La ruralización (castrista) de La Habana

    «Existen La Habana Colonial, La Habana Republicana y La Habana Totalitaria. Las primeras fueron sumamente creativas, y la Republicana fue, además, de una capacidad constructiva extraordinaria. En la tercera etapa, el Estado usurpó a la sociedad la labor de hacer ciudad. Por lo tanto, el mayor problema urbanístico que enfrentaremos es recuperar la actitud positiva de hacer ciudad en un ambiente de libertad expresiva. La remodelación de La Habana no debe ser impuesta desde arriba, sino surgir del pensamiento y sentimiento de la sociedad, interpretados por sus urbanistas.»

    Nicolás Quintana

    La ruina urbanística de La Habana no es un accidente. Los más de sesenta años de abandono de toda una ciudad responden a una política descabellada del Máximo Líder poco investigada.

    En lo invisible, la industria y las inversiones no existen. El declive urbano se ignora, la mano de obra especializada desaparece, el planeamiento urbano brilla por su ausencia. En lo visible, el pavimento se hace tierra, las paredes se cuartean y desmoronan, los techos se derrumban, las tuberías se pudren, las aceras se rajan, el piso se quiebra, las construcciones se desploman dejando montañas de escombros que nadie recoge. Brotes de hortalizas invaden los jardines. La hierba crece en las calles. Chivos, perros, gallinas y cerdos pululan las avenidas de barrios otrora modelos. Aparecen ranchones de guano, carretones tirados por burros, tractores circulando por las calles del Vedado y sopones cociéndose en parterres ocupados por indigentes. El habanero de a pie vive en medio de una realidad desoladora, semiagreste y opresiva.

    El urbanista Paul Dobraszczyk en el libro The Dead City: Urban Ruins and the Spectacle of Decay, menciona tres causas generales que contribuyen al descalabro urbanístico. Veamos cómo estas aplican en el caso de la capital de Cuba. Primero están las causas naturales, como inundaciones y huracanes. La inclemencia del tiempo siempre es un peligro para La Habana, ciudad con cara al mar, en medio de la ruta de los huracanes del Mar Caribe. Pero las tormentas que pasaron por la Habana no dejaron una secuela de destrucción notable en la capital durante la república.[1] Le siguen las causas sociales como revoluciones, incendios y vandalismo. Aquí entran proyectos de redefinición urbana después de la destrucción por violencia generalizada (lo cual no aplica dentro de la férrea realidad totalitaria). Por último, existen causas económicas y urbanísticas que conducen al deterioro físico progresivo de las construcciones y la infraestructura. Ahí sí La Habana se lleva el premio mayor.  

    Los apologistas del castrismo justifican la crisis de la conservación urbanística durante la década del 60 como «necesidad de desvío de recursos contra el peligro de una invasión americana». Echan la culpa al bloqueo. ¿Y la década siguiente y la subsiguiente? No es que Castro no tuviera dinero en los años 70 para tratar de preservar La Habana. Lo tendrá a chorros a partir de 1972 cuando se firman los acuerdos del CAME y la URSS manda ¡$11 millones diarios a Cuba! El gobierno de Castro despilfarra mucho de ese dinero en empresas bélicas descabelladas en Angola y Etiopía. ¿Cuándo se ha dado un esfuerzo coordinado de parte del Estado dueño-de-todo por limitar el desgaste de la infraestructura en Centro Habana o en La Habana Vieja? [2]

    En Echar a perder: análisis del deterioro, el urbanista y profesor de MIT Kevin Lynch explora el abandono como otra causa de la decadencia citadina. Pero el tipo de abandono que investiga significa no habitar. Lynch no menciona el renglón pertinente, que es el abandono urbanístico deliberado por antipatía y como política de Estado. ¿Y quién mencionaría semejante cosa? Esa es precisamente nuestra tesis y La Habana primorosa es un ejemplo nefando.

    La Habana

    La Habana y el sino del castrismo 

    A partir del triunfo de la revolución en 1959 ocurre algo insólito e imprevisto. En menos de 10 años el castrismo hunde el país en una miseria inexplicable. De nuevo, la desgracia no es causada por epidemias, como la gran hambruna de Irlanda en el siglo XIX; o por la guerra civil en la España posrepublicana; o por una crisis medioambiental, como Etiopía en los años 80. La miseria de Cuba es una miseria autofabricada y autoimpuesta.

