Hace un año el joven fotógrafo cubano Ruber Osoria caminaba por las calles de Santiago de Chile fotografiando el arte y la rebelión sobre los muros de la ciudad.
El 18 de octubre de 2019 las agencias de prensa habían informado de un «estallido social» que durante los meses siguientes lanzaría al ruedo histórico a miles de jóvenes, y que estremecería las bases del establecimiento político chileno, surgido tres décadas antes, al cabo de la dictadura militar de Augusto Pinochet.
Por los días en que Osoria tomaba estas fotos ya habían amainado un tanto las manifestaciones iniciales, multitudinarias, animadas por la chispa de lo imprevisto y sostenidas por una emoción rápidamente compartida. El caos de la protesta y la represión desplegada por las fuerzas del Estado habían dejado ya más de una treintena de muertos y varios miles de lesionados.
La «primera línea» de jóvenes sublevados continuaba ocupando la ahora llamada Plaza de la Dignidad, bebiendo, fumando, custodiando el pedazo de acera donde cayó un compañero, desempotrando adoquines, esperando la próxima carga de gases lacrimógenos y chorros de agua que lanzarían los carabineros. Estaba por llegar la pandemia.
Osoria retrataba —por segunda vez— las imágenes de los muros: mujeres, jóvenes, perros, santos, cristos libertarios y sangrantes, proclamas feministas, escenas de represión, llamados a la resistencia, imprecaciones contra los poderosos…
Se trata, anota el fotógrafo, de un movimiento artístico que emergió en plena oleada de protestas, y cuya «vitrina expositiva eran las paredes de las calles de Santiago».
Pegatinas diversas, esténciles, fotografías, grafitis, muralismo pictórico… Según Osoria, muchas de estas creaciones —de impronta colectiva— han sido recogidas en «el primer museo del estallido social»
«El arte es una cuchilla de doble filo; los gobiernos saben el poder que tiene el arte», dice todavía Ruber Osoria. «Como en Cuba ahora… con los jóvenes artistas que han salido a las calles, y que leen poemas…»
En octubre último, el 78 por ciento de los votantes chilenos dieron mediante plebiscito su aprobación para cambiar la Constitución vigente desde 1980, cuando la dictadura contaba apenas siete años de horror.
(Fotografías autorizadas por Ruber Osoria).