Adonis Milán: «Para mí lo más importante, a pesar de este desierto, son los deseos de crear»

    El 16 de septiembre del 2022 el director teatral Adonis Milán salió de Cuba debido al cúmulo de presiones del Departamento de Seguridad del Estado. En el último interrogatorio con los agentes encargados de acosarlo directamente, estos le presentaron una hoja en blanco y le indicaron que debía redactar una especie de compromiso de no regreso al país. De lo contrario le impedirían abordar el vuelo y sobre él pesaría la medida paralegal de «regulación», aplicada, junto a la «prohibición de entrada», como instrumentos coercitivos contra ciudadanos incómodos al régimen cubano.

    Esta maniobra de forzar una declaración así va encaminada a la efectividad de la presión psicológica, a la par que provee a los represores de un recurso para posibles campañas difamatorias orientadas a mermar el apoyo y respetabilidad social de la víctima. 

    En los últimos siete años de labor artística y de resistencia, Milán y su grupo habían sufrido el ostracismo y la censura, entre otras graves violaciones a los derechos culturales. En Madrid el artista se había declarado «…perdido y deprimido, sin mi amado teatro, sin mis actores, sin casa, sin trabajo, sin familia y sin nada…. Mi exilio no es feliz, es un exilio doloroso y más por saber que no puedo regresar a mi país.»

    En una decisión personal, signada por la entrega al teatro y al arte cubanos, el 1 de junio pasado Milán retornó a Cuba. Ahora intenta recomponer las rutas de uno de los grupos teatrales más influyentes y constantes del ámbito artístico independiente en Cuba, cuya trayectoria encomiable —con obras como Máquina Hamlet, Psicosis, Andrómaca o Spoon River— le ganó el respaldo del público. Con él conversamos sobre el regreso y el camino a seguir.

    ¿Cómo fue el proceso de tu salida de Cuba? ¿Cómo te sentiste?

    Cuando yo salí de Cuba sentía que estaba abandonando no solamente un país, sino que yo estaba abandonando mi vida y mi propósito de ser.

    Yo salí por las presiones sistemáticas de la Seguridad del Estado, pero también, sobre todas las cosas, salí de Cuba por la situación que estaba atravesando el país. A mí me habían puesto una regulación aun cuando yo he mantenido un perfil totalmente bajo en cuanto al activismo político o mi posición política. Solamente he hecho teatro independiente en los últimos años y, aun así, me regularon. Tenía que estar yendo a interrogatorios periódicamente.

    Bajo esas circunstancias pensé que era la oportunidad de empezar de cero en otro país, de alguna manera me obligué a mí mismo a enfrentar la emigración. Sin embargo, desde el día en que yo salí estoy pensando en regresar. Después de nueve meses de pensarlo mucho, porque me podía pasar algo. O sea, regresar a Cuba para cualquier cubano es un problema porque estás regresando a un país donde las circunstancias económicas y lo básico para poder vivir son muy difíciles, imagínate si además eres perseguido. Y esos fueron los contras por los cuales no regresé antes. Estuve meditando este regreso mucho tiempo y estuve buscando otras opciones.

    ¿Cuál es la motivación esencial del regreso?

    Mira, a mí me motivó el compromiso con mi trabajo. Yo no sentía que en España, ni en ninguna parte del mundo, iba a poder hacer el teatro que hacía en Cuba. Yo no sabía a quién hablaba, yo estaba condenado sin remedio a ser un emigrante más, a olvidarme del teatro, a tener que trabajar fregando platos o limpiando pisos. Y no es porque estas cosas sean denigrantes, para nada, yo siempre lo digo, sino que no es lo que yo quiero decidir para mi vida. Aunque yo tenga el estómago vacío, aunque no tenga ropa, aunque no tenga donde vivir, si estoy haciendo teatro, mi propósito de vida tiene sentido.

