«Lo llevamos rizo», una casa para la gente negra y mestiza de Cuba

    Cuando Annia Liz cortó con 16 años su cabello largo y alisado, y dejó crecer su pelo afro natural, nadie le dijo cómo se hacía, cómo se peinaba, qué cuidados llevaba. Sintió rechazo en las calles de La Habana. Alguno le soltó un chiste o una burla. En un mundo de keratinas y de todo tipo de tratamientos alisantes, Annia Liz era «la rara». Hoy es la actual directora de uno de los proyectos socioculturales más grandes de Cuba, que brinda charlas, talleres, conferencias, ferias, diferentes servicios y que creó su propia línea de cosmética natural y artesanal especializada en cabello afro/rizado.

    Aceites de coco, de romero, de semilla de aguacate. Cremas de cacao y jalea real. Gel de quimbombó, de linaza y de pitahaya. Sérums hidratantes, peinetas de madera, gorros de satín. El catálogo de «Lo llevamos rizo» es mucho más que una lista de productos, es parte de un proyecto mayor, la ampliación de una idea, la materialización del trabajo de un grupo de mujeres por el reconocimiento y la aceptación del cabello afro en el país.

    Isis Moreno, Glenda Silega, Annia Liz y Laura Vera / Foto de Cortesía

    «Como sé lo que significó para mí caminar por las calles de La Habana durante tantos años y sentir rechazo y no tener el apoyo de mi familia cuando yo me decidí a llevar mi pelo así, tengo el compromiso grandísimo de que otras mujeres no vivan eso», dice Annia, de 31 años, historiadora del arte. «Me hubiera gustado que, cuando tenía 15 o 16 años, hubiese habido un proyecto que me dijera que mi pelo es bonito, es cultura, es historia».

    «Lo llevamos rizo» surgió en 2015, en la XII Bienal de La Habana, por iniciativa de la artista plástica Susana Pilar Delahante. A modo de concurso, y con la idea de romper con los cánones de belleza establecidos, la artista hizo un performance en el Pabellón Cuba en el que participaron unas 70 mujeres y niñas de cabello afro, entre ellas Annia. 

    «Para mí fue muy importante enterarme de que había en La Habana algo así. Sentía que alguien estaba pensando en mí y en mi tipo de cabello», cuenta. «Cuando yo me lo dejé natural, no había toda la movida que hay ahora mismo alrededor de este tipo de cabello. Yo era parte de un grupo de personas raras que caminaban por las calles de la ciudad». 

    La segunda edición del concurso llegó en 2019, como parte de la XIII Bienal. Esta vez se registraron unos 200 concursantes, incluidos hombres y niños, quienes compitieron en varias modalidades como cabellos afro sueltos, trenzado o locks. 

    «Nos dimos cuenta de que sobre todo a las mujeres cubanas negras, afrodescendientes, mestizas, no les gustaba su cabello, lo rechazaban, no se sentían cómodas con él, preferían tener un cabello alisado por todos los prejuicios sociales que desde pequeñas nos enseñan en la escuela, la casa, en la calle. Es algo tan incorporado en nuestro ADN y tan naturalizado que a veces no lo percibimos, lo normalizamos», asegura Annia. «También notamos que las mujeres que en ese tiempo llevaban su cabello natural, no tenían los productos ideales para tratarlo, pues no los había en las tiendas de Cuba. Esas mujeres tampoco tenían la posibilidad de ir a un salón de belleza con profesionales especializados que pudieran asesorarlas o acompañarlas. Un lugar así no existía en Cuba. Lo notamos en los concursos, y soñamos con proveer productos para esos cabellos y un espacio donde se sintieran cómodas y pudieran llegar y peinarse, o hacerse un tratamiento, una definición de rizos». 

    Ese mismo año, «Lo llevamos rizo» devino un proyecto sociocultural con una fuerte labor comunitaria. Sus talleres, charlas y capacitaciones ya han impactado a más de 200 niños y 1500 mujeres, a través de sus visitas a escuelas y barrios de casi todos los municipios de La Habana, una provincia con un 41,6 por ciento de población afro. 

    «Al principio tenía recelos en entrar a las escuelas a dar un taller de este tipo. Ahora voy, hablo con la directora o director, les explicó quiénes somos, cuál es el objetivo del taller. Pensé que las escuelas no iban a abrir las puertas tan fácil, pero fue todo lo contrario», cuenta. 

    Equipo de «Lo llevamos rizo» trabajando en una escuela primaria / Foto de Cortesía

    «El proceso de transicionar del cabello liso al cabello natural no es solo un cambio físico, sino algo mucho más profundo, que implica que sea un cambio emocional, psicológico», dice Annia. Aún el proyecto, que también brinda sus servicios de peluquería y sesiones de yoga, no tiene un lugar físico, pero cuando lo tengan, pretenden que se convierta en «la casa de la gente negra y mestiza de este país».

