Yaya Panoramix: Libertad, corneta china y tambores

    Testimonio de Dayana Figueroa (Santiago de Cuba, 1985), actriz e influencer cubana residente en Italia desde 2011, creadora de la página en Facebook Focotown con Yaya Panoramix.

    Yo no soy una persona impulsiva. Yo soy capricornio. Capricornio es una persona seria, metódica, que piensa. Es difícil sacarla de sus casillas… Pero yo había visto los palos. A mí él me arruinó las vacaciones. Porque el día que se formó el salpafuera en Cuba (11 de julio de 2021), yo acababa de llegar al mar de vacaciones con mi familia. Todo el mundo contento. Y yo esos tres días me los pasé viendo videos de palos. Regresé a mi casa estresada.

    El día de mi primera directa, la del 27 de julio (me acuerdo porque yo gritaba: «Es que han pasado 16 días»), yo estaba planchando y no podía planchar. No lograba concentrarme. Yo nunca había hecho una directa, yo le daba chucho a la gente que hacía directa. Y en un impulso cogí el teléfono y me dije: «Espérate un momento, vamos a dar la cara». Pero no pensé que fuera a ser viral. Yo tenía 500 amigos en Facebook, y eso era para ellos. Y de pronto me vi en ADN Cuba y CiberCuba Noticias. De un día para el otro. Y ahí tú tienes dos opciones: o desapareces en una cueva o das la cara. Y yo desgraciadamente decidí la segunda, y desde entonces siento que no puedo volver a Cuba porque me van a tratar mal. Lo menos que voy a hacer es ver a mi abuela.

    Mi abuela tiene 75 años. Ella anda medio cabrona conmigo, porque ella dice que a mí me interesaba más esto, formar foco, hablar mal de ellos (así me dijo), que ir a verla a ella. Me dijo que yo no iba a cambiar eso y que para qué yo me metía en eso. Pero es que, si todos pensamos así, que nadie va a cambiar eso y para qué meterse en eso, son 62 mil milenios. Ellos lo auguraron. Y yo sí quiero verla, pero también quiero que ella viva en un lugar normal. Los últimos años que le quedan, me gustaría que ella viera un país normal y que no cerrara la llamada siempre diciéndome: «Bueno, es la que nos tocó». Asere, me parte el alma cada vez que ella me dice eso: «Es la que nos tocó».

    La vida no es sobrevivir. Sobrevivir es parte de la vida, pero no es la vida. La vida es otra cosa. Es esto: estar sentada en un café, desayunando con una amiga. Eso también es la vida. ¿Quién lo hace en Cuba? «Esa es la que nos tocó». Sí, yo la entiendo. A esa edad, ¿qué tú vas a hacer? ¿Reconocer que toda tu vida fue malgastada? Tú no vas a tener un amor, no vas a hacer una familia de nuevo… Yo no digo que tu vida se haya acabado, pero a los 75 años tu vida la has establecido y te la has vivido. Te queda seguírtela viviendo, pero no vas a empezar desde cero. Tú, que llegaste aquí a España, que todavía no tienes hijos, que quieres hacer una familia, tienes un proyecto de vida. Ella ese proyecto de vida ya lo vivió. Y lo vivió en condiciones de trabajo.

    Yo me acuerdo, con los apagones esos bestiales… A la gente de La Habana la han tratado siempre mejor. Yo en Santiago de Cuba me acuerdo de días de 13 y 16 horas de apagón. En el 92. Siete años tenía y yo me acuerdo que yo me metía los dedos en la nariz y salían negros. Negros del quinqué, del humo. ¿Por qué? ¿Qué vida es esa? Los muchachos respirando eso. No. Me niego.

    Hay una imagen bellísima que es mi tío que le cae a piñazos, del hambre, al refrigerador: lo abraza y se desliza llorando mientras lo abraza. Esas son cosas que a una no se le olvidan y no son cosas bonitas para recordar. Completamente vacío. O no: tenía dos pepinos con agua. Los refrigeradores en Cuba están vacíos. Tienen un pomo con agua, unos pellejitos de pollo congelados para sacarles grasita y eso, una cosita de plástico con el arroz blanco que quedó del día anterior, y unos pomitos de medicina. Ya. A lo mejor tienen la mitad de un limón. Ese es el refrigerador de un cubano. Eso no es un misterio. Se vive mal. Se come mal. Todo es carísimo.

