La hora de los hornos

    En el zoológico la gente suele aglomerarse frente a la jaula del mono que está tirando mierda. La metáfora, que escuché hace tiempo en algún programa de cable news, no puede ser más apropiada. Un escándalo tras otro, una metida de pata tras otra, un disparate tras otro, una contradicción tras otra, un colaborador tras otro que pasa de ser «great person» a «low-IQ individual»: Donald Trump fue y es un espectáculo. No un espectáculo edificante, pero sí un espectáculo entretenido. De ahí que los medios de comunicación le concedieran tanto espacio en las primarias republicanas de 2016 —cuando al comienzo sus propios rivales de partido lo consideraban un payaso sin opción alguna de conseguir la candidatura— y que los canales de noticias de cable —no solo Fox News sino también CNN y MSNBC— albergaran, cuatro años después, el temor de que su salida de la Casa Blanca provocase una sustancial caída de las audiencias. 

    Y ello ocurrió durante algún tiempo, pero últimamente, a medida que la justicia ha seguido su curso en los tribunales (Trump está siendo investigado por aumentar fraudulentamente el valor de sus propiedades, en el estado de Nueva York; por pedir que le consiguieran 11 mil 780 votos en Georgia, y por traquimañas de taxesen el distrito de Manhattan) y, mientras tanto se iban produciendo a lo largo de junio y julio las reveladoras sesiones del Select Committe to Investigate the January 6 attacks on the United States Capitol  (que desde luego no convencerán a los acérrimos defensores del expresidente pero, mostrando inequívocamente su doble responsabilidad —por acción y omisión— en la insurrección, sí lo han puesto nervioso a él, como se deduce de sus instantáneas y previsibles reacciones a cada audiencia televisada), Trump ha vuelto al candelero, mientras aumentan los rumores sobre un inminente anuncio de su candidatura a las próximas elecciones generales. 

    Con tantos en el Partido Republicano esperando la mejor oportunidad para adelantarlo por la derecha, Trump necesitaba un boost. Y lo ha conseguido, con creces. Muchos pundits coinciden en que fue una de las peores semanas para Trump, pero esos mismos analistas reconocen que cada vez que, en el pasado, se ha dado por hecho su caída, él ha terminado saliendo a flote, e incluso rentabilizando, política y financieramente, la situación. Es lo que ya está haciendo: presentándose, una vez más, como víctima de una «cacería de brujas», Trump empezó a recaudar dinero —mediante su PAC «Save America»— el mismo día en que el FBI registró su mansión de Florida. «Did the FBI just re-elect Trump?», tituló David Brooks su artículo en The New York Times. Pero ese artículo se publicó el 11 de agosto, antes de conocerse más detalles sobre la naturaleza de los documentos recuperados en Mar-a-Lago. Las cosas pintan, ahora, peores para Trump. Y para Estados Unidos, en tanto la reacción prontísima y casi unánime del Partido Republicano, acusando sin el menor fundamento al FBI y al DOJ (Departamento de Justicia) de estar «politizados», esto es, de ser una mera herramienta en manos del presidente Biden, ha aumentado considerablemente la polarización de la sociedad norteamericana. De hecho, la requisa del 8 de agosto fue interpretada por un anchor de Fox News como el comienzo de la guerra civil. «Nos acaban de declarar la guerra».

    La semana «horribilis» de Trump había comenzado, sin embargo, algo más lejos de los focos. Dos días antes, el sábado 6 de agosto, el expresidente dio un discurso en el CPAC de Texas, que tuvo como invitado de honor a ese paladín de las libertades que es Victor Orban. Ahí, Trump prácticamente anunció su intención de volver a postularse a la candidatura por el Partido Republicano: «Me postulé dos veces, gané dos veces, y con mucho más margen la segunda vez que a primera, pues conseguí muchos más millones de votos que en 2016. […] Y puede que ahora tengamos que hacerlo de nuevo».[i] Evidentemente, un anuncio adelantado de su candidatura sería una jugada estratégica por parte de Trump, no solo para cerrarles el paso a los demás aspirantes republicanos, sino sobre todo para blindarse de la justicia, en tanto cualquier investigación podrá ser vista como políticamente motivada, una maniobra del partido demócrata para sacar del juego a su popular adversario.  

