En una noche singular de París 2024, que quizás no vuelva a repetirse en el próximo siglo, el luchador cubano Mijaín López se convirtió en el primer deportista de la era moderna con cinco medallas de oro en el mismo evento y en cinco Juegos Olímpicos diferentes. Ese guion empezó a escribirse desde hace más de 30 años, mucho tiempo antes de que López fuera el atleta dominante que archivó tantas citas estivales sin perder una pelea.
Comenzó como comienzan las grandes historias de los grandes deportistas, en poblados y lugares inimaginables y con líneas y conexiones impredecibles. Mijaín es ahora una de las caras del olimpismo en cualquier época. Ha llegado a sus últimos juegos con 41 años y sin competir desde Tokyo 2020 (celebrado en 2021). Esos tres años permitieron el arribo saludable del luchador cubano a París, en una división sin herederos o futuras promesas que desplacen campeones o sorprendan estadios. Un trono huérfano que posibilitó el quinto oro olímpico.
En seis Juegos, el gladiador cubano solo perdió una pelea, el 24 de agosto de 2004 ante Kashan Baroev, retirado hace más de una década.
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La historia de los mejores deportistas de todos los tiempos, algo que ya es Mijaín López, no puede explicarse ni entenderse sin reconocer la historia de los que fueron los mejores antes que ellos.
Mijaín López nunca estuvo destinado a ser el mejor de todos los tiempos. Ya existía un GOAT de la lucha grecorromana, uno invencible que, surgido del frío, fue cincelado con el granito puro de la Siberia: Alexander Karelin, más conocido como el «Oso Ruso» o «El experimento», y que mantuvo un récord de 13 años sin perder una pelea entre 1987 y 2000.
Karelin forjó su fuerza levantando árboles en la Siberia y trabajaba como policía mientras no competía. En los colchones simplemente era intocable. El «Monstruo de la Siberia» perdería su faena perfecta en Sydney 2000. ¿Medallas de oro olímpicas? Tres (1988, 1992, 1996). ¿Derrotas en la arena internacional? Cero.
En la otra esquina de Sydney se encontraba el norteamericano Rulon Gardner, un muchacho de 29 años criado en Afton, una ciudad pequeña de Wyoming con menos de dos mil habitantes, ese típico pueblo americano de exportaciones lecheras, donde no nacen deportistas para derrotar a luchadores invencibles. Karelin, vestido de rojo, y Gardner, de azul, empezaron a empujarse en la batalla final. Al minuto y medio, Karelin desplazó a Gardner y lo colocó en posición de cuatro puntos. No pudo marcarle nada.
Gardner era el gordito sin molde y Karelin la estructura muscular perfecta. Resultaba imposible imaginar que bajo esos términos se diera una de las mayores sorpresas en la historia de cualquier combate de los Juegos Olímpicos antiguos o modernos. Gardner ya no tenía nada que perder y sería un héroe con medalla de plata. En el mismo corazón de la pelea, empujó a Karelin y lo retorció. Karelin agarró a Gardner por la cabeza con la mano izquierda, luego con las dos manos, pero no pudo acceder. La pelea llegó a los tres minutos y concluyó el primer tiempo.
En posición de agarre, iniciado el segundo tiempo, ni Gardner ni Karelin podían soltar porque serían penalizados con un punto. Karelin trató de proyectar, pero Gardner aguantó y echó su cuerpo hacia atrás. Entonces ocurrió lo imposible. Las manos de Karelin se movieron desde la mitad de la espalda hasta la nuca de Gardner y perdió el agarre. Ese detalle lo destruyó. Intentó agarrar de nuevo, separó sus manos y perdió el punto. Los jueces detuvieron la pelea y fueron hacia las computadoras para chequear lo ocurrido. Transcurrieron tres minutos y veinte segundos. Gardner anotaba su primer punto, el primer punto contra Karelin en mucho tiempo, también el primero en Sydney 2000. Karelin fue al suelo en cuatro puntos, con Gardner tratando de proyectarlo y aumentar la ventaja. La cara del siberiano ya no era la del hombre invicto. Ahora miraba con sus ojos claros hacia un espacio perdido, temiendo la derrota. Es la mirada más perdida de Karelin en toda su carrera. Pero aún quedaba tiempo. ¿Qué no podría hacer el mejor luchador de la historia en los minutos restantes?