    Yaya Panoramix: Libertad, corneta china y tambores

    Un pueblo que come bien es un pueblo que va a tener salud, a no ser que tengas una disposición genética hacia algo, pero vas a tener salud. Cuando tú eres niño es importantísimo lo que tú comes. De ahí depende todo. Y los niños en Cuba comen mal. Comen mal. ¿Tú te acuerdas del refresquito Toki? ¡Eso es veneno! Y había gente que se lo echaba en la mano y se lo comía directamente… Morirás. Morirás… No, yo no quiero eso. No quiero refresquito Toki. La proteína de soja, la proteína vegetal. ¿Tú has comido eso? Se te pasan los deseos de vivir.

    ¿Tú alguna vez te pusiste un trapo con la menstruación? ¿Tú no has tenido ese placer? Te lo cuento yo. El trapo… Tú nunca sientes que estás seca, y siempre vives con el terror de que en cualquier momento te lo encuentras por el tobillo. Mariela [Castro] yo no creo que se ponga trapos. Yo sí me los puse, y en Cuba hay un montón de gente que se los pone. Porque puedes caminar la ciudad y que en toda la ciudad no encuentres una Íntima. ¿Qué vas a hacer? Un país que no tiene ni Íntimas para sus mujeres. Preservativos. ¿Tú has visto los preservativos? No hay. En medio del hambre ni siquiera un palo tranquilo puedes echar. Es que te quieren joder la vida en todos los sentidos. No, mija, no, hay que huir.

    En Cuba está el loco que da al pecho. Y en Santiago los hay a pululu. Cada uno tiene su historia, pero a nadie le importa. Hay un tipo que pasa por mi casa que le dicen «La mofeta». No me voy a poner a explicarte por qué, es bastante evidente. La mofeta. Un negrito flaquito, flaquito, flaquito. La mofeta se volvió loca porque fue a Angola con el hermano y le mataron al hermano delante de él. Esa es la historia de La mofeta. Pero el país, la ciudad, lo reconoce como el loco de la peste: La mofeta. O sea, el Gobierno, que llevó a ese muchacho y a su hermano a la guerra, porque cuando fue a Angola debió haber tenido no más de 20 años, que le mataron a su hermano delante de él, que se volvió loco, ¿qué ha hecho por él? ¿Por qué es reconocido como el loco apestoso de la ciudad? No es justo. No es justo. Le arruinan la vida y después ni siquiera se ocuparon del daño que hicieron. Y por ahí hay un montón de historias.

    Mira a mi abuelo. Mi abuelo se murió porque no había gasolina para la ambulancia. Él se muere en el carro. En el carro que nosotros salimos como locos a buscar para que lo llevara a las seis de la mañana para el hospital. Yo no tengo la seguridad de que él se hubiera salvado, porque un infarto puede matar a cualquiera, pero nadie me quita a mí tampoco que si hubiera habido una intervención, como se hace en una sociedad normal, que llega una ambulancia con los paramédicos y la ambulancia es un hospital que se mueve, con cosas para salvarte, a lo mejor… Yo no digo que sea inmortal, cojones, pero a lo mejor otros cinco años, que me hacían falta vivir con él, me los hubiera vivido. Yo tenía 20 años cuando se murió. Él fue el que me enseñó a mí a andar en tacones. Me decía: «Caminas como una marimacha, tienes que ponerte un poquito más así…». A mí me criaron él y mi abuela.

    A lo mejor era inevitable. Todo el mundo que ha nacido puede morir en cualquier momento. Es esa la adrenalina de la vida: que es una y se va. Pero al mismo tiempo me hubiera gustado que no hubiera quedado nada por hacer, saber que se hizo todo lo posible. Porque una en Cuba también paga impuestos, y porque te restriegan en la cara todo el tiempo que te dan educación gratis, salud gratis… Yo sigo diciendo que las palabras son importantes. Eso no es educación gratis, eso no es salud gratis. Eso es educación y salud públicas. Y la educación y la salud públicas son derechos. No son un lujo, no son un regalo: son derechos.

    Tú en Cuba siempre sabes que eso no funciona, pero no dices nada. A mí una claria me dijo en una directa: «¿Y por qué no formaste foco en Cuba?». Por miedo, yo se lo dije. Por miedo. ¿A ti no te daba miedo Cuba? A mí Cuba me daba terror. Hay disidentes en Santiago, por ejemplo, o gente que habla mal del gobierno, no tiene que ser disidente, a quienes les hacen la vida un yogurt.

    Ahora porque yo estoy aquí y todos ellos [sus familiares] tienen prohibido ver mis directas, y ninguno de ellos las ve, porque es el único modo que yo tengo de asegurarme de que no sean parte de esa cosa mía. Y si no la ven tú no los puedes acusar de nada. ¿De qué los vas a acusar? ¿De quererme? ¿De ser familia mía?

