Bobby Fischer en La Habana

    El genio ajedrecístico estadounidense Robert James Fischer (Bobby) estuvo en La Habana en dos ocasiones. La primera, poco conocida, en 1956, cuando era un adolescente a punto de cumplir 13 años, y la segunda, diez años después, cuando encabezó el equipo norteamericano en la XVII Olimpiada Mundial de Ajedrez. Un año antes de esa última ocasión, había participado en el cuarto Torneo Internacional Capablanca In Memoriam, pero debió hacerlo desde el Marshall Chess Club, en Nueva York, y sus partidas fueron transmitidas, jugada a jugada, a través del teletipo. Creo no equivocarme al decir que la participación remota de un ajedrecista en un torneo internacional de primer nivel con carácter presencial no tiene otro precedente hasta el establecimiento de Internet y la realización de competencias totalmente online.

    New York-Key West-La Habana

    En su fantástico libro Bobby Fischer en Cuba, Miguel Ángel Sánchez y Jesús Suárez abundan sobre la estrecha relación existente entre los clubes de ajedrez de ciudades estadounidenses y cubanas antes de 1959, e incluso sobre la participación exitosa de ajedrecistas cubanos en importantes competencias en el país del norte. Entre el Manhattan Chess Club de Nueva York y el Club de Ajedrez de La Habana, y luego el Club Capablanca, inaugurado en 1947 en la calle Infanta 54 esquina a Humboldt, existían competencias sistemáticas. 

    El primer viaje de Bobby a La Habana fue también su primer viaje al extranjero. Lo hizo por tierra desde Nueva York hasta Key West, y desde allí a la capital cubana en el ferry City of Havana, a bordo de cual personas y automóviles cruzaban usualmente el estrecho de La Florida. Fischer hacía parte de un grupo de siete ajedrecistas del Log Cabin Chess Club que en su trayecto terrestre realizaron competencias con otros clubes de Florida y Carolina del Norte. El grupo era liderado por Elliot Forry Laucks, multimillonario filonazi, y tenía como primer tablero a Norman Tweed Whitaker, quien había pagado condena en Alcatraz junto al conocido gánster Al Capone y, en 1913, había enfrentado a Capablanca. Fischer, segundo tablero, iba acompañado por su madre, Regina Wender, quien a la sazón era vigilada por el FBI debido a manifiestas posiciones filocomunistas. Sin duda, era un grupo variopinto en ideología y relaciones con la justicia.

    El niño Bobby Fischer / Foto: Tomada de Internet
    El niño Bobby Fischer / Foto: Tomada de Internet

    De acuerdo con Sánchez y Suárez, se programaron dos jornadas entre los dos equipos y una sesión de simultáneas de Fischer contra 12 tableros, todos en la sede del Club Capablanca. La primera, el 25 de febrero de 1956, sería un encuentro de siete tableros en partidas clásicas. Para el día siguiente se programó la sesión de simultáneas, y luego serían las jornadas de cuatro partidas rápidas por tablero. 

    En la primera ronda, Whitaker derrotó en el primer tablero al Dr. Juan González, y Fischer a José R. Florido en el segundo. El resto del equipo del Club Capablanca, integrado por Carlos Calero, Eldis Cobo, Rogelio Ortega, Miguel Alemán y el Dr. Rosendo Romero, se impuso en sus partidas respectivas, por lo que dicha ronda concluyó 5-2 a favor de los locales. De hecho, el Dr. Romero derrotó a Laucks, organizador de la travesía.

    Fischer en el Club Capablanca en 1956 / Foto: Tomada de Internet

    En la sesión de simultáneas, Bobby venció a diez contendientes y entabló con otros dos. Aunque no existen registros de las partidas rápidas, Sánchez y Suárez citan y corrigen el artículo publicado el 28 de febrero de 1956 en el periódico El Mundo por Carlos A. Palacio —notable periodista, escritor e historiador de ajedrez, y también árbitro Internacional de ajedrez— gracias al cual sabemos que para las partidas rápidas Eleazar Jiménez reemplazó a José R. Florido en el segundo tablero y debió enfrentar a Fischer, mientras que el propio Palacio reemplazó a Rosendo Romero en el séptimo. En esa ocasión el club local se impuso al visitante por 21-7, pero no se conocen los resultados individuales.

    Bobby y su madre fueron hospedados en la casa de Ramón Bravo, entonces vicepresidente del Club Capablanca, sita en Belascoaín 1162 entre Monte y Cristina, en la popular zona de Cuatro Caminos, donde el adolescente incluso jugó pelota callejera con chicos del barrio. 

