Pavel Giroud: «El problema mayor y más urgente en Cuba es extirpar el cáncer de Estado»

    El pasado 10 de junio el programa Espectador Crítico de la Televisión Cubana transmitió el documental La Habana de Fito, de Juan Pin Vilar. El material era una versión pirateada, y la acción se llevó a cabo no solamente sin la autorización del equipo de realización, sino con la previa advertencia de este de no hacerlo. Estamos ante el último de los numerosos eventos de exclusión tácita, censura y represión que han sufrido cineastas y profesionales vinculados al mundo del audiovisual cubano. El parteaguas generado por la reacción del gremio preparó el terreno para debatir nuevamente sobre la injerencia de instituciones como el ICAIC, la vulneración de la propiedad intelectual y del derecho de autor por parte del Ministerio de Cultura, así como acerca de los límites reales del cine independiente en Cuba.

    Las acciones derivadas de este suceso no han estado exentas de polémicas, pero todas tienen en común la denuncia del uso indebido del material por parte de las autoridades culturales, no solamente como un ejercicio ilegal, sino también como una represalia deliberada de la institución para atentar contra una obra incómoda a la narrativa oficial cubana. Sobre todo, ha sido el detonante para que se rearticule el gremio de cineastas en la isla, quienes han convocado a varias reuniones y encuentros con los comisarios involucrados. Sobre el alcance real de este espacio en pugna, el desarrollo del gremio audiovisual y la salvaguarda del patrimonio cinematográfico, el ODC conversó con varios intelectuales y creadores haciéndoles siempre las mismas preguntas. Hoy presentamos la conversación que sostuvimos con Pavel Giroud.

    En los años recientes el espacio cultural cubano se reubica en pugna con la administración cultural de la Isla. Actualmente es el gremio audiovisual el que ha retomado demandas y exigencias frente al inmovilismo y la censura institucional. ¿Cómo calificas la salud de este nuevo espacio de interlocución? ¿Qué ventajas y desventajas consideras que tiene respecto a otros emplazamientos realizados por artistas en tiempos recientes como el 27N?

    Esto puede parecer nuevo, porque lo que sí ha cambiado es que estas discusiones sean de dominio público, salen en streaming, y así se ha dado paso a voces exiliadas aprovechando las nuevas maneras de comunicar. Eventos así, en muchos de los cuales formé parte una década atrás como uno de sus miembros gestantes, ocurren cada cierto tiempo. Siempre detonan por un suceso concreto. Muchos de aquellos de los que te hablo tuvieron como consecuencia que se cumplieran algunas de nuestras demandas como la creación del Fondo de Fomento al Cine Independiente. Otras quedaron en el camino. El gremio del cine nunca ha sido manso, incluso desde las instituciones oficiales. Los cineastas del ICAIC se movilizaron ante aquel intento por unificarlo al ICRT a raíz del terremoto Alicia en el pueblo Maravillas o ante el desprestigio a la institución que pretendió el mismísimo Fidel Castro a raíz de la película Guantanamera. Esas reacciones tienen algunos efectos positivos cuando huelen a «huelga», pero tienden a diluirse cuando entras en la especialidad de la casa: «el diálogo». Un diálogo que nunca hace justicia a su significado. Supone enfrentarse a personajes como Abel Prieto y Fernando Rojas, dos de los más destacados bomberos culturales cubanos, que fingen escuchar, luego de soltar unas peroratas que ni ellos mismos se creen, intercalando dos o tres bromitas que solo los hacen reír a ellos. Te cuento esto porque responde a tu pregunta y porque estoy viendo una tendencia a contar la historia desde la conveniencia o la ignorancia. He escuchado historias recientes sobre cine independiente cubano o la Muestra de Cine Joven, o el mismo ICAIC, que solo tienen en cuenta el tramo de años en que ha participado quien la cuenta.

    En respuesta a la denuncia pública en defensa de Juan Pin Vilar, el Ministro de Cultura cubano ha dicho: «Muy interesante el ‘debate’ acerca de la exhibición en la TV pública y gratuita de Cuba de La Habana de Fito. Es un soliloquio. Los mismos cuatro gatos que en nombre de la libertad gritaban una censura inexistente, ahora, en nombre del mercado, se pronuncian contra la exhibición.» ¿Cuál es tu opinión sobre esta postura institucional? ¿Cómo valoras el tratamiento que la institución actualmente le da al artista y a su obra en Cuba?

