El primer sabor que recuerdo es el sabor de la tierra.
Reinaldo Arenas
Lo cierto es que me afligí. Un poquito. Nada más.
O sea.
Imagine por un momento que es cubano, que vive en Cuba (o no, da igual: la geografía es un chovinismo empapelado, de cartón), que no se apellida Castro ni Espín ni Díaz-Canel, que no es hijo del dueño de una Mipyme, que lleva tres o cuatro o cinco meses esperando por el dichoso parolito, o que, muchos años después, todavía recuerda aquella tarde remota en que su madre lo llevó a conocer, con su salario made in Revolution, los gusticos pequeño-burgueses de un restaurante no-estatal. ¿Ya?
Pues eso, que por un momento deseé que no terminara el programita preferido de la teleaudiencia cubana, ese delicioso telonero que le encasquetaron a la novela cada martes y cada jueves. ¿La razón? Que no lo critiqué lo suficiente, que no lo decodifiqué lo necesario, que no hice todo lo que pude para joderlo. Ya en octubre de 2022 referenciaron un texto mío en el espacio. Algo les picó. Veremos con qué suerte corro ahora.
Sin embargo, el bien mayor que implicaba su desaparición (que finalmente no fue: al parecer, se trató de un acto de prestidigitación comuñanga, muy parecido a esa cola del pollo que casi todos hemos hecho, solo para enterarnos, horas más tarde, de que lo que «llegó» fue colonia o papel sanitario) atenuó las pulsiones de mi egolatría.
Verbigracia: si mañana se desplomara el castrismo, marcaría la fecha en mi almanaque y, en una necesaria reorganización de prioridades, comenzaría a festejar «el día en que se cayó esta pinga» como si se tratara de otro nacimiento, mi propio neo-cumpleaños. Aun así, no dejaré de sentir cierta inquietud, desánimo, sabiendo que pude haber hecho más. Mucho más.
Es duro ser gusano y presuntuoso al mismo tiempo.
Cierto, a lo que vine: Con Filo.
Todos sabemos lo que pasó el 11 de julio de 2021. Una bocanada de lucidez, la hora de los mameyes, el Retorno del Jedi. A mí, al menos, no se me olvidará jamás.
Pues bien, en una suerte de «contrarreforma» audiovisual, la televisión cubana decidió sumarle otro espacio politiquero, cantinflesco y pedante a su parrilla de verano. Esto, como si no fuera suficiente con la mojigatería clasista de las telenovelas, el martirio de la publicidad socialista («ahorremos hoy», «yo voto sí», «Fidel entre nosotros») o la representación absurda, cuasi-grotesca de ese Castroverso utópico que replican en el Noticiero. Final con finalito.
El 11 de agosto, un mes después de aquellas protestas que revitalizaron la fibra contestataria del tejido social cubano, comenzó la pasión. Con Filo dio inicio a su proceso inquisitorial, un macartismo mal disimulado que, a día de hoy, aún incrimina, desprecia y humilla en horario estelar a los «desafectos» de la Revolución. Esto es: a cualquier ciudadano (artista, maestro, zapatero) mínimamente crítico con respecto a la gestión del gobierno.
En Cuba todos somos disidentes. No es una etiqueta que asumamos de manera voluntaria: nos toca porque sí, porque la despachan en la bodega y luego la revenden en la otra esquina. En este país se limpiaron el culo con nuestro albedrío y lo reciclaron, utilitaria y convenientemente, bajo la silueta de una rendición de cuentas en el CDR, un turno de «Reflexión y debate» en el preuniversitario o una transmisión «sorpresa» de la Mesa Redonda cuando, a esa hora, todos esperábamos los muñequitos.
El Estado modela a sus opositores, los fabrica sin preguntar, criminalizando cualquier intervención no laudatoria que ponga en duda los preceptos castristas. Tú no decides a qué «facción» pertenecer: ellos lo hacen por ti.
No lo olvides, gusano. En cualquier sitio y época en que hagas o en que sufras la Revolución, siempre estará acechándote algún chivato peligroso.
Casi se me escapa, otra vez: Con Filo.
En los casi dos años de su irrespirable existencia, este espacio televisivo ha devenido en una seña de identidad del pataleo mediático progubernamental. Su estética pretende emular el lenguaje de la Red, los códigos expresivos en boga en las redes sociales, introduciendo cada dos por tres alguna grafía «cibernética» random, como si un gato se estuviera paseando por encima de los teclados del ICRT: @ # {} & <>.