A los cinco minutos y once segundos Gardner tuvo que ir al suelo. Karelin aseguró un buen agarre, su momento de «ahora o nunca» en la noche australiana, pero Gardner arqueó su cuerpo en dirección contraria al ataque y pudo esquivarlo. El combate continuó en tiempo extra. Kareli intentó todo para superar al granjero y Gardner supo responder. A los siete minutos con 36 segundos, cuando lo sancionaron de nuevo a una posición de cuatro puntos, Gardner solo necesitaba aguantar otro minuto con catorce segundos. Karelin trató de levantarlo como a los árboles con los que se ejercitaba en los bosques siberianos, pero no pudo. Gardner se sostuvo y pasó la última prueba. A falta de cinco segundos, el rey Karelin dejó de agarrar y se rindió. Tocó la bocina de los nueve minutos, Gardner era el nuevo campeón olímpico. Sus entrenadores, unos cinco, se lanzaron al colchón. Hasta una mujer de unos 50 años intentó saltar hacia Gardner desde la grada. El público explotó conmocionado. Karelin bajó unas cortas escaleras y, mientras se retiraba, le dice algo a su entrenador. ¿Qué palabras tendría el más dominante luchador de todos los tiempos para explicar una derrota que clausuraría su tiempo en el deporte? Simplemente bajó su cabeza y miró hacia un espacio perdido.
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Entre 2001 y 2003, la lucha grecorromana buscaba el nuevo heredero.
Karelin, ya retirado, terminó un doctorado de Pedagogía Deportiva en la Siberia y emprendió carrera como político. ¿Qué importaba ya? Nadie jamás podría acercarse a ese legado de invencibilidad con tres oros y una plata olímpica.
Casi siempre lo más importante entre los campeones no son los títulos ni las hazañas, sino los paralelismos con los que se comunican a través del tiempo. Eso te dirá todo lo que debes conocer. Gardner tuvo un accidente fatal en su poblado de Afton en 2002. Mientras seguía a un amigo, se despeñó con su motonieve por un barranco y en unas condiciones de alrededor de 25 grados bajo cero tuvo que refugiarse por tres horas. «Debí morir aquella noche», dijo tiempo más tarde, luego de que le amputaran uno de sus dedos del pie derecho por hipotermia.
Después se recuperó. ¿Quién no lo haría tras vencer a Karelin? En la final de los Juegos Panamericanos de Santo Domingo 2003 se encontró con una de las nuevas perlas de la lucha grecorromana: un joven cubano de 21 años llamado Mijaín López. En el combate final, Mijaín tacleó y venció a Gardner 5-0 y se quedó por unos segundos encima del norteamericano, celebrando la victoria, incluso hasta bailando, sin entender del todo que había derrotado al campeón olímpico vigente. Se trataba de su primera gran victoria.
¿Quién era ese muchacho? ¿Podría llenar el vacío de Karelin? Oriundo de un poblado de casi diez mil habitantes llamado Herradura, pertenecía a una familia pobre de Pinar del Río, provincia más occidental de Cuba. Tenía dos hermanos boxeadores. Al principio, Mijaín se inclinó por deportes como remo y boxeo, pero sobresalía en la lucha. A los 15 años ya dominaba en todo el país, una isla con varios luchadores campeones olímpicos como Héctor Milián y Filiberto Azcuy.
