Ese limbo, el exilio. Diálogo con la periodista y exprofesora cubana Lucila María Morales

    Lucila María Morales, periodista, exprofesora de la Universidad de Camagüey, Cuba, estaba haciendo su Servicio Social cuando ocurrieron los sucesos de los que vamos a hablar en la continuación a esta serie, «El color de las ideas», auspiciado por el Observatorio de Libertad Académica, adscrito a la Universidad Sergio Arboleda, en Colombia.

    Omara Ruiz Urquiola: Lucila, yo quería preguntarte, para ir por partes, y para las personas que no conocen bien la historia, aunque el informe sobre tu caso está en el sitio web del Observatorio: ¿en qué año ocurrieron los sucesos que tienen que ver con la censura a tu trabajo como académica en Cuba?

    Lucila María Morales: Como tal comenzó en el año 2009, en el mes de abril, específicamente, y lo sé porque fue a raíz de algo muy absurdo, una cosa que podía perfectamente no haber sucedido, un recorte de un artículo de un periódico que yo utilizo para poner en un mural.

    ORU: ¿Un periódico cubano?

    LMM: Sí, una publicación específicamente de Juventud Rebelde. Era un artículo del periodista Joel del Río. Había salido alrededor de finales de marzo, y yo lo recorto y lo coloco en el mural de la Facultad.

    ORU: ¿Qué tenía ese artículo?

    LMM: Era un artículo sobre el festival de la crítica cinematográfica en Camagüey, el Almacén de la Imagen. Joel del Río había estado, y durante las muestras había visto un documental de un estudiante de Periodismo, Eliecer, y había quedado de alguna manera impresionado con el trabajo de Eliecer, con su entusiasmo…

    ORU: Eliecer Jiménez Almeida, el cineasta.

    LMM: Sí, exactamente. En ese momento Eliecer estaba en tercer año de la carrera. Y había hecho un documental acerca del estado constructivo de la Universidad —se llamaba Toilet-Ando sin ganas—, después que había pasado el ciclón. Pero, bueno, el ciclón no era el ciclón como tal; era otro ciclón: el estado de la Universidad, específicamente de los baños. Yo estaba sola en la Facultad en el momento que yo hago eso porque los estudiantes estaban en una especie de escuela al campo en un pueblo, Mamanantuabo; lo recuerdo perfectamente. La primera semana, después que regresaron, cuando vieron el artículo en el mural, pues eso creó una algarabía. Y ya comencé a escuchar rumores por profesores amigos, cercanos a mí, que me dijeron que no había gustado que yo lo pusiera. Porque dentro del artículo él [hablaba de] «Eliéceres», y en aquel momento estaban muy recientes las declaraciones de Eliecer [Ávila] con Ricardo Alarcón. Entonces la coincidencia del nombre…

    ORU: Eliecer Ávila.

    LMM: Eliecer Ávila. Y entonces ellos, también, lo unieron de esa manera. Estaban así con el tema de las Universidades porque se había creado esa situación en la UCI; había este precedente y esto lo vieron como una forma de agitación política o de tratar de crear, de alguna forma, un «estado» dentro de la Universidad. Así fue como ellos me lo dejaron saber: que eso era lo que yo había hecho.

    ORU: ¿Quién te lo dijo? ¿En qué circunstancias?

    LMM: Tel Pino Sosa, el decano de la Facultad.

    ORU: ¿Se reunió contigo?

    LMM: Se reunió conmigo, pero no se reunió solamente él. Ya cuando ellos se reúnen conmigo era para una reunión que terminó en una sanción, que realmente hubiera podido terminar en una expulsión. Pero, realmente, el decano sí desde entonces tenía la intención de quitarme del medio: eso no había gustado, y a mis espaldas ya habían comenzado a entrevistar a estudiantes, a sondear un poco. Yo acostumbraba a llevar estudiantes de Periodismo a mi casa a ver películas de estas vetadas del ICAIC, prestaba libros de Vargas Llosa. Y había ese tipo de cosas que podían ser perfectamente normales, pero que para ellos era algo que no estaba dentro de lo que yo podía o debía…

    ORU: ¿Cuál fue la sanción, Lucila? Específicamente, en esa reunión, ¿qué acordaron ellos para sancionarte?