    Donald Trump
    Donald Trump / Foto: Wikipedia Commons

    Entre sus habituales ridiculeces («I’m the healthiest president that’s ever lived») y mentiras («In fact, we completely finished our original border wall plan»), en ese largo discurso Trump reincidió en su pintura apocalíptica, cuasiexpresionista, de los Estados Unidos. «La gente está saliendo a la calle y les disparan en la cabeza por culpa de la campaña despiadada de la izquierda radical por desmontar las fuerzas policiales en Estados Unidos».[ii] Todo era «great» en noviembre de 2020, pero en solo dos años el país se ha convertido casi en otra Venezuela. «Uno puede coger los cinco peores presidentes de la historia de Estados Unidos, y todos juntos no habrían hecho el daño que Joe Biden ha hecho a este país en menos de dos años».[iii] El diagnóstico y la receta son conocidos: «Estados Unidos está al borde de un precipicio. Y nuestro movimiento es la única fuerza sobre la faz de la Tierra capaz de salvarlo».

    Significativamente, hubo un político republicano entre los blancos de la ira de Trump: Mitch McConnell, a quien llamó «viejo cuervo inservible», «el político más impopular del país, más incluso que la lunática Nancy Pelosi». El líder de los republicanos en el Senado nunca debió haber aprobado «that fake Infrastructure deal», dijo Trump, refiriéndose al Infrastructure Investment and Jobs Act, que pasó en la Cámara Alta con 69 votos a favor y 30 en contra, y fue promulgado por el presidente Biden el 15 de noviembre de 2021. Durante sus dos primeros años en la Casa Blanca, con un Congreso y un Senado en control de los republicanos, y una oposición demócrata que era justo en Infraestructura donde más acuerdos tenía con el presidente, Trump no consiguió pasar ningún bill de envergadura al respecto. Se habló varias veces de «Infrastructure week», como se habló de «Replace Obamacare», pero, fuera del poco significativo America’s Water Infrastructure Act of 2018, todo quedó en humo. 

    Lo que contraría ahora a Trump no es tanto, o no solo, que Biden haya conseguido sacar adelante una ley de gran alcance —posiblemente, la mayor inversión en infraestructura desde la construcción del sistema interestatal de autopistas en los años cincuenta— en un terreno que él, no solo como candidato sino también como president-elect, designó prioridad fundamental de su gobierno, sino sencillamente que el Congreso haya hecho algo. Pues el solo hecho de hacer algo, con la colaboración de los dos partidos (si esta ley fuera solo «New Green Deal» disfrazado, como alega Trump, ¿la habrían apoyado 19 senadores republicanos?)  contradice uno de los tópicos fundamentales del trumpismo: la creencia de que el sistema no funciona, de que «Washington» —esto es, el centro de la polis norteamericana, el espacio del debate parlamentario, la rama legislativa del gobierno, que es equivalente en alcance y poder al ejecutivo, y tiene la responsabilidad de supervisarlo— se encuentra en un estado disfuncional, comatoso, irremediable.   

    A la hora de explicar el plan para su insinuado nuevo término presidencial, a inaugurarse en 2025, Trump recurrió, significativamente, al tópico original de su campaña de 2016: drain the swamp. «Otra prioridad del próximo Congreso y del próximo presidente será drenar el pantano de una vez por todas. Para librarse de los burócratas corruptos y erradicar el “deep state” el Congreso debe pasar una reforma radical, que otorgue al presidente la capacidad de decir a cualquier empleado federal que sea corrupto, incompetente o innecesario: «¡Estás despedido!”».[iv] Esto es: el presidente, es decir, Donald Trump, tendrá autoridad para despedir a quien quiera y nombrar a sus adeptos. Ya lo dijo J.D. Vance: si gana en 2024, Trump debería «despedir a todos los burócratas y funcionarios del Estado administrativo, y reemplazarlos con nuestra gente».[v] Nuestra gente: cualquier parecido con esas republicas latinoamericanas donde el clientelismo es endémico y la división de poderes meramente formal no es pura coincidencia. Cuando Trump alega que el país se ha latinoamericanizado bajo Biden, cuando Ron De Sanctis dice que este «régimen» parece una «Banana republic», cuando Rudy Giuliani dice que «we are starting to live in a fascist state», no hacen más que proyectar. Trump y sus adláteres quieren poderes absolutos; están más cerca de Tirano Banderas que de George Washington.  

