Iztapalapa nunca estuvo en la mente geográfica de los cubanos, pero en los últimos dos años ha sido el refugio de numerosos migrantes irregulares de la isla, quienes han encontrado alojamiento y trabajo en esta alcaldía de la Ciudad de México mientras esperan una oportunidad de ingresar a Estados Unidos a través del CBP One. Implementado a inicios de 2023, dicho programa habilita que extranjeros con alguna vulnerabilidad puedan solicitar desde México una cita anticipada en ocho puertos de entrada en la frontera sur estadounidense.

El nombre de esta municipalidad —ubicada en el este de la CDMX— proviene de la lengua náhuatl y se traduce como «en el agua de las lajas». Aquí habitan un millón 835 mil 486 personas, por lo que constituye la segunda demarcación más poblada del país (solo detrás de Tijuana) y la primera en la populosa capital mexicana. 

Luego de atravesar Centroamérica desde Nicaragua, Alex, Juan y Yuni* llegaron a Iztapalapa sin la más remota idea sobre este lugar. No sabían que está considerada la delegación más pobre y violenta de la Ciudad de México; tampoco imaginaron que pasarían meses aquí, esperando por una cita para ingresar a Estados Unidos. Pronto, no tuvieron más remedio que buscar trabajo para costear la estancia y, quizá, ahorrar algo antes de llegar al destino final.

Los tres jóvenes cubanos explicaron a El Estornudo que vinieron a parar en Iztapalapa gracias a contactos de amistades y familiares, o bien por cosas de la vida, como Yuni, quien se quedó sin un centavo al llegar a la gran ciudad desde Tapachula y fue acogido por un buen samaritano vecino de esta zona. Más tarde, esa persona también le buscó casa y trabajo en la colonia Escuadrón 201.

Para ninguno de ellos han sido fáciles estos meses, aseguran. Pasan la mayor parte del tiempo trabajando para «amortiguar» los costos de la migración irregular y la creciente incertidumbre por la demora en el proceso de las citas. Dicen que han visto a otros compatriotas suyos por la zona, en mercados o en la calle, buscando empleo tal como hicieron ellos tiempo atrás.

«Fe y paciencia» es el mantra que se repiten una y otra vez, mientras revisan la aplicación de CBP One. «No queda de otra», dice Alex, quien antes de salir de Cuba, a sus 25 años, solo conocía los montes de Yateras y un poco de la ciudad de Guantánamo, en el extremo oriental de la isla. «Yo nunca fui a La Habana, tampoco a la playa. Fui por primera vez a Santiago de Cuba el día que volé para Nicaragua. Y llegar de pronto a esta ciudad, a Iztapalapa, no fue fácil», cuenta. 

«El guajiro sigue asustado. Nunca he visto tanta comida en mi vida, tantas cosas en la calle, las luces, el metro…», confiesa.

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La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés) informó en su último informe mensual que hasta febrero más de 80 mil cubanos habían sido beneficiados con la política migratoria del parole humanitario.

El comunicado precisó que, «en concreto, 81 mil cubanos, 156 mil haitianos, 71 mil nicaragüenses y 97 mil venezolanos fueron examinados y autorizados a viajar», y que alrededor de 79 mil beneficiados cubanos ya se habían instalado en Estados Unidos con todas las ayudas previstas en ese programa. Desde enero de 2023, el mismo ha sido impulsado por la Administración Biden para garantizar entradas legales y seguras a territorio estadounidense y atenuar la severa crisis migratoria en la frontera sur.

En total, hasta fines de febrero de 2024, más de 386 mil personas de Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela recibieron el parole humanitario y evitaron así exponerse a una ruta migratoria, a través de varias fronteras, sembrada de peligros.

Asimismo, el informe detalló que, hasta febrero de 2024, más de 500 mil migrantes han entrado en territorio estadounidense a través de citas otorgadas mediante la aplicación CBP One, si bien, en este caso, las principales nacionalidades beneficiadas son la haitiana, la mexicana y la venezolana. 

Las cifras reportadas por la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos demuestran que —por una u otra vía; es decir, el parole humanitario, la ruta Nicaragua-México, el mar del Estrecho— continúa un éxodo de magnitud sin precedentes, que en los últimos años ha llevado a cientos de miles de migrantes cubanos al país del norte.