    LMM: Quedó como una primera advertencia. Eso sí me lo dejaron saber: que tenía que andar con cuidado. No te lo dejan saber con esas palabras específicas, pero es el mensaje subliminal que queda:  te estamos mirando de ahora en adelante; esto es una primera sanción, y puede terminar como tú no desearías. Y que iba a ser una amonestación dentro de la reunión departamental de la carrera. Algo un poco teatral porque, realmente, eso fue un punto dentro de la reunión, cuando lo hicieron como parte del protocolo. Pero eso no se detuvo allí; eso fue nada más un paso de lo que vendría después.

    ORU: ¿Qué vino después?

    LMM: Después vino que, de repente, comienzan a analizarme y a buscarme a mí, desde el comité de base de la Juventud [Comunista] primero, y a decirme que yo era militante de la Juventud, que por qué yo nunca había declarado eso, que por qué yo nunca participaba en las reuniones, que por qué yo no pagaba la Juventud… Y eso era algo que, desde que empecé a trabajar en la Universidad, no me interesaba, como tampoco me había interesado desde mi época de estudiante.

    ORU: ¿Y por qué entonces tu habías ingresado a la Unión de Jóvenes Comunista [UJC]?

    LMM: Yo me hago militante el 28 de enero, y eso sí lo recuerdo claramente, del año 2002.

    ORU: ¿Qué edad tenías tú?

    LMM: En el 2002, en ese momento, yo tendría como 17 años.

    ORU: Eras una menor de edad.

    LMM: Y como parte del proceso para pasar las pruebas de aptitud [para ingresar en la universidad]. Porque en el pre[universitario] me dicen que, si yo no era militante de la Juventud, no me aceptarían en las pruebas de aptitud, que era uno de los requisitos. De hecho, eso nos lo decían a todos. Después nosotros, estando en la carrera, supimos que eso no era verdad, porque había incluso compañeros… Dependía de la provincia, dependía de la escuela donde tú estabas: en el caso de Camagüey, eran bien estrictos con eso y, de hecho, en la prueba de aptitud había una casilla para que marcaras si eras militante de la UJC. Luego, yo supe que era tal cual, porque yo fui parte, siendo profesora en la Universidad, de la comisión de ingreso de pruebas de aptitud […]. Y no solamente [eso] era un requisito, sino también las ideas políticas: se trataba de sondear a los estudiantes para ubicarlos políticamente; eso era muy importante. Ejemplos de discriminación en […] las pruebas de aptitud hay varios, y yo fui testigo.

    ORU: Y eso puede hacer que un estudiante no acceda, aunque tenga muy buenas calificaciones, y muy buenas calificaciones en pruebas de ingreso, puede determinar que un estudiante no pueda acceder a una carrera como, por ejemplo, Comunicación Social o Periodismo. Es un veto.

    LMM: Es un veto. Y fíjate si no es algo que ellos tengan escrito en blanco y negro que varía dependiendo de la persona que esté en cada provincia, de cuán extremista son en cada lugar. Porque, si se aplicara para todos, no me hubiera encontrado yo con estudiantes, después en la carrera, [a quienes] no se lo habían requerido.  Era como una especie de presión que no se aplicaba igual para todos.

    ORU: Te llegaron a visitar clases; tú consideras que estabas siendo monitoreada ¿Cómo fue ese proceso de visitar tus clases?

    LMM: Eso no había sucedido. Y de momento comenzó el decano a visitar mis clases. Lo hizo en dos o tres ocasiones en un período entre el mes de abril y el mes de junio, después de casi dos cursos de yo ser profesora. Él nunca había entrado al aula. Y se sentó, así atrás, como un alumno más, a [tomar] las clases.

    ORU: ¡No fue con otros dos miembros de…?

    LMM: No, él solo.

    ORU: ¿E hizo un dictamen técnico al final de la visita a la clase?

    LMM: Sí, sí lo hizo y nada… Todo era muy teatral, muy protocolar. Era parte de algo… como que ellos estaban buscando una justificación ya para quitarme, para sacarme.

    ORU: ¿Hubo otra forma en la que él trató de acercarse a ti, de hablar contigo, de aproximarse?

