Carlos Lechuga: «Al poder no le interesan los cubanos, ¿cómo les va a interesar el cine?»

    El pasado 10 de junio el programa Espectador Crítico de la Televisión Cubana transmitió el documental La Habana de Fito, de Juan Pin Vilar. El material era una versión pirateada, y la acción se llevó a cabo no solamente sin la autorización del equipo de realización, sino con la previa advertencia de este de no hacerlo. Estamos ante el último de los numerosos eventos de exclusión tácita, censura y represión que han sufrido cineastas y profesionales vinculados al mundo del audiovisual cubano. El parteaguas generado por la reacción del gremio preparó el terreno para debatir nuevamente sobre la injerencia de instituciones como el ICAIC, la vulneración de la propiedad intelectual y del derecho de autor por parte del Ministerio de Cultura, así como acerca de los límites reales del cine independiente en Cuba.

    Las acciones derivadas de este suceso no han estado exentas de polémicas, pero todas tienen en común la denuncia del uso indebido del material por parte de las autoridades culturales, no solamente como un ejercicio ilegal, sino también como una represalia deliberada de la institución para atentar contra una obra incómoda a la narrativa oficial cubana. Sobre todo, ha sido el detonante para que se rearticule el gremio de cineastas en la isla, quienes han convocado a varias reuniones y encuentros con los comisarios involucrados. Sobre el alcance real de este espacio en pugna, el desarrollo del gremio audiovisual y la salvaguarda del patrimonio cinematográfico, el ODC conversó con varios intelectuales y creadores haciéndoles siempre las mismas preguntas. Hoy presentamos la conversación que sostuvimos con Carlos Lechuga.

    En los años recientes el espacio cultural cubano se reubica en pugna con la administración cultural de la Isla. Actualmente es el gremio audiovisual el que ha retomado demandas y exigencias frente al inmovilismo y la censura institucional. ¿Cómo calificas la salud de este nuevo espacio de interlocución? ¿Qué ventajas y desventajas consideras que tiene respecto a otros emplazamientos realizados por artistas en tiempos recientes como el 27N?

    A mí me cuesta mucho ser optimista. Yo tengo la sensación de que una bomba atómica cayó sobre la Isla hace tiempo. La salud de todo es pésima: no hay país. Ese país se acabó. Entonces, todo tipo de diálogo de ese tipo me parece o me lleva a 1980. No puede ser que en el 2023 se estén planteando temas o se converse desde la misma ingenuidad que en el año 70. No sé. Yo entiendo que hay que hacer algo, pero realmente me parece todo una gran tontería, cuando no hay ni pan para comer. Han acabado con la familia cubana. La han dividido de una manera casi irrevocable: los que no están presos, están muertos o en otro país. La Habana es una ciudad muerta. Entonces nada, a veces escucho alguno de los planteamientos y me digo: tenemos lo que nos merecemos. Dialogan con personas que están dando golpes e ingenuamente piden una tontería y luego se van a casa contentos como si hubieran hecho algo maravilloso. Y ojo, lo digo desde el dolor porque yo también estuve allí…

    No le veo ventajas. El 27 N fuimos voluntariamente y hubo un momento real y hermoso. Se tomó una calle. Este tipo de negociaciones y asambleas actuales pasan en cines o salones de la institución. Los cubanos sueltan sus emociones, los funcionarios anotan, pasan las notas a la Seguridad del Estado y luego allá arriba hacen lo que les da la gana sin contar con nadie.

    En el poder a nadie le interesa el cine cubano, no les interesan los cubanos, ¿cómo les va a interesar el cine?

    En respuesta a la denuncia pública en defensa de Juan Pin Vilar, el Ministro de Cultura cubano ha dicho: «Muy interesante el debate acerca de la exhibición en la TV pública y gratuita de Cuba de La Habana de Fito. Es un soliloquio. Los mismos 4 gatos que en nombre de la libertad gritaban una censura inexistente, ahora, en nombre del mercado, se pronuncian contra la exhibición.» ¿Cuál es tu opinión sobre esta postura institucional?

