No, no es tu derecho decidir sobre los derechos ajenos

    De acuerdo: el proyecto de Código de las Familias de Cuba no debería someterse a votación popular el próximo 25 de septiembre. No deberían someterse a votación dos de sus propuestas, a mi entender, fundamentales: el acceso al matrimonio igualitario y la erradicación del matrimonio infantil. El Código debería, simplemente, aprobarse. 

    Los derechos humanos no se plebiscitan y contraer matrimonio es un derecho reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos en su artículo 16. También es un derecho de niñas y niños, de acuerdo con la Convención sobre los derechos del niño, el no ser separados de sus padres contra la voluntad de los mismos, «excepto cuando, a reserva de revisión judicial, las autoridades competentes determinen, de conformidad con la ley y los procedimientos aplicables, que tal separación es necesaria en el interés superior del niño».

    «Tal determinación puede ser necesaria en casos particulares, por ejemplo, en los casos en que el niño sea objeto de maltrato o descuido por parte de sus padres», agrega el documento. 

    El derecho de niñas y niños a la protección está por encima de los derechos que sus padres o tutores puedan tener sobre su crianza y custodia. Los hijos no son una propiedad privada sino seres humanos con derechos que deben ser respetados y salvaguardados. Ninguna madre, padre o tutor tiene derecho a violentar, abusar o explotar a sus hijos. 

    Según el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el matrimonio infantil constituye una de las más graves violaciones de los derechos de las niñas y una de las formas más generalizada de abuso sexual y explotación en menores de 18 años. En Cuba, en 2019, 918 niñas de entre 14 y 17 años contrajeron matrimonio; entre ellas, 11 lo hicieron con hombres mayores de 50 años. 

    Un texto publicado en la revista independiente cubana Tremenda Nota señalaba que, de ese total, 34 matrimonios ocurrieron a los 14 años; 125 a los 15; 305 a los 16, y 454 a los 17. 

    «Si se tienen en cuenta las adolescentes que apenas tienen 18 años, la cifra es de 2 231, incluyendo un caso de matrimonio con un hombre mayor de 70 años», precisaba el artículo. 

    Esta realidad no debería llevarse a las urnas. Forma parte del deber de un Estado, y su cuerpo de leyes, instituciones y funcionarios, garantizar los derechos humanos de todas las personas, sin distinciones por color de la piel, religión, edad, género, orientación sexual, apariencia, origen geográfico, estatus económico, nivel de instrucción o ideología. 

    Lo que está haciendo el régimen totalitario cubano es siniestro. Una jugada sucia —aunque muy astuta— como las que acostumbra a hacer: se lava las manos como Poncio Pilato al dejar en manos de la sociedad —una sociedad estructuralmente machista y homofóbica— la decisión sobre el nuevo Código de las Familias, y de paso aprovecha para proyectar ante el mundo una imagen supuestamente democrática. 

    El plebiscito es un win-win para la dictadura que preside Miguel Díaz-Canel. Si gana el No, sus dirigentes afirmarán que se impuso la voluntad popular, y así intentarán quitarse de encima cualquier responsabilidad. Si gana el Sí, dirán que se trata de una conquista de la Revolución y que se avanza a pasos agigantados hacia una sociedad más justa e inclusiva. 

    No es prudente dar por sentado que el Código de las Familias será aprobado. Existe un riesgo lógico de que no lo sea. Al menos yo no dispongo de una bola de cristal para adivinar el futuro. 

    En diciembre de 2018, tras la presión social ejercida por los fundamentalistas religiosos —que no representan una mayoría en la isla, pero que a menudo logran asustar lo suficiente al poder con sus chantajes—, el artículo 68 quedó excluido del anteproyecto de Constitución. La cúpula no estuvo dispuesta a arriesgar su hegemonía por aprobar el matrimonio igualitario, aun cuando estaba al tanto de que gran parte de la ciudadanía respaldaba ese derecho. 

    Pocos días antes del referéndum de febrero de 2019, la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) había publicado la «Encuesta Nacional Sobre Igualdad de Género en Cuba», realizada desde 2016, en la cual se informaba que el 77 por ciento de la población cubana entre 15 y 74 años consideraban que las personas homosexuales debían tener iguales derechos que las heterosexuales. Es decir, que el artículo 68 no atentaba contra la nueva Constitución. Sin embargo, el derecho a casarse de las parejas del mismo sexo quedó postergado. 

    ¿A qué tuvo miedo el régimen para retractarse como lo hizo? A lo que más miedo ha tenido siempre: un estallido social. Que los fundamentalistas religiosos comenzaran protestando contra el matrimonio igualitario, y que entonces la ciudadanía se entusiasmara y comenzara a protestar contra el gobierno. Los fundamentalistas religiosos no son mayoría, pero no son pocos. 