    Imaginemos el paso del tiempo sobre las desatendidas construcciones habaneras. Los sesenta, los setenta, los ochenta, los noventa, el milenio. ¿Cuándo jamás se realizó un trabajo de carpintería o albañilería para recuperar lucetas, ventanas, remozar arcadas en las plantas altas de las casonas de Centro Habana, restaurar la belleza de los balcones de la calle Reina o del Paseo del Prado, renovar la herrería original o las tejas de arterias ricas en fachadas y balcones como Egido y portales de Galiano? ¿Se dio mantenimiento a aquellos bulevares llenos de tiendas festivas en San Rafael y Neptuno? Hoy son ruinas lastimeras. ¿Cuándo se acató el daño a la infraestructura de La Habana Vieja de las «añadidas» barbacoas perpetradas por migraciones provenientes del campo, destruyendo más (aun sin querer) lo ya destruido? Preguntas ácidas ante el absurdo del castrismo.

    Plan para La Habana del este. José Luis Sert, 1959-1963 / Dibujo: Rafael Fornés

    Alguien aludirá los proyectos de renovación emprendidos por la Oficina del Historiador de La Habana. Y si bien el esfuerzo es encomiable, las realizaciones ejecutadas constituyen un porciento ínfimo de las necesidades reales de la capital en ruinas.

    El arquitecto y profesor de la Universidad de Miami y Notre Dame Rafael Fornés, cuenta la  experiencia de uno de sus viajes a La Habana en 2016 en compañía del arquitecto Massimo Scolari:

    Fuimos a La Cabaña, porque Massimo es un amante de las fortificaciones antiguas. Al final de la visita me apuntaba que muchos de los restauros sobre la piedra estaban mal hechos. Los encargados saben que muchas renovaciones son defectuosas, algunas incluso terminan peores. Imagínate un empaste mal hecho que termine pudriendo la muela. Una colega cubana me contaba que el tratamiento de restauración de las piedras de La Cabaña ha hecho más daño a la construcción que 400 años de erosión. Esto tiene que ver con los materiales invasivos no orgánicos que se emplean. Por ejemplo, usan pinturas de acrílico en las paredes de las construcciones del siglo XVII-XIX, en lugar de usar lechada de cal. Ahí tienes la antigua Manzana de Gómez, hoy Manzana Kempinsky. El hotel se estrenó a bombo y platillo, pero la reconstrucción de la planta baja en 2017 da pena. Desbarataron la belleza de las galerías originales y dejaron un patio inhóspito. Incluso Luisma hizo un performance por la desaparición del busto de Mella. No se respetaron las ornamentaciones originales y las terminaron con materiales baratos. Una chapucería.

    Corre el año 1959. Cuba es el cuarto país de mayor urbanización de América Latina con un 35 por ciento de la población viviendo en zonas urbanas (actualmente Cuba no llega al número 17). La Habana es centro de energía vital, con el 70 por ciento de las industrias y el 90 por ciento del comercio pasando por su puerto. Solo un seis por ciento de la población vive en solares.

    ¿Cuál es el atractivo de La Habana? Una ciudad bendecida por el litoral sinuoso, clima templado, una superposición de estilos arquitectónicos bien representados y un urbanismo de cuadriculación racional y elegante. Tanto el cubano como el extranjero emigran a La Habana porque es la ciudad más importante de la isla. El 75 por ciento de la industria nacional, excluyendo el azúcar, se encuentra aquí.

    El sueño de Fidel Castro de ruralizar La Habana se remonta a La historia me absolverá (1953). Desde entonces promete:

    El gobierno revolucionario resolvería el problema de la vivienda rebajando resueltamente el cincuenta por ciento de los alquileres, eximiendo de toda contribución a las casas habitadas por sus propios dueños, triplicando los impuestos sobre las casas alquiladas, demoliendo las infernales cuarterías para levantar en su lugar edificios modernos de muchas plantas y financiando la construcción de viviendas en toda la Isla en escala nunca vista, bajo el criterio de que si lo ideal en el campo es que cada familia posea su propia parcela, lo ideal en la ciudad es que cada familia viva en su propia casa o apartamento. [3]     

    La Reforma Urbana

    La Reforma Urbana, aprobada el 14 de octubre de 1960, aparenta implementar una política de igualdad social que sin embargo fracasa estrepitosamente en menos de una década. El periodista Rogelio Fabio Hurtado es sucinto, y aún exacto:

