«No existe la libertad si no es colectiva». Una conversación con el intelectual anarquista vasco Mikel Orrantia

    Antes de hacer esta entrevista, un amigo me preguntó si Mikel Orrantia había pertenecido a ETA (Euskadi ta Askatasuna), «organización socialista revolucionaria vasca de liberación nacional» que trascendió por su método de lucha y sus acciones terroristas. Aunque la «banda» anunció el cese del terrorismo el 20 de octubre de 2011, no fue hasta 2018 que dio a conocer su completa disolución a través de un comunicado publicado por los medios vascos Gara y Berria. El texto conclusivo se tituló «Declaración final de ETA al pueblo vasco». Le dije a mi amigo que sí. También le comenté que a principios de los setenta Orrantia tuvo diferencias con la dirección de ETA, se desligó y se exilió en Bruselas, donde fundó la revista Askatasuna, que significa libertad en euskera. «Tienes suerte, muy pocos tienen una entrevista con un etarra», me dijo. 

    Mikel Orrantia (Balmaseda, 1947) es una de las voces más elocuentes dentro del anarquismo y el pensamiento libertario español. Vive en la anteiglesia de Forúa, muy cerca de Guernica y del mar Cantábrico. Dos libros han marcado su camino intelectual: Por una alternativa libertaria y global y Los centros de poder. La trilateral. Vive bien, eso me dice. Sus hijos bromean diciéndole que vive de puta madre. Él lo reconoce, aunque afirma que vive con una pequeña pensión. Por eso se cuestiona qué escribir desde esas circunstancias. Reconoce que está un poco disperso. Le pregunto por qué y me responde que debe ser porque la vida que lo rodea también es dispersa y él se deja llevar por los gustos cotidianos. Me enseña su escritorio y solo veo una montaña de papeles, archivos sin revisar. Solo veo una mesa de disección de este tiempo que compartimos. 

    EA: Su presentación en Twitter me parece muy elocuente: «Busco la verdad con el candil de la duda y el método científico. Mi utopía: un mundo diverso y fraternal, “evolucionario”, confederal, socialista y libertario». Quisiera comenzar desmenuzando estas dos oraciones. Por ejemplo, me pregunto si no es contradictorio buscar la verdad con el candil de la duda y el método científico, si tenemos en cuenta que el método científico es, en la mayoría de los casos, positivista.

    MO: Creo que el método científico debe ayudar a toda investigación. El método científico deber parcelar, debe fragmentar la duda que alimenta a toda persona que intente descubrir el mundo y sus verdades. Estas verdades siempre son limitadas y constreñidas a circunstancias y conocimientos. En ese sentido, no veo una contradicción entre los dos extremos que citas en tu pregunta. Creo que la ciencia es el candil que te permite alumbrar la duda. A la misma vez, te permite reducirla en la medida de lo posible, para ver con mayor perspectiva y nitidez. 

    ¿Sigue siendo un utopista? ¿Qué es para usted la utopía?

    Me gusta defender la utopía. El neoliberalismo que se ha implantado desde las últimas décadas, diría que desde los años setenta del siglo pasado, ha ido eliminando y distorsionando el concepto de utopía. Cuando nació ese concepto estuvo ligado a proyectos que intentaron mejorar el mundo. Lo contrario, la distopía, vislumbra lo malo que sucederá si seguimos un determinado camino. 

    La utopía que reivindico es la confederal, socialista y libertaria. La llamo utopía porque en las condiciones de las relaciones de fuerza existentes en el mundo actual no deja de ser un sueño utópico, un deseo. Esa relación de fuerzas actual es absolutamente adversa al proyecto que a mí me gusta. Un proyecto que me gusta defenderlo como utopía. 

    ¿Pudiera aclarar qué sería un pensamiento utópico, socialista, libertario y confederal?

    Puedo explicarte cómo yo lo veo. No me atrevo a decir que eso sea una verdad universal o un elemento totalitario que defina. Totalista, prefiero decir. La cultura libertaria es muy variopinta. Ahora hay muchos libertarios y capitalistas. Yo no pertenezco a ese mundo, soy más bien opuesto a ellos. 

    Si vamos por partes, confederal es aquello que se une voluntariamente en una relación de fuerzas igualitarias. Las partes que se unen se pueden desunir si la situación así lo requiere, sin que eso demande la utilización de la violencia para lograrlo. Esta es la perspectiva que yo aplicaría a cualquier conflicto de los llamados nacionales internos en los Estados y los Imperios desde que el Estado nación se inventa con la Revolución Francesa.

    Si el concepto confederal se hubiese aplicado desde el primer día, nos habríamos ahorrado una violencia enorme, inmensa. Muertes, penalidades, sufrimiento, hambre, guerras… El confederalismo es la vía que resuelve la relaciones entre naciones y pueblos en términos de mutuo reconocimiento e igualdad. Eso liga con el socialismo y con la libertad. 

