El Elokuente es un rapero cubano de 40 años que todavía vive en Cuba. Su nombre es René Díaz y es oriundo de un pequeño pueblo llamado Caraballo, de la actual provincia de Mayabeque, que antes pertenecía a la zona conocida como «Habana campo». El pueblo no rebasa los cinco mil habitantes, dato que enfatiza el propio René al comenzar la entrevista como una de las características que, según él, marcan su proyección de vida. «De dónde vengo define mucho hacia dónde voy. Soy una persona de la periferia, o sea, no tengo ni los beneficios ni los vicios de alguien del centro, y eso define mucho cómo soy, las ideas que tengo, y también la fuerza necesaria para ir de desde afuera hacia el núcleo».
Aunque a René le resulta entrañable esa pulsión creativa que es el rap, su arte no lo agota. Todos hemos visto sus habituales y versátiles reflexiones en las redes sociales, que van desde reacciones ante la dura realidad que vive Cuba, comentarios sarcásticos e incluso sus propios memes, hasta hondas zambullidas en textos de poesía o filosofía universal. Para él, el tiempo de vida nos ha sido dado para no perderlo y, en ese sentido, no se le ve apurado, pero sí ocupado, como si tuviera una misión que cumplir, ante todo consigo mismo. En alguna parte de la entrevista confiesa que su norte ha sido esa relación especial que tiene con preguntas esenciales que no lo abandonan, y con esa capacidad de asombro que un día su profesor de filosofía, Dmitri Prieto Samsonov, le aconsejara no perder.
Su afán de exploración y autenticidad lo llevó varias veces a la universidad, aunque no terminó ninguna de las tres carreras que comenzó, Educación Musical primero y luego Ingeniería Industrial y Estudios Socioculturales. Su trayectoria profesional más extensa la desarrolla como rapero, con tres discos inéditos con su grupo Soldier Squad, y el disco con Real 70, Crew. En solitario, entre 2016 y 2017, sacó el disco Producto Interno Inteligente, además de numerosos singles hasta la fecha. Como uno de los momentos más provechosos de su carrera, recuerda su participación en la Comisión Depuradora, un hito en materia de producción y colaboración en la historia del Rap Cubano. La revista colombiana Cartel Urbano lo incluyó en su staff y así visitó Colombia en tres ocasiones, además de México. Regresó a Cuba, donde se ha mantenido muy activo en los eventos del género, e incluso ha organizado algunos, fundamentalmente en el espacio cultural independiente La Marca.
En su cuenta de Instagram, @elokuente, se describe a sí mismo como poeta, narrador y meditador, además de rapero, lo que expresa, en su práctica de vida, la creencia de que no hay divisiones insalvables entre las diferentes dimensiones que componen lo humano. Mientras preparaba esta entrevista, estuve repasando los temas de René en la plataforma y me di cuenta de que, en casi todas sus estrofas, no ya canciones, encontramos una declaración estética que parece glosar aquel concepto de la kalokagathia griega, que articulaba lo bello, lo bueno y lo verdadero, aunque con la frontalidad y el verso descarnado del rap.
«Estas frases son un puente entre mi espíritu y el tuyo. Soy un espermatozoide en el útero de un murmullo. Voy a fecundar tu oreja, con esta música fluyo, intuyo, pues tengo luz propia como un cocuyo. Incluyo las neuronas y el corazón para redactar, no tengo tiempo que perder, tengo mucho en que pensar. Flores pa´ los vencedores, sigue siendo el lema, son los genios creativos marginados del sistema. Viva Cervantes, viva Picasso, viva Van Gogh, viva Da Vinci, Miguel Ángel, Beethoven, viva Rimbaud. Tengo poder en mi léxico, no me interesa tu éxito, yo tengo mi fe y las energías puras que me traje de México. Así que tira al blanco que yo soy la diana, no esperes que te diga por quién doblan las campanas. Que yo soy el ingenioso hidalgo René de la Mancha y con datos, dime tú si tuviera la banda ancha, fuck you. Yo tengo el don y no me importa tu dinero sucio, toda tu falsedad me la paso por el prepucio. Gente que tiene en la mente el símbolo de Nike, pero quien por su Facebook muere, la muerte le sabe a like».
