, y hasta he logrado tener mi propio sello discográfico. También he tenido la suerte de cantar con músicos maravillosos de este país, como son los que me acompañan en este nuevo álbum, Tierra.

    Estrella Acosta & Esquina 25 - Tierra - Songs by Cuban Women
    Cover del álbum ‘Tierra’, de Estrella Acosta / Imagen: Cortesía de la entrevistada

    ¿De dónde viene ese interés por la música brasileña?

    Me enamoré de ella cuando escuché a grandes artistas como Antônio Carlos Jobim, Elis Regina, Milton Nascimento, João Gilberto, Gal Costa, Dorival Caymmi, y muchos otros. También tuve la suerte de tener una gran amiga, Ileana Casanova, que me introdujo en esta música y me llevó a conocer también a muchos artistas cubanos, pues conocía de estos dos mundos musicales y tenía una enorme colección de discos. Además, se lo debo a otra gran amiga, la flautista Odette Ernest Dias, que me invitó a pasar seis meses en su apartamento en Río de Janeiro, una temporada que fue clave para familiarizarme mucho más con la música brasileña. 

    Supongo que el jazz te llegó de tus años en Estados Unidos. 

    Este género se apoderó de mí en Austin, donde conocía a varios jazzistas. Y creo que la música cubana y el jazz se han sintonizado siempre de maravilla, pues entre ambos hay nexos hasta históricos. En primer lugar, los dos tienen raíces en África y en la música europea. Además, siempre hubo mucha interacción entre los músicos de Cuba y Estados Unidos, sin contar que es muy poca la distancia que hay entre La Habana y New Orleans, dos ciudades con mucho intercambio artístico. Chano Pozo, Mario Bauzá y Arsenio Rodríguez revolucionaron el jazz en Estados Unidos, y no olvidemos que algunas artistas como María Teresa Vera y María Cervantes grabaron en Nueva York por los años veinte; ni que Margarita Lecuona se escuchaba en la televisión estadounidense gracias a Desi Arnaz y su popular «I Love Lucy».  

    Tus estudios de antropología también te han servido en tu carrera musical.

    Sí, y sobre todo me han ayudado a explorar diferentes estilos de música. No solo he investigado y cantado música afrocubana, sino que mi curiosidad me ha llevado a hacer lo mismo con la música campesina y su forma poética tradicional, la décima, que vino de España hace más de 400 años y se difundió y se fusionó con ritmos de toda Latinoamérica. 

    Otro tema que vengo investigando con mucho interés es la música de compositoras cubanas del siglo XIX a la fecha.

    El álbum Mujeres de Luna tiene un poco de esto último, al igual que Tierra. Creo que en ambos la selección de las compositoras escapa de los lugares comunes y no se detiene en las más conocidas internacionalmente. Sin embargo, quisiera saber por qué esa selección específica.

    Siempre incluyo compositoras cubanas en mi repertorio; me puse a hacer una pesquisa y encontré a algunas como María Cervantes y Margarita Lecuona, aunque a esta última ya la conocía. Entonces decidí hacer un repaso de un siglo y poner juntas en un mismo álbum a algunas más actuales y a otras que no lo son tanto. El criterio de selección tuvo que ver con que no quería que todas fueran famosas y también con ese proceso investigativo en el que entendí que cada una de ellas tuvo o tiene una vida interesante. Me gustó la música que encontré de ellas y también me llamaron la atención sus vidas. Ellas me inspiraron, y por eso lo de la Luna, que en la poesía más clásica siempre es un objeto de inspiración. 

    En Tierra pasa un poco lo mismo. Son todas mujeres, pero del campo, que cantaron música campesina, y a ese repertorio le sumé algunas de mis canciones. 

    Sé que a los artistas, como a los padres con los hijos, les suele resultar imposible decantarse por una obra propia favorita. Pero, ¿con cuál de tus discos te sientes más satisfecha?

