Denis Solís sufre de ansiedad. No pocas veces, en medio de la madrugada, se levanta asustado con la sensación de estar dentro de un féretro sin poder respirar. Tiene que abanicarse, dice, y se asegura de que no le falta el oxígeno. Es un rezago del encierro, la marca que dejaron los calabozos, la cárcel de máxima seguridad. Solís lo cuenta ahora mientras toma una cerveza en un bar modesto de Barcelona, donde se encuentra para participar de una conferencia en La Virreina Centro de la Imagen. Ha viajado con su pareja desde Alicante, donde ahora vive. ¿Te gusta Alicante?

«Es muy tropical, me siento en una Cuba desarrollada», dice. «Me gustan sus playas, la paella, sus palmeras, es una zona muy cálida, muy latina». 

Hoy apenas oímos el nombre de Denis Solís. En 2020, el rapero se hizo popular entre los cubanos luego de que transmitiera en vivo el momento en que impidió que un policía entrara a su casa de La Habana Vieja. «Yo le pido ahora que se retire de la puerta para afuera», le dijo entonces.

Ante la negativa y el acoso por parte del oficial, Solís profirió unos cuantos insultos: «Usted es un penco envuelto en uniforme», le dijo. »Mi presidente es Donald Trump. Trump 2020», agregó. Solís fue detenido el 9 de noviembre. En la cárcel lo apodaron Trump 2020. Tras ser sometido a juicio sumario, fue condenado a ocho meses de prisión por el supuesto delito de desacato. Esa fue la causa por la que los «huelguistas de San Isidro» se acuartelaron en Damas 955, en un acto de resistencia política que acaparó la atención dentro y fuera de Cuba, y que marcaría el camino para otras experiencias de enfrentamiento cuyo momento máximo llegó el 11 de julio de 2021, con las protestas masivas que tuvieron lugar en casi todo el país. 

¿Todavía apoyas a Donald Trump?

Cien por ciento. Yo no tengo presidente desde 1959. Y como no tengo, asumí este presidente.

¿No te molestan sus posiciones racistas, antiinmigrantes? 

Son fake news. De racista no le veo nada. Trump tiene mente de patriota, corazón de patriota. Tiene ideas cristianas, y yo soy cristiano también. Todo lo que prometió lo puso en práctica. Es un ejemplo de lo que deberían ser los presidentes del mundo, a pesar de que soy ateo a los políticos.

Eres «ateo a los políticos», pero te viste envuelto en un importante enfrentamiento político. 

Yo soy ateo a los que practican la política para enriquecerse, pero la política es todo lo que nos rodea, abarca todo.

¿Y volverías a contestarle a un policía? 

Posiblemente le contesto hasta con una galleta, si es preciso. Mi convicción prevalece contra el miedo, es lo que sucede. 

¿Cómo viviste la cárcel esos días en que afuera había un grupo en huelga de hambre y mucha gente en función de lo que estaba sucediendo? 

Eso fue lo que me dio fuerzas para soportar la tortura; estaban arremetiendo contra mi integridad física. Me hacían pasar hambre, frío, la higiene era pésima; les hacían creer a los presos que yo era un terrorista y les pedían que mantuvieran la vista sobre mí. Los presos me vigilaban cada vez que tenía que hacer una llamada; me ponían siempre uno al lado para escuchar lo que yo hablaba. También tuve miedo de los que estaban en huelga de hambre y sed, porque cualquier cosa les podía pasar. Y me pegó cuando me enteré de que mis hermanos estaban exponiendo su vida por mí. 

Solís, de 35 años, permaneció ocho meses y tres días en manos de la policía cubana. El 11 de julio de 2021, mientras el pueblo se tiraba a las calles, fue trasladado en un auto moderno con la cabeza gacha desde la prisión hasta una casa aislada del gobierno, en una locación que no sabría definir. 

«Cuando me bajaron», recuerda, «alrededor veía el mar y una casa de lujo donde me iban a tener hasta el otro día. Ahí me dijeron que tenía que dejar el país; había mayordomos, comida, quesos, jamones, coca cola, cuando el pueblo está muerto de hambre. Al otro día me montaron en el carro, con la cabeza también gacha; el viaje duró dos horas y cuando me bajaron era horrible el dolor de columna. El 12 de julio llegué a mi casa y supe que el pueblo se había tirado a la calle y que había manifestaciones todavía. Yo estaba totalmente neutralizado, no podía salir, estaba vigilado. El 27 de noviembre, la Seguridad del Estado me recogió y me llevaron hacia el aeropuerto de Varadero para que me fuera de Cuba». 

Salió rumbo a Serbia junto a su hermana, de 43 años, y su sobrina, de 19. «Pero en Serbia era muy difícil conseguir trabajo», asegura. Solo pudo emplearse en labores de construcción y reparación, pero en un momento se vio obligado a pedir ayuda porque el dinero no alcanzaba. 

«Me di cuenta de que ese país no estaba diseñado para emigrantes, y yo era un agregado ahí», dice.

Solís emprendió una travesía de casi un mes junto a diez personas más para llegar a Alemania. Pasó por siete países. Atravesó ríos, bosques, oyó el aullido de algún lobo, y fue asaltado en Croacia a punta de pistola. En Núremberg, Alemania, Solís permaneció diez meses. Allí el idioma le complicó el acceso al trabajo. En España está encantado ahora, intentando resolver su situación legal. A Cuba iría de visita, pero nunca volvería a vivir allá. «No extraño nada ahora mismo», dice. «Por el trauma y el sufrimiento que pasé». 

¿Te comunicas con Luis Manuel Otero o Maykel Osorbo? 

Llevo tiempo sin comunicarme con ellos, desde que salí de Cuba. Allá me comuniqué con Maykel Osorbo; él me daba fuerzas, me decía que cuando saliera me iba a meter en un estudio para grabar, pero las cosas no salieron como nosotros lo estábamos planificando. 

¿Imaginas un reencuentro?

Reencontrarme con ellos es lo que más deseo. Eso sería lo mejor antes de abandonar esta vida.

¿Te gustaría hacer música en España?

Por supuesto, lo que sucede es que todavía no he tenido la oportunidad de un estudio. Mi futuro es mi presente ahora mismo. Yo no pienso en el mañana. Y los planes dan planazos, así que no soy muy creyente del futuro. 

Han pasado casi tres años de la Huelga de San Isidro. Luis Manuel Otero y Maykel Osorbo siguen en prisión, como muchos de los manifestantes en estallido social del 11 de julio de 2021. El gobierno logró aplacar, con la prisión o el exilio, cualquier tipo de resistencia dentro del país.

¿Sientes que, al final de todo, perdiste, que ellos ganaron?

Sé que le hicimos averías al régimen. Ese acuartelamiento, o las manifestaciones, son averías contra el régimen, que ya está patas arribas. Perdiendo siento que ganamos.