    A mí un ministro de cultura me trató de comprar. El ministro de cultura actual golpeó a un muchacho delante de las cámaras de todo el mundo. Luis Manuel Otero está preso. ¿Qué más hay que esperar? De ese ministro, de la institución, no se puede esperar nada más. Son unos abusadores, son un ministerio que está hermanado con el Ministerio del Interior. Toda la cultura que tiene luz verde es la que no tenga nada crítico ni que muestre la realidad de lo que se vive en Cuba. Es un ministerio donde solo hay fantasía y viejos, huesos y muertos. Más nada. Lo que pasa es que el ministerio sabe que hay gente que se deja comprar, sabe que los artistas son gente pacífica, sabe que no va a pasar absolutamente nada, y andan por la vida así, diciendo lo que les da la gana, golpeando.

    Hay una cosa, cada vez se quedan más solos. Nada más hay que verlos. Son unos impresentables. 

    Carlos Lechuga / Foto de cortesía

    ¿Qué recursos crees que le quedan a los artistas e intelectuales cubanos dentro y fuera de Cuba ante esta dinámica de poder? ¿Es la tan discutida Ley de Cine uno de ellos, por ejemplo? ¿Qué demandas crees que no podrían faltar en este documento? ¿En su defecto, qué garantías reales consideras que tiene la Ley 373/2019 del Creador Audiovisual y Cinematográfico Independiente?

    Yo creo que no se puede perder tiempo en reuniones. Yo creo que hay que tratar de hacer el cine, el arte, de la manera más independiente posible. Denunciar cuando ocurra este tipo de evento y dejar la inocencia y la esperanza hacia esta gentuza. Yo mismo me comí mil reuniones, acepté términos de ellos, y al final uno sale perdiendo siempre. En la mente nadie manda, así que nada, a trabajar. Hay que hacer un arte y sobre todo no perder el tiempo ni desgastarse con esa gente que ya está muy muerta. ¡Hay que mantenerse vivo para ver el final de esos muertos!

    Desde el 2020 el ICAIC publica la convocatoria al Fondo de Fomento del Cine Cubano, destinado a «promover el crecimiento y la diversidad de las artes cinematográficas, como base del proyecto social cubano». ¿Qué lecciones nos deja la administración y asistencia legal de este financiamiento en las obras que compitan? ¿Hasta qué punto podemos hablar de cine independiente en Cuba? ¿Cuáles son, a tu modo de ver, los requisitos y límites del cine independiente en un contexto sociopolítico como el cubano?

    Yo toda la vida he hecho cine independiente y para mi última película aplicamos al Fondo y lo ganamos. Gracias al Fondo pude hacer mi película. ¿Qué pasa? Que en el momento en que íbamos a filmar ya ese dinero se había devaluado porque toda la restructuración económica acabó con todo. Entonces, hacia el cine cubano, siempre, pero siempre, hay una inversión de energía desde el Estado, que es mínima con respecto a los grandes planes del país. Por lo que me parece que no tiene sentido que luego de siete años defendiendo la Ley de Cine y el Fondo, en el momento en que se va a hacer realidad, el país se salga con algo más grande y tire a mierda tantos años de trabajo. 

    Yo fui al ICAIC, mostré mi película y así y todo luego la censuraron. La sensación que te deja es bastante amarga. Da igual como le llames: independiente, artesanal, dependiente, cine vendido y comunista, da igual como lo llames, la realidad es que el instituto de cine llega un momento en que no tiene la autonomía para defender o no a un cineasta. Siempre recibe ordenes de más arriba. ¿Entonces, para que existe?

    A mí nadie me puede decir que yo no hago cine independiente. Pero al mismo tiempo, me importa tan poco la terminología, que la puedo regalar. Hay personas que tienen ciertos privilegios y hacen un cine artesanal y dicen que yo no hago cine independiente. Hay gente que trabajaba para el ICAIC y desde el ICAIC hacían cosas y se llaman cine independiente y a mí me dicen que yo no hago cine independiente. ¡A esta gente le regalo la terminología! Me da igual.

