Entendamos algo: la ciudad es una enorme gruta al aire libre (si algo así fuera posible: si es que por fin “esto es aire”; si es que ya hemos inventado “la libertad”) y es, al mismo tiempo, una pradera agreste donde todos estamos en peligro de extinción.
Mr. Myl (@mr_myl) no es un grafitero sino un artista rupestre, que es el único modo de ser contemporáneo de La Habana.
Anda por ahí acechando visiones como si se tratara de magníficos bisontes que luego pintará sobre los muros tercos de un lugar amenazado por la Historia.
Estas fotografías son la evidencia portátil de esa cacería exquisita, que tiene la doble carga del último y el primer gesto. Los grafitis de Mr. Myl (oníricos, epigramáticos, punk, pop, simbolistas, caucásicos, negroides, fitomórficos o monstruosos) insisten en anunciar la próxima glaciación, que arrasará definitivamente con esta época y traerá otra donde nadie sabe qué iremos a cazar.
Por ahora, Mr. Myl se dedica a torcer un poco la suerte de estos espacios urbanos y de la gente que sobrevive en los alrededores. No restaura, subvierte. El suyo es un arte forajido, clandestino, y por ello es siempre efímero. El muro cae al fin o la Ley viene a blanquearlo con su brocha gorda.
Graduado de San Alejandro, Mr. Myl lleva más de 10 años grafiteando La Habana; sus murales remiten, entre otras referencias, a artistas internacionales como Blu, Okuda, OSGEMEOS o Aryz.
Mr. Myl seguirá en lo suyo. Nosotros somos el resto de la tribu.
(Fotos cortesía del artista).
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