    Si yo estuviera en Cuba, y pudiera votar, como lo hice en 2019 contra la reforma constitucional, votaría que sí. Votaría que sí porque, ubicados en esta situación, esa es la actitud más coherente con la naturalización de esos derechos. En todo caso, a mi entender, decir que los derechos humanos no se plebiscitan significa reconocer que yo no tengo derecho a decidir sobre los derechos humanos de otras personas, a decidir quiénes tienen derecho, o no, a una vida digna y segura. 

    El régimen, macabro como es, me está otorgando ese supuesto derecho a través del voto. Me está diciendo que tengo el poder para hacer exactamente lo que yo más he denunciado en Cuba: restringir y violar derechos humanos. Pero ese poder no es mío. No lo quiero. No me pertenece. Lo aborrezco. ¡Me espanta! De pronto yo me siento en una especie de experimento social. Lo que quiere el régimen es que todos seamos dictadores y represores en nuestra escala.

    No es mi derecho abstenerme en la votación del próximo 25 de septiembre. No es mi derecho votar en contra del Código de las Familias. No es mi derecho —ni humano, ni civil, ni político— decidir sobre los derechos humanos ajenos; aunque el régimen así lo quiera, aunque se me confiera esa potestad. Si yo me abstuviera o votara en contra del Código de las Familias no estaría ejerciendo un derecho sino cometiendo una arbitrariedad. 

    El régimen no nos ha otorgado el derecho legítimo a elegir sino el poder —votando No, por ejemplo— de violentar, atropellar, marginar. Y hay mucha gente, incluso gente buena e inteligente, que ha caído en su trampa. Debo reconocer que quienes nos gobiernan tienen talento para la maldad. 

    A mi juicio, luego de varios días de debate y decenas de ataques en redes sociales, la única salida digna en este escenario tan cruel es votar que Sí. Abstenerse es lo mismo que votar que No. Abstenerse es jugar con ese riesgo mínimo, real, de que el No se imponga en las urnas, y con los derechos humanos no se juega, porque no se juega con vidas humanas. 

    «Si eres neutral en situaciones de injusticia significa que has elegido el lado opresor»: nunca me cansaré de utilizar esta frase de Desmond Tutu.

    Abstenerse, al igual que votar que No, es decir a todas esas personas que llevan décadas luchando por el matrimonio igualitario, por ejemplo, que sus vidas pueden ponerse en pausa; que sus vidas no importan o importan menos que otras vidas; que el acceso a sus derechos palidece ante la oportunidad presuntamente gloriosa de dar una pequeña estocada al régimen que ha convocado la votación; que ese gesto político vale poner en riesgo derechos humanos para miles de personas. 

    Alguien que siente de corazón que los derechos humanos no se plebiscitan, que es el Estado el responsable de establecerlos directamente, debe tener la humildad, el coraje, la inteligencia, el tino y la generosidad para controlar a ese dictador vanidoso que el totalitarismo cubano nos ha colocado dentro, tan magníficamente, durante 63 años. 

    No es nuestro derecho. Y de esa certeza, a veces no del todo bien expresada, es de donde proviene tanto dolor, tanta rabia de la comunidad LGBTIQ+ y del movimiento feminista ante quienes se disponen a aprovechar ese tenebroso poder de voto para negar derechos humanos. Y, por supuesto, tienen razón en su rabia y en su dolor. 

    La polarización que estamos viendo entre la disidencia en estos días, y que seguiremos viendo en lo adelante, no la provocan quienes defienden sus derechos, que es defender sus vidas, sino quienes piensan que tienen derecho a postergar los derechos humanos ajenos, solo porque la dictadura les ha concedido el poder de votar —o abstenerse— el próximo 25 de septiembre. 

    Costará mucho sanar las heridas que se están abriendo por estos días entre organizaciones, colegas, amigas y amigos que tienen en común ese mundo difícil que es la disidencia cubana. Démosle un fuerte aplauso a la dictadura. Se lo merece. De todos los poderes que pudo haber dado a la ciudadanía ha dado el peor de todos: el poder para joder al otro. Y para colmo está consiguiendo que la gente defienda esa perversidad con una frase tan linda como: «Es mi derecho».  

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    11 COMENTARIOS

      • Ser de izquierda no es ninguna vergüenza. Creo que te cuesta mucho entender que los derechos que dices defender por una parte, los estás mancillando por otra. Como tú, hay muchos que no piensan.