    No, yo no puedo entrar. Por eso es que yo estoy poniendo todas mis energías en que ellos [el Gobierno] se vayan lo antes posible, para poder entrar antes de que se muera mi abuela, porque yo con ellos no voy a entrar. Porque no soy autolesionista. Y no les voy a dar la oportunidad a ellos de que tengan una imaginación fértil para resingarme la vida. Además, yo lo dije: yo quisiera levantarme un día con la clase de Saily [González Velázquez]. Yo no la tengo. A mí me iban a echar cadena perpetua, porque en el primer acto de repudio yo iba a salir con un cubo lleno con agua, a mojar ahí a la gente: «Báñense, refrésquense».

    Yo admiro mucho a quien forma foco desde Cuba. Es verdad que uno tiene mucho que perder también aquí afuera, pero el que está adentro está poniendo el físico. Los cargan, los tiran, los tocan. En Cuba tú metes el cuerpo. El cuerpo entero lo pones a disposición de lo que el órgano represor te quiera hacer.

    Yo sería incapaz de decirle a la gente: «Sal de tu casa con un palo». Ni para bien ni para mal. El palo es palo, el que lo da, después lo coge. No, yo no quiero cubanos fajándose. No quiero tampoco ejércitos extranjeros que vayan a Cuba. Cada vez que yo veo a alguien que dice que eso es lo que queremos para Cuba me dan ganas de darle una galleta. No, comemierda, eso no es lo que queremos para Cuba. Pero si todo el mundo que está adentro denuncia, si todo el mundo que está afuera denuncia, por fuerza, las organizaciones van a tener que empezar a hacer su trabajo, porque tantas denuncias no pueden ignorarlas, y ahí la dictadura se iba a ver en dificultad porque iba a tener todos los ojos arriba. Yo quiero que le formen brete.

    Ese pueblo tiene mucha hambre para hacerlo de un modo violento, y el Ejército está muy bien equipado. El 11 de julio yo lo vi. Esa gente con «la plata de las MTT» estaba muy bien vestida. Y eso es para usarlo contra gente que no come. Si no fueran tan singaos, yo los admirara. Porque ahí hay un cerebro del mal.

    De momento, yo siento la necesidad de hacer las directas. Hablo con gente que me descarga, que es mal hablada como yo, me lo gozo. Yo tengo mi club de fans y los adoro en serio. Yo he conocido una cantidad de gente bonita… Hay una señora que se llama Caridad, que ella y yo no nos conocemos, y ella me escribe y yo le respondo… Si ve un meme cómico me lo manda, y si yo encuentro un meme cómico se lo mando. Eso es bonito. He encontrado gente válida, que me hace compañía, y que la piensa como yo y se identifica con el lenguaje.

    En la primera directa, la gente pensaba que yo estaba drogada, y después la vi y me di cuenta por qué. Me temblaba la voz, yo temblaba toda. En la segunda me apunté lo que yo había leído negativo, para explicarle a la gente, punto por punto, dónde yo no estaba de acuerdo. Por ejemplo, había gente que me decía: «Péinate». Y yo decía: no. «Maquíllate»: no. Me dijeron jinetera. ¿Tú me has visto? ¿Tú crees que algún yuma se podría fijar en mí por mis dotes físicas? Yo soy la muerte de la virilidad. Y esta soy yo después de dos partos, o sea que estoy más repuesta. Y me chocó esta cosa, que lo mismo que yo había leído que le decían a gente para maltratarla, me lo estaban diciendo a mí: jinetera, drogadicta, loca. Loca lo puedo entender, pero ¿drogadicta? Señores, si yo soy una madre de familia. ¿Por qué si una dice aquí que una está en contra de esa mierda es drogadicta?

    Ya no hay apuntes. Es como si yo estuviera conversando con la gente. Eso es lo que a mí me gusta: conversar. ¿Qué puede pasar? Si he leído un disparate en Granma, que quiero recordar cada palabra, porque es una frase tonta que ha dicho uno de los estúpidos esos, esa sí me la escribo. Para decir cada palabra y analizarla. Pero prepararme, no. Yo tengo mi ritual de belleza para las directas: yo me voy al baño, café en la mano, teléfono, Granma. Leo Granma, me lavo, me pongo mi pulóver, me hago mi moño y después entro para hablar de lo que he leído en Granma.