    Hay todavía países como China o Cuba que se rigen por un socialismo autoritario donde la libertad está ausente. Cuando la libertad está ausente el socialismo tiene mal puesto el nombre. Se le debería poner cualquier otro menos el de socialismo. 

    El socialismo es el poder colectivo; el poder de las clases trabajadoras. Un concepto que ahora habría que revisar a la luz de los desarrollos económicos y tecnocientíficos. En el socialismo libertario la libertad personal y colectiva están basadas en el respeto y la responsabilidad. 

    Eso, de alguna manera, también explica una noción que ha acuñado. Me refiero a la idea del ser evolucionario. ¿En qué se ha basado para poner en circulación este neologismo?

    Este neologismo lo secuestré de la publicidad. Una vez leí un anuncio que publicitaba un coche, o un paracaídas, da igual, y lo llamaba «evolucionario». A mí me interesó el término porque la vejez, que aporta muchas cosas, también conlleva un cierto conservadurismo. Si queremos lo miramos desde la mejor perspectiva. 

    En ese sentido, del revolucionario [que fui] al evolucionario de 76 años que tengo, es un salto que merece ser tenido en cuenta. 

    ¿Por qué el concepto de evolucionario podría ser hoy válido para una persona como yo, que no renuncia a la revolución, pero que considera que la relación de fuerzas no es en absoluto favorable a ella? Todo el que, de una manera radical, quiera emprender ese camino, [tiene que saber que] ese camino solo conlleva a la violencia, a la destrucción y a la derrota, en última instancia. Lo estamos viendo desde Mayo del 68 hasta nuestros días. Todos los conatos de movimientos sociales o de revoluciones se han asfixiado en la derrota, en la desmovilización y, en ocasiones, en el oportunismo. 

    Permíteme citar a Nicaragua…

    Ese concepto evolucionario permite ligar el pensamiento revolucionario con una mejor convivencia y un mejor vivir. Creo que el concepto de vivir bien debería ponerse en primer término. Todos queremos vivir bien. La nueva revolución, si hay algún día una revolución socialista y libertaria, deberá tener en cuenta esa idea de que todos queremos vivir bien. A eso le añado otro elemento de mi filosofía: cuanto mejor, mejor. Hace muchas décadas que caí en la cuenta de que la vía de cuanto peor, mejor, para la revolución era una mentira catastrófica. 

    Ha dicho que la revolución que prefiere y defiende es la socialista y la libertaria. ¿Dentro de esa revolución qué otro tipo de revoluciones también son necesarias?

    Sin dudas la cultural. La más importante de todas. Sin la posibilidad de llevar el conocimiento hasta la última persona no existirá la manera de cambiar todo lo que buscamos algunos. 

    Le preguntaba pensando en la revolución de los feminismos, que hoy transforma tantas epistemes (y no solo) dentro de las sociedades, o la ambientalista. También pienso en Félix Guattari y su idea de la micropolítica, la idea de hacer revoluciones desde lo micro, desde los microentornos, desde los microhábitats, desde lo mínimo. ¿Qué nos puede decir?

    Mi compañera Maité y yo llevamos 53 años juntos. Casi desde el primer día que la conocí me dijo que éramos como vivíamos, más allá o más acá de la ideología o la utopía que defendamos. Si no vivimos como queremos no podemos generar cambios sustanciales. Aquí es donde se incorporan las nuevas realidades, los feminismos, las libertades sexuales y de todo tipo.

    En realidad, el concepto de libertad socialista debe incorporar todas esas reivindicaciones; si no, carece de sentido.

    Ha dicho en un tuit reciente que no se puede confundir la realidad con el deseo. ¿Puede extenderse un poco más en esta idea? ¿Por qué hacerlos caminos dicotómicos? ¿Por qué no entrelazarlos?

    A mí lo que me interesa es vivir como pienso. En ese sentido es donde cobra valor la diferencia entre la realidad y el deseo.

    Su libro Por una alternativa libertaria y global ha marcado su camino intelectual. ¿Cómo ese libro lo ha marcado en tanto filósofo?

    Lo volví a leer hace alrededor de dos años. Si volviera a trabajar sobre él no tocaría más de la mitad. Es una desgracia, 40 años después de su publicación, que siga siendo válido por lo que tiene de aportación, metodología, esquemas, alternativas y propuestas de organización. Ese libro, acompañado por Los centros de poder. La trilateral, creo que siguen siendo el alma de lo que soy en política hoy.

    Libertad fue el nombre de una publicación que fundó y dirigió. Es decir: Askatasuna, que significa libertad en euskera. ¿Cómo recuerda esos primeros años en Bruselas?

