Fucking Madre Soltera y Fulanita de Tal: una historia habanera de súper héroes

    Súper fucking single mother se despierta a las seis como fulanita de tal. Pide a la alarma del móvil que suene dentro de diez minutos. Fulanita de Tal se levanta a las seis y diez y corre al baño. Lava las manos, extrae la copa desbordada, roja y la vierte en el váter. Unos segundos, un minuto esperando a vaciarse. Se asea, lava la copa y vuelve a meterla. Esa disposición a la humedad que no existe. La aguja imaginaria tejiendo a croché en el endometrio y una aquí, imponiendo la presencia del instante, de la acción inaplazable. 

    Se viste, lava el blúmer y viaja a la cocina. El café, la leche que se disuelve hasta perder grumos y teñir la taza de un líquido fangoso que se repliega bajo el agua caliente a esperar que una cuchara rescate el espesor exacto. Pan tostado. El chama se levanta. Televisor accionando su tanda de muñequitos yumas. Los pajaritos lanzan un despertar sonoro en el árbol que da al balcón y Fulanita de Tal se proyecta en ese ruido, entornando los ojos, creyendo que los gorriones salvan, que están ahí para ella. Apúrate. Deja la taza y el pan en la mesa y un beso de buenos días en la frente del chama.

    El agua hierve en el jarro. Los pomos de la merienda salen del congelador y entran envueltos en nailon a la lunchera, junto a dos panes con aceite y sal.

    Los muñequitos dictan la acción precisa al ritual minucioso de cada mañana. Masha y el oso para dominar el café con leche y la primera dosis de harina tostada en el día. Paw patrol entra en el baño el agua caliente dentro del cubo y sale limpio el chama y se pone el uniforme. Fulanita de Tal se viste y amarra sus botas. Se acabaron los muñes y los dos saben que faltan diez minutos para salir. Pero antes coge tu dosis de perfume porque un pionero debe oler bien, aunque ya no exista colonia Bebito.

    Mochila y lunchera en espalda con móvil y llaves en mano. Volvimos a salir a las y cuarenta y uno, hay que correr. Empieza el maratón. Sube la lomita. Cruza la calle. Ahora trotando hasta el carrito blanco parqueado eternamente. Camina dos metros. Acelerar hasta el final de la cuadra. Recupera el aliento y corre. Tres minutos antes de las menos diez y ya estamos llegando. Mañana hay que salir más temprano. Bañarse con Masha y el oso para estar en punta cuando termine Paw patrol. Ten un buen día, te amo. El chama cruza la entrada y Fulanita de Tal lo acompaña con la vista en su andar por el pasillo hasta perderse en el aula. Ocho menos diez. Sol solo para ella. Un solecito tierno que besa de amarillo el asfalto. Algo se le desprende y le baja hasta la copa. El segundo día es así. Una herida que se abre cada mes y revienta en rojo como lágrimas calientes. Tengo hambre y ya no queda pan. Me duele el vientre.

    En la casa se sirve su vaso de café. Fuma un cigarro. Super Fucking madre soltera se proyecta unos segundos en Fulanita de Tal. Duérmete, hoy no se puede salvar a nadie más que a ti misma. La sangre no es buena para volar, quita fuerza y ya te cayó un escombro encima la última vez que insistimos en trabajar con la menstrua en su día dos. Duerme, yo me ocupo. De todas formas, no puedes estar en todas partes y este lugar necesita una legión de súper heroínas, tú haces lo que puedes. 

    Fulanita de Tal friega una loza, lava la ropita del día anterior con olor a chama sudado y como una yegua vieja se tumba en el colchón. Con los ojos cerrados piensa en la última vez que fucking madre soltera voló hasta Centro Habana y evitó que un balcón hiciera talco al borracho.