    Desde el Marshall Chess Club hasta La Habana

    El cuarto Torneo Internacional Capablanca In Memoriam, uno de los más fuertes efectuados en los años sesenta, tuvo lugar —como desde su primera edición en 1962— en el Salón de Embajadores del Hotel Habana Libre, entre el 25 de agosto y el 26 de septiembre de 1965. La nómina de 22 invitados incluía, además de Fischer, al excampeón del mundo Vasily Smyslov y los igualmente soviéticos Efim Geller y Ratmir Jolmov, así como los también grandes maestros Borislav Ivkov y Bruno Parma, de Yugoslavia; Ludek Pachman, de Checoslovaquia; Karl Robatsch, de Austria; Jan Hein Donner, de Países Bajos; Istvan Bilek y Laszló Szabó, de Hungría; Georgi Tringov, de Bulgaria, y Alberick O’Kelly, de Bélgica. Asimismo, concurrieron a la cita habanera los maestros internacionales Wolfgang Pietszsch, de la República Democrática Alemana, y Victor Cioclatea, de Rumanía, quienes posteriormente serían grandes maestros; Zbignew Doda, de Polonia, Heinz Lehmann, de la República Federal Alemana; Robert G. Wade, de Reino Unido/Nueva Zelanda, y Eleazar Jiménez y Francisco J. Pérez, ambos de Cuba. Completaron el certamen los maestros nacionales cubanos Gilberto García y Eldis Cobo, quien dos años después se convertiría en el tercer maestro internacional de la isla. Wade y Lehmann reemplazaron a los grandes maestros Bent Larsen, quien al parecer decidió no participar, y a Gideon Ståhlberg, quien el año anterior había compartido los puestos seis y siete con el búlgaro Padevsky, pero esta vez alegó problemas de salud (fallecería dos años después en Leningrado, poco antes de uno de los torneos por el cincuentenario de la Revolución de Octubre).

    Según la base de datos Chessmetrics, en el mes de julio de 1965, antes del torneo en La Habana, Fischer ocupaba el segundo lugar en el mundo con un coeficiente Elo de 2758, detrás de Mijaíl Tal (2773), y era el único no soviético que clasificaba entre los diez primeros del ranking. Smyslov era sexto con 2738, y Geller, décimo, con 2732; Ivkov ocupaba el décimo quinto puesto con 2700. Otros participantes que estaban entre los cien mejor ranqueados del mundo eran Jolmov (21; 2665), Pachman (31; 2639), Szabó (33; 2632), Parma (38; 2626), Donner (47; 2613), Ciocaltea (64; 2590), Tringov (70; 2588), Bilek (71; 2587), Pietzsch (91; 2565) y O’Kelly (100; 2553).

    La crisis en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba había significado no solo rupturas diplomáticas y comerciales, sino también culturales y deportivas, e incluía la prohibición de viajes de ciudadanos estadounidenses a la isla. El año anterior, el gran maestro estadounidense Larry Evans había sido invitado al tercer Capablanca In Memoriam y, para evitar la prohibición del Departamento de Estado, había viajado a través de Canadá. Evans finalizó en cuarto puesto, con 14.5 puntos de 21 posibles, a solo punto y medio de los vencedores, Vasily Smyslov y Wolfgang Uhlmann, y a un punto de Mark Taimanov, quien finalizó tercero. Cuando regresó a su país, debió someterse a interrogatorios por parte del FBI y declaró que, además de participar, había cubierto el evento deportivo.

    Bobby Fischer llevaba tres años sin tomar parte en competencias ajedrecísticas después del torneo de candidatos de Curaçao y la olimpiada mundial efectuada en Leipzig en 1962. El torneo habanero significaba su regreso a las competencias oficiales. Intentó que le autorizaran como corresponsal de las revistas Chess Life y Saturday Review, ya que los periodistas normalmente contaban con autorización para viajar a Cuba. Sin embargo, el Departamento de Estado mantuvo su negativa. Surgió entonces la idea de que jugara por teléfono, aunque finalmente lo hizo a través del teletipo. Dada la inusual circunstancia, fue necesario consultar a los demás competidores, quienes ya se encontraban en La Habana. 