En marzo de este año, el Tribunal para el Distrito Sur de Texas desestimó una demanda para detener la adjudicación del parole a cubanos, haitianos, nicaragüenses y venezolanos.

Tal decisión permite a Estados Unidos continuar otorgando autorización de viaje anticipado a hasta 30 mil ciudadanos de esas nacionalidades cada mes, indicó CBP. A ello se suman las mil 450 citas en frontera que cada día se conceden mediante el programa CBP One.

Un estudio reciente de WOLA, una organización que investiga y promueve los derechos humanos en las Américas, señala que 425 mil migrantes cubanos llegaron a Estados Unidos en los años fiscales 2022 y 2023. Otros 36 mil presentaron solicitudes de asilo en México entre enero de 2022 y noviembre de 2023.

«En conjunto, estas cifras representan más del cuatro por ciento de la población cubana, lo que equivale a vaciar provincias enteras de la isla en solo dos años. Estas asombrosas cifras no tienen en cuenta los miles más que se han dirigido a Brasil, Rusia, Uruguay y otros países durante el mismo período», se lee en el análisis citado.

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Alex decidió a los 14 años que trabajaría en la finca de su padre en Guantánamo hasta que reuniera el dinero suficiente para irse de Cuba. A inicios de 2018, a los 20, ya tenía suficiente para comprar diez mil dólares. Sin embargo, el peso cubano comenzó a devaluarse y tuvo que esperar otros cinco años para reunir el dinero necesario. Finalmente, voló a Nicaragua y emprendió la travesía para llegar a México, donde luego intentaría seguir hacia Estados Unidos.

Durante 11 años, Alex fue un campesino destacado en Monte Verde, un Consejo Popular rural ubicado en la parte más alta del municipio de Yateras, en el altiplano del grupo montañoso Sagua Baracoa. Junto a su padre levantó una finca de más de una caballería de tierra, fomentó una vaquería con 40 cabezas de ganado vacuno y sembró ocho hectáreas con frijoles, yuca, malanga y vegetales.  

Por más de una década estuvo juntando cada centavo de sus cosechas y, tras el fallecimiento repentino de su padre, en septiembre de 2023, decidió que era hora de emigrar. Vendió todo lo que pudo, regaló su casa de campo, y abandonó toda la tierra que había desbrozado y surcado para ir a conocer los famosos «volcanes» nicaragüenses.

El 2 de octubre de ese año, Alex aterrizaba en el aeropuerto internacional Augusto César Sandino, en Managua, y 15 días después, soborno mediante, descendía de otro avión que lo llevó desde Tapachula hasta la Ciudad de México. Por fin, el 17 de octubre de 2023, ya estaba instalado en la casa de un familiar en la alcaldía más poblada de la capital mexicana, donde por más de seis meses se ha dedicado a limpiar los pisos de un baño público de vapor, mientras espera su cita de CBP One.

¿Extraña su vida de campesino en la isla? «A veces pienso que hice mal en dejar mi finca, todo el legado de mi padre», dice Alex. «Pero se me pasa cuando me enfoco en lo que viene y recuerdo que, cuando me fui de Cuba, aún no me pagaban la leche que cada día tenía que llevar por caminos infernales hasta La Clarita. No tenía electricidad, lavaba mi ropa en el río y cocinaba con leña. Así no hay vida para ningún campesino. En estos seis meses que llevo limpiando baños, he ganado más que en un año en ese monte, fajado con una yunta de bueyes desde el amanecer, ordeñando las vacas, o vendiendo de contrabando una cosecha para sacarle unos kilitos más. No hay comparación».

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Yuni hizo todo tipo de negocios para salir de Contramaestre, en Santiago de Cuba. Vendió cuanto se le puso por delante hasta reunir el dinero que lo llevaría a Nicaragua y luego a México, donde se quedó sin dinero para comer o rentar un lugar donde alojarse. 

«Me tocó viajar de pueblo en pueblo desde Tapachula hasta la Ciudad de México», relata. «El último trayecto lo hice en taxi, que no pude pagar en ese momento; pero por suerte era una persona decente y nos pusimos de acuerdo para pagarle después. También me ayudó con un hospedaje y luego encontré trabajo cerca de donde me rento, en un mercado popular». Yuni levanta cajas que organiza en un pequeño espacio de la tienda de abarrotes en que trabaja seis días a la semana, desde las siete de la mañana hasta que cierra el mercado en la noche.

