Heradel: cambiar lo que no nos gusta. Entrevista a una cantautora cubana

    Últimamente me duele tanto caminar por El Vedado. La rotura, la suciedad, la decadencia… han ido reemplazando a la belleza y al poder. 

    Cuando hasta una calle tan céntrica como 23 está casi vacía, tienes la sensación de haberte quedado sola, regazada. Todo el mundo se fue mientras dormías y ahora sales, asustada, con ganas de correr hacia la costa y gritarles que vuelvan. O que te lleven con ellos.

    Sacudo la cabeza para ahuyentar el espejismo. No, todavía La Habana es una ciudad medianamente funcional. Tengo una cita. Voy a encontrarme con alguien real, tangible. Trato de ignorar la punzada entre pecho y estómago.  

    Mira: ahí, allá, se mueven personas. Verdad que ya no aspiro a tropezar con gente conocida. Me siento parte de un paisaje perdido en un trasiego confuso que ni siquiera puedo calificar de violento. Es semejante a esos golpes que se dan en zonas precisas para que hagan daño pero que, ante la ley, no puedan ser reconocidos como lesiones graves.

    Aprieto la mano de Yasser, vuelvo a consultar la dirección y le reitero que dependo de su sentido de orientación para llegar a tiempo. Por fin, entre mensajes de WhatsApp y dos llamadas, luego de deambular por rincones de El Vedado que no conocía, encontramos la casa, en un callejoncito que sería adorable si no hubiera gatos dispersos (seguramente hambrientos) por los jardines y las aceras. Gatos escurridizos que conocen la maldad humana.  

    Cuando una joven menuda, de cabello larguísimo, abre un portón y nos recibe con una sonrisa, empiezo a aglutinar preguntas en mi mente. Subo unos peldaños. Me asombra lo inusual del diseño arquitectónico y pienso: «Si esta casa fuera mía, por nada del mundo me iría de aquí…».

    Heradel, o Adela Rivas, la joven que parece salida de un cuento celta, se mueve con ligereza y, ya en la sala, nos invita a sentarnos y nos ofrece café o té negro. Elijo lo segundo mientras trato de recordar cómo fue que conocí su música. 

    Ella era entonces la otra mitad del proyecto Quidam Pilgrim, un dueto de Santiago de Cuba del que alguien nos había dicho que sonaba como Enya (¡nos parecía imposible!), y un día alguien nos copió en una memoria flash el disco The Pigrim’s Progress (inspirado en la obra literaria original de John Bunyan). Oímos de un tirón tema tras tema, y quedé en éxtasis: un silencio incapaz de llenar con palabras una vez que los últimos acordes se disolvieron en el aire.

    Empecé a compartirlo compulsivamente a mis amigos. Yasser hacía trampas y les preguntaba de dónde creían que provenía esa música, y todos sin excepción se remontaban a Inglaterra, Escocia, Irlanda… Países donde ninguno había estado, pero se sabe que allá el verde es más suave, el horizonte a veces se pierde en la niebla, y en los bosques habitan elfos y hadas.

    Y, sí, hay algo en Adela semejante a esos seres que viven fuera del tiempo. Una especie de inocencia mezclada con vivacidad y, a la vez, el hastío de las almas viejas.

    Adela Rivas / Foto de cortesía

    Gesticulando con sus manos pequeñas, cuenta que desde niña se veía a sí misma interpretando una de sus «futuras canciones». Quizás influyó el hecho de que su madre había sido cantante del grupo Muralla, dedicado sobre todo al folclor latinoamericano, y su padre una de las joyas ocultas de la Nueva Trova en Santiago de Cuba. O que su abuelo, escritor y arqueólogo, le haya despertado el amor por la música clásica. 

    A pesar de haber estudiado violín y flauta, no soportaba sentirse presa en la repetición de escalas y arpegios, y se considera esencialmente autodidacta. Aunque tuvo la suerte de ser aceptada en el programa de música de la Universidad de CalArts en Los Ángeles, Estados Unidos, tuvo que renunciar a esa beca por los altos costos de matrícula y estancia. 

    La escucho mientras degusto el té caliente, sorbo a sorbo (y recuerdo aquellas tertulias en los noventa, cuando aún quedaba té negro importado de la Unión Soviética). Trato de memorizar lo que más me gustó de Quidam Pilgrim: ese asombro de que en Cuba no solo suenen los tambores batá como expresión mágica, aunque estos también estén en el tema «Halls of the Interpreter», con una fuerza contagiosa. 