    LMM: Por esa época fue en dos o tres ocasiones a mi casa, sin motivo aparente porque eran excusas.

    ORU: ¿Tú lo habías invitado a tu casa, le habías dado tu dirección?

    LMM: No, no, él se presentó, tocó a la puerta… Mi mamá lo recibió.

    ORU: ¿Cómo obtuvo tu dirección?

    LMM: Porque la tendría de mi expediente laboral, la buscaría, o la preguntaría. Yo era muy joven; ahora yo pienso en todas esas cosas… Estamos hablando [de que] yo tendría entre 23 o 24 años en ese momento. Y yo no le prestaba atención a nada de eso. Ahora, mirando hacia atrás es que… ¿por qué no me lo pregunté? Lo que sí me llamó la atención fueron esas visitas, de hecho; pero eso mismo de la dirección […] quizá, a lo mejor, supe en aquel momento si alguien se lo dijo, pero ahora, honestamente, no lo recuerdo […]. Yo creo que fue a visitar la casa, a ver dónde yo vivía, el entorno… Pienso yo.

    ORU: ¿Cómo es el proceso en que determinan que ya tú te tienes que ir de la Universidad?

    LMM: Indira Mariño me cita a una reunión, y le piden a una compañera de trabajo, amiga cercana mía —había estudiado conmigo en la Universidad también— que me acompañara para que fuera de testigo. Ella no quería. Yo le dije: «Para que sea otra persona, mejor que seas tú. Vamos conmigo, acompáñame, y ya, vamos a ver de qué va esto». Cuando llegué había tres personas: Indira Mariño y dos personas más que eran parte del secretariado de la UJC de la Universidad en aquel momento. Yo no los conocía y, realmente, los nombres de ellos no los recuerdo; pero sus caras las puedo recordar. Y allí se me analiza por el tema de la militancia, y [porque] ya yo había públicamente expresado que yo no quería ser militante de la Juventud: que sí, que yo había tenido mi carnet… —pero incluso yo, físicamente, no tenía el carnet: estando en la Universidad una vez, como algo de estudiantes, lo quemamos, y eso no existía desde entonces—. Y yo les dije que no, que no me interesaba seguir siendo de la Juventud.

    ORU: Y eso era una condición para ser profesora en la Universidad de Camagüey.

    LMM: Eso fue lo que ellos me dijeron. Que, si yo no era de la UJC o del Partido, yo no podía continuar como profesora de la Universidad de Camagüey, específicamente en la carrera de Periodismo.

    ORU: Lucila, ¿hubo un proceso legal? ¿Tú tienes la resolución rectoral con tu expulsión, o algún documento…? ¿Cómo fue ese proceso?

    LMM: Ese día lo que me dan a firmar a mí es el acta de todo el análisis, de lo que habíamos hablado. Y me dijeron que sí, que si yo no lo deseaba pues, bueno, que estaba dada de baja. Eso tiene un proceso: eso de dar de baja a alguien de la Juventud es algo que no es normal. Los detalles, así específicamente, todo lo que me dijeron… mucho lo he perdido porque como que lo he bloqueado también. Sé que al final me dieron a firmar, y una de las cosas que decía era que yo estaba de acuerdo en que si no era de la UJC pues entonces no podía ser profesora de la carrera de Periodismo. Yo les dije: «No, yo no estoy de acuerdo. Ustedes son los que lo están diciendo». Y ella me dijo: «No, pero es lo mismo porque es una carrera político-ideológica, y tú lo sabías cuando la estudiaste y cuando viniste a trabajar aquí. Es parte de una carrera político-ideológica, y tú no puedes dar clase, ser docente, si tú no estás afiliada políticamente con el Partido Comunista, con la Unión de Jóvenes Comunistas».

    ORU: Lucila, ¿nadie te informó de la existencia del órgano laboral de base, de las instancias de apelación? ¿Te dijeron que podías apelar la decisión?