    El teatro para mí siempre ha sido todo, siempre fue un refugio, fue una trinchera y se convirtió en un bunker en algún momento. Yo lo fui equipando, lo fui consolidando durante ya casi ocho años que cumple Perséfone Teatro en agosto, el 30 de agosto. Yo no he parado de trabajar desde entonces, solamente estos meses que estuve en España y, aun así, me mantuve vinculado a proyectos afines como la sección Estratos, del Instituto de Artivismo Hannah Arendt, y realizando un videoarte en las Islas Canarias con dos actores jóvenes. O sea, yo no he parado de trabajar en ningún contexto, a pesar de todo.

    En España realmente sentí que mi vida creativa estaba estancada y con ella yo, y tampoco tenía mucho sentido hacer teatro independiente, aunque consiguiera las personas y el espacio para hacerlo. Yo pienso que mi teatro le habla a Cuba, habla desde adentro. La creación, la gestión de producción que se hace, esa forma tiene sentido en Cuba.

    Eso no significa que mi teatro no hable sobre problemas de la humanidad, globales. Pero yo siento que la creación, la gestión que se hace para la producción de estos espectáculos, el trabajo con los actores tiene sentido dentro de Cuba en este contexto. Fuera, hacerlo de otra manera, reinventarme, me era muy difícil y no era lo que yo quería ni para mi teatro, ni para mi vida. Fue una decisión que me tomó mucho tiempo. Y me costó por todos los problemas que tengo con el gobierno, por la situación económica, social y política que tiene Cuba, pero lo resolví por mi compromiso con el teatro independiente, con mi trabajo. 

    Desde el 2010, bueno, desde mucho antes, desde que era un niño yo me vinculé con grupos de teatro y, más tarde, me incorporé al movimiento teatral cubano. A partir de 2010 empecé a trabajar en grupos profesionales como tal. Mi experiencia en general, no siempre, fue una experiencia dura, difícil para un adolescente, pero ahí le encontré sentido a mi existencia. Yo siempre he sido un marginado, no solo socialmente, sino también he sido un marginado en el teatro. Supe, tempranamente, que debía buscar mi camino y que no sería fácil.

    Me ha costado trabajo colocarme porque yo vengo de una formación totalmente autodidacta, empírica. No obstante, hay patrones que me aportaron lo suficiente para construir una guía inicial, ese fue el caso de Berta Martínez al darme un espacio en su proceso de montaje durante un año de Madre Coraje, una pieza fundamental que nunca se llevó a escena. 

    He trabajado incansablemente desde el 2015 buscando mi espacio para no depender de una institución, de un director o de un grupo, sino crear mis propias reglas al margen de las instituciones; aun cuando en un principio trabajaba en espacios de la asociación Hermanos Saíz, mantenía mi libertad creativa y la distancia respecto a las instituciones del Consejo Nacional de las Artes Escénicas.

    Adonis Milán / Foto: Ismario Rodríguez.

    ¿Cuáles han sido tus primeras impresiones al regresar?

    Yo estoy un poco choqueado porque nueve meses se dice fácil, pero yo no había estado tanto tiempo fuera de Cuba y para mí fue un golpe emocional. Regresar ha sido una dicha, yo estoy contento por volver a mi país. Yo quiero a mi país aun cuando sé que sufre una degradación muy fuerte donde las personas han perdido la esperanza, siento un gran vacío en La Habana y dentro de la gente. Las calles se ven sin alboroto, menos gente, La Habana está más muerta, se nota la apatía.

    Adonis Milán en La Habana / Foto: Ismario Rodríguez.

    Todo el mundo corre como hormigas para poder llevarse comida a la boca, los precios por los aires, y eso es duro, es duro para mí verlo. Pero incluso así, siento un estado similar a estar en un concierto de heavy metal después de cuatro diazepam. Así que ando como muy relajado y todo a mi alrededor es trepidante, aun cuando se siente el vacío.

    ¿Ya empezaste el proceso de algún espectáculo?