    En el mismo 1959, el gobierno revolucionario dictó la rebaja general de los alquileres al 50 por ciento, medida que obviamente contó con el apoyo de los beneficiados y la inconformidad de los perjudicados. ¿Quiénes eran estos propietarios? No todos ni mucho menos eran grandes casatenientes ni ricachones platónicos. Había familias de modestos recursos que habían invertido sus arduos ahorros en fabricar una o dos casitas o un pequeño pasaje a cuya renta confiaban su vejez. La medida fue popular sin dejar de ser arbitraria, y desestimuló las nuevas inversiones. A partir de la Reforma Urbana quedó estrictamente vedado el acceso del capital privado en el sector de la edificación de viviendas, ya totalmente en manos del estado, quien también se hacía cargo de las casas de los núcleos familiares que se marchaban a Estados Unidos. Si bien casi un 50 por ciento de la población se convirtió en dueño de las propiedades, los edificios de apartamentos en La Habana (que constituían la mayoría de las construcciones de Centro Habana), fueron privados de mantenimiento. El castrismo nunca implementó un sistema administrativo que se hiciera cargo del sostenimiento de los miles de edificios de apartamentos o multiviviendas de la capital. Se prohibía la compraventa de viviendas. Únicamente se autorizaba la permuta de viviendas de valor semejante. La aplicación de esta ley generó por un lado, la inflexibilidad ante el cambio de demanda de vivienda y por otro, el desarrollo de un mercado negro (para lograr la compraventa de la vivienda). Como todo en el castrismo, lo que parecía bueno resultó caduco e inoperante.

    Plan director de La Habana, 1969-1970 / Dibujo: Rafael Fornés

    Tan temprano como 1970 se hace claro que la reforma no funciona. Aquí enumeramos problemas básicos que aplican hoy: [4]

    * No hay mercados para materiales de rehabilitación y construcción (y el limitado y perseguido mercado negro no tiene garantías).

    * No existen brigadas de rehabilitación que puedan contratarse, ni entidad cooperativa, ni cámara de artesanos encargada de supervisar a los auto constructores.

    * No hay líneas de crédito para la rehabilitación y construcción, ni subsidios como parte de un programa de rehabilitación urbana (con la excepción del centro histórico administrado por la Oficina del Historiador de la Ciudad).

    * No existe una «ley de propiedad horizontal» adaptada a las circunstancias particulares de La Habana (los comités de administración de cada uno de estos inmuebles no tienen personalidad jurídica para contabilizar y solicitar préstamos).

    * La prohibición de compraventa de viviendas imposibilita jurídicamente la adaptación a las nuevas circunstancias, sea la reducción del consumo de la vivienda o cambios en el seno de la familia.

    Planificación y desarrollo, 1960-1970 / Dibujo: Rafael Fornés

    El antecedente ideológico de la ruralización (vía Engels)

    Volvamos a la ruralización. A nueve años del triunfo, la dirigencia comunista cubana choca cara a cara con el incorregible problema del enriquecimiento del individuo. La revolución, autoproclamada heredera del marxismo-leninismo, no puede de ninguna manera traicionar al tatarabuelo Marx en su Contribución a la crítica de la economía política. Comienza a gestarse el golpe demoledor a la —ya endeble— economía cubana. Me refiero a la llamada «ofensiva revolucionaria», donde se intervienen más de 55 mil 636 pequeños negocios, equivalentes al 33 por ciento de la economía del país. Es el proceso más inmisericorde de purificación ideológica de la historia del castrismo.

    Para Castro, el trabajo del hombre no deberá exceder jamás el usufructo necesario para su mínima supervivencia. Más allá de esto, el trabajo definido como tal, desaparece y surge su clon perverso, el enriquecimiento ilícito. Pero todo enriquecimiento es por definición «ilícito», pues resulta invariablemente en la explotación del trabajo del otro (la plusvalía marxista).

    La historia de los planes de desarrollo de la revolución desde 1968 refleja ese sueño de «conquista del comunismo» que se extiende hasta las «rectificaciones de errores» de los años ochenta.

    Modelo y estructura de La Habana, 1980 / Dibujo: Rafael Fornés

    Aquí el fragmento del discurso de Castro, con motivo de la inauguración de un pueblo en la periferia capitalina dentro del Cordón de La Habana (1968):

    […] la ciudad siguió creciendo durante cuatro siglos, y con la instauración de nuestra seudorrepública a principios de siglo, unido al fenómeno de la intervención y la colonización por el imperialismo, se sumó todo el fenómeno del crecimiento de la ciudad, donde vinieron a residir todas las familias ricas del país: terratenientes, dueños de centrales azucareros, dueños de fábricas; y, en fin, por eso ustedes ven tantas casas lujosas por los alrededores de La Habana, donde hoy se albergan unos 70 mil estudiantes. Los ricos en Cuba construían casas verdaderamente suntuosas.

    La Habana sostiene una mancha irreparable. Ser la gran ciudad de la colonia y después durante la república la capital de la burguesía criolla. «El lujo» citadino (lo que otros llamarían simplemente arquitectura y urbanismo coherentes) es el reflejo de una debilidad moral. De ahí que, en los primeros años de la Revolución, las otrora casas de la burguesía sean convertidas en albergues para becados (muchas son saqueadas).

    Con el tiempo, los revolucionarios terminan siendo los nouveau riche. Aquellas edificaciones «suntuosas», diseñadas por toda una generación de arquitectos cubanos durante la década de los 50, en repartos como Siboney/Atabey, Laguito y Cubanacán, ya no albergan estudiantes. Ahora son «zonas congeladas» de acceso limitado para personal diplomático, generales, pinchos, en fin, la nomenclatura castrista y sus huéspedes de ocasión.