    Hace un tiempo transmitieron un documental sobre Esther Borja que realicé años atrás para la Fundación Autor, y qué sorpresa me llevé cuando vi que lo habían reeditado. Yo prefiero que me censuren a que me re-editen una obra. Cuando llamé para pedir cuentas me dijeron que había sido por la duración del programa en el que se emitió, y casi que me llamaron ingrato, porque yo debía agradecer que lo transmitieran. A la vez, lo llenaron de intertítulos y cosas que yo no había hecho. Los funcionarios culturales cubanos tienen una mezcla de descaro e ignorancia, que unidos a su urgencia por supervivir en el único ecosistema en que pueden beber whisky e hinchar su panza haciendo poco, les hacen decir cosas como estas, y peores. Es por eso que fácilmente pueden lanzar improperios contra unos cantantes con los que estuvieron moviendo el culo dos semanas antes de que estos cantaran «Patria y Vida», o amparar a un evidente depredador sexual, que se escuda en su condición de revolucionario para salvar su pellejo.

    ¿Qué recursos crees que le quedan a los artistas e intelectuales cubanos dentro y fuera de Cuba ante esta dinámica de poder? ¿Es la tan discutida Ley de Cine uno de ellos, por ejemplo? ¿Qué demandas crees que no podrían faltar en este documento? ¿En su defecto, qué garantías reales consideras que tiene la Ley 373/2019 del Creador Audiovisual y Cinematográfico Independiente?

    Garantías en Cuba no da ni siquiera la Constitución. Yo no firmé el documento derivado de la reunión porque lo leí sin saber de dónde venía y me parecía que se concentraba en las quejas y estaba, precisamente, carente de demandas. El problema del país es de Estado, pero si un documento de esta índole quiere centrarse en el área cultural, lo primero que debería hacerse —en mi opinión— es pedir la renuncia o destitución de todos los funcionarios implicados en el suceso. Hace poco vi una entrevista en la que Carlos Lechuga cuenta cuando Abel Prieto le ofreció la proyección de Santa y Andrés en la televisión y el modus operandi parecía calcado al actual. Es decir, que es fácil saber quién es el verdadero cerebro detrás de esta vil estupidez.

    Ha renunciado el presidente del ICAIC, que no es más que una de las lesiones del cáncer que supone Abel Prieto para la cultura cubana. Cuando aquellas reuniones que te nombro, hace más de diez años, gestada por directores consagrados del ICAIC y algunos independientes más jóvenes, yo propuse que si entrábamos a dialogar con las instituciones, antes deberíamos solicitar la renuncia de los funcionarios que lo tienen todo así (curiosamente son los mismos de hoy, algunos al frente de otras instituciones). Tanto eso, como mi propuesta de que el ICAIC fuese solo instituto de cine y no productora, me definió como —medio en broma medio en serio— terrorista. Sentarme a dialogar después de un lustro de reuniones con los que tenían eso jodido aceleró mi salida de Cuba. Entendí que iba a seguir todo igual, pero me equivoqué, porque hoy está peor que entonces.

    Pavel Giroud / Foto de Cortesía

    Desde el 2020 el ICAIC publica la convocatoria al Fondo de Fomento del Cine Cubano, destinado a «promover el crecimiento y la diversidad de las artes cinematográficas, como base del proyecto social cubano». ¿Qué lecciones nos deja la administración y asistencia legal de este financiamiento en las obras que compitan? ¿Hasta qué punto podemos hablar de cine independiente en Cuba? ¿Cuáles son, a tu modo de ver, los requisitos y límites del cine independiente en un contexto sociopolítico como el cubano?

    Recibir dinero de un fondo de fomento, sea donde sea, responde a una conveniencia estética, pero también política de quién lo otorga. Los funcionarios encargados de dirigir las instituciones culturales son colocados por quienes gobiernan, lo cual indica que los criterios de selección, aun con maquillaje de neutralidad, escoran a un lado o al otro. Un proyecto sobre Silvio Rodríguez tendrá más facilidad de salir si gobierna la izquierda en España y otro sobre Luis Manuel Otero, si gobierna la derecha.

    En Cuba es más fácil definir cine independiente que en otros países, pues en otros países los institutos de cine no producen (exceptuando Corea del Norte y algún que otro esperpento de país). Entonces, todo cine que se haga fuera de las instituciones cubanas, puede catalogarse como Cine Independiente. En el resto del mundo son las películas poseedoras de una estética que desafía las convenciones que dicta el mercado, realizadas por pequeñas productoras. A mí han llegado a decirme colegas cubanos que El acompañante no es independiente porque, aunque no tiene dinero del fondo cubano, tiene dinero de fondos de otros países, y que «cine independiente» es únicamente lo que hace Miguel Coyula en su casa. Eso demuestra, o bien una absoluta ignorancia, o una intención radical de demeritar. El cine independiente no tiene por qué ser artesanal y lo que hace Coyula es cine independiente, pero artesanal. Por ejemplo, El Caso Padilla puede entrar en la categoría de cine artesanal porque la hice en mi escritorio, yo solito editando material de archivo en una computadora de oficina, pero luego, para tener una distribución en condiciones, poder estrenar en salas a las que no puedes llegar sin cumplir esos requerimientos, hay que someterla a un proceso de post producción que, por muy barato que parezca si se compara con el de un film de Marvel, es todavía costoso. 

