A ti, Cachita

    El entramado cultural caribeño es consecuencia de complejos procesos sociales en que se han mixturado diferentes fuentes étnicas: mestizaje cultural que nos define y singulariza. De ahí emerge una religiosidad popular de matiz transcultural, según el concepto acuñado por Fernando Ortiz.

    La adoración religiosa ha sido simultánea a los procesos de creación artística, y ha transmutado en diferentes interpretaciones, formatos y lenguajes. El culto a Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, «Cachita», la «Virgencita» o la «Virgen Mambisa», que también es Oshún gracias al sincretismo religioso, se traslada a menudo desde el espacio devoto hacia el arte, en este caso a través del lente, en busca de nuevos asideros de representación estética.

    William Riera, quien ha construido una trayectoria fotográfica basada en las historias que encuentra a su paso por diversas geografías, y como santiaguero de sangre, ha registrado con su cámara el arraigo de una fe, la importancia una tradición.

    Sus «Cachitas» no solo discursan sobre el ícono de devoción popular. Estas piezas aportan una mirada sobre las uniones que puede engendrar una creencia religiosa. Riera nos presenta su tierra natal, Santiago de Cuba, como núcleo generador y promotor del culto a la Patrona de los cubanos, pero también refleja la trasplantación de esa fe hacia el sur de la Florida, Estados Unidos, por vía de los fenómenos migratorios.

    Como un hurgador sociológico, comprometido con sus raíces santiagueras (cubanas), y con esa mirada diestra que ha madurado con el tiempo, Riera ha sabido proyectar con un matiz sensible y realista lo que supone la veneración de la Virgen en contextos geográfica, sociopolítica e ideológicamente muy diferentes. El tratamiento que otorga a este ícono es en sí mismo un culto a la divina Patrona; un acto de fe que registra la fibra que ella hace palpitar en sus hijos. Tanto el santuario de la Virgen de la Caridad del Cobre, en Santiago de Cuba, como la Ermita de Nuestra Señora de la Caridad, en la Florida, constituyen para los fieles lugares de sosiego donde canalizar las penas y donde encontrar luces entre tanta oscuridad.

    En estas obras-documentos, William Riera abandona el exquisito empleo del blanco y negro que ha desplegado en otras de sus series. Una variación consciente —estoy segura— que otorga al color, mediante una excelente composición cromática, el valor simbólico y la fuerza visual que este posee dentro de la religiosidad popular.

    ¿Cómo apagar o prescindir de ese amarillo intenso que baña a la Virgen y que sus fieles han asumido para identificarse con ella? El dorado…, el amarillo y sus contrastes tonales, su diálogo con otros colores de la escena, confieren a este ensayo fotográfico una viveza capital. El color transmite vida, esperanza, luces…, y son esas las sensaciones que experimentamos cuando nos encontramos ante la Cachita, confesándonos, pidiéndole, venerándola.

    Los tres Juanes no fueron los únicos afortunados al encontrar la imagen de la Virgen en la bahía de Nipe, hacia 1612. Hemos sido afortunados también las generaciones de cubanos que luego hemos participado de su devoción: primero, en Barajagua, asentamiento que la recibió en tierra, y luego en El Cobre, donde nos ofrece un espacio para la oración y la confesión, tal como hace una madre con sus hijos.

    Pero también afortunados han sido quienes se han proclamado seguidores de la Virgen en Miami, desde su arribo en 1961, cuando la veneración de Nuestra Señora de la Caridad empezó a ganar mayor fuerza en esa ciudad. Ello derivó en el levantamiento cinco años después de la Diócesis de Miami, bautizada por el Arzobispo Coleman F. Carrol, no solo como casa para encontrar la misericordia divina, sino también como sitio idóneo para que los creadores plasmaran con su arte toda suerte de homenajes a Cachita.

    Las instantáneas de William Riera muestran a la Patrona de Cuba en la intimidad, como protectora de la casa y de la vida; en escenarios abiertos, plazas o parques, en diálogo silencioso con quienes la encuentran a su paso, y también en el templo, donde sus hijos van a su encuentro convencidos de marcharse luego más reconfortados y prósperos.

    A ti, Cachita, esa mujer bendita entre todas las mujeres, cuya estampita nos acompaña como escudo defensor, llegue este homenaje apasionado:

    Blanca rosa desprendida

    de la divina deidad

    líbranos de todo mal

    Virgen de la Caridad

    (Fotografías autorizadas por William Riera. Texto: Yenny Hernández Valdés).

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    2 COMENTARIOS

    1. Grande el maestro saludos par el creo que será uno de los grandes pilares para desarrollar la fotografía cubana emergente Gracias a sus conocimientos un gran abrazo

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