    El entonces comisionado nacional de ajedrez y presidente de la Federación Cubana, José Luis Barreras, tuvo la misión de consultar a los demás jugadores. Logró sortear hábilmente la maniobra, impuesta por la embajada soviética a los suyos, para que los demás participantes emitieran una declaración en contra del gobierno de Estados Unidos por impedir el viaje de un ajedrecista a un torneo internacional. A ello se negaron Donner y Lehmann, entre otros, puesto que, como es sabido, la Unión Soviética no permitía a ninguno de sus ciudadanos viajar libremente al extranjero.

    En medio del trasiego noticioso en torno a la participación o no de Fischer en el torneo, se produjo un malentendido por una supuesta declaración con la que Fidel Castro pretendería politizar el asunto. Fischer respondió airadamente en un cable en que anunciaba su retiro a menos que el gobernante cubano negara haber realizado dichas declaraciones. Fidel Castro sostuvo que no había realizado tales declaraciones; terminaba su misiva diciendo que, si Fischer se había «asustado y arrepentido de su decisión inicial, era mejor que idease otro pretexto y tuviese el valor de ser honesto» (Sánchez y Suárez, 2020: 79-80). Esto fue suficiente para que el gran maestro ratificara su deseo de competir, teniendo en cuenta además el caché prometido de tres mil dólares, una cifra considerable para la época.

    Fischer participa en el IV Capablanca in Memoriam desde el Marshall Chess Club. / Foto: Vía ‘ABC Cultural’

    Prensa Latina asumió los costos de instalación del teletipo en el Marshall Chess Club de Nueva York, donde los movimientos de los contrarios de Fischer serían realizados por un árbitro internacional, mientras que los de Fischer en La Habana serían ejecutados por el Dr. José Raúl Capablanca, hijo del campeón mundial cubano. Las jugadas se transmitían desde el Marshall Chess Club a la oficina de Prensa Latina en la sede de Naciones Unidas; de allí a la central de la agencia en La Habana y, finalmente, al Salón de Embajadores del Hotel Habana Libre.

    Una vez que se solucionaron esas dificultades, comenzó con retraso la partida de la primera ronda entre Lehmann y Fischer, ganada por este en 32 movimientos de una Defensa Siciliana. En la segunda jornada, el norteamericano derrotó en 43 movimientos de una Ruy López al excampeón mundial Vasily Smyslov. Después de dos tablas ante Ciocaltea y O’Kelly, venció al búlgaro Tringov. En la sexta y séptima rondas volvió a empatar con Wade y Parma, respectivamente, y en la octava se impuso a Szabó. 

    Hasta ese momento totalizaba seis puntos de ocho posibles, lo mismo que Smyslov y a medio punto de Ivkov. En el noveno enfrentamiento, Fischer dominó al cubano Gilberto García, mientras Smyslov derrotaba a Donner e Ivkov entablaba con Szabó, por lo que se produjo un triple empate, con siete puntos, en el primer puesto. 

    En la décima ronda, Ivkov superó con negras a Fischer en 53 movimientos de una Ruy López, lo que relegó al estadounidense a la tercera plaza, detrás de su verdugo, con ocho, y de Smyslov con 7.5. 

    A continuación, Fischer venció a Robatsch y a Bilek, y entabló con Pachman; sometió a Cobo, entabló con Jiménez y prevaleció ante Donner. Pero en la ronda 17 sufrió su segunda derrota en el torneo; esta vez a manos del soviético Efim Geller, en 57 movimientos de una Defensa India del Rey. En la partida siguiente, también cayó a manos de Ratmir Jolmov, en 46 movimientos de una Ruy López. 

    Faltando tres fechas, Ivkov iba al frente de la tabla de posiciones con 14.5 unidades, seguido por Smyslov con 14. Fischer sumaba solo 12. En las rondas 19 y 20, el norteamericano venció a Doda y al hispano-cubano Francisco J. Pérez, mientras que, sorpresivamente, el líder del torneo, Borislav Ivkov, encadenó tablas con su compatriota Parma y derrota frente al maestro nacional cubano Gilberto García, quien marchaba último. 

    Al llegar a la ronda final, Ivkov continuaba en la cima con 15 puntos, escoltado por Smyslov y Geller (14.5), Fischer (14) y Jolmov (13.5). Entonces, Fischer venció a Pietzsch; Geller entabló con O’Kelly, en solo 18 movimientos, e Ivkov fue derrotado por Robatsch en 58 desplazamientos de una Ruy López. Pero Smyslov le ganó a Doda y se alzó con el primer lugar en el torneo, con 15.5 puntos. Ivkov, Geller y Fischer, con 15, anclaron en ese orden por el sistema de desempate Sonneborn-Berger. 

