El cineasta Eliecer Jiménez Almeida ha testimoniado largamente su caso, personal y paradigmático, como víctima temprana de la censura y la exclusión en una universidad cubana, como joven perseguido en la isla por ejercer su derecho a la libertad de creación, como exiliado luego en el meollo del exilio… que, ya sabemos, «no es una vida fácil, sobre todo en los primeros tiempos».
Pero él ha venido a contar otras historias. Ahí está su reciente largometraje Havana Stories. La operación Payret (2023), «simulacro fílmico» que se vuelve paródicamente sobre esas mismas categorías: exilio, memoria. O Veritas (2021), documental sobre aquel primer desvío caribeño en la trayectoria de la Guerra Fría que fue, en abril de 1961, la invasión por Bahía de Cochinos.
Justamente, este último filme acaba de ser lanzado a mediados de abril —como parte de la novena temporada de Reel South, una serie curada para mostrar el cine documental independiente que se realiza en el sur de Estados Unidos— en diversas estaciones de PBS (Public Broadcasting System), la red de televisión pública en el país norteamericano.
En dos semanas, el documental ha sido visto en prime time en sitios como Alaska, Hawái o Maryland, y también se ha emitido —por citar solo algunas áreas con audiencias superiores a los cinco millones de telespectadores— en Dallas, Tampa, Miami, Nashville, Milwaukee, Alabama, Nuevo México, Las Vegas, Memphis, Knoxville, El Paso o Amarillo (Texas).
Veritas está programado en prime time para todo Estados Unidos. «Ese espacio es un lujo en la TV americana», hizo notar su director a El Estornudo.
Durante los primeros 90 días será exhibido una y otra vez, como parte de la serie, en cada una de las estaciones del sistema público nacional. También está disponible en streaming, de manera gratuita, a través de PBS y Reel South.
Luego, PBS conservará por tres años los derechos de televisión tradicional, mientras que plataformas como Amazon Prime, Apple TV, Roku, Kanopy, Hoopla y Alexander Street podrán comercializarlo durante siete años.
Acerca de estas noticias y, especialmente, otras cuestiones, habla aquí Eliecer Jiménez Almeida, ciudadano de Miami, realizador tenaz, estudioso del cine indeleble de Nicolás Guillén Landrián.
JAM: ¿Cómo llega esta oportunidad de estrenar tu documental Veritas en PBS y en otros servicios de streaming con una enorme audiencia potencial? ¿Cuán difícil puede ser para un realizador como tú, cubano exiliado en Miami, acceder a estos circuitos en Estados Unidos?
EJA: Ser un cubano exiliado en Miami es en sí mismo un obstáculo. Como nación hemos tenido que sobrevivir a una dictadura y a sus sistemas de represión y propaganda que nos denigran globalmente. Por otra parte, nuestra comunidad en el exilio, en su sano y desesperado afán por encontrar un camino de regreso a una Cuba libre, ha validado o vindica, en ocasiones puntuales, posiciones difíciles de sostener. Muchas veces una persona, o un grupo pequeño, condicionan el criterio general que se tiene de los cubanos. Tristemente, se valora la parte por el todo, y todos no somos iguales. Desde luego, tenemos malos ejemplos dentro y fuera de la isla, incluso en el cine, pero los cubanos hemos demostrado ser resistentes a la adversidad, y muchos han sido muy exitosos en las sociedades en que se han insertado. Es una realidad para mi aceptada, y ante esa limitación trabajo todos los días para que los cubanos, todos, nos sintamos orgullosos de serlo.
Para una persona como yo, en la época woke, entrar en el prestigioso catálogo de PBS es casi surreal. Ser hombre, blanco, heterosexual y exiliado cubano me coloca automáticamente fuera de la zona de oportunidades de este mundo «políticamente correcto». Mi condición humana es, en esencia, un obstáculo, un motivo de marginación. Casi siempre he sido valorado desde premisas y razones extracinematográficas, cosa que antes me entristecía; ya no, con el tiempo he aprendido que no debo ofrecer disculpas por ser yo mismo.
Sin embargo, Reel South y PBS son una excepción; han visto que Veritas es una buena película documental y han valorado mi trabajo como debe ser, desde la perspectiva profesional. Acceder a estas plataformas de renombre, como PBS, Amazon Prime o Apple TV, no solo significa una mayor exposición para mi trabajo, sino también la posibilidad de llegar a una audiencia diversa y amplia con una historia cubana, en español.
Es cierto, enfrento todos los días el obstáculo de ser cubano, incluso de ser yo mismo, pero también he encontrado apoyo en la comunidad y un público interesado en explorar historias que trascienden nuestras fronteras existenciales, geográficas y políticas.