Esta poética del desaliño virtual, supuestamente refrescante y juvenil, persigue la asimilación de aquellas variantes comunicativas más afines a los millennials y a la Generación Z, que ya en Cuba se encuentran bastante incorporados al contexto online. Asimismo, la vestimenta de los conductores es siempre, sin excepción, un hecho publicitario que busca respaldar materialmente la matriz ideológica del Partido Comunista.
A través de íconos, símbolos, o simplemente reproduciendo el nombre del programa, cada pullover mostrado en Con Filo emite una variación del mismo mensaje: (no habrá tela para los uniformes escolares, pero) a la propaganda no le faltan recursos.
Aunque en pos del mismo objetivo, guarda distancias respecto de la puesta en escena de otros espacios más «convencionales» como Hacemos Cuba, conducido por el celebérrimo Humbrete López. En cambio, la performance estilística de Con Filo sí se emparenta con la factura visual de La pupila asombrada y Las cinco puntas de la estrella, por ejemplo, otros bodrios inmetibles de los que hablaré en textos posteriores.
Por su parte, el material humano que da la cara en el programa y repite sus perogrulladas revolucionarias con cierta sonrisita socarrona, maliciosa, no tiene desperdicio alguno.
Michel Torres Corona, el frontman y maestro de ceremonias, te habla como si se las supiera todas y creyera ser, sin discusión posible, el último granizado del desierto. El agudo opinólogo de Cubadebacle, la antítesis comunista de Alex Otaola, el intelectual solidario que se da una vueltecita por Bremen para compartir en otras tierras (crueles y capitalistas) la heroica experiencia de Con Filo: todo eso y un poquito más.
Abusa de las falacias como si fueran croqueticas de cumpleaños: se las quiere tragar todas al mismo tiempo. Una de sus predilectas, tal vez, es el argumento ad hominem, consistente en desacreditar a una persona apelando a su reputación y su biografía, sin rebatir su criterio sobre el tema en cuestión. «Mata al mensajero sin escuchar su mensaje», método anterior al Tiempo y paralelo a la Historia, diseñado meticulosamente por el aquel brujo, dictador en potencia, que se quiso embolsar el excedente durante la última temporada de la comunidad primitiva.
De igual forma, se divierte muchísimo con el argumento ad nauseam, aseverando verdades ancestrales que basan su validez, únicamente, en su reiterada e irrefutable prolongación: una tautología en bucle y altavoz.
La lista sigue, es inmensa. Aun así, el argumento ad Fidelum, que me acabo de inventar, pudiera sintetizar el paradigma ideológico de Con Filo y, por supuesto, del gobierno cubano en su totalidad: si Fidel dijo «x», entonces «x» es correcto, beneficioso, lúcido y se merece un centro de estudios que abarque toda una manzana de El Vedado y tenga guardias custodiándolo día sí y noche también.
Los compis de Michel, que también tienen lo suyo, no se quedan atrás. Gabriela Fernández Álvarez, su lugarteniente, le ha cogido el gustico al vidrio y, de ser la encargada de una sección o algo así, ha pasado a gozar de casi tanto tiempo en cámara como su jefe. Manuel Vilas, una joyita que pescaron en el mercado universitario, es el friki-nerd del piquete.
A través de referencias, pullovers con ilustraciones y analogías traídas por los pelos, este muchachito está empeñado en demostrarle a la teleaudiencia cubana que Shingeki no Kyojin y Naruto son compatibles con el comunismo castro-canelista. Nada, que un conductor otaku hace que la dictadura parezca cool, moderna e inclusiva en sus influencias y fuentes de inspiración. ¿El culo y la llovizna? Sí, así de desesperados están, a pesar de que la altanería con la que hablan pretenda aparentar que «todo está bajo control».
Para nadie es un secreto que el «éxito» del programucho descansa, sin mucha duda, en la impunidad y la ausencia de confrontación, de réplica por parte de los emplazados.
Con Filo es un síntoma de caducidad, ruina y decrepitud, tanto más insufrible debido a la inexistencia de un espacio televisivo análogo que, de forma similar, les permita a los opositores la posibilidad de modular OTRA VOZ, la articulación de un contrarrelato que condense el malestar generalizado y equilibre la balanza política cubana.
Pero, por sobre todas las cosas, Con Filo es una angustia para los noveleros, que se deben mandar este clavo antes de enterarse de las últimas intrigas cariocas o habaneras.
Nada más.
Copio
Pero, por sobre todas las cosas, Con Filo es una angustia para los noveleros, que se deben mandar este clavo antes de enterarse de las últimas intrigas cariocas o habaneras
Excelente diseccion de ese bodrio. Mereces una medalla por ver eso. Yo no tengo estomago.
Saludos