    Porque somos una nación a la que han mutilado también su espiritualidad. No solo mediante la persecución de religiosos en los albores de la Revolución, o por la ausencia de esa ley de cultos relegada a una espera infinita, que permitiría aglutinarse libremente, por ejemplo, a practicantes de diversos tipos de yoga, meditación y filosofías orientales, sino porque la búsqueda profunda del ser, en el arte y la cultura, quedó confinada en un arquetipo de lo cubano: alegre, hedonista, superficial, alguien que no parece jamás hacerse las preguntas: «¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Adónde iré cuando este cuerpo deje de respirar?». 

    Adela reconoce que esa carencia fue justo lo que la impulsaba; la urgencia de crear, de sacar una propuesta muy diferente. En el año 2003, con solo 15 años, empezó a escribir una serie de canciones inspiradas en el libro The Pilgrim’s Progress, acompañándose de un pequeño sintetizador y una guitarra. Meses después conoció a Félix Muñiz, pianista, compositor y productor musical, y surgió Quidam Pilgrim. 

    VV: ¿Por qué canciones en inglés? ¿Por qué en latín? 

    (Ella responde a todo con una voz pausada y, a la vez, apasionada).

    AR: Ambos valoramos siempre el sentido de universalidad, tanto a nivel temático como musical. También siento que el inglés como lenguaje fluye con más suavidad a la hora de cantar, facilitando el efecto que quería lograr en términos de sonoridad.

    ¿Cómo lograron en cada tema ese sello tan distintivo y nada recurrente en la música cubana, ese efecto de ambiente mágico y de profundidad espacial? 

    Pues… con una mezcla de pistas vocales superpuestas, efectos de sonido, y una selección específica de sintetizadores que facilitaran ciertas cualidades tímbricas.

    ¿Qué repercusión tuvo Quidam Pilgrim teniendo en cuenta lo especial de su propuesta en el contexto cubano? 

    La divulgación puede decirse que fue involuntaria, cuando sacamos en 2006 una versión inicial del álbum en que estuvimos trabajando por dos años. También recibimos cobertura esporádica en la radio durante años, y una recepción crítica positiva. Incluso tuvimos varias presentaciones en la televisión nacional y nominaciones a los premios Cuerda Viva y Lucas. Para mi sorpresa, descubrí un público ávido de este tipo de música, hasta el punto de que, 16 años después, aún recibo mensajes de seguidores (en las redes) preguntando por nuevas canciones de Quidam Pilgrim.

    Adela Rivas / Foto de cortesía

    ¿Cuáles dirías que han sido tus influencias más conscientes? 

    Tengo muchas, pero las más prominentes creo que serían la música sacra renacentista, la música bizantina, Paul Lansky, Jean-Michel Jarre (a quien descubrí desde los tres años gracias al intro del programa televisivo Tanda del omingo), Trent Reznor en términos de producción musical, Kraftwerk, Aphex Twin, Björk, Enya, Clannad, Karl Jenkins, Dead Can Dance, The Knife y Fever Ray… por mencionar unos pocos.

    (Y ahora la pregunta inevitable, pienso mientras recuerdo la sensación de destrozo mientras caminaba por 23, y me siento absurda al formularla). 

    ¿Por qué emigraste? 

    (Primero inhala con fuerza, exactamente como hice yo antes de preguntar). 

    Tenía 20 años y toda mi familia se estaba yendo. Fue una decisión bastante difícil en aquel momento, sobre todo porque estábamos en fase preparatoria de un concierto con la Orquesta de Cámara Esteban Salas en Santiago de Cuba, con vistas a un futuro concierto con la Orquesta Sinfónica, que era un viejo sueño.

    (Otra pausa que me hace reparar en los ruidos de la calle, cada vez más espaciados. Mientras me pregunto qué hora es y si nos agarrará la confronta del P11, me voy reconciliando con la otra pregunta inevitable):

    ¿Sientes que valió la pena…? ¿En el sentido profesional, personal? 

    En cierto modo fue un privilegio poder establecerme en Los Ángeles, por lo que significa en términos de creación… Aunque estuve mucho tiempo sin poder dedicarme a la música, que es lo que siempre he querido hacer, pude trabajar en el mundo de la producción y la dirección de arte para películas y videos musicales. Hace dos años comencé a hacer música para audiovisuales. La carrera en solitario es algo que acabo de retomar. Soy consciente de las dificultades que implica, y más aún en el contexto norteamericano, pero es una necesidad que tengo y trato de mantener cierto grado de optimismo. Pero siento que mi visión del mundo es mucho más amplia y clara hoy en día, y es algo que puede actuar en mi favor.

    Háblame de este nuevo proyecto en solitario, Heradel. ¿Conserva algún nexo conceptual o formal con Quidam Pilgrim? 