    Castro ni siquiera entiende la importancia urbanística de una avenida o un parque, como queda demostrado en este discurso de 1959 para el Colegio de Arquitectos: «Cuando se ha hecho una avenida no ha beneficiado al pueblo. Cuando se hace, por ejemplo, la Quinta Avenida de Miramar, tan hermosa, con sus flores, con su doble vía, ¿a quién benefició? Ha beneficiado a los que residen en aquella zona, ha beneficiado a los clubes que se habían apoderado de la parte costera, pero realmente no se podía decir que el pueblo se había beneficiado».

    El castrismo le debe mucho a la ideología marxista (y no poco a Engels). A Marx no le interesaba el urbanismo. Su pensamiento era abstracto. No así Engels, gran publicista del marxismo y mano derecha del autor de Das Kapital. En el ensayo Las grandes ciudades (1845), Friedrich explora objetivos urbanísticos específicos, como la morfología de las calles, el tamaño y la densidad de las viviendas, las condiciones sociales de sobrepoblación y contaminación ambiental en ciudades como Dublín, Manchester, Londres y Edimburgo.

    Su conclusión es que el auge industrial capitalista (tipificado por Inglaterra en este momento) no hace más que acentuar el cisma de depauperación entre campo y ciudad. El argumento se repite y amplía en Anti-Düring (1877): «La abolición de la separación de la ciudad y el campo no es una utopía, también, en la medida en que está condicionada a la distribución más igualitaria posible de la industria moderna en todo el país. Es cierto que en las grandes ciudades la civilización nos ha legado una herencia de la cual es difícil deshacerse. Pero debe ser y será eliminada, por más prolongado que sea el proceso». (Itálicas mías).

    ¿Cuál es la solución de Engels? La integración del campo a la ciudad como contención a la decadencia citadina. Friedrich, precisamente, propone la ruralización de la ciudad.  

    Castro no es el único discípulo de Engels. Lenin admiraba la conjetura engelsiana de «abolir la antítesis entre la ciudad y el campo». De ahí que Stalin, alumno destacado de Lenin, adopte la hipótesis como parte del Primer Plan Quinquenal de la URSS (1928-1933), conocido como Kollektivizátsiya. La «colectivización» agrícola forzada que convierte la agricultura en una «nueva industria». ¿El resultado? Un desastre humano y ambiental inconcebible. Millones de muertos, millones de desplazados y dos genocidios: el Holodomor ucraniano y la hambruna kazaja.

    Ahora se comprende por qué Castro declara que La Habana debe pagar un precio: «[…] la población de la Ciudad de La Habana se redimirá de esa especie de colonización a la que tenía sometido al resto del país. Porque La Habana más que la capital de Cuba era la metrópoli de Cuba; y ahora La Habana podrá ser la capital y no la metrópoli, porque dejará de ser una carga y se convertirá en una tremenda ayuda para el país. Es decir que La Habana tiene la misión y la obligación de ayudar al resto del país». (Itálicas mías).

    Urbanistas tomen nota, Castro se jacta de despotricar contra La Habana, mundana, sometedora del resto del país. Una capital en falta, «estrecha» y sin un «río grande»: «[…] en La Habana y sus alrededores hay una población acumulada de más de un millón y medio de personas. Además, los colonizadores de este país ubicaron en sus inicios, hace cuatro siglos, la Ciudad de La Habana en una de las regiones más estrechas del país, donde no había ningún río grande. Desde luego, hay el río Almendares, que es un arroyito. Los que sepan lo que es un río saben que no se puede llamar río al Almendares».

    Una testigo de los hechos, la antropóloga Elizabeth Burgos, sicoanaliza la neurastenia creciente de Castro con la capital:

    A partir de 1959, La Habana es relegada al estatus de ente femenino al que se le aplica el discurso misógino destinado a las mujeres «pecadoras», acusadas de llevar una «mala vida». A su atractivo, a su prestigio internacional y a su centralidad, se le adjudica la culpa de la decadencia de Cuba. Su protagonismo cultural, sus logros arquitectónicos, son silenciados y se centra el discurso político en el aspecto que privará como imagen: su vida nocturna, sus bares célebres y sus cabarets, sus salas de juego y, sobre todo, la prostitución. Acabar con ese foco de «inmoralidad» se convierte en una forma de legitimación del proyecto revolucionario. Quienes coincidimos en aquel período en la isla, a mediados de los años sesenta, recordamos los largos monólogos nocturnos de Fidel Castro sobre la obsesión que lo ocupaba en aquel momento, que se originaba en el descontento por el desabastecimiento que comenzaba a castigar a la población. Se necesitaba un culpable, y La Habana, que ya ostentaba el signo de lo negativo, se le reprochaba consumir gran parte de los recursos que producía el país, mientras que ella no producía nada. Esa condición de mujer «pecadora» de La Habana se tradujo en la voluntad de castigarla, de negarle los afeites y los cuidados necesarios para la preservación de la belleza y evitar los estragos del tiempo. (Itálicas mías).