    Esta pregunta me hace recordar un fragmento de un poema que mi madre me recitaba: «¿Cuál? ¿Cuál ha de ser, cuál ha de ser Dios mío?». Trata sobre un hombre rico que le ofrece una fortuna a una familia pobre a cambio de uno de sus hijos. Los padres entonces se ponen a pensar en las virtudes de cada uno de los niños y al final no aceptan la propuesta. Pues, en este caso, me sucede lo mismo.

    Navegando de La Habana a Río fue el primero, y las letras de sus temas las escribí con el pianista, compositor y arreglista brasileño Luizão Paiva. Fue grabado con los mejores músicos de jazz y música latinoamericana de Holanda. Para mí fue un disco de ida y vuelta, como una metamorfosis. Sentí que realmente fui de Río a La Habana, porque en verdad pasé de cantar música brasileña a cantar música cubana. El resultado de aquel «viaje» fue Alma guajira, donde regresé a mis raíces campesinas. Es un disco con bellos arreglos del cancionero campesino, que contó con la colaboración de excelentes músicos cubanos y tiene mucho sabor guajiro. Después, con Esquina 25, vino la fusión de ritmos latinos con jazz. Luego trabajé en Mujeres de Luna, del que ya he hablado, que tuvo los preciosos arreglos de Hilario Durán, Michael Simon y de mi pianista y director musical Marc Bischoff. Noche cubana, por su parte, fue grabado en tiempos del COVID-19. Este álbum me salvó, y creo que fue un regalo del cielo porque me ayudó a mitigar esos momentos tan difíciles. Cuando se pudo tocar en vivo otra vez, pensé que lo que la gente necesitaba era alegría, fiesta. ¿Y qué es más alegre que la música cubana, la del campo? Volví entonces a buscar mujeres compositoras que hubiesen desarrollado estos ritmos no solo en Cuba, sino por todo el mundo. Así fue como nació Tierra, donde incluí mi propia música, algunas décimas que compuse y un poema de mi mamá que musicalicé. Así que no me puedo decantar por uno. Todos son mis preferidos. 

    ¿Cómo te llegó la noticia de la nominación a los Latin Grammy?

    Fue por una amiga, la escritora cubana Rosa Marquetti, que me llamó para felicitarme. Pensé que se había equivocado y que creía que era mi cumpleaños. Cuando me dijo que me había visto entre los nominados, entré en shock. ¡No podía creerlo! Desde ese día soy pura felicidad. Siento gratitud hacia mis colegas, hacia los músicos votantes, y siento que la nominación es un honor en sí. 

    Echemos manos del cliché de la isla desierta y aquello que te llevarías; claro, respecto a la música. Entonces, estás en esa isla y solo puedes tener dos discos, uno de artistas cubanos y otro de artistas extranjeros. ¿Cuáles serían?

    ¡Ay, no me preguntes eso! Es muy difícil escoger, porque son tantos los que me gustan… Pero ya puestos, me llevaría el disco de Elis Regina con Tom Jobim, Elis & Tom (1974), porque creo que ellos dos son lo más grande que la música brasileña ha dado al mundo. El segundo sería Ayer y hoy (1994), del gran pianista cubano Emiliano Salvador. Este disco cuenta con un gran elenco de músicos cubanos, entre ellos Pablo Milanés, Carlitos del Puerto y Pancho Amat. Otro que escucho mucho, sobre todo últimamente, es Nocturne (2001), del bajista Charlie Haden con varios invitados como Gonzalo Rubalcaba, Ignacio Berroa, Joe Lovano y Federico Britos. Se trata de una joya que, además, incluye algunos de mis boleros favoritos. 

    ¿Qué opinas del estado actual de la música tradicional cubana tanto dentro como fuera de Cuba?

    Creo que suena, suena, suena. 

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    Darío Alejandro Alemán
    Darío Alejandro Alemán
    Nació en La Habana en 1994. Periodista y editor. Ha colaborado en varios medios nacionales e internacionales.
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