Algo debe morir para que algo nazca

    Pienso en mi vida, en las múltiples muertes, asesinatos que me he autoproducido. Sé que a ese muchacho que duerme a mi lado y me dice «te amo» terminaré haciéndole daño para que se vaya y no vuelva más. Sé que, si aún sigo encontrándome con él, es por la historia que carga, por esa necesidad que tengo de demostrarle a alguien que lo cuido. Se trata de una urgencia biológica, tengo que brindar protección. Él es el tipo ideal para depositar mis inmensas ansias de cuidado. Pero no siempre lo ideal es lo cómodo.

    Algo debe morir para que algo nazca ¿Qué cosa debe fallecer en Cuba para que renazca el país? ¿Qué cosa debe finalizar en la nación en la que está casi todo muerto? Son pocas las señales de vida, y cuando las veo tienen muy corta duración. Las señales de vida vienen acompañadas de un fuerte resentimiento, de cargo de conciencia: ¿porqué estoy alegre si debería estar triste? Allá dentro hay niños presos, inocentes, otros esperan condenas arbitrarias, torturas, otros hacen silencio. Hemos deseado tanto la muerte que Cuba es un país de culto a lo necrófilo, a lo que no existe, hemos sacrificado palomas en favor de nuestro futuro. Queríamos que muriera desde hace años quien fuera presidente del país, su dueño, pero solo lo hemos querido, no tuvimos el valor de salir a matarlo, a asesinarlo. ¿Será cierto que solo se mata lo que se quiere? Entonces, la indiferencia ha sido la mayor muerte de él.

    Un pueblo entero desea la muerte de un hombre, del poder, pero el poder murió de viejo con el mandato. Desgraciadamente no lo vimos caer ensangrentado en medio de sus discursos, no tuvimos el placer de que en el Consejo de Estado explotara una bomba y le volara la tapa de sus sesos, y que quedaran esas vísceras incrustadas en la pared como veo en las películas tontas y de mal gusto ¡Qué placer me hubiera producido ver su traje de campaña (verde) expuesto, lleno de agujeros, manchado de sangre en el interior de una vitrina! Los museos son lugares morbosos, excitantes, son lugares donde se almacenan, se exhiben las más bajas pasiones, y esas bajas pasiones se muestran al público como material pedagógico.

    Nos hemos convertido en eso: material pedagógico, manual para dar clases. Una enseñanza basada en el miedo, el mito, y la mentira. En todo esto hay algo fascinante, lo experto que nos hemos convertido en la simulación, en el engaño. Constantemente engañándonos, mostrando el lado bondadoso de nuestro pueblo. Un país museo, ese es nuestro orgullo, la detención del tiempo, el patrimonio que entra en contradicción con la vida. Mi escritura es un gran estómago, trata de digerirlo todo, es como el suelo, la tierra a la que todos los desechos van a parar. A ella le entra un afán de sobrevivir trata de convertir los desechos en nutrientes.

    Hace una semana atrás le escribí un poema a un desconocido, está intacto el papel, aún se puede ver mi torpe caligrafía, se pueden leer las palabras que le dediqué. Puse el papel estrujado en la maceta donde vive una planta que no sé su nombre, que no me gusta, es una especie vulgar. Coloqué el papel, el poema para ver cuánto tiempo se demora en deshacerse, en convertirse en nutrientes para alimentar la fea mata. Quería calcular el tiempo de transformación. Me asalta la duda, ese papel, su descomposición enriquecerá la tierra de la maceta, enriquecerá mis declaraciones de amor esa pequeña porción de tierra. Todo lo que pensamos o escribimos de verdad causa algún efecto en el país.

    La tierra de Cuba es poco fértil, la salinización es intensa. Por los cuatro costados el mar está presente. Los terrenos se han compactado, haciendo que el suelo no se desgrane fácilmente. Esta característica demuestra que existe poca vida en nuestra tierra. Los gusanos y larvas que habitan en el interior de la capa vegetal construyen cavernas subterráneas, largas galerías por donde entra el aire enriqueciendo el suelo. Esa fragmentación grumosa ayuda a que el agua penetre cuando llueve. El suelo de la patria cada vez se parece más a una explanada monolítica. Los pequeños gusanos son imprescindibles para el cultivo, para enriquecer los suelos.

    Casi en su totalidad, Cuba es terreno llano, una topografía parecida a las planicies donde se reúnen los habitantes para los grandes discursos del mandatario. Tierra aprisionada, amarrada como si no se pudiera soltar, como aquella expresión: pon los pies en la tierra. Cuando lo que quiero es poner mis pies en tus hombros, o en la pared de forma tal que puedas hacer la maniobra que tanto nos gusta, y disfrutar de la imagen de mi cuerpo reflejada en el espejo que colocamos en el piso.

    El papel lleva unos cuantos días, la destrucción es lenta, pero no quiero acelerar nada. Sigo regando la planta una vez por semana. El suelo del país aún no se fertiliza con la cantidad de muertos que ha generado la dictadura. Es una tierra desagradecida, como los cuerpos que comen mucho y no aumentan de peso. Hay muchos ejemplos en el mundo de países que tienen suelos desagradecidos, cientos de muertos, asesinados y aún no sucede nada en esos terrenos, como si la tierra pidiera cada vez más sangre, más lágrimas. Vale la pena morir por países que poseen suelos así, tan ingratos, en los que cualquier desbordamiento no llega a penetrar la capa vegetal.