    Eso sí lo tuve claro desde la primera directa: un mismo pulóver. Para que no se desvirtuara el mensaje. No es que tú estás viendo mi ropita… Y me gusta estar desgreñada y ojerosa. Primero, porque yo soy así; segundo, porque yo no estoy para que nadie me flirtee. A mí, cuando alguien me escribe «bebecita», me da taquicardia. Y no quiero que las mujeres me vean como una rival. Yo soy el antisexo. Aquí estamos hablando de política. Eso me gusta. Yo me quería comprar un pulóver de mi equipo, porque yo soy pelotera, pelotera nata, y lo encontré en eBay, lo comercializa Batos, pero cuesta carísimo. Me parece que sesenta y pico el más discreto. Cuando yo le digo «Pumaboy» a Miguel Díaz-Canel es porque yo no entiendo cómo es posible que él esté vistiéndose de Puma cuando en Cuba está Batos. Batos es nuestra marca deportiva, la que nos debería identificar, que hace cosas interesantes. Todo lo del equipo nacional, las gorras de los peloteros, todo eso es Batos, y vende caro en eBay, en dólares, pero yo me rehusé a pagar todo eso por un pulóver.

    ¿Tú piensas que yo soy agresiva en las directas? Tú no me has visto en el Guillermón Moncada. Me transformo. A mí Malleta me dedicó un jonrón. Fíjate lo aura que yo me puse con él. Yo cogía siempre arriba, donde estaría primera base, para estar con la conga. Hay una sola cosa que a mí me gusta más que la pelota, y es la conga. Si puedo casar pelota y conga, he muerto. Y yo estaba ahí, Industriales contra Santiago, play off, con un grupo de amigos, que decidimos meternos al lado del bullpen de los contrincantes. Esa gente cuando está calentándose los músculos está delante de ti. Y Alexander Malleta tiró un jonrón, y a mí me dio tanta rabia, estaba diciendo tantas cosas, que el pasó por delante de mí y me dijo: «Blanquita, pa’ ti». Yo me tuve que reír, porque eso tiene el cubano, la simpatía. Pasé del odio a: «Bueno, no me gustó el jonrón, pero a ti te descargo».

    Yo en Cuba hacía teatro en un grupo profesional, que hacía trabajo de mesa, donde tenías que aprenderte un guion enorme. Una cosa seria. La guerrilla del Golem, de Marcial Lorenzo Escudero Nueva. Y ahí compartí con mucha gente bonita. Yo estudié teatro un año en la ENA [Escuela Nacional de Arte], pero me porté mal y me dieron repitencia, porque tenía una profesora que me odiaba, y mi abuela me dijo: «Tú no vuelves allí». Entonces terminé el preuniversitario en Santiago y me metí a trabajar en el grupo profesional, y ahí ya saqué el título por curso de trabajadores. Pero eso fue lo mejor que pudo hacer mi abuela: sacarme de la ENA.

    Sí, yo me portaba muy mal. Ahí estaba la playa cerca. En vez de ir a una clase de Historia del Teatro a echarte una metatranca, tú cogías un libro interesante, te ibas para la playa y te ponías en la costa a leer. Y de ahí te ibas para la Facultad de Folklore del ISA [Instituto Superior de Arte], porque ahí se hacían unas fiestas… Las clases de ellos son un bembé. Con los músicos en vivo. Eso era fabuloso. Si te gustaban un poquito tus raíces, ese era tu lugar. Y a mí me gustaba porque me hacía sentir cerca de El Chago. Santiago es un poco así, hay mucha música. Música de las raíces de nosotros. Lo mismo que hay en La Habana con el guaguancó, te lo encuentras en Santiago con la conga. Y la gente es muy bruja. A mí me gusta Santiago, yo soy fan de Santiago.

    Cuatro años estuve en el grupo de teatro, hasta que me fui de Cuba para Italia con 23 años. Yo perdí la cabeza por ese hombre. Perdí todo el control de mi cuerpo. Para mí era imposible seguir en ese país sin él. Yo sí me enamoré como una perra. Y la única opción era venir con él porque él no podía dejar su trabajo para ir para Cuba. Además, mi vida, no. Ese niño no estaba preparado para Cuba. ¿Cómo le explicas a alguien que siempre ha sido lindo y nunca ha sido pobre cómo se vive ahí? No tiene explicación. Tiene que vivirlo. ¿Se merece vivir ahí? No.