    Rafael Fornés aporta otro ángulo al mismo asunto:

    Te diré que Castro odiaba la capital, e incluso tenía planes para demoler La Habana Vieja. He visto ese plan en el libro The Havana Guide: Modern Architecture 1925-1965, de Eduardo Luis Rodríguez. En la introducción se muestra una foto del plan para destruir el casco antiguo. Recién triunfada la revolución, Castro demuele El Mercado de Tacón, conocida como La Plaza del Vapor; monumental manzana de tres pisos en la calle Galiano, repleta de pequeños negocios; mientras los pisos superiores se destinaban a unas doscientas habitaciones. En su lugar construyen un parqueo espantoso. El conocido arquitecto Frank Martínez me contaba una conversación que tuvo con la persona responsable de esa demolición, Cesario Fernández, conocido como «Zapatón». [5] Cesario también quería demoler el Museo de Arte Colonial, frente a La Catedral, para según él «abrir la fachada de la plaza». Frank le dijo horrores. Otro golpe es cuando se cierra el colegio de arquitectos y se deja huérfana la profesión. Castro odia la arquitectura porque es una profesión elitista. Luego viene la destrucción de símbolos que representan esa Habana corrompida. Primero, la invasión de los guajiros a La Habana el 26 de julio de 1959. Pedían a la gente que los hospedara. En mi casa hospedamos a uno. Existe un libro de fotos de Mayito (García Joya) de la ocasión. Después está la destrucción del monumento al Maine de Félix Cabarrocas en 1961. Castro manda derribar el águila de bronce y retira los bustos de McKinley, Leonard Wood y Theodore Roosevelt. Le sigue la destrucción del monumento a Tomás Estrada Palma en los años 70. Arrancaron de cuajo la estatua y quedaron los zapatos (lo que anclaba la estatua al pedestal). Incluso recuerdo a Eusebio Leal criticando la acción en la televisión nacional. Habían vandalizado el pedestal con grafiti. Dijo: «Cómo vas a pedirle a la gente que no vandalice si el gobierno ya ha vandalizado». 

    1968, año de la ruralización

    Para la mentalidad campestre de Castro, si el campo es el foco del desarrollo económico revolucionario, la ciudad debe convertirse en campo. «Quedará muy poca superficie en esta provincia que no sea agrícola» —el lema del Cordón de La Habana.

    1968 debió ser «Año de la ruralización». Bautizado con nombre tibio, nada altisonante: «Cordón de la Habana».[6]

    El plan comienza el 17 de abril con un puesto de mando similar al de las Fuerzas Armadas, donde se imparten órdenes. Radio Cordón de La Habana transmite el boletín «Noti Cordón» (la primera actividad matutina de Castro, según cuenta la leyenda). Decenas de miles de personas, incluyendo estudiantes menores de edad, son volcadas a las llamadas tareas agrícolas de siembra de café, recogida de viandas o limpieza de arbustos. La meta es convertir la ciudad en un centro gigantesco de producción agrícola.

    Nuevos Temas del desarrollo agropecuario: Los puestos de mando Sergio Baroni, Centro de dirección agrícola El Yarey. Granma, 1969-1970, Centro de dirección agrícola nacional, La Habana, 1969-1970 / Dibujo: Rafael Fornés

    A fines de 1968 Castro pasa revista de los logros en el Cordón. Se han sembrado 908 mil 389 árboles frutales; 39 millones 400 mil 613 matas de café, 13 millones 793 mil 110 matas de gandul y dos millones 612 mil 913 de plantas forestales. Inesperadamente el proyecto fracasa cuando se descubre que las plantas de café no progresan debido a la plantación paralela del gandul, leguminosa destinada a dar sombra a la plantación, pero que absorbe todo el oxígeno de la tierra matando al cafeto.

    Pese al fuerte revés, la ruralización da otro paso adelante con la Ley 1231, llamada «Ley contra la vagancia», el 15 de marzo de 1971. Conlleva la reconcentración de 218 mil adultos para el trabajo forzado en las tareas de producción. Con una economía destruida por la intransigencia y la ineptitud, ¿no se hace claro que el trabajo forzado y el trabajo voluntario promulgados por el castrismo son mecanismos de coacción y control a gran escala?

    Alamar, modelo fallido

    El proyecto de micro brigadas de principio de los años setenta obedece al llamado del Máximo Líder a las empresas estatales y su fuerza de trabajo, a construir complejos de apartamentos para suplir la necesidad de la vivienda.

