Entre los integrantes del Movimiento San Isidro, probablemente ninguno haya torcido tanto su destino como Maykel Osorbo, un tipo inaudito que atravesó todos los círculos de la violencia, escapó de su anillo constrictor y se transformó en apenas unos años, específicamente entre 2018 y 2021, en un emblema y un símbolo de resistencia dentro de la oposición cívica cubana.
Su cuerpo, sepultado por el orden racista, el desprecio de clases y la represión estatal, recibió el último de incontables golpes el pasado 23 de abril, cuando en la prisión de Kilo 5 y Medio, Pinar del Río, donde cumple nueve años de cárcel por los delitos fabricados de desacato, resistencia y atentado, un recluso común lo agredió e hirió con la complicidad de los guardias de la penitenciaría y la Seguridad del Estado.
A fines de enero de 2021, Maykel Osorbo formó parte de la protesta que jóvenes de los movimientos San Isidro y 27N protagonizaron frente al Ministerio de Cultura, en la esquina de 11 y 4 del Vedado habanero. En aquel evento, Alpidio Alonso, ministro de la entidad, no asimilaba que entre las filas de revoltosos se encontrara Maykel, alguien con quien él, seguramente, no pensaba que debía lidiar.
Entonces más o menos dijo: «¿Tú qué haces aquí?». La presencia de Maykel dinamitaba ciertas convenciones. Alonso no concebía al rapero dentro del juego del arte, entendido este como gueto letrado, sino que lo calificaba, y no había posibilidad de redención alguna, de delincuente, una palabra principal en buroburgueses de su tipo. La Habana Vieja llegaba al Vedado en la forma de un negro insurgente, una especie de veneno que reventaba el cascarón podrido de la cultura oficial.
Deberíamos leer ese momento como la representación de lo que en términos generales ha significado su figura. El precio, de nuevo, fue la cárcel, un castigo con el que Maykel no parece haberse engañado nunca. «Sabíamos que iba a pasar esto, ¿entiendes? Yo estoy consciente de lo que está pasando», ha dicho en algún punto de la conversación que sostuvimos a lo largo de dos meses, robando tiempo de las llamadas telefónicas a su esposa, Vivianny Fuentes. Hay que leer las respuestas y escuchar la voz en un contexto que desconoce los últimos acontecimientos de la vida de Maykel en prisión, pues nuestro intercambio fue interrumpido luego del acto de violencia de mediados de abril.
¿Cómo es la cárcel?
Un día en prisión es sumamente desagradable, más cuando sabes que te acechan, tanto los presos como los oficiales. Están ahí, al acecho, a ver qué vas a hacer, cómo te desenvuelves. Un día en prisión es bastante negro, el problema es que yo no lo veo de esa manera, porque yo sé lo que represento y yo sé a dónde voy. A mí se me hacen un poco más difíciles las cosas aquí en la prisión que a otros reclusos. Por ejemplo, transmitir una idea es algo así como instigar contra el régimen, ¿entiendes?, entonces trato de no transmitir esas ideas porque… es decir, acá hay muchos presos que me ven más allá de lo que yo fui. Pueden verme como un líder, pueden verme como un activista de los derechos humanos, pueden verme como el enemigo, algunos me ven como el enemigo, porque les han hecho saber que yo soy el enemigo. Y cosas así, pero es simple. En pocas palabras, un día en una prisión en Pinar del Río es bastante negro. Lo que uno lo soporta, claro que lo soporta, si el que por su gusto muere, la muerte le sabe a gloria, hermano. Y sabíamos que iba a pasar esto, ¿entiendes? Yo estoy consciente de lo que está pasando.
Y las rutinas.
Indescriptible, un día en prisión es candela. Te levantas a las seis de la mañana. Yo sigo durmiendo, entonces el trajiquismo andando, los presos que trabajan para la policía andando. Lo que esto tiene de especial es que en el destacamento donde yo estoy todo el mundo trabaja para la policía, ¿entiendes? Después viene la inspección, acto seguido te coge la hora de almuerzo, yo no voy a almorzar. Después te coge la hora de la comida. Es decir, entre la hora del almuerzo y la hora de la comida no va mucho. La hora del almuerzo puede ser las diez de la mañana y la hora de la comida puede ser las dos de la tarde, ¿entiendes? Esa es la programación.
