Desde hace algo más de un año, el fotógrafo Camilo Ríos (1999) documenta en película de blanco y negro «la tragicomedia» del Malecón habanero.
El límite marítimo de la ciudad como erial de soledad, como trampolín para una modesta alegría o como desfiladero ideológico —entre un absoluto y otro— donde la masa ensaya la «coreografía perfecta».
Malecón polivalente es acaso un spin off de la serie Sound & Colour, donde pareciera que La Habana se nos muestra el día después del estallido de una bomba de lucidez. Ahora asistimos a la víspera de ese diáfano apocalipsis.
«En Malecón polivalente analizo la variedad de interacción ser-entorno en la franja de Malecón comprendida entre las calles 16 y 23 como microrreflejo del gran contexto de la sociedad cubana actual», dice el autor.
«En mis caminatas encuentro sujetos ausentes, perdidos dentro del espacio físico que tan bien conocen pero que se transforma galopante, acorralados entre una línea de edificios que cada día se levanta más alta y el mar», agrega Ríos, paranoico. «Algunos enfrentan la ola de acero y concreto que se les viene encima, otros le dan la espalda, fijando sus miradas en el horizonte lejano del azul».
¿El Malecón es solo una frontera maldita para el isleño claustrofóbico? ¿No es ya más el «gran sofá» que retrató el español Juan Manuel Díaz Burgos todavía a inicios de los noventa?
¿Es refugio o intemperie, el Malecón de La Habana?
Es ambas cosas, y es mucho más que esa disyuntiva, ha venido supuestamente a decirnos el autor. Pero, ¿quién puede estar seguro? ¿Qué es la fotografía? ¿Refugio o intemperie?
(Fotografías autorizadas por Camilo Ríos Maldonado).