    Las empresas proporcionan la mano de obra mientras que el gobierno suministra los materiales de construcción. El 65 por ciento de todas las viviendas en 1972 y 1974 proviene de micro brigadas. Un 40 por ciento de las viviendas se erige alrededor de La Habana. Aquí el coup de grâce de Castro:

    En los campos no haremos edificios tan grandes, pero, desde luego, construiremos verticalmente más que horizontalmente. [7] Y la política que se seguirá es preferencia al campo en la construcción de viviendas sobre la ciudad y preferencia por encima de todo a los obreros que trabajan en las granjas estatales, y progresivamente iremos también resolviendo los problemas de la vivienda de los campesinos. Es decir que el campo en la construcción tendrá prioridad sobre la ciudad. Y eso es muy lógico y eso es muy justo, no creo que nadie discuta eso (aplausos). (Itálicas mías).

    Un chiste famoso entre residentes de Alamar a fines de los años setenta reza: «en Alamar todo está construido menos la ciudad». Prefabricada, amorfa, aislada e impersonal, Alamar, para fines de los años ochenta, es un desastre urbano. Las calles han sido construidas detrás de los edificios (en vez de enfrente). El visitante camina en medio patios mustios y tendederas. Sin jardines ni áreas verdes, la urbanización, como conjunto, luce pavorosa.

    El 70 por ciento de los edificios del enclave necesita reparaciones estructurales urgentes, debido a sistemas prefabricados deficientes. Las filtraciones constantes incrementan la humedad en las viviendas. Es común que a pocos años de terminada la obra se revienten tuberías, se levanten los pisos y los techos cedan ante el peso del agua acumulada. El conocido urbanista Mario Coyula lo explica así: «Las viviendas construidas no contribuyeron a resolver el problema del deterioro y pérdida del fondo, en el mejor de los casos el de la cohabitación».[8]

    Para los años noventa, el 14 por ciento de la población de la ciudad vive en barrios marginales, zonas insalubres, o viviendas en estado irrecuperable, el 20 por ciento de las unidades en La Habana carece de electricidad y agua potable.

    Cito un estudio sobre La Habana de los urbanistas españoles Antonio López Ontiveros y José Naranjo Ramírez:

    El abandono de La Habana, con el consiguiente proceso de tugurización … cuando La Habana Vieja sufre de un larguísimo período de inoperancia total, de inadecuación entre las políticas oficiales y la auténtica labor de protección y recuperación; todo ello conducirá a un proceso de ruina que, en muchos casos, ha sido irremediable. Porque hoy La Habana Vieja es una ciudad decrépita, una informe y dantesca acumulación de ruinas, el conjunto urbano más caótico que conocemos. ¿Cómo es posible que se haya llegado a este estado de cosas? (Itálicas mías).

    La «tugurización» de La Habana

    A mediado de los noventa, durante el llamado «período especial», en medio de condiciones pésimas de vivienda, se acelera la migración de oriente a occidente (también llamada «palestinización» de la capital). [9] La crisis deviene tugurización: hacinamiento vivencial forzado en viviendas precarias en la periferia citadina, construidas con cartón, tablas, plástico, techos de zinc, sin agua potable, servicios sanitarios ni luz eléctrica. [10]

    Un estudio de René González Rego de la facultad de Geografía de la Universidad de La Habana arroja:  

    Se puede afirmar que la capital cubana se ha estado convirtiendo en una urbe de inmigrantes, ya que si en 1977 el 41 por ciento del crecimiento poblacional se debía al saldo migratorio interno, en el período 1989-93 éste representaba el 74 por ciento del mismo […] hay una tendencia a vivir en condiciones cada vez más precarias, sobre todo para los que migran en busca de trabajo […] Los que arribaron entre 1990 y 1995, se asientan en barrios insalubres, fundamentalmente en los municipios periféricos de la ciudad, pudiéndose notar la problemática de la diferente percepción de las condiciones ambientales, ya que aún en estas condiciones precarias de vida, un 60 por ciento de los entrevistados manifiestan que han mejorado sus condiciones de vida y socioeconómicas de La Habana con respecto a sus lugares de origen. (Itálicas mías). [11]

    ¿Consenso desde la miseria? Lo peor de La Habana puede ser lo mejor para un oriental.