    LMM: Realmente, creo que yo no estaba dispuesta a seguir en un entorno tan hostil, en el que uno tuviera que mentir para sobrevivir, dejar de ser la persona que uno es, o las ideas que uno tiene: callarse y vivir mirando por encima del hombro. Porque ya esos últimos días de la Universidad yo los recuerdo así. Yo subía las escaleras con miedo: qué será hoy. Porque todos los días era algo, y como que me sentía incómoda. Y cuando eso sucede yo lo sentí, de alguna manera, como una salida para mí. Yo dije: pues me voy; no me quieren aquí, pues me voy. Yo tenía 24 años.

    ORU: Lucila, disculpa porque yo estoy abordando una etapa de tu vida [sobre] la que tú misma que has bloqueado muchas cosas como un mecanismo de defensa…

    LMM: Es la verdad.

    ORU: Te estoy pidiendo disculpas desde hace rato, y te las reitero. Pero, bueno, tenemos que hacer memoria porque creo que va a llegar el momento en que estas cosas no van a ocurrir. Lucila, […] cuando tú sales de la Universidad de Camagüey, del curso regular diurno, de profesora, ¿qué pasa contigo? O sea, ¿de qué manera tú empiezas a ganarte la vida? ¿Cómo tú tienes que reorientarte —porque ya tenías un proyecto dentro de la vida académica, un camino…—? ¿Tú estabas haciendo ya la maestría?

    LMM: Sí. Yo estaba en los primeros módulos de la maestría […], y automáticamente pierdo el derecho a seguir dentro de ella, terminando el curso —de hecho, los estudiantes no estaban en la Universidad en ese momento; estaban de práctica, porque ellos al final del semestre hacían prácticas en los medios; eso ocurrió sin los estudiantes en la Facultad—. Nada, estoy sin trabajar desde entonces hasta el año siguiente, en el mes de febrero, que un compañero de trabajo de la Universidad, Sandy López González —estaba de sabático en la Universidad, en un doctorado—, me dice: «Luci, llégate al CITMA que la persona que atiende comunicación se va a retirar». Entonces yo fui y me entrevistaron, y de entrada no me dieron la posición.

    ORU: ¿El CITMA es el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente?

    LMM: Sí, específicamente la Delegación Provincial del CITMA en Camagüey. Entonces comencé y al tiempo ya sí me ubicaron como directora de Comunicación. Y allí me sentí muy bien. El entorno era súper bueno, las personas… Era completamente diferente el entorno al de la Universidad; incluso sentía que […] tenía más empatía, más puntos de contacto con esas personas, que no eran del mundo del periodismo, de la comunicación, que lo que sentí dentro de la Universidad. Comienzo a trabajar allí en febrero o marzo, y cuando va a comenzar el nuevo curso ese mismo año, 2010, Sandy me dice que si quería trabajar en la «Universalización», específicamente en el municipio de Camagüey, en una Sede Universitaria, en la Avellaneda, dando clases de Teoría de la Comunicación. Enseguida me gustó la idea porque, como quiera que sea, yo me había quedado enganchada con aquello. Pues yo lo hice. Comencé en septiembre. Creo que era una o dos veces a la semana, en las tardes. Cuando yo salía del CITMA iba para allá. Quedaba muy cerca, porque está ahí mismo, en el centro de la ciudad. Y pasó un mes, y pasaron dos, y en el mes de noviembre, poco antes de mi cumpleaños, ya era evidente que no me estaban pagando: no me habían pagado en septiembre, no me habían pagado en octubre… No era mucho dinero, pero juntos ya dos, tres meses… Yo decía: qué pasa. Nadie me decía, nadie se atrevía. Sandy, que incluso no estaba en ese momento ligado a la Universidad porque estaba de sabático para su doctorado, es el que se toma el trabajo de ir hasta allí y decírmelo.

    ORU: ¿Qué fue lo que te dijo Sandy?

    LMM: Sandy me dijo que lo que estaba sucediendo era que Tel no había firmado mi contrato; que él era el que firmaba los contratos, y que él se había negado a firmar mi contrato…

    ORU: Tel Pino Sosa, el decano de la Facultad de Comunicación Social.

    LMM: El mismo que guio todo mi proceso en la Facultad, y el que me entregó a la Juventud, porque fue la Juventud quien finalmente ultima mi salida. Él me dice ese día que yo no podía dar más clases en toda la Educación Superior. Yo pensé incluso que era como ponerlo muy grande; no lo pensé con ese alcance así. Yo nunca más lo intenté en ningún otro lugar después… Pero que así me mandaba a decir él: que yo no solamente estaba expulsada de la Universidad de Camagüey, sino de la Educación Superior como docente: que yo no podía volver a trabajar en ningún centro de Educación Superior.