    Tabla Final de Posiciones del IV Torneo Internacional Capablanca In Memoriam, 1965 / Fuente: Chessgames

    En la XVII Olimpiada Mundial

    La sede de la máxima competencia ajedrecística por equipos fue concedida a la capital cubana en correspondencia con el notable impulso que con el apoyo del gobierno se había dado a la práctica masiva del ajedrez. Los cuatro torneos Capablanca In Memoriam efectuados previamente, en 1962, 1963, 1964 y 1965, habían logrado reunir fuertes nóminas en que destacaban varios de los mejores maestros del mundo: de Smyslov, Ivkov, Geller, Fischer y Jolmov, quienes habían protagonizado la más reciente edición, a Miguel Najdorf, Boris Spasski, Lev Polugaievski, Svetozar Gligorić, Viktor Korchnoi, Mijaíl Tal, Wolfgang Uhlmann, Mark Taimanov, Larry Evans, Lajos Portisch y Gideon Ståhlberg. Se habían desarrollado dos torneos panamericanos, el primero en 1963 y el segundo el mismo año de la Olimpiada; ambos ganados por el maestro internacional cubano Eleazar Jiménez, y en los que otros cubanos como Eldis Cobo y Jesús Rodríguez habían destacado. También Cuba había acogido el Zonal de Centroamérica y Caribe de 1963, correspondiente al ciclo 1963-1966 por el campeonato mundial, el cual ganó el Francisco J. Pérez.

    El primer problema con la Olimpiada Mundial, a efectuarse entre el 23 de octubre y el 20 de noviembre de 1966, sería justamente la posible negativa del Departamento de Estado a permitir la participación del equipo estadounidense. En correspondencia con ello, la República Federal de Alemania decidió ausentarse. Sin embargo, Estados Unidos envió finalmente un potente equipo encabezado por Robert Fischer e integrado además por Robert Byrne, Pal Benkö, Larry Evans, William Addison y Nicholas Rossolimo, con Donald Byrne como capitán. 

    El equipo estadounidense se impuso en el grupo tres de la fase preliminar, con 17.5 de 24 posibles, y Fischer ganó las cinco partidas que jugó de las seis que tocaron a su selección. 

    En la fase final A, que reunía a los 14 equipos clasificados por cada grupo preliminar, se disputaba la Copa Hamilton Russell. La Unión Soviética se impuso de forma contundente con 39.5 puntos, cinco por encima del equipo estadounidense, segundo, que por su parte aventajó por uno a los combinados húngaro y yugoslavo, que compartieron tercero y cuarto lugares. En esta etapa, Bobby Fischer ganó nueve partidas (Pomar, Olafsson, Portisch, Johannessen, Gligorić, Najdorf, Minev, Pachman y Jiménez), entabló dos (Spasski y Uhlmann) y solo perdió ante el rumano Gheorghiu, en décimo segunda y penúltima ronda. Esa derrota le impidió obtener la medalla de oro como mejor primer tablero, que correspondió al entonces campeón mundial, Tigran Petrosian. Fischer totalizó 15 puntos de 17 posibles (88.2 por ciento). 

    El equipo soviético aparecía renovado; en casa habían quedado tres de sus puntales tradicionales, Botvinnik, Smyslov y Keres. Con el veterano Bondarevsky como capitán, acudió a La Habana encabezado por Petrosian, y compuesto además por Spasski, Tal, Stein, Korchnoi y Polugaievsky.

    El incidente más complicado en la fase final del evento se produjo precisamente en el enfrentamiento de segunda ronda entre la Unión Soviética y los Estados Unidos. Estaba fijado un encuentro Petrosian-Fischer. Por entonces el norteamericano se había hecho miembro de la iglesia cristiana de los Adventistas del Séptimo Día, que prohíbe toda actividad entre el viernes a las 6:00 p.m. y la misma hora del sábado. 

