Querida Jacksonville:
No te conozco, no, no te conoceré, pero ahora eres de mi absoluto interés.
Apenas imagino tu clima, aunque acceda al sitio web: «Visit Jacksonville: Official Travel Website for Jacksonville FL». Porque sudo la gota gorda mientras escribo y la imaginación se agarra de rituales y radares al alcance de un dedo. Apenas puedo imaginar cómo es tener a Jenny, mi amiga fotógrafa, contigo. Ella es la causa de que te conviertas en una ciudad que me atañe.
Hice zoom en tus detalles aparentemente perfectos, y es inevitable que no te piense como un documental sobre la lejanía que se edita precipitadamente, a partir de excusas como un grafiti o un exuberante árbol.
Nunca las distancias fueron tan imprecisas ni tan difuminadas.
Nunca decir «lejanía», tan usual y perceptible. El sujeto atravesado por vías de comunicación que pesan kilobytes no necesita maquillaje, sujeto cortado y pegado, re-presenta un rompecabezas que te invita a escribirle una carta. Querida ciudad que no conozco, tengo la sospecha de que Jenny ha podido cartografiarte para mí.
Fue fácil preguntarle a Google «¿es buena idea irse a vivir Jacksonville?»: «[…] is a great place to live if you’re looking for a reasonable cost of living, plenty of beach access, a Southern feel, and a new home in the Sunshine State».
Me tranquiliza esta respuesta, aunque, de tan facilona, aburre, por eso me pregunto: ¿qué será de Jacksonville y su doble?, ¿su espesura y opacidad en las postales perfectas de una mujer extraña instalada in a new home in the Sunshine State?, ¿qué decir sobre tu serenidad, tu quietud, tus bicicletas?, ¿qué te puedo decir tan acalorada, cuando tú te ves tan fresca y habitable?
Accedo al Google Drive que me envía Jenny: «Fotos Jacksonville».
Cualquier lugar es mejor que aquí, podría decirse a tu favor, ese «aquí» llamado La Habana. En hogares y vitrinas: todo exterior, todo día, nada me interesa más que la lejanía, la espesura o la opacidad.
En Cuba, Jenny se movía en una bicicleta y retrataba mayormente a modelos, familias y artículos de negocios privados en su estudio para pagar el alquiler del espacio. También hacía foto fija en videoclips de famosos. A mí me gustó muchísimo el audiovisual que hizo de manera independiente y que rodó en un central azucarero abandonado. Me parece que en ese material cabía la tristeza de una generación que no entiende por qué «aquí», hace referencia a una maquinaria oxidada y feísima.
En Cuba, Jenny vivía con su novia y sus dos gatos.
En Cuba, Jenny miraba la realidad con dos ojos pequeñísimos y verdes, y conseguía ponerle un rostro y una luz circular hipnótica. No es atrevimiento decir que en esas fotografías de estudio ya existía esta melancolía tuya, aquella que exhiben el roble real y una casa centenaria, aquella que es sustraída del tiempo, la teatral, la que manifiesta un horizonte Southern feel.
Hastiada de todo, querida Jacksonville, ella fue hasta ti. La acogiste para que sufriera un dolor grandísimo sentada en el patio de la casa de su primo al cumplirse exactamente un mes de haber llegado a tu pasto verdísimo, ese que me obnubiló por WhatsApp porque dieron ganas de poner la cabeza a reposar allí, allí donde el agua no debe ser ningún problema y el sistema de regadío apropiado para un reel aesthetic.
Es cierto que no supe consolarla tal como lo haces tú, Jacksonville, tú que eres todo novedad, todo sorpresa, todo remodelación. Las pastillas para calmar la ansiedad, los olores y los anuncios, incluso, el tiempo en ti, Jacksonville, que debe ser un tiempo calculado severamente por un pintor no muy famoso, pero muy preciso.
Las fotos que Jenny ha tomado manejan una cándida observación del tiempo extraño, ese que no dominamos, ese que se nos atasca cuando vemos por primera vez una ciudad del mundo y, por fortuna, hemos cargado con la cámara en la mochila. Así como llenamos la maleta de todo lo imprescindible para salir huyendo de aquí. Así como arrastramos un gato a una vida mejor, que terminará enfermando de tanto plenty que hay. Así como sabemos que somos objetos diseminados, también sabemos que no haremos una gran obra, sino una catártica y juvenil, romántica y evasiva, porque para eso salimos a caminar con una Canon RP, para aliviar la noción de totalidad, propiedad o autoridad.
Ella no desvía sus ojos de ti, Jacksonville. Es una mirada que se reinterpreta en ti, abandonándose también lentamente en desvíos y desvaríos. Es el arte (re)tocado el único arte detrás de las viñetas que me comparte. Ese que ella domina para eliminar imperfecciones del cutis, y que ahora se obstina en apreciar la magia de lo no extraordinario, lo simple y llano.
Jacksonville, «te estoy cogiendo el ritmo».
Jacksonville, «te estoy espiando».
Jacksonville, «te estoy caminando».
Se sabe que José Martí hizo un viaje en tren entre Baldwin y Jacksonville. Iba acompañado por el dominicano Fernando Figueredo Antúnez. Todo parece indicar que el 23 de diciembre de 1893 lo retrataron, lo dibujaron. Por supuesto, intenté encontrar ese dibujo, alguna evidencia de ese momento extraordinario, pero la mayoría de las cosas importantes no aparecen en una búsqueda en Internet, menos aún en una imaginación sudorosa y sin ducharse.
Jenny no puede escribirte un himno como el poeta, James Weldon Johnson. Ella solo puede aproximarse como extranjera, ese estadio liminal y anónimo, esa exploración que al familiarizarse con un entorno, con sus sillas vacías, sus banderas, su vegetación, comienza a desvanecerse porque el tiempo se ha revuelto para siempre, porque el tiempo para llegar a ti la aleja, la espesa, la opaca. Ten en cuenta que eres tú el primer lugar fuera de Cuba que ella conoce y que este desvanecimiento es una forma de rendirse ante tu belleza.
¿No es algo hermoso ser tan única y tan probable en la curiosidad de una fotógrafa, no muy famosa, pero muy precisa?
(Fotos autorizadas por Jenny Sánchez / Texto de Martha Luisa Hernández Cadenas).
Sencillamente HERMOSO!!!!! Y muy Emotivo
Gracias Martha Luisa. Gracias. Su relato ánima a saltar por esas terrazas a caminar esas calles que nadie polula.