    ORU: Sin embargo, no hay un documento; nadie te dio un documento que […] legalizara esa situación.

    LMM: No, nadie me entregó nada que dijera que por tal o cual razón yo no podía, tampoco, dar clases en Universalización. Y tampoco me pagaron esos meses.

    ORU: ¿Cómo podías estar en ese lugar, empezar el curso, y estar dos meses y un poco más impartiendo docencia sin percibir salario? Es una ilegalidad. O sea, ¿esta persona, la jefa de carrera, estaba al tanto de esa situación?

    LMM: Sí. De hecho, ella era mi persona directa: a ella era a la que yo le preguntaba qué pasaba, y ella se desentendía y me decía que no sabía: «No sé. Pregúntale a Tel». Yo iba todos los días; nadie me lo decía. Y era algo que estaba ocurriendo a mis espaldas; nadie quería decírmelo. No sé si por resolver la situación: la carencia de profesores […]; tenían veterinarios dando clases de Comunicación Social. Y yo pienso que era por eso: por la precariedad que tenían en ese momento. Sandy sí fue y me dio la cara. Yo recuerdo: estaba subiendo para entrar mi bicicleta a la escuela cuando él me dice: «No, Luci, no entres. Tel no ha firmado tu nómina, tu contrato. Él dijo que no puedes trabajar, que más nunca puedes trabajar». Pero yo: «Cómo, cómo, cómo… Explícame». Y entonces es cuando me dice que no era solamente en la Universidad de Camagüey sino en la Educación Superior en Cuba: no podía volver a trabajar. Nunca me pagaron. Estaba lloviendo ese día, me acuerdo, y me fui mojando así mismo. Yo creo que ya desde ese día yo empecé a pensar en irme de Cuba, porque yo me sentí humillada. Uno se siente muy frustrado, se siente humillado. Y quizá un poco de orgullo, también: no estar suplicando una cosa que por derecho… que es una arbitrariedad. Y que no sientes apoyo de las personas; el que quizá piensa como tú no tiene la valentía de apoyarte. Y estás solo. En mi caso, particularmente, lo que hice fue alejarme.

    ORU: Tú estabas trabajando en la Delegación Provincial del Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente. ¿De ese trabajo tú también tuviste que irte […] o te pudiste mantener ahí?

    LMM: No. De ese trabajo tuve que irme también. Y ahí hubiera podido quedarme; realmente, ahí me sentí como yo creo que no me he vuelto a sentir en otro lugar. Las personas, el entorno…

    ORU: ¿Qué hacías ahí, específicamente?

    LMM: Comunicación. Relaciones públicas: yo atendía todos los eventos. La comunicación institucional, específicamente. En uno de los eventos que preparé […], me encuentro con Tel Pino Sosa, el decano de la Facultad —todavía en ese momento— de Periodismo.

    ORU: ¿Él fue al evento porque lo invitaron?

    LMM: No. De hecho, él fue al evento porque… después supe que él acostumbraba [a ir] dondequiera que había un evento y se podía […] disfrutar de la comida, de la fiesta; él estaba porque su esposa era Mayra González, la directora de Medio Ambiente del CITMA en Camagüey. Él asistía a esos eventos junto con ella.

    ORU: ¿Él te vio en el evento?

    LMM: Él me ve en el evento y me saluda como si nada hubiera pasado, como si yo fuera una amiga de él o una persona cercana a él. Y yo apenas lo saludo, evidentemente, porque él para mí era todo menos eso. Muy próximo a eso, podría decir que dos o tres meses después, se sienta conmigo Alexis Díaz del Risco, el director de Seguridad Informática de la Delegación del CITMA, con toda mi comunicación personal, con mis accesos a internet filtrados. Una de las cosas que recuerdo que me censuraron mucho… Era la época de los blogs: Yoani Sánchez tenía un blog que se llamaba Generación Y; [un compañero mío,] Ernesto tenía uno que se llamaba El pequeño hermano; Henry tenía uno que era de diarios de viajes.