    De hecho, en el comunicado en que el propio Trump daba la noticia del registro, él se identificaba con la nación. «Estos son tiempos lúgubres para nuestra Nación, pues mi bello hogar, Mar-a-Lago, se encuentra sitiado y ocupado por un numeroso grupo de agentes del FBI».[vi] Aparece aquí, además, ese tópico fundamental de la narrativa trumpista que, aunque le falló en las midterms pasadas (aquella publicitada caravana de 2018 donde había incluso, según el entonces presidente, ¡gente del Medio Oriente!), Trump ha decidido retomar: el de la invasión. «Debemos detener la invasión en nuestra frontera sur. Es una invasión. Nuestro país está siendo invadido», dijo Trump en su discurso en Houston, y solo dos días después, según este comunicado difundido en Truth Social (la plataforma creada por Trump Media and Technology Group que el expresidente usa ahora que no tiene Twitter), es su hogar lo que está siendo invadido, no ya por inmigrantes ilegales sino por los agentes del «deep state». De lo que se trata, al fin y al cabo, es de ilegitimar a todos los que se opongan a Trump o amenacen su impunidad, convertirlos en extranjeros: de un lado los patriotas, los ciudadanos; del otro, los traidores, los invasores. 

    Como el segundo impeachment tras el 6 de enero, esta coyuntura proveyó al Partido Republicano de una nueva oportunidad para tomar distancia del expresidente. Ocurrió, sin embargo, todo lo contrario. De hecho, Fox News, que en los últimos meses había dedicado más espacio a Ron De Sanctis y no transmitió el discurso de Trump en Houston, cerró filas en torno al Trump. Se repitió muchas veces la palabra «unprecedented», como si ellos no hubieran dicho hasta el cansancio que era bueno tener un presidente que no fuera un político tradicional, un presidente distinto, «unprecedented». Olvidando que James Comey, entonces director del FBI, había hecho público dos veces, al comienzo y al final de la campaña electoral de 2016, que Hilary Clinton estaba siendo objeto de una investigación, se alegó que, a diferencia de la señora Clinton, a quien el FBI había protegido, Trump estaba siendo injustamente tratado por esa agencia gubernamental.

    Olvidando también, para más inri, que lo que motivó el primer impeachment fue justo un intento de Trump por conseguir que se abriera una investigación que involucrara a su rival político, los secuaces del expresidente sostuvieron que a pocos meses de unas elecciones (en las que, por cierto, Trump no es candidato) lo que había hecho el FBI era algo que «no se podía hacer». Hubo comparaciones con la Gestapo. Ellos, que hicieron de «Lock her up!» su grito de campaña, que negaron o minimizaron la gravedad de aquella llamada al presidente de Ucrania en la que Trump proponía justo el tipo de quid por quo que los padres fundadores procuraban  evitar cuando incluyeron el proceso de impeachment en la Constitución, denuncian ahora, con una sobreactuación que transparenta su mala fe, «abuse of power» y «government overreach» en un registro que ha sido autorizado por un juez y ejecutado con todas las garantías por una agencia cuyo director, Christopher Wray, fue nombrado por el propio Trump. 

    El talking point de esa simbiosis que conforman los medios de propaganda del trumpismo y los sectores más radicales del Partido Republicano fue un falaz paralelo entre Trump y el ciudadano de a pie: si se lo hicieron a un expresidente, te lo pueden hacer a ti. Recurrieron, como siempre, a meter miedo: tú eres la próxima víctima. Una vez más, los aliados de Trump obviaron toda consideración de la situación presente —¿qué documentos había recuperado el FBI?; ¿por qué Trump tenía documentos que pertenecen al gobierno de los Estados Unidos, no a él, en su domicilio que, para colmo, es un club donde hay continuo trasiego de gente?; ¿de qué investigación podría estar siendo objeto Trump cuando un juez, nombrado, por cierto, también por Trump, autorizó el registro?— para interpretar aquí un signo de un Estado policial que estaría a la vuelta de la esquina. Así lo dijo Marco Rubio: «El próximo paso en este proceso va a ser que los que apoyan a Trump o simplemente son conservadores que se quejan de esto…. van a ser señalados como insurrectos potenciales y van a empezar a ser hostigados por las fuerzas policiales».[vii]