    Perséfone Teatro vuelve a su camino. Estoy haciendo un espectáculo y pensando en el que le sigue. Por lo pronto empezamos con El Conserje, de Harold Pinter. 

    Esta obra se mezcla mucho con teatro del absurdo y hay algo también de teatro social o drama social, habla de eso, del encierro, de buscar al ser humano en su más baja condición, en la miseria económica y humana. Al dramaturgo le interesa cómo los seres humanos pueden llegar a un grado de corrupción y necesidad cercanos a la vida de las cucarachas, devorándose unos a otros. Eso es El Conserje, es ese hueco con moho, con objetos oxidados, olvidados, donde tratan de vivir y convivir tres seres a los que cuesta mucho comunicarse unos con otros y decir lo que sienten, mientras uno de los personajes se aprovecha de esa situación que, en este caso, tienen dos hermanos.

    Adonis Milán / Foto: Ismario Rodríguez.

    Creo que esto es un pretexto, el teatro es como un espejo, un pedazo de espejo roto que se entierra en la mirada de los espectadores que así pueden ver su propia realidad, la pudrición alejada de máscaras, de la construcción social, de las mentiras políticas, de las mentiras gubernamentales, de las que se impone el propio ser humano para edulcorar su realidad. Esa obra trata de correr ese telón falso y muestra al ser humano por dentro, en su esencia más corrosiva y destructiva.

    Por otra parte, estoy preparando una serie de video-monólogos para la revista Alas Tensas, son manifiestos de mujeres en base a las tragedias clásicas. Posiblemente aparezcan Medea, Antígona, Casandra, Hécuba y Electra.

    Quisiera ir preparando el terreno para un proyecto más ambicioso, como el que hice el año pasado con Ricardo II. Luego regresaría a Shakespeare en El mercader de Venecia. Sería una puesta bastante ambiciosa, con música, artistas circenses, plásticos, instalaciones, etc. Intentaré hablar de los guetos en las ciudades modernas, entre ellas La Habana.

    Los actores: ¿qué dicen de tu regreso? ¿Te han respondido?

    Los actores han respondido, en general, bastante bien. Han estado atentos a mi llegada. Lamentablemente, y también para bien, una gran parte del elenco de Ricardo II ya no está en Cuba. Jennifer Flechoso está en España, Neisy Alpízar se encuentra trabajando en Texas, Arnaldo Galván está en Nueva York y Reynier Morales está haciendo cine en Brasil. Estoy contento por ellos, pero igual los extraño, eran cuatro actores importantes para mí, habíamos creado una relación de trabajo bastante buena. Algunos de ellos trabajaron en más de una ocasión conmigo.

    Estoy tratando de conectar de nuevo con los que quedan acá. Es complicado porque la gente debe mantener un puesto en las instituciones (oficiales) para poder tener un salario estable que yo no les puedo ofrecer, y otros están haciendo otras cosas para sobrevivir.

    ¿Cómo te ves a futuro?

    Me veo en una Cuba libre, en una Cuba democrática. En un país donde se respeten los derechos humanos, donde se respete la libertad de expresión y, por supuesto, se respeten los derechos culturales. 

    Me imagino en mi país no dependiendo de ningún gobierno, ni de ninguna institución y su auspicio, tutela o amparo. Me veo en Cuba siendo dueño de mi propio espacio, de una casa grande convertida en teatro independiente. 

    Si Sandra Ceballos fue la primera artista cubana en tener una galería independiente en Cuba, yo voy a ser el primer teatrista cubano en tener un espacio escénico independiente en Cuba. Y yo creo que esto es importante, lo es para el cambio, para el paso a la democracia. Que las personas empiecen a tener autonomía lejos de la Institución y, por ende, del gobierno. 

    ¿Sandra es tu referente de gestión del arte independiente?