    ORU: ¿Henry Constantín?

    LMM: Henry Constantín. Y todos esos accesos, me dijeron, qué era eso, por qué yo interactuaba… Completo Camagüey, otro amigo mío, Yodel Pérez Pulido, tenía otro blog. Y todos eran contestatarios. Eso fue una de las cosas. Aparte, mis correos, todos abiertos: correos con amigos que no eran queridos por ellos, como Pulido, que ya estaba en el exilio porque lo habían sacado del periódico [provincial]: bien escandaloso fue aquello, y todo el mundo sabía quién era Pulido, y mi relación con Pulido de amistad, mi relación con Henry… Todas esas cosas fueron puestas sobre la mesa: correos míos personales, con amistades mías que estaban fuera de Cuba ya, y mis intenciones también de irme… —en aquel momento, lo había puesto en pausa, porque yo tenía ya la nacionalidad española, un pasaporte español; era cuestión de decidirme a dar el paso.

    ORU: Alexis puso toda esta comunicación personal tuya… ¿para qué? O sea, ¿[…] él estaba llevando […] un proceso de monitoreo con qué objetivo?

    LMM: Me dicen que yo estaba haciendo un uso inapropiado de los recursos del CITMA, que el internet no me estaba dado a mí para que yo lo utilizara para visitar esos sitios. Incluso tenían el tiempo que yo estaba en cada página. Y, por ejemplo, si yo había visitado el Miami Herald. Imagínate, Internet para mí era una cosa mágica; cuando yo llegué a Estados Unidos me pasé 48 horas en Internet: era como adrenalina. Y en aquel momento también en el CITMA, porque uno no tenía esa posibilidad. Y eso era una puerta para mí. Cuando yo empecé a trabajar en el CITMA, tenía buen acceso a Internet y yo buscaba constantemente: incluso buscaba cosas de Cabrera Infante, que durante años no había podido saber muchas cosas de él —ya estaba muerto Cabrera Infante cuando aquello—, de Vargas Llosa también, que era uno de mis escritores favoritos. Todas esas cosas que pueden parecer muy sencillas, muy simples, fueron objeto de cuestionamiento. Y recuerdo que Andrea —ella es ahora delegada del CITMA en Camagüey; era la directora de Ciencia— me dice: «Puede incluso que yo esté de acuerdo contigo en algunas de estas cosas, pero yo no te puedo aceptar eso. Me disculpas, mi niña…». Muy así, muy gentilmente, muy cariñosamente, pero me dice: «Esto está fuera de mis manos»; como diciendo: «Esto es algo que está mandado a hacer; esto está más allá de mí porque…». Por qué razón llevaban ese seguimiento. Con tantas personas en el CITMA, precisamente yo.

    ORU: ¿Y te botaron?

    LMM: Lo primero que me dice es que ya yo no podía seguir en mi puesto, que ella iba a ver qué podía hacer por mí; así como una caridad, como algo así para tratar de ayudarme. Y yo, como nunca, me sentí violentada, me sentí… Porque están leyendo tus cosas personales; están viendo todo: cosas mías, de mi familia, correos con amistades, todo… Es como si te hubieran desnudado por dentro, como si te estuvieran mirando por dentro. La sensación fue muy incómoda. Y yo ese día salgo de allí, y ella me dice: «Yo te llamo». Nunca más me llamaron. Nada. Nadie me llamó, nadie me dijo nada. Y ya…

    ORU: ¿Te volviste a quedar sin trabajo?

    LMM: Me volví a quedar sin trabajo.

    ORU: ¿Qué hiciste cuando te volviste a quedar sin trabajo?

    LMM: Todo mi esfuerzo para ver cómo me iba de Cuba. Llamé a un amigo, Javier Fernández. Le pedí que me ayudara; [le dije] que yo no tenía el dinero para pagar el pasaje para venir para acá, pero que yo quería irme de Cuba cuanto antes. Él me pregunta: «¿Estás segura de lo que vas a hacer?». Y yo le digo: «Sí». Y no he vuelto más nunca a Cuba desde entonces. Y mi mamá desde ese día sabía que más nunca iba a regresar a Cuba, porque yo se lo dije.