    1. Monica, coincido en muchos de tus puntos de vistas politicos , pero permiteme discrepar en este punto contigo. Creo que cofundes alguinos terminos , o que mas bien no los tienes claro. Me explico: En primer lugar la sociedad debe su superviviencia a la union fundada sobre el matrimonio entre hombre y mujer , cuyo fin ultimo es el de perpetuar la especie a traves de la reproducción, amén del amor que deberia fundamentarla ya que no se puede negarla dimension esperitual . Elevar la union entre dos personas del mismo sexo, que no cumple con este fin ultimo, a la condicion de matrimonio, no parece logico tomando en cuenta la logica natural . Por otra parte, en las uniones homosexuales estan completamente ausente la dimension conyugal, que representa la forma humana y ordenada de las relaciones sexuales, ya que tienen su fundamente en cuanto expresan y promueven la ayuda mutua entre los sexos en el matrimonio y quedan abierta ala transmision de la vida. Además, la realidad demuestra que la falta de bipolaridad sexual crea obstaculos en el desarrollo normal de los niños eventualmente integrado a estas uniones por la falta de experiencia de la maternidad o de la paternidad.Habria que ver hasta que punto la integracion de niños y niñas en una union homosexual mediante adopción pueda constituir un acto de violencia tras aprovecharse la debil condicion de los pequeños al intriducirlo en un ambiente que puede no favorecer su pleno desarrollo humano. Es una trampa caer en el argumento de que se esta negando el derecho al matrimonio a una persona cuando solo se enfrenta al hecho de que es con otra del mismo sexo. Toda persona tiene derecho al matrimonio , siempre y cuendo este sea acorde al fin ultimo que esta implicito en nuestra naturaleza humana. Lo otro no es matrimonio. Creo que la sociedad se ha dejado engañar por este falso dilema que esta mas que aclarado desde el punto de vista juridico, mirar para otro lado o acomodar los conceptos por simple conveniencia no traera nada bueno para el futuro de la humanidad.

    2. ¿ Cuándo lo que se ha votado en las urnas cubanas ha tenido valor? El régimen hará y dirá lo que le de la gana, si lo quiere aprobar lo hará tenga votos o no, lo mismo si no quiere…Por eso es una DICTADURA. Mientras tanto, observará complacido en la platea los dimes y diretes de las redes sociales….En fin…Enhorabuena por haber alimentado la bestia, hay una falta de tolerancia y de respeto por todos lados que me reduce la esperanza de un país mejor a 0.

    3. Hola Mónica.

      Te escribo por aquí, pues me bloqueaste hace algún tiempo, y solamente he tenido acceso a tus directas mediante terceros, cuartos y quintos… y para serte honesto, ni tanto me aventuré en el criterio que provocó mi “destierro” de aquel entonces, y ni tanta razón tenías.

      Hablando de tu escrito, y partiendo de que tienes TODO el derecho de pensar lo que quieras…. y en ocasiones coincidimos. Es bastante infantil o ingenuo creer a estas alturas que algo en Cuba se somete realmente a votación popular. Eso de antemano ya está cuadrado, como todo en esa isla. Los cubanos no sabemos lo que es ver -proveniente del gobierno- una estadística real, probablemente ni en la pelota. ¡Eso no existe!

      El problema con el famoso código de familia es el “empaquetado”. Lo mismo sucedió con la pasada votación de la famosa nueva constitución. Dentro de toda la desgracia ya existente y heredada de la anterior, colaron tres oraciones en la nueva, que inmovilizan cualquier derecho de libertad “de todo tipo” y de posible cambio legal y democrático a futuro. Definitivamente, en esta propuesta de código de familia, hay cosas que están bien, pero hay otras que no lo están, y que sobre todas las cosas, le da aún más cobertura legal-constitucional a la dictadura para mayor presión y represión hacia cualquier persona que disienta; tocando la fibra más dura de todas, los hijos. No soy un conocedor del tema, pero posiblemente Cuba sea el país del mundo con más leyes escritas de manera “abiertas a la interpretación” … Si te fijas, esas mismas leyes que hunden brutalmente a algunos, a otros ni siquiera los toca. Todo depende siempre de la afinidad, relación, paternidad o simple interés particular del aparato represivo para con el acusado.

      En Cuba existe -si acaso- el derecho a la vida de «Manera Selectiva» ¡Si, selectiva! Te garantizo que cualquier persona que realmente determine inmolarse, aunque sea PACIFICAMENTE promoviendo una idea contraria al gobierno, si de verdad no claudica terminará muerto… En la practica, asesinado.

      La realidad es que ni tu “Si”, ni mi “No”, van a ser siquiera mirados. La lucha debería estar centrada en la verdadera raíz de todos nuestros problemas como cubanos.… todo lo demás es bulla y entretenimiento.

      No te des el lujo de perder organizaciones, amigos y colegas por este tipo de escaramuzas. Nuestro problema es más grave que eso, y con tanta división hoy en el exilio, y dentro de la isla, como máximo lograremos juntar -para el momento decisivo- la primera flota de Cristóbal Colón: 3 Carabelas.