    Se puede decir que existe una continuidad a nivel conceptual; ambos abordan la temática de la evolución de la consciencia humana y el crecimiento espiritual. En mi nuevo proyecto profundizo un poco más en esto, y lo hago de una forma más libre, sin influencias de dogmas, creencias impuestas o limitantes. En cuanto a sonoridad, conserva el mismo carácter etéreo, los serenos paisajes sonoros logrados a través de sintetizadores, y tratamientos vocales similares, aunque diría que este nuevo proyecto tiene un acercamiento más experimental en general. Posee además un carácter más autónomo, y estoy asumiendo las responsabilidades de composición musical, letras, arreglos, interpretación, diseño de sonido, producción, grabación y mezcla. 

    ¿Cómo es hacer música de tipo «new age» (un término casi peyorativo), o simplemente música no comercial, en un tiempo en que el arte y hasta el entretenimiento están tan degradados o vulgarizados? 

    La difusión ha probado ser el mayor reto hasta ahora en un tiempo en que los algoritmos favorecen las formas más triviales de contenido. Aún estoy en proceso de regar la voz sobre el estreno de mi nuevo material, incluso entre los seguidores de Pilgrim de toda una vida. Sin acceso a grandes presupuestos, cada vez se vuelve más difícil surfear el océano de contenido que se publica a diario en todas las plataformas. Pero, a pesar de que la avaricia y las agendas poco éticas de las grandes corporaciones que controlan la industria del entretenimiento y los medios de difusión hayan impulsado el auge de toda esa música y formas de contenido vulgar, carentes de sustancia y espíritu, hoy más que nunca tenemos acceso a una plétora de artistas increíbles. En su mayoría independientes, o representados por disqueras independientes, estos proyectos llenos de creatividad se han vuelto más accesibles gracias a la democratización de la distribución musical. Se trata de mirar en el lugar adecuado. Se trata de no conformarse con la narrativa establecida y seguir buscando. Es algo que siempre me impulsó a hacer música: mi falta de conformidad con lo efímero, lo ordinario, lo vacío y lo mediocre. Se trata de cambiar lo que no nos gusta, y abrir caminos nuevos donde antes no los había.

    https://www.youtube.com/watch?v=_X1VgqkA0LM&t=6s

    Continúa el silencio mientras miro el fondo de mi vaso vacío. Adela enciende el equipo de música y reverberan las notas de «Mother», una canción que la lanza en su carrera en solitario. Siento como si me adentrara en el latido del espacio, pero con una intimidad arrolladora, gracias a una voz que me llama directamente por mi nombre y me conduce, de misterio en misterio, cada vez más hondo… Cada vez más lejos. Yasser agita las manos, echa atrás la cabeza, se deja llevar por la percusión… Yo acecho la melodía como se persigue a un pájaro con la vista y, cuando el sonido llega al clímax y empieza a distenderse, me resisto a dejar escapar algo tan entrañable. 

    En días recientes yo había descubierto a Aurora, la cantautora noruega y su canción asecho «Warrior of Love», y me pregunté por qué en la isla no tenemos algo así: músicos jóvenes que transmitan un mensaje espiritual legítimo. Ahora me doy cuenta de que tuvimos un Quidam Pilgrim, y conocí otros músicos con intereses similares, pero los artistas en Cuba enfrentan un bloqueo comercial en Internet que les obstruye todo camino legal. Tienen que recurrir a artilugios (la cuenta de banco de alguien en el extranjero, una dirección domiciliaria falsa y todo lo que solo «prestaría» un amigo muy especial). O tienen que emigrar, como Adela, para convertirse en ciudadanos del mundo. 
    La música cubana ha dejado de tener una tierra donde fijarse y habita también un país virtual.

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    4 COMENTARIOS

    1. Yo conocí s Quindan Pilgrim por ti, cuando me lo copiaste en una flash. Tu entrevista tiene un estilo narrativo con diálogo interior, que atrapa enseguida y te sumerge en la decadencia de la ciudad. Después te adentra en esa música espiritual que tanto cura el alma de los horrores cotidianos. La música cubana, la bailable se ha degradado, no hay sitio para soñar.

    2. Me gustó la forma narrativa al entrevistar… Conocí a Adelita siendo muy niñita, era un angelito muy suave y dulce, con su cabello rizado doblemente difícil de peinar “. Un ser muy especial : todo armonía y música.

      • Me gustó la forma narrativa de entrevistar..Conocí a Adelita siendo muy niñita, era un angelito muy suave y dulce, con su cabello rizado doblemente difícil de peinar.” Un ser muy especial todo armonía y música.

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