    De acuerdo a la periodista Gladys Linares, en la capital cubana existen sesenta y cinco barrios marginales en condiciones infrahumanas. Miles de miles de desclasados ocupantes del «llega y pon» habanero: «sin derecho a trabajar legalmente, sin libreta de racionamiento ni acceso a servicios básicos como electricidad, agua potable o alcantarillado. Siempre con la zozobra de ser deportados hacia su provincia de origen. Sus hijos, habaneros por nacimiento, deben ser registrados en el domicilio legal de la madre, que claro está, no es la capital. Mientras los comunistas no se cansan de hablar de justicia social… ese es el drama que han vivido durante años más de 700 mil cubanos indocumentados en su propio país».[12]   

    Otro factor de la tugurización es la nueva política de gentrificación del gobierno cubano (mantenido en secreto por razones obvias) de estimular la destrucción para construir hoteles de lujo, particularmente después de la pandemia de 2020. En el texto que acompaña el video, el periodista independiente Mario Echevarría Driggs manifiesta: «Al que se le caiga la vivienda en la Habana Vieja o en Centro Habana, (va a) un albergue, pero ya tú sabes, bien lejito. Nada de reconstrucción de tu casa, nada de arreglar tu casa. Es triste lo que está pasando». De acuerdo a Driggs, la práctica habitual del gobierno cubano de aprovechar el deterioro que sufren muchos edificios ubicados en zonas céntricas para levantar nuevos hoteles. «Prefieren que se te caiga el edificio y a ti ubicarte en un albergue».

    De acuerdo con USA Today, en La Habana se reportaron entre 2000 y 2013 unos tres mil 856 derrumbes parciales o totales de edificios, sin contar 2010 y 2011 cuando no se llevaron registros. Los derrumbes han empeorado la ya grave escasez de viviendas. Solo La Habana tuvo un déficit de 206 mil 000 viviendas en 2016, según cifras oficiales.

    Un artículo reciente en The Washington Post de Abraham Jiménez Enoa actualiza la desgracia durante la pandemia:

    En la actualidad, 47 por ciento de todas las viviendas cubanas necesitan rehabilitarse o repararse y cinco por ciento está en peligro de derrumbe, declara un informe del Observatorio Cubano de Derechos Humanos. Dentro de toda esa debacle inmobiliaria que padece la isla, La Habana, la provincia con mayor densidad poblacional del país, es la de peores números (…) con 2.1 millones de habitantes, tiene un déficit habitacional de 185 mil 348 inmuebles, de los cuales deben repararse 83 mil 878 y reponerse 46 mil 158. Además, se necesitan 43 mil 854 hogares para personas que perdieron sus casas por derrumbes y se encuentran pernoctando en albergues estatales, así como 11 mil 458 viviendas más por el crecimiento habitacional de la ciudad. [13]

    No hay Habana para tanta gente

    La crisis es tan palpable que periódicos internacionales han optado por presentar un tipo de ensayo fotográfico, mostrando simplemente la degradación de la ciudad. Aquí el dossier de 16 fotos curado para El País por Sanne Derks.

    Otro ensayo, aparecido en el diario inglés The Guardian, abre con lo siguiente:

    El enfoque principal de este proyecto es documentar la pésima situación de la vivienda en La Habana Vieja, un reflejo del colapso generalizado del país. Algunas fuentes sugieren que el gobierno permite que los edificios se derrumben para poder comprarlos a bajo precio y convertirlos en infraestructura turística. Las voces de este reportaje revelan una realidad que se aleja de la imagen de un paraíso caribeño para mostrar edificios ruinosos entre ratas, chinches y cucarachas, con continuos apagones y falta de agua. (Itálicas mías).

    Recomiendo este ensayo fotográfico de Lucía Jeréz.

    ¡Por fin, el sueño del Máximo Líder de ruralizar La Habana desprestigiándola, hecho realidad!

    Notas:


    [1] (De acuerdo a Wikipedia) Ciclones que pasaron por La Habana durante la República: Octubre, 1910, conocido como «el ciclón de los cinco días», perecieron más de 100 personas. Octubre, 1926, categoría 4, con 600 muertos. Octubre, 1933, en medio de la revolución contra Machado, con una secuela de cuatro muertos. Octubre, 1944, el famoso «ciclón del 44», deja una secuela de 7 desaparecidos.

    [2] A no ser que llamemos «conservación» el apresurado apuntalamiento de las arterias principales de Centro Habana y de La Habana Vieja para el XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes de 1978.

    [3] http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20191016101300/la-historia-me-absolvera-fidel-castro.pdf

    [4] Las conclusiones están tomadas de la tesis de grado: «Política y Propiedad de la Vivienda en Cuba, un Análisis Histórico y Comparado» para la Facultad de Arquitectura José Antonio Echeverría. Supervisada por Mario Coyula. Revista inviNA 72, Agosto 2011, Volumen 26: 19-62. Consultado, abril 26, 2023.