    Yo primero vine unos meses, para ver cómo eran las cosas, porque tenía que saber que realmente valía la pena, porque yo soy muy apegada a mi familia, y mi familia está en Cuba. Y a mí me gustaba hacer teatro. Pero yo creo que en eso me ayudó también empezar a perder los amigos, los amigos que se iban. Llegó un momento en que yo tenía muy pocos puntos de referencia. Entonces te dices: «Bueno, ¿qué quiero hacer? Ahora mismo me siento una extraña en mi ciudad». Y sí, vine a Italia, conocí, la cosa se puso más sólida entre nosotros dos, volví a Santiago, estuve unos meses, porque tenía un proyecto que me interesaba, y entonces sí me casé y me fui. No me arrepiento. Ha sido una historia bonita.

    Cuando se murió mi abuelo, para mí fue el despertar de otra cosa. Hubo mucha gente que pasó por mi casa a darle el pésame a mi abuela y al mismo tiempo contaba cómo había conocido a mi abuelo. Muchos lo conocieron cuando estaban pasando el Servicio Militar, porque mi abuelo era como el Robin Hood de las FAR [Fuerzas Armadas Revolucionarias], y los había protegido. Como mi abuelo era un rango superior, cuando veía a alguien de un rango inferior que tenía abuso de poder o algo así, lo situaba en tiempo y espacio. En Santiago el Servicio Militar es feo. Muchas veces te tienes que ir para Baraguá, y Baraguá es un lugar que tú no quieres conocer. Todo lo demás parece un paseo en las nubes. Con Baraguá la gente tiembla. Y mi abuelo trabajaba en las FAR en Santiago, pero a veces estaba movilizado en Baraguá.

    A ese viejo yo le descargaba un montón, pero a él le gustaba la vida militar, él era un gran fidelista. Era comunista de verdad. Tan comunista que vivíamos en la legalidad. Tú dices: «Ay, era coronel, bueno entonces tú estabas…». No, no íbamos a la playa. No. Pero me enseñó muchas cosas de dignidad que no sé para qué pensaba que me iban a servir, en vez de dejarme una casa bonita. No, me enseñó muchas cosas de qué era lo correcto y qué era lo incorrecto. Hay filosofías de vida suyas que a mí me han hecho sentir que soy una persona un poquito mejor. Un gran sentido de la justicia. Eso sí. Yo tengo un gran sentido de la justicia.

    Después del 11 de julio, se tomó el camino de no regreso. Tú tienes varios vericuetos en los que tú te puedes meter y encontrar siempre el camino para regresar a casa. Pero hay un camino que tú tomas que, después de que tú lo tomas, no puedes volver atrás. Y eso fue así el 11 de julio. Desde entonces nada ha vuelto a ser lo mismo y yo no soy la misma persona tampoco. No era que antes no me interesara, sino que para mí no era prioritario, y ahora mismo es prioritario para mí que esa gente se vaya de mi país. Yo quiero que ellos se vayan, que entreguen todo o recojan todo lo que han robado y se vayan, porque no será posible hacer una sociedad mejor con ellos ahí.

    Ellos permiten que exista una cosa llamada actos de repudio, que es una de las cosas más feas que hay. ¿Por qué insisten? Equivocarse es humano, perseverar es diabólico. ¿Por qué insisten? ¿Qué piensan que es correcto del acto de repudio? Y no me pueden decir que es espontáneo, porque ahí hay producción. La gente que va al acto de repudio tiene bafle, tiene banderitas, tiene pulóveres. Ahí hay producción. Eso no es espontáneo. Ellos están apadrinando la violencia. Y una violencia que no es pareja, porque la gente está en grupo y tú estás sola, y si tocas a alguien de esos, eres tú quien va presa.

    A mí me gusta encontrarles a las cosas el porqué. Todo tiene que tener un porqué. Incluso cuando yo le digo a mis hijos «no puedes hacer esto», y ellos me preguntan «por qué», yo trato de evitar responderles «porque no». Tiene que haber una explicación. Esta cosa del acto de repudio, exactamente, ¿por qué? ¿Qué les da? ¿Ellos sienten que es una cosa que les vuelve grandes como Gobierno, que les da credibilidad? ¿Les gusta que la gente viva en esa zozobra? ¿Por qué? No hay nada positivo en un acto de repudio. No hay nada. Y habla mal de nosotros como nación, como pueblo. Es una cosa súper vulgar. Yo los odio, los actos de repudio yo los odio. Agradezco infinitamente que nunca se me haya dado uno.

    Yo nací en un barrio que es como Siboney [en La Habana], y esto no hubiera sido el producto final si a los ocho años no nos hubiéramos mudado al centro de la ciudad. Ya en el centro es otra cosa. Porque además yo soy del centro, pero del centro tirando para Trocha. Yo soy muy chusma para ser del barrio ese, del Siboney santiaguero. Y en mi familia nadie es así, yo eso lo quiero aclarar. Porque cuando me ven dicen: «Si ella habla así, en esa casa…». No, señores, en esa casa todo el mundo habla bien, todo el mundo se expresa correctamente, si hay que echar su mala palabra se echa también, pero no son como yo.