Más allá de la propia calidad de la obra, ¿qué atributos —temáticos o formales— consideras que han sido determinantes para que estos canales y plataformas, con audiencias en primer término anglosajonas, se interesen por tu película y por ese episodio «cubano» que es Bahía de Cochinos/Playa Girón?
Creo que la relevancia histórica y humana de Veritas ha sido clave. El documental no solo aborda un episodio crucial en la historia cubano/americana como lo es Playa Girón/Bahía de Cochinos, sino que ofrece una perspectiva íntima, personal y única de los protagonistas, del lado «perdedor», que han sido silenciados históricamente. La universalidad de su verdad, la memoria y el conflicto humano han resonado con audiencias de diferentes trasfondos culturales a lo largo de estos dos años en los que el documental ha sido visto por personas en muchos lugares del mundo, en más de 15 festivales internacionales en los que ha participado. Hay algo muy especial en Veritas, y es su verdad.
¿Qué otros eventos que empalman la historia de Cuba (o bien tienen protagonistas cubanos) con la historia norteamericana o global te interesaría investigar/relatar en el futuro?
Estoy interesado en explorar eventos donde los cubanos son protagonistas y han tenido un impacto significativo en la historia. La intersección de culturas y políticas es un terreno fértil para el cine documental. Tengo una lista larga, pero mejor no te cuento, recuerda que las paredes cubanas escuchan.
Entiendo que una premisa fundamental de Veritas es interpelar directamente la historiografía cubana oficial, o sea, la narrativa hegemónica del «ataque mercenario», etc. Además, como dices, es un testimonio coral que entrega las verdades personales, íntimas, de unos protagonistas que, en tanto sobrevivientes, tienen al menos el privilegio de la visión retrospectiva. Pero en esas voces también se adivina el peso del cisma ideológico, la confrontación política, el trauma colectivo… Entonces, ¿cuáles fueron/son los desafíos cinematográficos de contar «la verdad» en el marco de esa polaridad extrema? ¿Cómo te relacionas con la idea de «la verdad histórica»?
Los desafíos fueron múltiples, desde navegar entre narrativas contrapuestas hasta abordar temas sensibles como el trauma y el conflicto político. Tuve que trabajar con el trauma de mis entrevistados-personajes: la palabra «mercenario» tiene en ellos un significado doloroso. El discurso historiográfico oficial cubano validó la narrativa del «ataque mercenario» cuando se trataba de una guerra civil. Un grupo de cubanos armados, apoyado por la burguesía nacional y liderados por Fidel Castro, secuestró una revolución ciudadana que derrocó al dictador Fulgencio Batista, e implantó una nueva dictadura, en este caso totalitaria. La Brigada 2506, otro grupo de cubanos que, en su legítimo derecho a construir un país distinto, basado en la democracia como sistema político, consiguió el apoyo de Estados Unidos e intentó devolverles el país a los ciudadanos. Lamentablemente, el apoyo estadounidense fue insuficiente, la invasión fracasó, Cuba fue arruinada por Castro, y los brigadistas han cargado con el peso histórico de su derrota, con una palabra, para mí injusta: «mercenario». Es un proceso histórico que se desenvuelve dentro de la Guerra Fía y que involucró a Estados Unidos y la Unión Soviética, que comienza con la Invasión de Bahía de Cochinos y se extiende con la Crisis de los Misiles.
Entonces, mi enfoque personal ofrece un espacio donde las voces pueden expresarse sin censura, distanciándome del panfleto político oportunista de ambas orillas, y que el espectador tenga la última palabra acerca de la verdad.
Tú mismo eres un exiliado, alguien que llegó a Estados Unidos habiendo conocido en primera persona la censura, la represión y la marginación por parte del régimen cubano, ¿cuáles son las dificultades y/o las ventajas —prácticas, discursivas, artísticas— que implica desarrollar una obra como cineasta en el centro mismo del exilio y la emigración cubanos?
Las dificultades… Para empezar, la carga emocional y política que conlleva abordar temas sensibles para la comunidad cubana en el exilio, y las críticas, cuestionamientos y presiones de ambas orillas. No solo del régimen cubano, que me ha colocado en la categoría de terrorista y ha atacado a mi trabajo y mi persona de la peor manera, sino gente de la comunidad, incluso de la propia Brigada 2506, que me ha visto con desconfianza.
Era un salto al vacío, independientemente de que yo tenía un trabajo anterior en cine documental, que había sido exhibido, premiado y validado incluso por instituciones de alcance global como el MoMA o Documenta Kassel, y de que mi integridad antisistémica, contra el régimen, había sido probada en la isla luego de dos expulsiones de la Universidad de Camagüey y la persecución política, producto mi trabajo cinematográfico disidente. Entiendo que soy una persona de otra generación, formado en Cuba, y eso es visto con recelo por esta comunidad.