    [5] La tesis de Fornés es que Castro odia la arquitectura como profesión. «Al inicio Zapatón es el ministro de la construcción. Pero ese ministerio se llamaba Ministerio de Obras Públicas, es decir, estaba a cargo de todo lo concerniente con las obras públicas. Con Castro se transforma en Ministerio de la Construcción. Yo estudié arquitectura. La Facultad de Arquitectura se convirtió en la Facultad de Construcciones. Incluso hay un momento en que quitan la Historia de la Arquitectura del currículo y luego le dan otro título: Historia de los asentamientos humanos. ¿Qué te dice eso? »

    [6] https://ufdcimages.uflib.ufl.edu/AA/00/06/82/06/00071/03%20-%20Marzo%201968.pdf

    [7] Esa verticalidad de la construcción se aprecia tan temprano como 1959, en la maqueta «Libertad», edificio tipo rascacielos imaginado en Alamar por Ysrael Zeinuk y Martín Domínguez (este último el arquitecto de edificios icónicos del Vedado como Radio Centro y el FOCSA). Vea este artículo del periódico El País. 

    [8] Tomás Ernesto Pérez, «Microbrigadas». periodismodebarrio.org (2016). Consultado, abril 26, 2023.

    [9]  Vea este reportaje de Yolanda Huerga. El término «palestino» es una construcción peyorativa utilizada contra las personas negras y mestizas que habitan en Granma, Las Tunas, Santiago de Cuba y Guantánamo, que apenas es utilizada contra los nativos de Holguín, en primer lugar, porque tiene mejor estructura de desarrollo, y en segundo porque, aunque la mayoría de los holguineros son mestizos, es una ciudad que se promociona como blanca e hispana en su identidad.  El censo de población y viviendas realizado en 2012 indicó que más de 518 mil personas nacidas en otras provincias se encontraban en La Habana.

    [10] «Los migrantes llegan en horario nocturno, aprovechando la oscuridad, y en un santiamén levantan un cuarto, no importa de qué material sean las paredes, el piso o el techo, para sumar otro llega y pon a las más de 20 000 viviendas registradas en los 23 barrios ilegales de La Habana. En su mayoría, ninguna de las familias cuenta con propiedad del terreno. Tampoco poseen libreta de abastecimiento, ni contador eléctrico ni agua del acueducto. Una tendedera que va de casa en casa los ayuda a mantenerse iluminados de noche y a prender alguno que otro equipo electrodoméstico, agobiados por el bajo voltaje». Redacción, www.cubacute.com. «Llega y pon: la triste vida de llegar de oriente a La Habana en busca de un futuro mejor» (2022). Consultado, abril 26, 2023.

    [11] René González Rego, «Migraciones hacia La Habana, efectos en la conformación de su ambiente social». www.ub.edu/geocrit (2001). Consultado, abril 26, 2023.

    10 Continúa Linares: «Hace muchos años que el gobierno no tiene capacidad para albergar a todos los necesitados. Año tras año los medios oficialistas se hacen eco de algún nuevo ‘programa de la vivienda’ con el que los dirigentes aparentan voluntad de resolver la grave situación del fondo habitacional, sobre todo en la capital. Y año tras año el show se queda en mera propaganda gubernamental, pues la desidia y la negligencia de los dirigentes del sector impiden su realización». Vea aquí un video de la situación.

    [13] Lean este testimonio en El estornudo del muy sonado derrumbe en enero 28 de 2020, en el barrio de Jesús María, que costó la vida a tres niñas.

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    14 COMENTARIOS

    1. Los habaneros agradecerían si fuera cierto que «Chivos, perros, gallinas y cerdos pululan las avenidas de barrios otrora modelos.» Pero ni eso.

    2. Excelente e inspirador articulo investigativo de Alfredo Triff. El análisis es estupendo y la citas muy apropiadas, certeras, ilustrativas y serias. Las estadísticas de apoyo al análisis son de horror y son reales. Sin bombardeo convirtieron la ciudad de La Habana en una ciudad fantasma. La génesis del desastre, se gestó en la mente psicótica del monstruo que, usando el socialismo y el Marxismo una como muy buena herramienta para el aniquilamiento y la disolución o desaparición de la ciudad, lograron su propósito. Las ruinas son testigo. El desmenuzamiento del proceso de deterioro, sus causas, y la responsabilidad criminal e intencional del monstruo castrista, son claras. KUDOS para Triff again!

    3. Excelente y muy necesario articulo: abarcador, explicativo, bien documentado con fehacientes datos, diagramas y fotos. Debe ser ampliamente difundido, sobretodo
      en Cuba. Gracias y felicidades Alfred. Abrazo, Alina.

      • Julio César, gracias por tu lectura. Soy el autor del artículo, ¿a qué imprecisiones e inexactitudes te refieres? Serán bienvenidas.

        • Excelente artículo. Usted resume acertadamente el impacto «revolucionario» en la arquitectura y urbanización. Muy agradecidos además por las referencias, y los artículos recomendados al final.
          Gracias Alfredo

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