Santiago de Cuba ha perseverado entre el mar y la montaña durante 500 años. La noción de abajo-arriba/subir-bajar se impone en casi cualquier punto de la ciudad. Marca la ubicación de barrios, edificaciones y otros hitos del trazado urbano, define ciertas referencias que sigue automáticamente el transeúnte habitual y, por supuesto, los sentidos que intenta descifrar el forastero en medio de la canícula.
Y esa verticalidad dictada por la naturaleza se traduce con frecuencia en escaleras y escalinatas que tipifican el paisaje citadino: calles que se transitan de peldaño en peldaño, bajo el sol, y que invitan a sentarse en sus gradas cuando va cayendo la noche.
En Santiago de Cuba ciertos fragmentos urbanos pueden convertirse en anfiteatros truncos donde la gente del reparto observa a tanta otra gente, y a la ciudad misma, que allá abajo continúa hilándose y entretejiéndose hasta convertirse en sombras cada vez más densas o en recortes de un resplandor indescifrable.
La calle-escalera de Santiago no solo como vía de acceso a otro plano topográfico de una ciudad tendida sobre los contrafuertes de la sierra, como línea quebrada para el tránsito loma abajo y loma arriba, sino como espacio de socialización cotidiana: asiento para la cháchara y la contemplación, para la gesticulación y el reposo de cualquiera.

William Riera. Las escalinatas de Santiago (Calle 4).
William Riera vive hace un cuarto de siglo en Estados Unidos, pero su ciudad natal continúa siendo una obsesión vital que emerge una y otra vez en su trabajo fotográfico.
Esta serie, Las escalinatas de Santiago (2004-2016), es obra indudable del impulso creativo que a menudo suscitan la nostalgia incesante y el lúcido extrañamiento en quien ha regresado por un rato a su casa de la infancia pero sabe que en breve volverá a partir.

William Riera. Las escalinatas de Santiago (Tomás Padro, entre Princesa y Santa Rosa).
«Cada centímetro de estas escalinatas está impregnado con historias, secretos, experiencias…», recuerda Riera, quien también ha mostrado en El Estornudo, desde un ángulo inesperado, la ciudad Miami.
«Mi fotografía pertenece a las calles del mundo», dice. «También me siento muy conectado con el estilo documental para producir imágenes. Soy fotógrafo porque me gusta motivar a la gente a que se detenga y piense en nuestras similitudes como seres humanos, que emergen de nuestras diferencias».
(Fotografías autorizadas por William Riera).