    Yo fui un luchador por ese Fondo cubano y era parte de mi idea de que el ICAIC debería obrar más como Instituto que como Casa Productora.  No obstante, a mí me da igual el apellido que tenga mi cine, porque yo lo que quiero es hacer mis películas, y que el fondo que sea o el productor que sea, se sume a mi idea de cine, no que me obligue a hacerlo de determinada manera. El mundo ve a todo lo que no sea Hollywood o esté asociado a uno de sus grandes estudios como cine independiente. Cada cual clasifica como estima, según sus parámetros.

    La Muestra Joven fue otro evento que tuvo su culminación debido a la censura sostenida por parte del ICAIC, un espacio insignia en la divulgación del patrimonio cultural y en el desarrollo del audiovisual joven. ¿Qué lección crees que nos deja el divorcio entre creadores e instituciones que debieran velar por los derechos de creación de los primeros? ¿Qué tipos de espacios crees que se necesitan para revitalizar el mundo audiovisual cubano?

    Las relaciones entre los creadores y las instituciones en Cuba han dependido siempre del momento político que vive el país. Yo pude rodar El acompañante en Cuba, después de haberla tenido vetada durante seis años, porque se dieron las condiciones. Coincidió ese periodo de relax que supuso el traspaso de gobierno de Fidel Castro a su hermano Raúl con la llegada de una nueva presidencia al ICAIC que lo vio conveniente como muestra de relajación de tensiones. Algo similar ocurrió con la Primera Muestra de Cine Joven en la que yo participé y me dio visibilidad como creador. Alfredo Guevara había renunciado a la presidencia del ICAIC y Omar González su nuevo presidente necesitaba hacer su proyecto ICAIC. Los cineastas históricos comenzaban a envejecer o a morir, y habíamos muchos jóvenes en la calle haciendo cosas sin pedirle permiso a nadie, porque la revolución digital había cambiado la manera de producir. Cuba salía de su peor crisis y en el ámbito cultural se abrieron muchas posibilidades de vivir de tu trabajo: proliferaron las casas discográficas, vino el boom del videoclip y aunque había censura, los márgenes para la creación eran menos estrechos que ahora. Como cineastas independientes hicimos la primera colaboración en términos de contrato entre la «calle» y el ICAIC (3 veces 2) y luego hice dos películas bajo contrato con ellos, que no eran cine independiente, aunque yo no hubiera dejado de ser un creador independiente, porque jamás quise integrar la plantilla del ICAIC. Tener una nómina, estar atado a algo, es algo que me apaga, nunca la he tenido. En la calle me iba muy bien y había una mejor relación entre los independientes y las instituciones. La situación actual me parece irreversible, solo puede ir a peor. Cuba está al garete, no se sabe bien quién manda. Entonces el país está a merced de funcionarios que lo único que quieren es mantenerse en su silla y cortar todo flujo creativo que ponga en peligro eso.

    En los últimos años ha aumentado la cantidad de creadores audiovisuales emigrando para buscar nuevas oportunidades. En su mayoría son artistas que sufrieron eventos de censura en Cuba, en torno a la Muestra Joven, por ejemplo, y cuyas obras actualmente engrosan eventos y festivales internacionales. ¿Cuán responsable consideras que es la administración cultural cubana de que la mayor parte de la producción cinematográfica joven no esté realizándose ni exhibiéndose en Cuba? ¿Qué consecuencias crees que esto trae para el patrimonio nacional?

