La ruta de 71 kilómetros entre Medyka, en Polonia, y Lviv, en Ucrania, une dos localidades de estirpe medieval. Debido a que la primera se encuentra justo en la línea fronteriza entre ambos países todo el camino se hace en territorio ucraniano.
Nada más cruzar la frontera estás en Shehyni, provincia (óblast) de Lviv. Shehyni es una pequeña villa que básicamente cuenta, además del checkpoint limítrofe, con una estación de trenes.
Enseguida estás en la autopista internacional M11, que atraviesa numerosos pueblos y aldeas. Destacan cuatro entre ellos.
Mostyska es un pueblo con menos de diez mil habitantes. Su nombre tiene raíces en la voz eslava «most», que significa «puente». Aún hoy es uno de los principales asentamientos de la minoría polaca en Ucrania.
El siguiente punto en el mapa es Sudova Vyshnia, con una población aproximada de seis mil personas (2021). Posee varias catedrales católicas, y hace ya muchas décadas los habitantes solían reunirse en su plaza de gran tamaño. Tras la Segunda Guerra Mundial, bajo el régimen comunista soviético, ese espacio fue poblado de árboles y matorrales para evitar toda concurrencia pública.
Más adelante se encuentra Horodok. Horodok contaba en 2021 entre 15 y 20 mil habitantes, pero las estadísticas demográficas habrán caído notablemente tras la invasión de Rusia a Ucrania, ordenada el 24 de febrero último. El éxodo de refugiados ucranianos en los últimos meses ha sido uno de las primeras y más ostensibles consecuencias de la guerra. Conocida también por sus iglesias y monasterios, Horodok muestra en buena medida la evolución arquitectónica desde el siglo XI hasta la actualidad.
Once kilómetros al oeste de Lviv, está Rudne. Se trata de una villa de poco más de cuatro kilómetros cuadrados. Antes de la guerra tenía más de siete mil vecinos. Nadie puede decir ahora mismo cuántos de ellos permanecen en sus hogares.
Cada uno de estos asentamientos ha sufrido innumerables transformaciones sociales y políticas a lo largo de los siglos. Durante 600 años han pertenecido a diversos reinos o imperios que han dejado disímiles marcas lingüísticas, culturales, religiosas, ideológicas.
Esta galería presenta imágenes tomadas con mi teléfono celular desde el interior de una camioneta Van. La carretera M11, de oeste a este, enhebra no solo pueblo, sino también estas fotografías.
La pequeña caravana de vehículos en que viajaba —cargada de donaciones para la ciudadanía y el ejército ucranianos— jamás se detuvo en las tres horas de camino entre Medyka y Lviv.
*Tras el comienzo de la invasión rusa a Ucrania, el fotorreportero Alejandro Taquechel viajó a la frontera polaco-ucraniana como enviado especial de El Estornudo.