    Fue así mismo como Tucker Carlson «leyó» el 6 de enero: si Washington D.C. estaba militarizado para la inauguración de Biden, eso no era una necesaria medida de seguridad, comprensible tras los sucesos del 6 de enero, sino un índice alarmante del Estado policíaco, la arrancada de lo que ellos llaman «el régimen». El trumpismo convierte lo que es una reacción —en aquel caso a la invasión del Capitolio; en este al hecho de que Trump se apoderó de documentos que no le pertenecían, y un abogado suyo firmó una carta en junio declarando que había entregado todos los documentos clasificados, cuando, según evidencia el inventario del registro, eso no era cierto—, en una acción. Convierte la defensiva en ofensiva, y viceversa. Así, el criminal es transfigurado en víctima, y el Estado en «deep state», profundizando esa deslegitimación de las instituciones que comenzó con la primera campaña electoral de Trump y continuó durante su gobierno cuando el presidente se posicionó regularmente con Putin y Mohamed bin Salman, príncipe de la corona saudí, en contra de los informes de inteligencia de la CIA. Marjorie Taylor Green, siempre más pintoresca que el senador Rubio, comenzó a vender pullovers con el nuevo slogan «Defund the FBI». 

    Frente a esa campaña de descrédito dirigida contra el FBI y el DOJ, el fiscal general Merrick Garland movió ficha: el miércoles presentó una moción para que la orden y el inventario del registro se hicieran públicos. Trump tuvo hasta el jueves a las tres de la tarde para interponer un recurso legal, pero no lo hizo, pues eso habría sido aún más humillante. El inventario —lo que en inglés se llama «property receipt»—, publicado el viernes, revela que el FBI recuperó 27 cajas, 11 de ellas con documentos clasificados. Cuatro estaban etiquetadas como «Top Secret», tres «Secret» y tres más «Confidential». Otra contenía «TS/SCI documents», esto es, «top secret/sensitive compartmented information». La orden de registro (search warrant) autorizaba al FBI a embargar «all physical documents and records constituting evidence, contraband, fruits of crime, or other items illegally possessed» que violaran tres leyes federales, una de las cuales es la conocida como Espionage Act, que criminaliza trasmitir información relativa a la defensa nacional o sacarla de la custodia de las instalaciones del gobierno.    

    La defensa de Trump fue previsible: ya el lunes, tras el registro, una teoría de la conspiración: sugirió que el FBI había «plantado» los documentos; luego, afirmó que él había desclasificado todos esos documentos; luego, dijo que Obama había hecho lo mismo que él. Cada nueva justificación es contradictoria con las demás. Cada una en sí misma es espuria. La guinda del pastel la ofreció el abogado John Solomon, que leyó el viernes por la noche en Fox News el siguiente comunicado: «Todos podemos entender que uno tenga que traer trabajo a casa de vez en cuando. También lo hacen los presidentes de Estados Unidos. El presidente Trump, para prepararse para el trabajo del día siguiente, a menudo llevó documentos —incluyendo documentos clasificados— a la residencia. Había dado instrucciones para que todos los documentos trasladados de la Oficina Oval a la residencia quedaran desclasificados automáticamente».[viii] Resulta que Trump, cuya negativa a leer rutinarios reportes de inteligencia en la Oficina Oval ha sido abundantemente documentada por testigos presenciales, leía de noche en su residencia documentos etiquetados como «Top Secret»…