    No solo artistas y creadores, hay economistas e historiadores que están pasando por lo mismo ¿Y sabes qué? Yo lo veo muy positivo. Será un efecto boomerang. Creo que uno de los mayores problemas de la dirigencia cubana es que solo ha salido de Cuba a cargar pacotilla y regresar. Es fácil ver lo mal que se maneja «el presidente del país» en otros ámbitos. Y es porque él y sus similares salen de la universidad para una escuela de cuadros donde les terminan de programar un cerebro macerado por años. No saben realmente cómo funciona el mundo. Son mentes analógicas en la era digital. No han chocado con experiencias con las que están chocando estos jóvenes. Si llega el día en que Cuba deja de ser disfuncional como nación, todo lo que han ido recogiendo como experiencia estos jóvenes alrededor del mundo se revertirá positivamente en el país. Antes, un director de cine cubano emigraba y en la mayoría de los casos ahí terminaba su obra. Esto ocurría porque eran realizadores acostumbrados a una manera de hacer en la que te lo ponían todo en la boca. Los de mi generación y los más jóvenes sabemos lo que es partir de cero y hacer maromas para lograr financiar un proyecto. Es la diferencia de crecer en un zoológico o en la selva. El patrimonio se enriquecerá. Desde que salí de Cuba he realizado dos películas que se han movido bastante bien por el mundo y voy camino a la tercera. Estrictamente, El caso Padilla no es una película cubana, sino española, pero nosotros sí o sí defendemos el hecho de que lo es. Es cine cubano.

    ¿Qué medidas son para ti las más urgentes que el gremio del cine, o en general todos los profesionales vinculados a la cultura cubana, debieran tomar?

    Lo principal es no parar de crear; crear en las condiciones que sea. No autocensurarte temiendo a la censura. Cada obra pertenece a un tiempo y quizá no converjan su tiempo de realización con el de exhibición, pero lo importante es que existan. Es la memoria de un país se haga donde se haga, incluso si es nuestra realidad abordada por un extranjero. El problema mayor y más urgente es extirpar el cáncer de Estado. No van a cambiar las políticas culturales si no cambia la estructura de poder que hay en Cuba. Se suman a los dinosaurios dictatoriales una casta de funcionarios que crece y crece, formando una especie de una nata, un pantano y, aunque en un pantano cuesta nadar, no puedes dejar de dar brazadas, porque te ahogas. Sé que es agotador, pero si no lo haces, te ahogas.

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    2 COMENTARIOS

    1. El problema de Cuba no se va a resolver con discusiones gremiales, que al final son escaramuzas clasistas, de vocación feudal y mercantilista. La experiencia de los países exsocialista y de las dictaduras iberoamericanas muestra que el estado, guste o no, juega un papel importante en la transición democrática. La libertad de expresión no es sólo asunto de los artistas y escritores, sino de todos los ciudadanos. El camino es denunciar las arbitrariedas, los abusos de poder, las intimidaciones, y todo tipo de violencia contra los cubanos, no sólo una parte de ellos, y también poner en evidencias las ineficiencias, la corrupción galopante y las contradicciones de un sistema que dice apoyar a las personas y ha terminado monetizándolas, usándolas como activos económicos y financieros sin proveer nada a cambio. Los cubanos tienen que recordar que son seres humanos y darse cuenta de que los derechos no se compran, sino se ejercen, se exigen con respeto y dignidad, no son exclusivos de ningun gremio, sino de toda la sociedad.

    2. Una aclaración: Mi último largometraje tiene escenas filmadas en tres países, sin mencionar Matanzas, Cienfuegos, además de múltiples barrios de la Habana con más 50 actores con diálogos en (Centro Habana, Habana Vieja, Playa, Lawton, 10 de octubre… y una cueva en el medio del monte San José de las Lajas). Ojo, no quiero decir que esto en si sea un mérito, es simplemente una aclaración, pues no tenías por qué saberlo. En definitiva, lo importante no es el cómo lo hiciste. Recuerdo cuando la estrenamos en el Festival Internacional de Cine de Moscú, las preguntas estaban dirigidas al contenido y la forma. Lo importante era lo que terminó de verse en la pantalla grande. El cómo solo importa a otros creadores, o cuándo estás impartiendo una clase.

      Desde que el ICAIC da un permiso de filmación, hay muchas temáticas que no podrás tocar frontalmente. Por eso pienso que un cine independiente es aquel que lo es en contenido y forma, es que busca en las zonas más incómodas de una sociedad, no solo a nivel políticas, sino del ser humano. La forma de financiamiento es irrelevante. Si fuera así George Lucas es un cineasta independiente pues es dueño de su estudio. El error creo, es juzgar al cine independiente Cuba como se juzga a otros países de primer mundo donde no existe una política cultural totalitaria. Creo que es un error decir eres independiente o no, en blanco y negro. Dentro de esas zonas grises de mayor o mas independencia, yo elegí la independencia total, pues ninguna de mis películas se hubiera materializado de otra forma. Por supuesto no quiero decir que para hacer cine independiente haya que salir a las calles. También se puede hace un documental como Nadie que, si está filmado esencialmente en una casa, o incluso uno como El Caso Padilla, donde ni siquiera hubo necesidad de encender una cámara.

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