    A mí me influyó mi barrio. A mí mi barrio me gusta. Yo era la única mujer del barrio que jugaba dominó con los negrones en la esquina. Desde siempre. Hemos crecido juntos. Y a mí me gusta hablar mal. La malicia está en la cabeza, no en lo que tú dices. Hay una en mi barrio que era bailarina de ballet, Irela, que se creía una cantidad de cosas… Ahora ha bajado un poquito los humos, pero se creía una cantidad de cosas… Muy bonita. Tiene para creerse. Ella estaba buena cantidad. Y un día yo voy para la esquina de mi casa a esperar un motor (porque los taxis de Santiago son los motores), y estas gentes estaban en la esquina y me dicen: «Oye, Dayana, dice Irela que por un millón de dólares ella no hubiera dejado que le partieran el culo. ¿Tú por un millón de dólares dejarías que te partan el culo?». Y yo me quedo mirándolos de una acera a la otra, y les digo: «Pero si a mí me lo partieron gratis, ¿cuál es el problema con el millón?». Ese es el diálogo mío con mis vecinos. Mis vecinos que luego me veían en la televisión promocionando la obra de teatro que iba a hacer. Eso a la gente de mi barrio le gusta, que tú no te creas cosa.

    Yo le tengo a mi familia prohibido ver mis directas, así que no sé qué pasa en el barrio. No sé qué se dice. Pero yo me imagino que sí, que en mi barrio la gente me tiene que querer. Ya me querían antes. Yo los quiero. Yo a ellos sí los quiero, los quiero con cojones, y quiero que me vayan a buscar al aeropuerto con la conga. Ese es mi sueño. Yo lo dije. ¿Tú has visto la danza haka de Nueva Zelanda? Eso yo lo quiero con la conga. Es lo único que quiero a cambio. Aparte de la libertad. Sin metales. Corneta china y tambores.

    *Entrega #2 de la serie testimonial «Primera persona».

    **#1. Testimonio de Ricardo González: «Hasta donde estábamos nosotros había que abrir 11 puertas».

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    16 COMENTARIOS

    1. ufff…que dúo…»Yo soy la muerte de la virilidad» jaja…No cariño, hay hombre que somos Sapiosexuales, tú me pones a punto de precocidad 🙂

    2. La comentarista estrella, que suele poner los punto sobre las ies, sin duda la mas lucida entre toda esa sarta de izquierdistas trasnochados de la J Cuba y de una redaccion bellisima sale con esto.

      Tampoco lo voy a leer. Rompi mis vinculos. Solo leo algunos comentarios. Ahora me pregunto como me rebaje tanto en tratar de participar en un blog que te publica cuando le da la gana y que inclusive te publica y luego te borra, pienso, porque al censor de turno le entro una perreta.

      «La manipulación política es práctica de gobierno en Cuba y ha generado un ambiente tóxico y opresivo»

      Pregunta. ¿Eso necesita demostracion? ¿Es tan importante cuando en Ucrania se cometen crimenes de guerra? Bueno. Supongo tocara el tema de Ucrania mas adelante. Bye

    3. Luego lo leo. Visite una vez el blog de esa chica. A menos que haya mejorado, no me parece gran cosa. Por ahora, me parece, no se, que Monica se pasa dedicandole tan extensa entrada

    4. ME ENCANTA TU SINCERA, HUMILDE Y VACANA DIRECTA ! SOY DE TU MISMO PUEBLO.. NUESTRO GRAN SATIAGO DE CUBA! QUE A PESAR DE HABER SALIDO NIÑA LO LLEVO EN MI CORAZON PORQUE MI NIÑEZ QUEDO ALLI!
      TE ADMIRO Y DESEO QUE EN ALGUN MOMENTO PODAMOS VERNO CON ESA TAN ESPICIAL CONGA!! BENDICIONES! PARA TI Y TU LIBDA FAMILIA.
      UN ABRAZO

    5. «Yo quiero que ellos se vayan, que entreguen todo o recojan todo lo que han robado y se vayan, porque no será posible hacer una sociedad mejor con ellos ahí».

      Me sumo a lo anterior. Me da esperanza que existan cubanas como Dayana. Brillante y valiente la joven artista.
      Gracias por la entrevista.

    6. Yaya Panoramix. ¡Felicidades! Este parrafo termina como a mi me gusta leer. Ja ja, ja.

      Eres comica.