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Junto a un ruso campeón mundial de cadetes y juveniles llamado Khasan Baroev, Mijaín López era el principal prospecto de la lucha greco en los 120 kg. El cubano no obtuvo tantos resultados en instancias juveniles. Baroev ganó en par de ocasiones el Mundial de la categoría. El ruso era más completo en aquellos primeros años. Incluso, Mijaín dominaba en Cuba ante atletas como Reinaldo Peña y Héctor Milián, pero no ganó internacionalmente entre 2001 y 2002. Tras su victoria resonante ante Rulon Gardner en los Panamericanos, López llegó a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 como aspirante a medallas, buscando el trono vacante de Karelin en los 120 kg.
El cubano arrasó eufórico a sus dos primeros rivales del grupo: Yuri Evsechik y Yekta Yilmaz. Las dos promesas se enfrentaron en cuartos de finales, pero Baroev estaba mucho más curtido en los colchones por aquella época. El 24 de agosto de 2004 derrotó a López 0-2 y luego se coronó campeón olímpico. Ese combate lo he visto unas 30 veces en mi vida. Es el tipo de momento que sabes que determina una época. Mijaín parecía al contendiente que va a ganar más temprano que tarde. Desde sus raíces, removía a Baroev, pero le faltaba algo. Tiempo. Su fuerza era más salvaje que inteligente y no estaba listo todavía en 2004. Baroev se proclamó campeón olímpico y Mijaín regresó a Cuba con un insípido quinto lugar.
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El ciclo olímpico de 2005 a 2007 no tuvo otro nombre que el de Mijaín López, y en Juegos Olímpicos se volvió invencible a partir de Beijing 2008. Su cuerpo evolucionó como lo hacen las máquinas perfectas y, con una exacta composición de velocidad, fuerza y destreza, Mijaín abatió a Baroev en una final en la que encerró al ruso encima del colchón con empujones constantes y un físico de jugador de fútbol americano. El chico de Herradura corría y se giraba como si tuviera 20 kilogramos menos. Baroev incluso perdió su medalla de plata de Beijing 2008 años más tarde, por un control positivo de dopaje.
Entre 2010 y 2012, surgió la figura del turco Riza Kayaalp, un luchador fuerte, el último adversario preocupante de Mijaín, pues pudo ganarle dos peleas, una en 2011 y otra en 2015. López se había vuelto un luchador inaccesible, y desde 2004 solo tuvo esas dos derrotas en su carrera. En cinco olimpiadas, desde Beijing hasta París, Mijaín acumuló 20 victorias sin derrotas, 108 puntos a favor y siete en contra.
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Mijaín López quedará en el templo de las glorias como el único deportista con cinco oros en diferentes Olimpiadas y en el mismo evento, dejando atrás, con cuatro citas olímpicas, a Michael Phelps (Natación), Paul Elvstrom (Vela), Al Oerter (Atletismo), Carl Lewis (Atletismo), Vincent Hancock (Tiro) y Katie Ledecky (Natación). Aunque seas el atleta más dominante de tu deporte, primero necesitas mantenerte sano por 20 años seguidos.
López no provino de los bosques siberianos ni de una fría granja de Wyoming. Mijaín pertenece a un lugar más sorprendente aún, un pueblo donde todavía no hay asfalto en muchas calles, donde la pobreza arrecia cada día, donde nunca podrás accidentarte con una motonieve. En Herradura, Pinar del Río, se construyó así mismo con fiereza un muchacho que al nacer pesó casi 11 libras. Una suerte de elegido que luchó contra el tiempo y la búsqueda de una promesa.
Desde 2008, y hasta 2024, no permitió puntos en los colchones olímpicos. En París lograron marcarle dos, pero solo porque desde 2021 no peleaba en torneos oficiales. El luchador que marcó ese primer punto fue el iraní Amin Mirzazadeh, quien tenía diez años en Beijing. Karelin no pudo seguir después de los 33 años y Gardner no tuvo fuerzas para continuar después de Atenas 2004.