    La fase final comenzó justo el viernes 4 de noviembre y el equipo danés se opuso a modificar el horario; la solución fue que Fischer no se enfrentara a Larsen: se corrió la alineación y se incorporó a uno de los suplentes, Rossolimo. El equipo estadounidense venció de cualquier modo a los escandinavos, por 3.5-0.5, e incluso Robert Byrne se impuso a Bent Larsen en el primer tablero. Pero en la jornada siguiente, contra los soviéticos, no se podía prescindir de Bobby Fischer, y las partidas debían comenzar a las 4:00 p.m., dos horas antes de que este pudiese jugar. Los estadounidenses solicitaron a sus rivales reagendar el encuentro, lo cual fue rechazado; entonces el equipo en pleno se solidarizó con su líder y no acudió a la sala de juego. Ello significaba una derrota de 0-4 por no presentación, lo que afectaba la competencia en general. El entonces presidente de la FIDE propuso una solución de compromiso según la cual se podría declarar empatado el match (2-2), una salida que tampoco solucionaba el aspecto competitivo. Finalmente, por intervención de los organizadores cubanos, y supuestamente gracias a una llamada del más alto nivel entre La Habana y Moscú, la delegación soviética decidió aceptar la reprogramación del emparejamiento, que se realizaría el 14 de noviembre. Llegado el momento, en lugar de Petrosian, Fischer debió enfrentar a Spasski, con quien entabló; Tal derrotó a Byrne, mientras que Stein y Polugaievsky entablaron con Benkö y Evans, respectivamente.

    Fischer versus Spasski en la XVII Olimpiada Mundial de Ajedrez de La Habana, 1966 / Foto: Chessbase

    Durante su última presencia en La Habana, Bobby Fischer fue indudablemente uno de los jugadores más populares. De acuerdo con Chessmetrics, en septiembre de ese año, antes de la Olimpiada, era el ajedrecista con el mayor coeficiente Elo, con 2773, seguido por Spasski (2763), Korchnói (2760), Stein (2759), Tal (2747), Geller (2746), Petrosian (2745), Polugaievsky (2743), Smyslov (2729) y Larsen (2718).

    Concluido el certamen, Fischer permaneció unos días más en la isla y visitó las ciudades de Santa Clara y Cienfuegos. 

    El 29 de noviembre de 1966, Bobby Fischer abordó el vuelo de Cubana de Aviación que lo llevaría a México; de ahí continuó hacia Estados Unidos. Al año siguiente se retiró intempestivamente del Interzonal de Soussa, cuando lideraba la tabla de posiciones. En 1970 se impuso en el Interzonal de Palma de Mallorca y, un años más tarde, barrió a sus oponentes en los matches de candidatos: derrotó a Taimanov y a Larsen, por 6-0, y a Petrosian, por 6.5-2.5, y finalmente se convirtió en campeón mundial en 1972 tras vencer a Spasski con marcador de 12.5-8.5. Después de eso no volvió a participar en olimpiada ni torneo alguno, y tampoco defendió su título ante Anatoli Karpov en 1975. Su controvertida actitud fue una gran pérdida para el ajedrez. 

    Referencias:

    -Sánchez, Miguel A & Suárez, Jesús (2020). Bobby Fischer en Cuba. Editora Solís, Santana de Pernaíba, Brasil.

    -Varios Autores (1966). Cuba/66. XVII Olimpíada Mundial de Ajedrez. Ediciones deportivas. Instituto del Libro, La Habana.

    -Chessgames (2023) www.chessgames.com.

    -Chessmetrics (2023) www.chessmetrics.com.

    -OlimpBase (2023) https://www.olimpbase.org/index.php.

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    3 COMENTARIOS

    1. Estimado Mauricio: Gracias por tu amable reseña de nuestro libro. Sólo un par de cosas que me parece necesario mencionar. Fischer viajo hasta Key West en la vagoneta de Laugh junto con el resto del equipo y su madre Regina. Lo otro es que el nombre del Dr. Rosendo Romero aparece confundido como Ruiz. El Dr. Romero al que tuve el placer de conocer en Camaguey fue varias veces campeón de Cuba y amigo muy cercano de Capablanca. Con mis saludos cordiales de siempre,
      Miguel A.

    2. Apreciado Miguel Ángel: Muchas gracias por sus precisiones. Efectivamente, cometí un lapsus al mencionar Rosendo Ruíz en lugar de Rosendo Romero. me traicionó el subconsciente al pensar en el gran trovador cubano Rosendo Ruíz, cuando en realidad se trata de Rosendo Romero, quien fue uno de los mejores ajedrecistas cubanos desde los años veinte hasta los cincuenta del siglo pasado. De hecho, en 1950 ganó el campeonato nacional de Cuba al vencer al entonces joven ajedrecista Eldis Cobo (+5 -1 = 2). También corregí lo del medio de transporte utilizado por Fischer y su madre en el viaje desde New York a Key West. En algún lugar que ahora no recuerdo había leído que fue en tren pero confío más en usted como fuente porque se que es un muy riguroso investigador. Gracias por las precisiones.

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