    Actualmente son un equipo de varias mujeres, entre ellas una diseñadora, una gestora de redes sociales, cuatro peluqueras y tres vendedoras. Desde hace dos años, el proyecto también garantiza los salarios de estas personas. «Es uno de los más grandes retos que hemos tenido, un proyecto que surgió con un fin social y que hoy es prácticamente una empresa», dice Annia. «El objetivo fue buscar, con el emprendimiento, ingresos propios para poder sustentar las actividades sociales que hacíamos, dejar nuestros trabajos y dedicarnos solo al proyecto, que es lo que queríamos hacer». 

    En la cocina de una casa, las integrantes del equipo elaboran los productos que luego ofertan, de la manera más artesanal posible. El 50 por ciento de su materia prima es nacional, utilizan el romero, el quimbombó, la pitahaya. El otro 50 por ciento de los productos, como conservantes o espesantes, tienen que importarlos, porque ninguna tienda los provee. 

    En un mundo donde cada día es más cool llevar el cabello Afro, aún persisten muchos recelos. En Cuba, Annia asegura que los prejuicios hoy no se comparan con lo que ella vivió de adolescente. 

    «Hoy, en 2024, no te puedo decir que hay un total rechazo al cabello afro rizado. Yo he visto un avance enorme desde 2019 hasta hoy, y solo hay que caminar por las calles de La Habana para darse cuenta de que muchísimas mujeres llevan su cabello afro natural. El rechazo que quizás viví yo a mis 16 años, caminando por las calles, hoy no se está viviendo mucho. Siempre te vas a encontrar una persona que te ofenda, que te diga algo feo, muchas veces desde la jarana, desde la jocosidad, pero sí se ha visto un cambio enorme», dice. 

    «Lo llevamos rizo» trabajando en las comunidades en Cuba / Foto de Cortesía

    La joven emprendedora sabe que, a pesar de que muchos nieguen el racismo en el país, «es una realidad, tanto como en otros países».

    «La gente no quiere entender que en Cuba hay racismo. La gente todavía piensa que en un país como Cuba, donde el que no tiene de congo tiene de carabalí, donde aparentemente todo el mundo tiene las mismas oportunidades, no hay racismo», sostiene. «La gente todavía sigue creyendo que esto no existe y que hablar de racismo en Cuba es extremista, es un radicalismo, y que la gente que aborda estos temas, o tiene una labor activista en contra de la discriminación racial, son unos locos extremistas, que están aplicando el racismo inverso, que están excluyendo, que lo que quieren es hacer lo mismo pero al revés. Es un tema muy preocupante. Vivimos con tanto rezago del colonialismo que es difícil que la mayoría de la sociedad acabe de entender que es un problema estructural, y que existe, y que debemos combatirlo en el día a día, con pequeñas acciones».

    Annia cree que un proyecto como «Lo llevamos rizo» ha hecho un aporte a la discusión sobre la negritud en Cuba. «El hecho de que hoy gran parte de las mujeres lleven su cabello natural, o la gente lleve ropa o accesorios con motivos africanos, y que sepan de dónde viene esa ropa y qué significa, es algo que está muy bien. Que entiendan que no es una simple moda».

    En medio de una crisis económica como la que atraviesa Cuba, con el mayor índice migratorio de su historia, Annia se entristece si hay que hablar de emigración, lo que implicaría abandonar proyectos de este tipo. «La gente está emigrando, los jóvenes se están yendo, la gente no tiene confianza en un país como Cuba. Yo sé que a veces la gente que decide quedarse aquí parecemos locas o locos. Ahora mismo estoy aquí, en mi país, prefiero vivir el presente, no quiero construir mi futuro en base a ilusiones y sueños inalcanzables. Yo amo ayudar a la gente, ese es mi propósito en la vida. Y mientras esté aquí lo voy a hacer, tengo un compromiso social y moral muy grande, también conmigo misma. Mientras yo esté aquí voy a dar lo mejor de mí para que el proyecto siga creciendo, para que sea un proyecto exitoso».

    Modelos del proyecto «Lo llevamos rizo» / Foto de Cortesía

    El próximo objetivo de «Lo llevamos rizo» ya está planteado: adquirir un espacio físico en la barriada de Cayo Hueso, abierto a quienes quieran aprender, disfrutar y dialogar sobre temática afro en Cuba. Para hacer posible el Centro de Experiencia Lo llevamos Rizo, el equipo ha lanzado una campaña de crowdfunding que las ayudaría a comprar un local. 

    «No queremos que sea una una tienda ni una peluquería, queremos que sea un patio multipropósito donde la gente viva una experiencia completa. Que puedan encontrarse con un café, un cóctel, una exposición de arte, un concierto, un servicio de peluquería, con un curso de corte de cabello afro. Queremos que sea la casa de la gente negra y mestiza de este país. Es algo muy ambicioso y muy grande, pero estoy segura de que lo vamos a lograr. En Cuba no hay un espacio como ese, que sea un espacio de bienestar, de aprendizaje, de hacer las paces con la cultura, con la historia. Eso va a ser fundamental para que la gente entienda de dónde viene, qué cosa es ser negro, para que se quiten muchos prejuicios, tabúes, y adquieran información que en otro lugar no pueden encontrar».

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