    Bruselas, 1970. Este fue el lugar y el año de su fundación. Una cantidad ingente de personas que salen de la militancia en ETA o sus entornos se encuentran en el exilio. Muchas de ellas se encontraban en la ciudad de Lovaina, en torno a su universidad, y en la de Bruselas. En mi caso trabajaba y estudiaba. Mi compañera, yo y otros compañeros habíamos tenido problemas con ETA porque propusimos alternativas orgánicas y estratégicas que no cayeron bien en las direcciones hegemónicas de la organización, en aquel momento nacionalista y trotskista. Esos debates para mí supusieron una puesta en cuestión del marxismo-leninismo muy profunda, sobre todo después que llegué a la universidad de Bruselas. Todo esto me hizo tomar un camino diferente. Ese camino acabó siendo el anarquismo. Pero, quizá por mi manera de ser, siempre ha sido un anarquismo crítico y novedoso. 

    No existe la libertad si no es colectiva. No existe la libertad para ningún individuo si todas las personas que le rodean no son libres. La libertad es un concepto social, no es individual. Una persona sola no habría salido de la caverna de El clan del oso cavernario.

    Han pasado muchos años. ¿Hoy cómo entiende el anarquismo?

    Creo que hoy no soy esencialmente anarquista por una cuestión, una cuestión que cuando lees a los anarquistas es fundamental: el rechazo del Estado. A mí no me importa llamar a la organización anarcosindicalista una forma de Estado. Pero a los anarcosindicalistas y a los anarquistas sí les importa. Eso nos distancia. 

    El Estado es una forma mala de organización de la sociedad cuando es dictatorial y autoritaria, o cuando es deficientemente democrático, como en todas las democracias occidentales que existen en el mundo. Todas ellas son plutocracias, dirigidas por un capitalismo de cúspide. 

    La defensa de la libertad es vital.

    Quisiera saber su opinión sobre los últimos comicios electorales en España. ¿Cómo lo vivió desde el País Vasco?

    En esta ocasión he ido a votar. He recomendado ir a votar. Lo he hecho por Bildu. Me parece que la política socialdemócrata que está desarrollando el equipo de [Arnaldo] Otegui está siendo muy interesante y está contribuyendo a derivar hacia la izquierda la coalición que el PSOE y [Unidas] Podemos pusieron marcha en España. Creo que esa deriva contrasta con la deriva hacia la derecha que tienen todos los gobiernos europeos. Hoy en España buena parte de los trabajadores que se consideran clase media son a su vez ahorradores, inversores y capitalistas. Habría que volver a redefinir la clase obrera. Ningún filósofo del XIX o la primera mitad del XX pudo entender ni atacar estos cambios.

    ¿Cómo recomienda luchar contra las dictaduras contemporáneas?

    Una de las cosas que comprobé en 1969, y que me llevó a la ruptura con ETA, fue reconocer que el camino de la lucha armada era un camino ciego. Sí acepto una posible defensa frente a la violencia dictatorial. La violencia es en sí misma una especie de selección natural que conlleva a una dictadura. No hay ninguna revolución que haya tenido que recurrir a la violencia para implantarse que se haya librado de ver cómo una dictadura sucede a la otra. El ejemplo lo tenemos en Cuba o en China. El recurso de la violencia debe ser evitado. Aunque yo no sería capaz de excluirlo del todo porque depende de en qué condiciones estés viviendo en esa dictadura.

    Me pones en la España de 1960 y seguramente vuelvo a recurrir a la lucha armada. Me pones en la democracia de 1977 o con la Constitución Española y el triunfo del socialismo en 1982 y para mí la lucha armada no tiene sentido.

    Lo que hizo ETA, en última instancia, fue llevarnos a 30 o 40 años de sufrimiento, sin ningún sentido. Para luego llegar a una lucha política actual que es de carácter socialdemócrata. Si eso lo hubiesen hecho entre 1977 y 1982 nos hubiésemos ahorrado un larguísimo viaje y un amplio deterioro de las opciones de izquierda en el País Vasco y en España.

    ¿Está desilusionado? ¿Es desilusión? ¿Entra en este sistema de la desilusión o no?

    Digamos escepticismo, más que desilusión. No estoy desilusionado. No, no. Tengo ilusión. Ni siquiera soy cínico o nihilista, aunque algún amigo me ha llamado así. No. Creo que las posibilidades de cambio se deben construir. Y solo se pueden construir desde la base. Eso, a veces, requiere generaciones. Lo digo desde mi propia experiencia. Cuando tenía 16 años y me quitaron el carné de identidad recién sacado en una manifestación, y tuve que irlo a buscar a la Comisaría Central de Bilbao, me consideraba revolucionario. Ahora me puedo reír del revolucionario que era entonces. Estaba cargado de ilusión. Era capaz de entregarlo todo. 

    Todos queremos vivir mejor, pero tenemos que hacerlo más acorde con las necesidades ecológicas y libertarias del planeta. Eso es realismo y, si quieres, realismo utópico. 

    *Esta entrevista fue posible gracias a la colaboración de la plataforma de creación artística, sociológica y sistémica Ratiodeka.

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