    Para mí siempre el cine independiente ha sido un cine que tanto económicamente como formalmente no tenga nada que ver con la industria. Yo me considero un director independiente. A mí el ICAIC nunca me ha dado dinero de a dedo para hacer cine. El país abrió un Fondo, como mismo lo abrió Chile o Colombia, y uno desde su productora independiente aplicó. Como vivimos en ese país de mierda, enseguida todo se jodió y el Fondo fue abducido por esa gente. Años de discusión para nada, por eso digo que no se puede seguir discutiendo. Ahora, para mí ese Fondo era de los cubanos, porque los cubanos fueron los que se reunieron para pedirlo. Era un derecho. ¿Por qué ahora no creo en nada de eso? Porque pude ver en carne propia lo que hicieron desde el gobierno.

    Entonces, sí creo que hay un cine independiente, a pesar de que caiga en trampas y siempre el gobierno trate de destruirlo. Si hay tres estudiosos, que dicen que X es independiente y que Y no, me la suda; porque lo que la vida me ha demostrado es que poca gente sabe realmente lo que es el cine independiente. Como decía un amigo: ¿Independiente de qué?

    La Muestra Joven fue otro evento que tuvo su culminación debido a la censura sostenida por parte del ICAIC, un espacio insignia en la divulgación del patrimonio cultural y en el desarrollo del audiovisual joven. ¿Qué lección crees que nos deja el divorcio entre creadores e instituciones que debieran velar por los derechos de creación de los primeros? 

    La Muestra surgió en el ICAIC. La muestra tenía una oficina del ICAIC, era pagada por el ICAIC. NO entiendo a la gente que habla de la Muestra como si fuera una cosa que no fuera del Estado. La Muestra no fueron cuatro amigos que hicieron un festival en una casa. La Muestra era del ICAIC y pasaba en la sala del ICAIC. Que luego un grupo de jóvenes decidiera enfrentar la censura y rompieran con el sino de los trabajadores anterior del ICAIC, que no se quejaban… eso es otra cosa. Pero la Muestra fue siempre ICAIC y la Muestra dejó mucha gente afuera siempre y no pasaba nada. Hay gente muy independiente que censura también. 

    Lo que te digo, poca gente realmente sabe cómo funciona el cine en Cuba.

    En los últimos años ha aumentado la cantidad de creadores audiovisuales emigrando para buscar nuevas oportunidades. En su mayoría son artistas que sufrieron eventos de censura en Cuba, en torno a la Muestra Joven, por ejemplo, y cuyas obras actualmente engrosan eventos y festivales internacionales. ¿Cuán responsable consideras que es la administración cultural cubana de que la mayor parte de la producción cinematográfica joven no esté realizándose ni exhibiéndose en Cuba? 

    ¡El país se acabó! No solo los cineastas, los ordeñadores de vacas, los carpinteros. Todo el mundo se ha ido. Ese país está muerto y no lo quieren acabar de enterrar. Apestoso, lleno de moscas, lo siguen sacando a lecturas de poesía, bailables y festivaluchos de cine, cuando la peste no se la quita nadie. Los gobernantes mataron al país y destruyeron la salud del ser humano cubano. La muestra, el cine, el patrimonio viene después… ¿Qué humanos están dejando? ¿Dónde hay vida?

    ¿Qué medidas son para ti las más urgentes que el gremio del cine, o en general todos los profesionales vinculados a la cultura cubana, debieran tomar?

    Yo creo que el gobierno se tiene que caer.

    El ICAIC acaba de anunciar la salida de Ramón Samada de su presidencia y el nombramiento de nuevos dirigentes culturales a cargo del Instituto y de la EICTV. ¿Cuál sería su interpretación de tales movimientos?

    Me da absolutamente igual, ese, el anterior, eran puestos a dedos. Ni tú, ni yo, ni los cineastas los escogimos. Un movimiento interno entre esos muertos que mandan y que han raptado el país me da igual. Repito: poca gente sabe cómo funciona el cine en Cuba, y menos gente aún sabe lo que significa un ser humano. Acabaron con los cubanos. Da penita.

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