Como divertimento, decidí definirlo para mí misma como un rapero clásico, recordando aquella aseveración de Werner Jaeger de que la kalokagathia era el ideal de humanidad plena, armonioso en cuerpo y mente, en la batalla y en el habla, en el canto y en la acción. Decidí, además, presentarle esta introducción a René, junto a las preguntas que compondrían la entrevista, y esperar su respuesta, convencida de que hallaría nuevas sorpresas.
Me contestó visiblemente emocionado por la mención de la cultura griega y la mención de Werner Jaeger:
«Paideia es uno de mis libros de cabecera. Recuerdo que lo compré en una de las tiradas que hizo Ciencias Sociales —la editorial— hace más de una década, me he leído sus dos tomos dos veces. Me importa mucho no solo la filosofía griega sino también la poesía, la tragedia… el mundo griego en general, también las guerras. Me interesa la figura de Sócrates, que fue un gran filósofo, pero también un gran soldado y hay muchas anécdotas sobre su valor en la batalla. Siempre estuve lleno de muchas cosas, muchos intereses, objetos incluso, de muchas partes del mundo que llegaban por los viajes de mi padre. Y con ellos llegaban también las historias de estos objetos.
Mi padre era marinero y había viajado a más de 55 países. Así que puedo decir que, aunque tuve una formación rural, crecí como si el planeta completo estuviera dentro de mi casa. Esta peculiaridad, unida a mi interés por la literatura y la filosofía, marcaron mi formación y las preguntas que comencé a hacerme. Quiénes somos, hacia dónde vamos, qué es esto que llamamos realidad, ¿existe un yo? … Me di cuenta de que los que intentaban dar respuesta a esas preguntas se llamaban filósofos, y durante mucho tiempo pensé que eso era lo mío. Hoy ya no me interesa ser un filósofo profesional, pero sí creo que soy un buscador”.
Flow y responsabilidad
René, me gustaría empezar la conversación hablando de las actividades que componen tu día a día. Pudieras hablarme brevemente sobre qué escribes, además de rapear, y en qué consiste la práctica de meditación que realizas.
Generalmente hago un plan para el día siguiente, soy ordenado en ese sentido. Yo leo mucho, muchísimo, leer para mí es como respirar. Cuando me paso tres o cuatro días sin leer no me siento bien, no me siento ágil de mente, mi mente empieza a ralentizarse. Así que vuelvo a la lectura siempre, a veces seis horas al día, a veces más.
Lo otro que hago mucho es escuchar música, no necesariamente rap, sino jazz, música clásica, música étnica. Empiezo a escuchar algo de algún país del que nunca he escuchado música, Kazajstán, por ejemplo, y puedo estar tres horas solo oyendo música de ese país, y aprendiendo a través de la música. Es la maravilla de internet, no necesitas a nadie, solo un dispositivo y el servicio.
La tercera actividad importante de mi día a día a nivel creativo es ver cine de autor, me gustaría ser guionista de cine, de hecho; tengo un guion de un monólogo que quisiera filmar pronto. Y siempre he escrito, también. Me publicaron hace tiempo unos poemas en El caimán Barbudo y también un ensayo, pero solo ahora es que he empezado a explorar ese universo de lleno, después de los cuarenta años, como si me hubiese estado preparando todo este tiempo. Tengo unos relatos y pienso terminar mi primer libro de poemas este año.
La meditación sí es más compleja, necesita ciertos requisitos prácticos, la luz, el calor, el ruido, el cansancio… todo eso afecta. Pero aun así trato de meditar unas dos horas al día y si alcanzo un ritmo constante por varios días puedo llegar hasta tres horas. Concibo la meditación como centro, como el eje de toda mi vida, me da valor, me da fuerza, me da creatividad, capacidad de respuesta, memoria, paz. A mí me ha ayudado mucho y creo que es la creación más grande de lo humano. Y lo más maravilloso de todo, me da contemplación, puedo contemplar los objetos sin juzgarlos.
Cuando comenzamos a hablar, me dijiste casi textualmente que te parecía absurda esa declaración de que «tú eres artista, no te metes en política» o viceversa, y argumentaste que veías al ser humano como un todo, con múltiples intereses que convergían en ese todo. ¿Cómo entiende René ese fenómeno que es el ser humano? ¿Cómo concibe esa relación entre arte, política y filosofía?