      Copio:

      ¿Tú alguna vez te pusiste un trapo con la menstruación? ¿Tú no has tenido ese placer? Te lo cuento yo. El trapo… Tú nunca sientes que estás seca, y siempre vives con el terror de que en cualquier momento te lo encuentras por el tobillo. Mariela [Castro] yo no creo que se ponga trapos. Yo sí me los puse, y en Cuba hay un montón de gente que se los pone. Porque puedes caminar la ciudad y que en toda la ciudad no encuentres una Íntima. ¿Qué vas a hacer? Un país que no tiene ni Íntimas para sus mujeres. Preservativos. ¿Tú has visto los preservativos? No hay. En medio del hambre ni siquiera un palo tranquilo puedes echar

    7. Que te dan educación gratis, salud gratis.

      Falso. Solo socializada. ¿O acaso lo pagan Marrero y Diaz Canel de sus bolsillos?

      En este pais, Ecuador, la salud esta socializada y nadie te lo esta constantemente sacando en cara para pedierte fidelidad politica. Ejemplo. Me pasaron un cateter para ponerme un stent en una coronaria, sin cobrarme un centavo. A mi, si me salvaron de un principio de infarto.

    8. La ultima entrada de la Joven Cuba plañidera y quejumbrosa sobre la caña que amamantó a esta nación no hay quien se la dispare.

      Echense que cosa tan picua.

      ¡Ah! esa caña, casi olvidada hoy por entre las chimeneas que ya no exhalan el aroma dulzón de sus calderas. Esa caña que ya no viaja ….

    9. La ultima entrada de la Joven Cuba plañidera y quejumbrosa sobre la caña que amamantó a esta nación no hay quien se la dispare. Es
      preferible que se lean todas mis historias de putas. Ja ja ja

    10. Cuando Yaya lea esto,se va a dar banquete

      La vida en Cuba es perfecta? No. ¿Se pasa trabajo? Sí. Moverse es un problema, comprar alimentos es un problema, trabajar y ganar lo suficiente es un problema.

      ¿Nos gusta hacer colas y perder el tiempo en una parada? No, claro que no. Nos duele el desabastecimiento, caminar por las calles y ver a decenas de personas huyendo del sol mientras esperan un incierto turno para comprar algo. Nos duele más cuando estamos metidos nosotros en una de esas colas. Tiempo valioso de vida que se nos escurre entre los dedos, como cuando miramos hacia el horizonte, buscando alguna señal de un ómnibus… y nada.

      ¿Hemos cometido errores e injusticias? Sí. Algunos los hemos resarcido, otros los hemos superado y hasta olvidado. Las injusticias las hemos tratado de incinerar con el fuego de la Revolución, tratando de identificar al revolucionario con “toda la justicia social”. Mas no podemos lanzar la primera piedra, no estamos libres de pecado.

      ¿Nos gustan las tiendas en MLC? No, no nos gusta depender de una moneda extranjera para poder pagar por un producto. Ojalá desaparecieran mañana mismo, pero tampoco tenemos una alternativa

      • S si tienen alternativaí tiene alternativa. La alternativa es quitarse de encima ese régimen que mientras el pueblo anda pasando trabajos, los miembros de la cúpula viven a todo tren. Parece que ya nadie se acuerda de que el perfecto entre los perfectos, el comandante en jefe que mandaba cubanos a morir en tierras extrañas por satisfacer sus ansias de grandeza tenía un callo privado, Cayo Piedras, unido a otro más pequeño por un puente de 100 metros de largo con casa de huéspedes y delfinario particular? Nadie se recuerda que ese individuo fue capaz de mandar un avión de cubana de Aviación hasta tanzania a buscar dos impalas para ofrecérselo en la cena a un líder africano que visitaba Cuba? El mismo que dijo sin asombro de pudor que su plato favorito era la langosta termidor cuando hay cubanos que no han visto en su vida una langosta? De ese señor para abajo todos los de esa cúpula se han dado la gran vida y usted lo tiene que saber si vive en Cuba y si no lo sabe se lo estoy diciendo Yo ahora. Toda esa monserga del bloqueo para justificar las escaseces y la falta de todo ya no convence a nadie cuando se sabe qué Estados Unidos es el sexto socio comercial de Cuba en estos momentos. Este sistema Siempre fue una porquería y ahora, que ya no existe Unión soviética ni Venezuela que los mantenga empieza a romperse por las costuras para perjuicio del cubano de a pie porque ellos allá encima Siguen con su buena vida y les importa bien poco lo que están pasando ustedes allá abajo.