      Saludos.

      Jose

      • No es ingenuidad, es intencional, esta es otra esbirra mas disfrazada , se le ve de aqui a Marte. Por otro lado te bloquea porque es lo mio que hacen sus jefes … en Twitter y todos sus medios de prensa, los únicos permitidos.

    4. ESta idea parte de aquella otra según la cual hay autoridades por sobre los humanos: Dios, una abstracción como el Supremo Bien, o alguna institución, cual la Iglesia o el Estado, que son las que donan, conceden, definen los derechos humanos.
      La realidad es que los derechos humanos surgen de los consensos al interior de la sociedad en cuestión, y claro, de la decisión o no de los individuos a luchar por esos derechos. Los derechos no encuentran su fundamento en ningún orbe suprahumano.
      En este sentido en una Sociedad de Derechos solo son inalienables los derechos necesarios para alcanzar a mantener una libre consensuación de los demás derechos: derecho a pensar y expresar libremente lo pensado, derecho a reunirse para promover lo pensado…
      Una Sociedad es quien decide qué es derecho de sus individuos y qué no, y una sociedad de derechos, al admitir inalienables solo los citados derechos, le da la posibilidad a los individuos determinados a defender lo que consideran su derecho, a tener probabilidades de terminar por imponerlo en el proceso de consensuación. Así que sí, si es nuestro derecho inalienable, una vez decididos a establecer una sociedad de derechos, a estar de acuerdo o no con determinados derechos.
      Los derechos no existen más allá de una sociedad de derechos que consensúa sus derechos, porque eso es admitir que algún poder externo a esa sociedad es quien los impone. Con semejante situación sucede algo semejante a con aquella relacionada a los intentos por imponer la absoluta igualdad: implica una autoridad todopoderosa, por encima de la sociedad de los iguales. Unos derechos inalienables por encima de la sociedad implican un estado, un salvador, una iglesia que los imponga, una opinión común…

    5. […] El régimen, macabro como es, me está otorgando ese supuesto derecho a través del voto. Me está diciendo que tengo el poder para hacer exactamente lo que yo más he denunciado en Cuba: restringir y violar derechos humanos. Pero ese poder no es mío. No lo quiero. No me pertenece. Lo aborrezco. ¡Me espanta! De pronto yo me siento en una especie de experimento social. Lo que quiere el régimen es que todos seamos dictadores y represores en nuestra escala. Para seguir leyendo… […]

    6. Lo más improbable que leo aquí es el sostén argumentativo sobre datos proporcionados por el sistema nacional de estadísticas, oficio de una dictadura totalitaria –o de un diario independiente– que no puede develar sus fuentes, elemental obviedad ¿Por qué entonces creerles? Cifras que nadie duda sean ciertas, pero tampoco lo contrario. Ya sé que no hay muchas opciones para armarnos un reportaje convincente, pero este castillo de suposiciones sobre lo que «va a ocurrir» con el engendro manipulador, se derrumba solo en cuanto observamos el devenir histórico del regimen a la hora de aplicar –o abducir– sus propias leyes: decretos y códigos a conveniencia, ejecutoría supina y a discreción. Basta con mirar la paralización o encauzamiento de todos los legajos precedentes para entender que constituyen parte de una vieja — mas nunca obsoleta — estrategia fidelista del poder barajar sus prioridades. Demasiada ingenuidad descansa pues sobre esa frágil apoyatura, justamente ahora, cuando el país es más endeble que nunca.
      Ah, y en cuánto a la abstención «participativa» de lo que la autora insinúa sea un carnaval de «abyectas» opciones –exceptuando la que el régimen espera que sea la resultante–, habrá que reconocer también, en el nombre de la aspirada democracia perdida y aparentemente irrecuperable; el soberano derecho a ello –lo mismo por snobismo o convicción– y hasta el de pegar fuego a tanta propaganda bipolar. Porque Juzgarlo de antemano descojona cualquier andamiaje prefabricado. (O sería caer de nuevo en otro proselitismo populista, más allá de esta honrosa opinión suya).
      Con saludos y sumo respeto.

    7. Olvidé agregar, que no es gran misterio –sino uno muy «constitucional»– la supeditación de cualquier edicto real a la siempre cambiante ideología palaciega. Aunque pretendan hoy hacer creer que son continuidad en la abyección. Y tal vez lo sean, pero ya ni les creamos.

    8. No es una opción win-win, ellos harán lo que entiendan con el resultado de la consulta, mi propuesta es NO PARTICIPAR en esto, no me interesa ninguna propuesta que venga del régimen, no me detengo ni a considerarla, no son legítimos, no respetan ni lo que ellos proponen. NO PARTICIPAR es una forma de decirles que nada legítimo puede emanar de ellos

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