    Tuve la idea de enterrar en el suelo de Cuba libros que han sido prohibidos, creo que esas ideas le harían bien a nuestra agricultura, no es lo mismo una zanahoria cultivada tradicionalmente, que la abonada con las palabras de la novela Rebelión en la granja, por poner un ejemplo. De seguro las personas que se alimenten de esa zanahoria serán personas más rebeldes, que protesten por sus derechos. Cada vez estoy más seguro de que la comida decide muchas cosas ¿De qué nos alimentamos en Cuba? ¿Qué cosa nutre la «Revolución cubana», por qué, si es tan débil, no acaba de morir?

    Me he dejado penetrar por los gusanos, esos seres maravillosos subterráneos que en raras ocasiones salen al exterior. Su hábitat natural es el subsuelo, el interior, lo enterrado. Recuerdo cuando era niño cómo me picaba el culo, eran los oxiuros, esos pequeños gusanillos blancos que mi cuerpo expulsaba. Ha pasado mucho tiempo para volver a vivir el ardor de un gusano blanco en mi culo, un ardor que busco, y que cada vez quiero que se repita con más frecuencia. De nuevo la vida y la acción de un animal insignificante son decisivas. Las pequeñas acciones de la más débil cuenta.      

    El papel que contiene el poema aún no se deshace. Es débil, es tan solo una pequeña lámina delgadísima, estrujada en una maceta, apenas ha tomado un tono amarillento en la superficie que se expone al sol. También eran débiles, casi anoréxicos los cuerpos que reclamaban en las afuera de la iglesia, al desnudarse las personas eran eso: cuerpos, nada de su fisonomía me parecía esto o aquello. Personas idénticas a los dibujos que hacen los niños de los seres humanos, una cabeza, un rectángulo en la zona que corresponde al pecho y abdomen y unas rectas (palitos) en los brazos y piernas. Los cuerpos masculinos son los que se identificarían con una línea pequeña en las entrepiernas. La insignificancia de nuevo, lo imperceptible, una simple línea, igual que cuando te obligan a marcar un casillero preguntando si eres mujer o hombre.

    Aplaudí los cuerpos anoréxicos en el desfile de moda, los cuerpos que representan la otra belleza, una belleza sin etiquetas, sin embargo solo con el mero hecho de que exista ya se está creando su marca, su etiqueta. Unos años atrás estos modelos andróginos, súper delgados serían clasificados como enfermos, hoy lo enfermo es belleza, la aberración puede llegar a ser arte. Yo también fui un enfermo de niño, no hablaba con nadie, me golpeaban en la escuela otros niños y no reaccioné nunca, no tenía novias, era un desviado.

    El país sigue igual, creo que nunca cambiará, la lucha es desgastante y al final no parece tener ningún resultado, o quizás los cambios rotundos están sucediendo solo desde dentro, como el avance de los gusanos que fertilizan los terrenos. A simple vista no se ven esos animales, pero si escarbamos un poco en la tierra podemos percatarnos de su existencia. Esta posibilidad me mantiene con esperanzas, aunque sé que esa es la palabra más corrupta que existe, más estafadora, pero no me queda más remedio que apelar a ella. El papel de mi poema no se deshace, se demorará por lo menos un año para convertirse en nutrientes. A la planta fea y vulgar se le están poniendo las hojas de un color cobrizo, parece que está enferma, pero ese aspecto quejumbroso me gusta más que cuando la veía vivaracha, es una cuestión de imagen.

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    Yanier H. Palao
    Yanier H. Palao
    Yanier H. Palao (Cuba, 1981). Escritor y artista plástico. Sus manos han envejecido prematuramente por su antigua labor como restaurador. Sus manos han acariciado más la piedra de cantería, el yeso, las rejas de hierro, que la piel humana. Le interesa lo escondido, recoger fragmentos, desechos, con ellos construye artesanías que después vende. Le hubiera gustado ser arqueólogo. Ha publicado, entre otros, los libros: Sombras del solo (Ed. Holguín, 2005), Peces en bolsas de nylon (Ed. Ávila, 2009), Música de fondo (Ed. La Luz, 2010), A la intemperie (Ed. Holguín, 2011), Vaciados (Ed. Aldabón, 2011), Esteros (Ed. Abril, 2013). Ha recibido numerosos premios entre los que se encuentran el “Premio Calendario” en Poesía, 2012 y la beca de creación literaria que otorga el proyecto “Torre de Letras”, 2016. En el 2018 publicó Óxido por Letras Cubanas. Recientemente ha salido a la luz País excéntrico, publicado por Iliada Ediciones.
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    6 COMENTARIOS

    1. Oye. Que tu si amabas a muerte a ese señor. Ja,ja, ja

      Desgraciadamente no lo vimos caer ensangrentado en medio de sus discursos, no tuvimos el placer de que en el Consejo de Estado explotara una bomba y le volara la tapa de sus sesos,

    2. At dice

      Uff! cursi, cursi, cursi. Malo, malo, malo.

      __
      No es una obra maestra, pero he leido cosas peores…aqui mismo
      At. Cuelga un enlace con algo tuyo. Criticar es facil

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