Mijaín nos deja la sensación de que en materia política y social pudo haber hecho más por su país. En sus entrevistas ha dedicado medallas al dictador Fidel Castro, agradecido al sistema y vociferado, como un eco monótono, los «Viva Fidel» o «Patria o Muerte». Fue otro atleta que el régimen cubano utilizó para sus intereses. En 2023, en los Juegos Panamericanos de Chile, agredió a un fanático que protestaba pacíficamente en un estadio.
Mijaín pudo elegir otros principios morales y equipararse en ese sentido a la leyenda deportiva que es. Luego de su triunfo en París, los canales extranjeros pasaban momentos disímiles de su carrera. A lo lejos, Mijaín se retiraba del lugar y, mientras se despedía del colchón, el último colchón de su carrera, se escuchaban varias voces que gritaban «Patria y Vida».
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Es 6 de agosto de 2024 y Mijaín López va a celebrar la última pelea de sus más de 30 años de competencias. Solo Yasmani Acosta puede separarlo de la gloria, un cubano que abandonó una delegación oficial en Chile en 2015. Acosta obtendrá alrededor de 42 mil dólares por la medalla de plata, lo cual es más de lo que ha ganado Mijaín con sus cinco oros.
Acosta empuja como se empuja algo sin sentido. Mijaín López sigue tan inamovible como diez o 15 años atrás. Su leyenda persiste. Cuando termina el combate, con victoria de 6-0, levanta el puño derecho y después las dos manos, como quien dice «misión cumplida». Sus entrenadores lo abrazan. Todos piensan que Mijaín puede intentar llegar a otros Juegos Olímpicos con 45 años, pero el elegido de una época planta su rodilla derecha y comienza a desacordonarse el tenis negro de su pie izquierdo. Planta la otra rodilla y zafa el derecho.
Levanta ambos tenis y luego los coloca al centro del colchón en la sede de París. Ahora es un rey único. No llora. No expresa más sentimientos tras la captura de otro nuevo título. En los anales se reúne con Ramón Fonst como los únicos cubanos con cinco medallas olímpicas. No tiene sucesión, es único en su peso. Observa hacia el mismo espacio perdido que Karelin, y dice adiós.
Peleas de Mijaín López en Juegos Olímpicos (2004-2024).
2004:
vs. Yuri Evseichik FIN (5-0) 1st ronda
vs. Yekta Yilmaz TUR (4-0) 1st ronda
vs. Kashan Baroev RUS (0-2) 1/4
2008:
vs. Siarhei Artsiukhin BUL (5-1) 1/8
vs. Yury Patrikeyev ARM (4-1) 1/4
vs. Jalmar Sjoberg SWE (9-0) SEMIS
vs. Kashan Baroev RUS (6-1) FINAL
2012:
vs. Abdelrahman El-Trabely EGY (4-0) 1/8
vs. Guram Pherselidze GEO (4-0) ¼
vs. Riza Kayaalp TUR (3-0) SEMIS
vs. Heiki Nabi EST (3-0) FINAL
2016:
vs. Heiki Nabi EST (3-0) 1/8
vs. Johan Euren SWE (4-0) ¼
vs. Sergey Semenov RUS (4-0) SEMIS
vs. Riza Kayaalp TUR (6-0) FINAL
2020:
vs. Kim Mim-seok KOR (9-0) 1/8
vs. Amin Mirzazadeh IRI (8-0) 1/4
vs. Riza Kayaalp TUR (2-0) SEMIS
vs. Iakobi Kajaia GEO (5-0) FINAL
2024:
vs. Lee Seung-Chan KOR (7-0) 1/8
vs. Amin Mirzazadeh IRI (3-1) 1/4
vs. Sabah Sariati ARM (4-1) SEMIS
vs. Yasmani Acosta CHI (6-0) FINAL
Puntos: 108-7
Victorias/Derrotas: 22-1
Excelente titular y contenido para guardarlo para siempre….Saludos desde África. Abrazos.
Gracias, Francys, excelente recuento. Saludos.