    Había llovido mucho. Cuando llueve en La Habana, siempre que sale el sol se derrumba una casa. El instinto adormece a Fulanita de Tal y surge súper fucking madre soltera. Ella puede volar sin que nadie la vea. Ella con su enterizo de licra es asombro de gorriones y envidia palomera. A tiempo para salvar. Saca a la gente del atolladero sin que se percaten. Ellos piensan que Dios, los Orishas o la suerte les tiraron el salve, los ayudaron a salir echando, a despertar, a correr en el momento justo antes de la hecatombe y es lo mejor, que sigan creyendo eso. ¿De qué les sirve darse cuenta que aparte de la miseria hay tronco de soledad en este puto plano? Pero el borracho supo. El borracho la vio. Miró directo a los ojos y ella sintió que él sabía. Fue un segundo. 

    Esa mañana ella estaba llena de poder. El café era de los buenos, un café sin intriga es lo mejor para potenciar el don. El de la bodega funciona para ir tirando, pero no es lo mismo. Como sea, ese día ella estaba en su esplendor, porque si algo sabe una súper heroína es que esa bebida es para ella lo mismo que la poción para Astérix y Obelix. Entró al portal poco antes de que las vigas se partieran despegando el balcón de su base. Levantó al borracho del bulto de cartones donde dormía y trazó una retirada que, como de costumbre, dejaría como huella un destello de colores invisibles, pero fue entonces cuando descubrió que él la estaba mirando. El tiempo se puso pálido ante la estática. Aquel viejo sucio le echó una mirada más rápida que la luz y súper fucking madre soltera perdió por una fracción de segundo todo control dejándole a Fulanita de Tal sus pupilas láser para responder al contacto visual con una expresión de fugaz desamparo. Fucking se recompuso y desapareció en el cielo dejando al hombre en plena calle a merced de los vecinos que alarmados por el estruendo comenzaban a salir. En la red de pensamientos ajenos que cubre la ciudad alcanzó a sintonizar una devil señal de agradecimiento con olor a azuquín. ¿Quién lo diría? Algo de humanidad quedaba en aquella carcaza etílica.

    Fulanita de Tal se incorpora de un brinco. La sangre escapa por entre las piernas y amenaza con morder las sábanas. Llega a la taza y descarga su furia roja a tiempo. Debo cambiar la copa, ya no sirve y hace meses que no llegan íntimas a la farmacia. Hay que tirar con lo que tenemos, así sean chícharos disfrazados de café o una copa menstrual obsoleta. Hay que seguir hasta que me llegue el paquete, hasta que decida separarse de otros paquetes inciertos, estancados en equis oficinas de equis correos y recorra el camino que nos separa. No hay nada mejor para evitar desesperarse que la imagen futura de un grito aliviado mientras emerge como si fuera el gran prix una copita de silicona. 

    Tengo sueño. Por suerte hoy no tengo trabajo en el bar. Ese lugar es una singá máquina de moler carne humana. Dieciséis horas sin pausa física o mental. Pies relojes marcando el doloroso tic tac de cada segundo para al fin alcanzar el triunfo de un dinero que se esfuma a la mañana siguiente en una bolsa a medio llenar. Fulanita de Tal respira, inhala el recuerdo de la respiración y exhala poco a poco el grito mudo. Hay gente que no tiene nada, hay gente que no tiene nada.

    Fulanita de Tal logra dormirse. En sueños recorre volando la ciudad con su enterizo de licra. Su vista láser interroga a los portales escaneando los cuerpos que permanecen tumbados bajo el sopor de una nota interminable. Los gorriones se asombran mientras las palomas cagan. Fulanita de Tal y súper fucking madre soltera duermen abrazadas en un mismo cuerpo que aún no entiende de súper heroínas adictas al café. Mientras, La Habana cruje, eructa y finalmente explota un hotel. En la Habana Vieja hay una nube de polvo y la gente corre y ayuda como puede, mientras le pide a Dios, a los Orishas o a la suerte que los ayude a salir de esta.

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