Daniel Martínez (Camagüey, Cuba, 1996) propone esta serie de retratos intimistas que —dice— “intenta hurgar en la profundidad de la psiquis e intenta traducir muchas de las reacciones del ser humano ante la ausencia de algo o de alguien”.
La soledad es el tema de estas visiones que parecen concebidas por un Caravaggio dulcificado, sin pudores y sin dramatismos. Ahora, fotógrafo de la idea, más que del instante.

El cuerpo (desnudo) no es el fin —estético, erótico— de estas piezas. La belleza del cuerpo, en efecto, es atributo de una figura protagónica que nos ofrece un sentido, un relato. Pero también sospechamos que el cuerpo, aquí, es solo otra parte —instalada artificialmente— de un mecanismo superior, que diríamos atmosférico, esencialmente subjetivo, fenomenológico.




Intuimos cuál es la apuesta del joven autodidacta Daniel Martínez: se ha propuesto fotografiar la Ausencia, justamente, a través de la intensidad de lo presente.

En un breve statement artístico, el autor señala el uso metafórico de “espacios marchitos, corroídos y descoloridos”.


Esa tendencia a la disolución de lo real, tal desvanecimiento de todo lo sólido, es condición de posibilidad en estas fotografías para la representación de nuestra impenitente búsqueda humana de estructura y sentido.



“Llenar el vacío que han dejado esas ausencias”, según lo pone Daniel Martínez, quien estudia en la Facultad de Medios de Comunicación Audiovisual del Instituto Superior de Arte de La Habana y cuyos referentes creativos, dice, son Antoine D´Agata, Andrés Serrano, Jan Saudek, entre otros.

(Fotografías autorizadas por Daniel Martínez).