    Evidentemente, Trump y sus abogados saben que nadie es tan ingenuo como para creerse una excusa tan esperpéntica. Además, el hecho de que los documentos estén o no clasificados es irrelevante para el tipo de investigaciones a las que, según se deduce de los documentos que hasta ahora conocemos, está siendo sujeto Trump. La presencia de esos documentos en Mar-a-Lago sería ilegal, hayan sido o no mágicamente desclasificados. Pero nada de esto cuenta en ese universo paralelo que es el trumpismo. Así como el líder actúa como culpable, el discurso que él ha originado asume, desde el comienzo, su falta de razón; procede del tácito reconocimiento de esa falta. Carente de argumentos y evidencias, el trumpismo se retira del espacio del debate, lo sabotea, se fuga hacia adelante con sus tres palabras mágicas: hoaxwitch huntfake news. Así, Kari Lake, flamante ganadora de las primarias republicanas para la gobernatura de Arizona afirma en una conferencia de prensa que hubo fraude en las elecciones de 2020. Un reportero le pregunta por las evidencias de ese supuesto fraude. Ella responde que las tiene, pero no las dará a las fake news. He ahí un snapshot del trumpismo: se trata de un discurso fundamentalmente performativo, circular, una petición de principio. Por eso prolifera en safe spaces como esas frecuentes convenciones del CPAC, Fox News y otros canales afines (Newsmax, One America News Network), websites como Infowars, y podcasts como el de Steve Bannon, donde no hay quien contraste la información y todos han pactado tácitamente que las elecciones de 2020 fueron robadas.

    Partidarios y críticos de Donald Trump reunidos a las afueras de Mar-a-Lago/ Foto: ABC
    Partidarios y críticos de Donald Trump reunidos a las afueras de Mar-a-Lago/ Foto: ABC

    Esa nueva legitimidad que el discurso trumpista contrapone a lo que llaman «el régimen» procede toda de la Big Lie; esta es una patente de corso para atacar el establishment, un agujero que da acceso a una geometría no euclidiana, una maquinita de producir ficciones conspirativas. Pues si sigues sosteniendo que las elecciones fueron un fraude después que todos los recursos judiciales presentadas por la campaña de Trump fueron desestimados en los tribunales, después que el recuento manual de votos en Georgia no modificó el resultado, después que las tres auditorías realizadas en Arizona no arrojaron evidencia alguna de fraude electoral, después que los abogados defensores de Sydney Powell en la demanda por difamación que le interpuso Dominion Voting Systems alegaron que «reasonable people wouldn’t believe her election fraud claims», ¿ante qué te vas a detener?, ¿qué escrúpulo te frenará de afirmar que el estado de derecho, con su aparente división de poderes, no es en el fondo más que un complot?: ¿que CNN y los llamados «mainstream media» mienten continuamente, pero Fox News es objetivo y neutral? 

    El trumpismo no tiene base, pero por lo mismo no tiene límites. No intenta ocultar su descaro, lo despliega a la luz del día. Se fortalece no a pesar de su cinismo y su hipocresía sino justamente por ellos. Tuvimos otra evidencia de esto cuando, tras no conseguir evitar ser interrogado por la oficina de la fiscal del estado de Nueva York, Trump se acogió a la Quinta Enmienda más de 440 veces. Esto, después de ridiculizar en 2016 a algunos ayudantes de Hilary Clinton por haberlo hecho y de afirmar que solo los gangsters se acogen a la Quinta Enmienda. La explicación para su flagrante hipocresía fue, desde luego, victimizarse una vez más: tuvo que acogerse a la Enmienda porque está siendo objeto de una witch hunt. Ahora bien, si es inocente del cargo por el que se lo investiga, ¿por qué simplemente no negar la imputación? ¿No es más fácil decir que no infló el valor de sus propiedades, si de hecho no lo hizo? Trump se acoge a su derecho a no declarar porque sabe que estaría mintiendo bajo juramento, y esto podría convertirse, al cabo, en otro delito por el que podría verse en nuevos aprietos legales. Actúa, una vez más, como culpable. 