    ORU: Saliste no solo de la vida académica sino de la vida profesional, y saliste definitivamente de Cuba. En este caso, muy joven. Eres un caso de una profesora universitaria muy joven —creo que probablemente la más joven de todos mis entrevistados, como profesora—. ¿Cómo tu familia asumió el tema del acoso al que tú estabas siendo sometida? ¿Cómo pudiste sobrellevar esa situación con respecto a la relación familiar?

    LMM: Yo siempre tuve apoyo de mi familia. De hecho, mis ideas, mi manera de pensar independiente, como individuo, yo pienso que se la debo a mi familia. Y consecuentemente ellos siempre me apoyaron. No me reprocharon cualquier cosa o cualquier actitud. Eso nunca ocurrió en mi familia, por parte de nadie.

    ORU: ¿Ellos sufrieron alguna consecuencia?

    LMM: Que yo lo pueda probar, no. Pero en medio de todo esto a mí mamá le hacen un registro. Y fue una cosa bastante perturbadora para mí: así, sin notificación, sin nada, absolutamente todo lo revisaron, todo, todo, todo; no dejaron nada por revisar. Y eso fue una experiencia bastante desagradable. Cuando unos días, unas semanas después, sucede lo del CITMA, yo temo por mi mamá también. Yo siempre fui muy temeraria, yo personalmente nunca tuve miedo; eso sí es verdad, y quien me conoce sabe que estoy diciendo lo cierto: yo decía las cosas sin pensar en consecuencias —es que se tardó mucho en pasarme algo—. En la universidad yo siempre fui bien abierta; no me escondía para decir los libros que leía, lo que yo pensaba; era cuestión de tiempo. Pero cuando se [trató] de la familia sí me puse un poco temerosa de que mi mamá pudiera pagar las consecuencias. Específicamente, mi mamá.

    ORU: Llegaste aquí a los Estados Unidos; has podido encauzarte profesionalmente en este país. Ahora, Cuba está viviendo un momento particularmente álgido en cuanto a su situación política, social, económica, incluso epidemiológica, todas juntas. De cara al futuro, en una Cuba [con] un Estado de derecho, ¿crees que tendrías algo que aportar?

    LMM: Haciendo una salvedad: no creo que yo pudiera volver a vivir en Cuba. Llevo casi diez años acá y he terminado de crecer, de madurar, de formar mis ideas de este lado. Y sí estaría dispuesta a hacer cualquier cosa por Cuba y por una mejor Cuba y por el futuro de Cuba, pero […] al cien por ciento vivir en Cuba no creo que pudiera volver a hacer. Porque, desgraciadamente, uno se desarraiga y […] llega a sentir que no pertenece ni a allá ni a acá, y queda como en un limbo, […] ese es el exilio.

    ORU: Lucila, ¿cómo tú te imaginas la universidad en Cuba, en Cuba libre, con derechos? ¿Cómo tú te imaginas, por ejemplo, la Universidad de Camagüey?

    LMM: Lo primero que quisiera es que estas mismas cosas sean automáticamente documentadas y perfectamente guardadas para que no vuelvan a suceder, para que no se repitan. Porque ese es el sentido [..] de la historia: que no se cometan los mismos errores. Y que sea plural. Que todo el mundo tenga un espacio, todo el mundo quepa; que haya un espacio para todas las ideas, para todas las religiones […] lo que ha sucedido con Cuba: la familia se ha dividido, el país se ha dividido a causa de una ideología y de un partido.

    ORU: Te agradezco infinitamente. Además, porque, vuelvo y repito, yo sé que estoy tocando un lugar difícil. Muy agradecida, Lucila.

    LMM: No, a ti.

    ORU: Viniste de Kentucky hasta aquí. Estamos además a unos pasos de la Ermita de la Caridad.

    LMM: Javier y mis amigos acá saben que las veces que he venido a Miami siempre ha sido por motivos de Cuba. Nunca he hecho turismo en Miami. Jamás. Siempre que he regresado, he regresado por razones de Cuba.

    ORU: Muchas gracias, Lucila.

    LMM: A ti.

    *Octava entrega de la serie de entrevistas titulada «El color de las ideas».

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