• Las plantas medicinales florecen de nuevo. Juan Carlos Alom

El monte es la vida y la muerte, y a su vez, en contradicción; es la cura. No es bosque ni es selva, es un espacio intermedio de vibraciones del que salimos fortalecidos y diferentes.

El monte se extravía y regresa siempre; y el hombre regresa siempre a él. Son dos seres que se atraen y se enfrentan en una batalla de supervivencia espiritual. En él conviven las deidades, la vida animal, las plantas, y el ser humano, la entidad más frágil y violenta del entorno. Las plantas siguen siendo el sostén imprescindible de la vida. El monte nos sostiene de manera invisible; sostén humano, espiritual, mágico, ritual. La salvia de nuestra vida en la forma también invisible del oxígeno. Nos da y nos quita el aliento.

La fotografía del monte, de Alom, nos recuerda esta condición de que una vez que entras al monte ya no regresas jamás.

Al igual que en la obra del artista, las plantas medicinales renacen en un ciclo infinito de vida. Se siente el artista que resurge también en el monte.

Las plantas medicinales son las armas poderosas de sus espíritus que nos vienen a proteger del más allá al más acá. Él las descubre.

Texto y Fotos: Juan Carlos Alom y Aimara Fernandez.