    Y su única defensa pasa, en este punto, por la deslegitimación de las instituciones. La patraña de que agencias como el FBI, la CIA y el DOJ no sirven al pueblo sino a una élite «globalista», ya que el auténtico pueblo está, no ya representado sino encarnado en Trump. El caudillo, el pueblo y la nación son la misma cosa. «Juntos nos enfrentamos a algunas de las fuerzas más amenazantes, los intereses más establecidos y los enemigos más despiadados que nuestro país ha conocido nunca. Un amigo mío me dijo hace poco que yo era la persona más perseguida en la historia de este país»,[ix] dijo el expresidente en su discurso del sábado 132 de agosto, cuando aún no se había producido el registro. El lunes, tras su comunicado en Truth Social, comenzaron las amenazas contra los agentes del FBI. Un sitio online publicó el nombre del juez que firmó la orden, la dirección de la sinagoga a la que acude. Un seguidor de Trump, armado, fue abatido intentando entrar a una oficina del FBI en Cincinnati. Mientras tanto, la gran mayoría de los republicanos callan, temerosos de que la menor discrepancia pueda ser vista por la turba enfurecida como un signo de debilidad. Quieren mantener sus escaños en la Cámara o el Senado, sus opciones a la candidatura en caso de que, después de todo, Trump no se postule. El lunes 15 de agosto, tras acusar de nuevo al FBI, el expresidente declaró a Fox News Digital, en la primera entrevista que concede desde la requisa del 8 de agosto: «terrible things are going to happen». Lejos de apaciguar a sus seguidores, Trump continúa enardeciéndolos, echando leña al fuego.

    El Departamento de Estado se encuentra, así, en una disyuntiva sin precedentes: si hay pruebas suficientes de que ha violado esos tres estatutos mencionados en la orden de registro, ¿debe el DOJ enjuiciar a Trump, siguiendo la Constitución de los Estados Unidos, según la cual «no man is above the law», o debe, teniendo en cuenta la extraordinaria coyuntura política,  abstenerse de hacerlo para que el juicio no sea visto, a los ojos de los seguidores de Trump, muchos de los cuales poseen armas, como una injusta persecución hacia ellos y se rebelen, en grado y número mucho mayor que el 6 de enero de 2021, propiciando, si no el comienzo de una guerra civil, sí una situación de caos y violencia de la que no sería fácil salir? Consciente de su ascendiente sobre la montonera, el caudillo amenaza descaradamente al gobierno de Estados Unidos. «El país está en una situación de peligro», dijo en Fox News. «Hay mucha indignación, como nunca he visto antes, por causa de todos los engaños, y este último —años de mentiras y persecuciones, y ahora esto».[x] Según reportan varios medios noticiosos, Trump intentó hacerle llegar a Merrick Garland el siguiente mensaje: «The country is on fire. What can I do to reduce the heat?».[xi] El incendiario se ofrece para contener el fuego que él mismo ha prendido. Pero su colaboración no es gratuita; lo que persigue es una transacción, otro quid por quo: solo hará de bombero a cambio de la impunidad.


    [i] «I ran twice, I won twice, and did much better the second time than I did the first, getting millions and millions of more votes than in 2016, and likewise, getting more votes than any sitting president in the history of our country by far. And now we may have to do it again.» www.rev.com/blog/transcripts/former-president-donald-trump-speaks-at-cpac-8-06-22-transcript

    [ii] «People are walking outside and getting shot in the head because of the radical left’s merciless crusade to dismantle law enforcement in America.»

    [iii] «You could take the five worst presidents in American history, and put them together, and they would not have done the damage that Joe Biden has done to our country in less than two years.»

    [iv] «Another key priority for the next Congress and the next president will be to drain the swamp once and for all. To remove rogue bureaucrats and root out the deep state Congress should pass groundbreaking reform, empowering the president to ensure that any federal employee who is corrupt, incompetent or unnecessary for the job can be told, “You’re fired”.»

    [v] www.axios.com/2022/07/22/trump-2025-radical-plan-second-term

    [vi] «These are dark times for our Nation, as my beautiful home, Mar-A-Lago in Palm Beach, Florida is currently under siege, raided and occupied by a large group of FBI agents.» www.nbcnews.com/politics/donald-trump/trump-says-mar-lago-home-was-raided-large-group-fbi-agents-rcna42133

    [vii] «The next step in this process is going to be that people who are supporters of Donald Trump or just conservatives complaining about this … are going to begin to get labeled as potential insurrectionists and are going to begin to get harassed by law enforcement.» floridapolitics.com/archives/545787-rubio-insurrectionists/