Su mayor anhelo es llegar a Estados Unidos, sacar cuanto antes de la isla a su hijo, y seguir ayudando a su familia. No conocía nada sobre Iztapalapa, pero se siente agradecido por haber encontrado un lugar donde, aun siendo un migrante irregular, está mejor que en Cuba.

La rutina de Yuni es bien sencilla. De su casa al mercado y viceversa. Todos los días, a las 10:00 a.m., pide su cita a través de la aplicación de CBP One, y les ruega a todos los santos para que pronto acepten su solicitud. «Tuve un primer registro con otras personas, pero lo perdimos por una persona que no quiso estar en el grupo», explica. «Y otra vez tuve que aplicar y perdí varios meses de espera. Pero no pierdo la fe. Seguiré esperando y trabajando hasta que llegue».

Más tarde afirma que le «hierve la sangre» por las visitas del gobernante cubano, Miguel Díaz-Canel, a su provincia tras las recientes protestas populares disparadas por los reiterados apagones y la escasez generalizada. «Me cuenta mi familia que apareció pintura y hasta el pollo de la bodega antes de que llegara. Eso es un descaro», dice, molesto, y sigue en su faena de atender a clientes que buscan productos de higiene o comida para mascotas.

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Juan lava platos en una taquería local tras haber trabajado en un conocido restaurante en una de las más concurridas avenidas de Iztapalapa, muy cerca del metro Escuadrón 201. De allí se fue por desavenencias con los encargados. «Uno está necesitado, pero tampoco es para tolerar abusos», suelta, mientras friega vasos y cubiertos. «Siempre aparece algo que hacer».

Lleva meses en la colonia Sector Popular, aunque también intentó vivir en Cuernavaca. De allí tuvo que regresar al barrio de los fierros viejos de Iztapalapa, como se conoce la zona donde reside, porque la aplicación de CBP One no funcionaba en aquella ciudad del estado de Morelos, en el centro de México.

«No hubo forma de que pudiera pedir mi cita allí y regresé para compartir un pequeño apartamento con otras tres personas», dice Juan, quien con el tiempo ya ha aprendido a caminar por toda la colonia y áreas aledañas. A veces ha sentido miedo, concede, sobre todo en las noches. 

«Generalmente esto es bastante tranquilo, pero siempre me han dicho que aquí “el crimen nunca duerme”; aunque hasta ahora no he pasado ningún susto», añade Juan, quien vivía en La Habana. En realidad, lo que le asombra de Iztapalapa es la cantidad de comercios, restaurantes, mercados…

También le sorprende que aquí encuentra lo que necesita en cualquier esquina. «Lo que sea aparece, sin tener que caminar mucho», dice Juan, antes de volver al fregadero donde pasa diez horas por día, seis veces a la semana. «Y ya la gente nos ha ido conociendo y saben quiénes somos. Todos somos guajiros en Iztapalapa».

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Hace solo unos días, la Comisión Mexicana de Ayuda a los Refugiados (COMAR) informó que Cuba fue el segundo país de origen con más solicitudes de asilo durante el primer trimestre de 2024 (cinco mil 152); solo superado por Honduras (10 mil 376) y seguido por Haití (mil 982), El Salvador (mil 732), Venezuela (mil 314) y Guatemala (mil 309).

De cualquier manera, la entidad puntualizó que en los primeros tres meses del año el número de peticiones (23 mil 753) cayó un 37 por ciento con respecto a la cifra récord correspondiente a igual período de 2023 (37 mil 906). El informe no expone las causas de esta tendencia a la baja. 

Lo cierto es que coincide con la reducción en casi un 55 por ciento durante los últimos tres meses de los migrantes detectados en la frontera de México con Estados Unidos, según datos aportados recientemente por el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Por supuesto, todo indica que la mayoría de los cubanos en la capital mexicana y zonas cercanas apuesta por obviar ese camino y permanecer de manera irregular en el país hasta conseguir una cita que les permita viajar hasta la frontera y eventualmente ingresar en Estados Unidos.

*Se trata de sus nombres de pila reales. Solo Alex Moreno dio autorización para que publicáramos su apellido. Juan Lázaro y Yuni eligieron explícitamente no identificarse con sus nombres completos dada la situación de vulnerabilidad propia de migrantes irregulares: se encuentran en tránsito y en medio de trámites migratorios.