    11. Hola Dayana, tal vez ni leas mi comentario pero por si acaso lo lees puedas recordar esto qué es una de las pocas cosas que me alivian ese dolor: … puede que sea un soñador pero no soy el único… Tu testimonio y experiencia personal como cubana que nació y se crió pegada a la idiosincrasia cubana es válido y más que todo tu derecho a expresarlo con cornetas chinas y tambores y por eso con éste comentario no pretendo juzgarte ni analizar tu perfil psicológico ni tan siquiera seguirte en las redes cómo una fanática. Estaba hojeando mi muro del Face y vi tu publicación compartida por mi prima que hace pila de años vive fuera de Cuba y quise identificarme con tu dolor que no es más grande que el mío. Y te preguntarás por qué digo esto: «porque por si acaso lo lees puedas recordar esto qué es una de las pocas cosas que me alivian ese dolor: … puede que sea un soñador pero no soy el único…» porque yo a pesar de haber nacido en Cuba siempre fui una extranjera en Cuba, criada en la calle Cuba 60 de la Habana Vieja, con todos los negritos malas cabezas que se escapaban de la escuela y sus libretas eran un churre de errores y estupideces, con esos mismos negritos que después de adultos se fueron a todas partes a luchar contra la esclavitud del régimen dictatorial de Fidel Castro Ruz. Tal vez tú tuviste miedo de cagarte en la madre del criminal más grande de la historia humana Fidel Castro Ruz cuando estaba vivo pero yo no tuve miedo y me cagué en su madre y todavía me sigo cagando en su repuñetera madre. Qué pudiera decirte de Cuba que no sea un teque aburrido y largo, pués que desde que sentí el primer dolor en Cuba cuando me clavaron la aguja para ponerme la vacuna BCG en el hombro que me ampolló la piel, y el hombro se me puso febril y de todos los colores a pesar de llorar y gritar cómo un animal para que no me vacunaran, me propuse ser una extranjera en mi propio país y crecer con una personalidad autista para poder evitar el dolor cubano. Para mí Cuba es sinónimo de dolor y no me refiero a la parte económica que a fin de cuentas ese dolor fue mucho más fácil de soportar me refiero a la parte psicológica. Cuba es como un dolor de ovarios cuando le hacen a una una regulación menstrual sin anestesia o con una anestesia vencida, para mí Cuba es como un dolor migrañoso que tú ni por asombro lo has sentido ni lo sentirás porque ya estás salvada. Que te puedo decir de mi experiencia en Cuba, que yo siempre fui una extranjera en Cuba porque siempre tuve que pagarlo todo con regalos o dinero, cuando te digo todo es todo, desde mi derecho a expresarme de forma diferente, mi derecho a ser libre, mi derecho a estudiar el sistema capitalista y a pensar como capitalista porque nunca me gustó el sistema comunista que tanto dolor me producía. …prendíamos una vela y todo estaba sucio… dormíamos la mayor parte del tiempo para no morir torturados… el celuloide estaba apedreado por la censura… con apenas 12 años de edad veíamos revistas de pornografía escondidos porque era prohibido… escuchábamos música de los Beatles a las tres de la madrugada porque era diversionismo ideológico y todas esas ideas estúpidas de la maquinaria sangrienta comunista… comíamos Citrogal que costaba sólo diez centavos en la farmacia porque el refrigerador tenía sólo pepinos viejos de agua. Yo pasaba la mayor parte del tiempo en cama porque era del bando de los débiles, de los locos, de los retardados mentales, de los inadaptados, de los vagos, de los que no se sometían ni con palos a la esclavitud, yo fui de las abolicionistas crónicas de la esclavitud en la Cuba de Fidel porque Cuba era del degenerado de Fidel, no de los cubanos. Cuba es hemorragia, dolor, lágrimas, deshidratación, miseria del alma, estupidez retrógrada. Cuba es guerra, Cuba es caos, Cuba es esquizofrenia, Cuba es idiotez. Cuba es un castillo putrefacto con un dragón sentado dentro echando fuego por la boca. Yo también como muchos extranjeros que vivieron en Cuba me fui de Cuba en la primera oportunidad porque Cuba no es Cuba, Cuba es DOLOR y ni por asombro yo soy masoquista. ¡¡¡Viva Cuba libre sin esclavos, ni esclavistas ni dictadores!!! Y no digo esto porque yo añore volver a Cuba a ver a mi abuela o a mi familia sino porque sufrí en carne propia el dolor de la esclavitud y el dolor de la sangrienta maquinaria comunista.

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