    [viii] «As we can all relate to, everyone ends up having to bring home their work from time to time. American presidents are no different. President Trump, in order to prepare the work for the next day, often took documents, including classified documents, to the residence. He had a standing order… that documents removed from the Oval Office and taken to the residence were deemed to be declassified the moment he removed them.» www.businessinsider.in/politics/world/news/trumps-latest-defense-for-mar-a-lago-documents-is-everyone-brings-home-their-work-from-time-to-time-and-the-files-were-automatically-declassified/articleshow/93542566.cms

    [ix] «Together, we are standing up against some of the most menacing forces, entrenched interests and vicious opponents our people and our country has ever seen. A friend of mine recently said that I was the most persecuted person in the history of our country.» www.rev.com/blog/transcripts/former-president-donald-trump-speaks-at-cpac-8-06-22-transcript

    [x] «The country is in a very dangerous position. There is tremendous anger, like I’ve never seen before, over all of the scams, and this new one — years of scams and witch hunts, and now this.» www.foxnews.com/politics/trump-says-he-will-do-whatever-he-can-to-help-the-country-after-fbi-raid

    [xi] www.nytimes.com/2022/08/13/us/politics/trump-classified-material-fbi.html

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    5 COMENTARIOS

    1. A ese colorao hijoeput… hay que extirparlo como un cancer que es, no solo para EEUU sino que para todo el mundo. Pedazo de ególatra ridículo con ínfulas de tirano endiosado por la masa politicamente inculta que le sigue. Debieron tomarse la lejía que les recomendó

      • Así es. Es increíble como este energúmeno ha engatusado ha tanta gente, que aún cuando se ha comprobado que es un tramposo y estafador, le siguen aflojando dinero para sus «campañas» y para el resto de la mafia MAGA. De un payaso que inicialmente hasta los mismos Republicanos descartaban como eso, un bufón, se ha tornado en ese cáncer metastásico que señalas. Saludos.

    2. Es evidente la posicion parcializada de los comentarios expresados en esta publicacion.

      La realidad , no se crean que estan solas del lado democrta , ni que los republicanos trumpistas son una bola de incapaces .Esa es una opinion de muchos ¨´progresistas¨¨ que se creen el ombligo del mundo y que se la saben todas.Recuerde. por decir algo , que la mayoria de esos ¨´intelectuales¨ son de ideas socialistas y que admiran , en cierta forma los ¨exitos¨ de la revolucion cubana.Nosotros conocemos muy bien ese sistema y la maldad que los apoya. asi como lo falso de esos argumentos
      Claro , todos los medios de informacion le dan publicidad a lo que les conviene,eso lo conocemos muy bien y no nos convencen muchos de sus comentarios.

      • Señor Soler, y créame que cuando le llamo señor no lo hago con el ánimo de establecer distancias protocolares sino a partir del respeto y la urbanidad más elementales. El uso de la palabra «Progresista» con tinte de izquierdas ha tomado un mal camino dentro de la idiomática actual. Progreso significa avance, desarrollo, la palabra en si no tiene ninguna connotación politizada. Nunca he sido de izquierdas. De hecho la política y sus corruptos heraldos, los políticos, no me interesan, ni de izquierdas ni de derechas. Al comunismo si le presto atención y lo combato por su execrable faena de traer miseria y opresion a este mundo. Mi opinión sobre el colorao no tiene nada que ver con que sea republicano. Es su estupidez pegajosa y mala saña mentirosa la que siempre motivará mi dardo. Con respecto a los medios de información, este (El estornudo) no tiene nada de izquierdas y ya vez que publicó mi comentario, así que saque su cuenta si es que puede. Para terminar le dejo en limpio que me he dirigido a usted una única vez, como excepción de la regla que sigo con miembros confirmados de esa masa políticamente inculta. Por favor, ignore mis comentarios futuros como haré yo con los suyos para un proceder más ético de este sitio. Gracias por adelantado, y hasta nunca.

      • Particularmente en mi caso debe decir «No se crean que estan solos». Respeto todas las identidades sexuales pero soy hetero y a esta grisedad de mis canas no creo que cambie. Mi nick «Trotando Guardarayas» puede prestarse a confusión, pero fué escogido teniendo en mente la fuerza del cimarrón rebelde que dejó huellas en nuestros campos cubanos. Rebeldía es lo que hace falta ahora a nuestro pueblo adormilado.

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