En casa empezamos la cuarentena el 24 de marzo; había entonces 40 casos confirmados en Cuba. Ese día, presionado por la prensa independiente y las redes sociales, el gobierno cerró todas las escuelas del país. El viernes anterior había regulado las fronteras, adelantando así, según el Primer Ministro, una medida correspondiente a otra fase.

Yoe Suárez. Cuarentena imposible.
Desde que el 10 de marzo identificaron los primeros tres casos de Covid-19 en la isla, unos turistas italianos en la ciudad de Trinidad, han ocurrido algunos cambios en mi barrio. Resulta mucho más común ver ardillas rojas en un bosquecillo próximo al río Quibú. La 5ta Avenida, principal arteria del oeste habanero, suele quedarse sin autos durante varios minutos.

Yoe Suárez. Cuarentena imposible.
Ya en la segunda quincena de marzo los grandes emisores de turistas hacia Cuba limitaron los viajes de sus ciudadanos, y mi madre, traductora e intérprete de alemán, fue liberada temporalmente de sus funciones. La ONG donde labora mi esposa, María Antonieta, implementó la modalidad de teletrabajo. Igualmente, cerró la guardería de Caleb, nuestro bebé de casi dos años.
Así, hemos estado todos en casa, pendientes de los partes diarios del Ministerio de Salud Pública, disfrutando las nuevas palabras de Caleb, consumiendo más datos móviles que nunca, intentando cumplir una imposible cuarentena.

Yoe Suárez. Cuarentena imposible.
La cuarentena del desabastecimiento y la persecución de la Seguridad del Estado por mi labor como reportero independiente. Oficiales con nombres gaseiformes (Enrique, René, Jorge, Alexander, Armando…) y rostros embozados tras nasobucos, han quebrado arbitrariamente mi «aislamiento social» en cinco ocasiones entre el 27 de marzo, fecha del primer interrogatorio en pandemia, y este 11 de mayo.
(Fotografías autorizadas por Yoe Suárez).