Además, tenía un presupuesto muy limitado. Tuve que hacer yo solo la producción, la dirección, el guion, la fotografía, los efectos especiales. Generosamente, Jorge Tuti Abello donó su trabajo, me ayudó con el montaje y el diseño sonoro, que lo hicimos juntos, y el animador de los créditos y los mapas, Marcos Menéndez, también donó su trabajo. Y está mi esposa, Angélica M. Loucraft, que ha donado miles de horas en la producción y planificación del proceso industrial del cine para que cada dólar que teníamos rindiera y este proyecto se vea grande. También el músico Sergio Valdés cobró simbólicamente, así como el sonidista Rubén Valdés y el colorista Alex Medina. Ten en cuenta que este filme se hizo con donaciones de la comunidad, e incluso mi esposa y yo pusimos dinero personal para terminarlo.
A pesar de todo nuestro esfuerzo colectivo e individual, algunas de las personas de la comunidad han visto con malos ojos este acercamiento a PBS; claro, son personas que no valoran, no solo el trabajo nuestro, sino el alcance que va a tener Veritas. La mayoría de las personas solo ven tu trabajo cuando llegaste a una cima, y no saben que detrás del brillo que produce el éxito hay mucha resistencia. Y si algo tuve claro desde el principio es que debía resistir todas las presiones de la cubanidad para llegar hasta aquí, porque necesitamos mirarnos a los ojos, ver nuestro dolor, conocer nuestra historia y difundirla con la precisión que lo hará PBS. Luego, los detractores, en su foro interno, entienden que la verdad de Veritas se impone.
Has sugerido en otro momento que tienes una apreciación divergente, por decir lo menos, respecto del canon cinematográfico en la isla, que remite al cine producido por el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Esto implica, nuevamente, una relación difícil con otro departamento principal de la administración de la memoria cubana (del subdesarrollo) en los últimos sesenta y tantos años. ¿Qué ves cuando te asomas al balcón y miras (¿con un telescopio?) hacia el cine cubano? ¿Qué tomas y qué dejas?
Al ICAIC lo veo desde la distancia: un cine rico en historia, donde trabajó mucha gente con talento; creo que hay que conservar ese cine para las futuras generación, para que puedan ver el desastre nacional contado desde el poder. Hay motivos personales que me alejan del ICAIC; cuando has sido censurado, marginado y excluido, es cobarde mirar a tu verdugo con admiración. O padeces síndrome de Estocolmo. Fundamentalmente, pienso que la idea que creó al ICAIC es al menos perversa, y que su legado se contamina completamente con ese mal. No obstante, también veo la necesidad de ampliar las perspectivas y romper con las narrativas hegemónicas, dejando de lado las limitaciones impuestas por estructuras políticas o ideológicas que pueden coartar la libertad creativa y de expresión. El cine cubano será libre; «ya yo lo soy».
¿Hay ya una forma de redención, un valor decisivo, en el cine cubano independiente de los últimos años por el solo hecho de ser independiente del ICAIC y del Estado? ¿Qué te parece esa movida y cómo crees que se inserta, o no, tu trabajo en ella?
El cine independiente debería serlo en contenido y forma, aunque entiendo que esta afirmación es cuasi utópica. Cuba está viviendo su mejor momento cinematográfico; tristemente, ese nuevo cine cubano está siendo silenciado por el poder. La diversidad de voces y enfoques enriquece nuestra cinematografía y ofrece nuevas perspectivas sobre la realidad cubana. Mi trabajo se inserta en una pluralidad trasnacional bien rara, porque es un cine cubano realizado desde Miami. Y la independencia del cine es siempre relativa. Ahora mismo, Veritas está entrando en la industria de la televisión americana, pero se realizó desde un pensamiento y un presupuesto independientes. Quién tiene la última palabra sobre esto.
Por último… Nicolás Guillén Landrián: ¿qué hay en esa mirada?
La mirada de Nicolás Guillén Landrián es profundamente humana y crítica. Su legado cinematográfico sigue siendo relevante hoy en día, por su capacidad para cuestionar y reflexionar sobre la sociedad cubana de su época y en nuestra época. Su enfoque innovador y su valentía al enfrentar temas tabúes son inspiradores para muchos cineastas contemporáneos. Para mí ha sido un gran maestro.
Veritas es la perfecta y justa bofetada en el rostro cinico y mentiroso de la dictadura. Hay muchas mas ‘veritas’ que mostrar
al mundo. Felicidades y muchas gracias.