En el transcurso del día te puedes chocar con un desbalance, un preso con un guardia, donde el preso siempre pierde, así tenga la razón. Después viene el recuento, para que te cuenten ahí, para que no te pierdas, ¿ves?, porque te cuentan para que no te pierdas. Después viene la hora de dormir y es silencio, broder. Un día en la prisión no dista mucho de un día muerto, ¿viste?, de un día en un cementerio, que tú vigilas la tumba ahí para que no se lleven las flores. Cosas así por el estilo, ¿viste?
¿Cómo es la comida?
La comida de los presos… esa es la pregunta del siglo. Los presos comen lo que les den, broder. Imagínate tú. Ahora, con la situación económica que tiene el país, las cosas que están pasando… aunque la comida sea la misma, por lo menos alimentación tienen, ¿sabes? No es nada agradable, no es nada del otro mundo. Es una comida normal. Puede ser la comida de un hospital, puede ser… cualquier comida, ¿entiendes? El problema es seguir con esa base de «yo te mantengo», incluso hasta preso, ¿ves? La cuestión va por ahí, pero realmente los presos no comemos nada extraordinario. Para colmo no hay ni pollo ya, más nunca han vuelto a dar pollo, ¿entiendes? Entonces es simple. La historia es la misma. Imagínate tú, en una cárcel del régimen la historia es la misma.
Y…
Hermano, el menú de los presos no varía. El menú de los presos es picadillo, arroz, sopa, una pasta ahí, que no sé ni qué tipo de pasta es, ¿ves? Así, una comida que yo nunca en la vida había comido en la cárcel. Pero bueno, aquí los presos se la comen porque no tienen más. La variación no es mucha, es decir, no hay una variación en el menú que tú puedas sentirte conforme, ¿ves? Tienes que comerte esa quieras o no quieras.
Y la relación con los presos, ¿cómo es?
Carlos, los presos conmigo, en general, los presos comunes, los presos con ética, los presos con concepto, se comportan bien, pero donde yo estoy hay pocos presos con ética, pocos presos con concepto, no hay casi hombres, ¿entiendes? Donde yo estoy, te confieso, la Seguridad del Estado ha hecho un buen trabajo. Donde yo estoy los presos son distintos. Donde yo estoy los presos tienen una sola cosa en la cabeza, adquirir un beneficio tratando de chivatear algo o de chivatearme a mí, tratando de vigilar todo lo que yo hago, cosas así. Pero se van a volver locos, porque yo no hago nada ni me interesa nada, lo mío es portarme bien, ¿sabes? Yo soy muy disciplinado, yo soy un preso muy disciplinado. Y así funcionan los presos. Las veinticuatro horas del día, ¿tú sabes?, un centro de mesa, todo el mundo tiene que pegarle al centro de mesa. Bueno, así funcionan los presos del destacamento donde yo estoy.
Y los guardias.
Los guardias… Carlos, recuerda que yo soy un preso político. Ya, ¿para qué decirte más?
¿Habría algún trato específico contigo?
No, a ver, el régimen de cierta manera cuida un poco mi integridad física, pero el noventa y nueve por ciento de lo demás lo cuido yo, ¿sabes? Si no lo cuido yo, me vuelvo loco. El problema es que los presos son muy abusadores. Los presos encuentran una brecha y por ahí se van. Entonces el régimen puede cuidarte algo. Lo demás tienes que cuidártelo tú, Carlos. Si lo demás no me lo cuido yo, es candela. Imagina, bueno, ya, analiza lo que quiero explicarte. Si no me cuido yo, me fracturan, ¿oíste?
¿Qué diferencia este encierro de otros encierros anteriores que has padecido?
Carlos, lo distinto es el fuego… el fuego. Yo soy el centro en todo momento, vaya, para que tengas una idea. Es como si todo el mundo trabajara en torno a mi persona, ¿sabes? En otras condenas yo he pasado inadvertido. Yo en esta no paso inadvertido ni para ir al baño.
¿Tienes algún colega?
Casi ninguno, casi ninguno, para no decirte que no pasan de la mano derecha, no pasan de los cinco dedos de la mano.
¿Cómo te entretienes, Maykel?
Me entretengo estudiando. Me entretengo leyendo, estudiando la biblia, leyendo los diccionarios, componiendo. Ese es mi entretenimiento diariamente.
¿Cuentas los días o los olvidas?
Ni los cuento ni los olvido, Carlos. Yo hablo con mi familia y trato de que no pasen por mí.