    Sandra Ceballos para mí ha sido un punto de partida. En algún momento trabajé con ella, estuve cerca y comprendí cómo ha podido mantener esa galería, siempre centrada en el arte, sin tampoco pactar con el desgobierno de Cuba, sino manteniendo su trabajo, su coherencia, su postura de dignidad al hacer un trabajo completamente independiente de instituciones que, de una u otra forma, responden a los paramilitares. Para mí ella es un ejemplo.

    También está el caso de Porno Para Ricardo (PPR). No sé si es el primer estudio independiente, porque supongo que los músicos cubanos han tenido estudios en sus casas, pero La Paja Recold ha continuado ensayando, creando, a lo largo de los años. Gorki también ha mantenido su música muy antisistema, pero, al mismo tiempo, esta cosa de poder grabar de manera independiente, sin poder hacer presentaciones públicas, le ha permitido mantener cierta libertad, autonomía.

    Lamentablemente el espacio físico de INSTAR, el del Museo de la Disidencia, y otros, no se pudieron mantener por mucho tiempo. Sobre todo, a causa de la confrontación política de la Seguridad del Estado contra los artistas.

    Yo aspiro a conseguir un espacio perdurable.

    ¿Qué es lo que más te preocupa?

    Tiene que ver con los actores, recuperar lo que había conseguido. Perdí cosas importantes como artista.

    Yo no paré de trabajar desde 2020, ni durante la pandemia, hice espectáculos de manera clandestina en mi casa. Cuando todos los teatros de Cuba estaban cerrados y había toque de queda a las 7:00 pm yo hacía teatro a las tres de la tarde en mi casa con el mínimo de espectadores debido a las medidas sanitarias, pero también para esquivar la persecución. Sin embargo, la gente iba. Como decía Daniel Triana: «era el único teatro que estaba dando funciones en el país».

    Cuento esto porque construí una historia con un grupo de personas durante tres años y ahora, después de nueve meses en España, encuentro una Cuba con la gente con más ganas de largarse como sea y adonde sea. Entonces también toda esa conexión que logré se ha perdido y volver a reunir a la tropa es difícil. Es poco a poco, pero en unos días ya tengo el elenco para la próxima obra y creo que se sumarán actores nuevos para lo que haré más adelante. Espero volver a unir al equipo de trabajo, el luminotécnico también emigró.

    A esa familia que fue Perséfone Teatro yo le decía «el escuadrón suicida», esa banda de hippies e «inadaptados» nos encerramos en un caserón en Centro Habana durante meses para parir un espectáculo de tres horas sobre un rey de la Edad Media. Ese fue un proyecto hermoso. Espero repetir algo así, tan peculiar, tan fuera de lo cotidiano en este contexto, pero que hable de lo humano y de lo que nos afecta como sociedad, en tanto cubanos, como seres del mundo.

    Tengo unos deseos enormes de crear, esto te lo digo con el corazón en la mano. Para mí lo más importante a pesar de este desierto, de este descontento, de este sufrimiento, del padecimiento de este pueblo que sufre una dictadura totalitaria por más de 60 años, son mis deseos de crear.

    Pero este tiempo afuera me ha servido para tomar las cosas con calma. Yo era como más desesperado, ahora estoy más calmado. Siento que las cosas tienen su curso, su tiempo, y eso lo debo respetar. También hay que comprender los tiempos de las personas que trabajan conmigo, que se involucran en mis proyectos. Como dice Raúl Alfonso, director y dramaturgo exiliado en España, «los actores son nuestras víctimas», bueno, son nuestras víctimas de sueños. Creo que es mi tiempo de procesar, de ir creando y moviéndome a otro ritmo. El tren de trabajo de los últimos tres años fue intenso y espero volver a él, pero más desde mi centro.

    Tengo mucho dolor y añoranza, de alguna manera siento que estoy empezando de nuevo, en una nueva etapa y siempre empezar de nuevo cuesta. Aunque esté aquí en Cuba, estoy comenzando en muchos aspectos y eso siempre es doloroso porque te das cuenta de que perdiste la continuidad de lo que ya tenías logrado.

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