Aquí me parece imprescindible volver a los griegos porque creo que ellos no miraban el mundo a través de esa excesiva atomización que vemos en la contemporaneidad. Y ese alto grado de atomización impide que podamos hacer una síntesis. También en ese entonces había menos información, el conocimiento era más reducido en sentido general, lo que tal vez facilitaba esta intención sintética de la que hablo. Pero igual, creo que ese espíritu griego hay que rescatarlo porque nada está disociado en el cosmos. Todo está relacionado: la política, el arte, la filosofía, la meditación, incluso ir a comprar el pan. La única división que reconozco es técnica, contextual.
Yo percibo a un ser político, al decir de Aristóteles, pensando en las reglas de la sociedad en la que creces y te formas, y de la que es muy difícil apartarse. Aunque te alejes físicamente, no estás fuera de esas reglas, o las acatas o las combates. Puedes hasta convertirte en un eremita y aun así el terreno al que escapes estará parcelado por un Estado. No hay modo de ser apolítico.
Yo asumo todo eso desde un contexto hiper politizado como el cubano. Intento ejercer mi derecho como ser político y allí entra el arte. Soy rapero sobre todo porque me permitió unir todo, aunque mi metal de voz no sea el más potente, no soy un José José ni nada de eso, pero mis capacidades me permiten tener flow, versificar encima de un ritmo, y exponer las preguntas esenciales de tal manera que la gente te entienda. Puedes hacer filosofía sin internarte en complejidades técnicas, siguiendo el curso de cierta filosofía a flor de piel; puedes hacer activismo, o artivismo; puedes hacer crítica social; también incursionar en la canción romántica. El rap es un género tan noble que lo acepta todo, y es uno de los ejes de mi vida porque me permitió expresar esa relación entre preocupaciones existenciales y sociales, inquietudes artísticas, poesía, religión; todo ese conocimiento combinado cabe en el rap.
Me resultó muy tierno ese post donde comentas que ver a tu padre leyendo marcó tu niñez y cambió tu vida. «Un hombre solo, acostado sobre la cama con un libro en sus manos, en paz, absorto, sin hacer ruido ni daño a nadie».
Cuéntame un poco de ese albor, de tu ambiente familiar, de tus motivaciones mientras creciste, lo que te movía el piso. ¿Cómo empezaste a escribir, o a cantar, y por qué específicamente el rap?
No sé qué edad yo tendría, pero era bastante pequeño, entre tres y cinco años tal vez. Lo vi y me pareció la persona ideal, sin hacer ruido, sin hacer daño a nadie, concentrado en sí mismo, disfrutando el fresco y el sol entrando por la ventana. Lo que sentí fue un deseo irrefrenable de ser esa persona. Y puedo asegurar que fue una revelación, una especie de experiencia religiosa, sin siquiera poder procesar a nivel racional ese suceso.
A la vez, mi padre viajaba mucho y eso provocaba ausencias prolongadas que fueron generando una especie de trauma, que convivía con la general felicidad de mi niñez. Mi madre estaba allí pero mi padre no y yo tenía con él una relación especial. Mi padre me regaló una Atari, y todos los niños del barrio podían venir a jugar con él a mi casa, mi madre hacía comida para todos. Recuerdo que no había ningún prejuicio ni de raza, ni de clase, todos eran bienvenidos y esa dinámica de vida fue educándome de manera orgánica. Mi educación fluyó con el ejemplo, con las acciones, mis padres nunca me impusieron nada de palabra, ni me prohibieron nada, pero sí quedaba claro que todos éramos iguales y que lo importante era el juego.
Así un buen día me enfermé de hepatitis y ese tiempo aislado, sin poder pararme de la cama, impuso la lectura como práctica predominante. Recuerdo un libro que se convirtió en mi libro de cabecera, Cartas desde la selva, de Horacio Quiroga. Todavía lo tengo, de tapa dura, con dibujos. Años después confirmé que Horacio Quiroga era un gran escritor, pero en ese momento fue solo pasión. Me enamoré de ese libro porque era infantil pero también era muchas más cosas. Era aventura, pero también era sacrificio, y eso es algo que yo necesito. No es que me guste el sacrificio, pero tampoco me gustan las cosas fáciles, necesito a veces pasar trabajo, pasar hambre, entender la complejidad de las experiencias que vivo. Es un poco como decía Nietzsche en Así habló Zaratustra, el humano cómodo es el último humano y hay que cuidarse de él como el mayor de los peligros.
Ya cantar… creo que fue en mi pueblo cuando empecé a hacerlo, y a la vez en el Pre. Lo primero que escuché de rap fue a Vico C y a un autor que no hacía rap sino una especie de dembow, de proto-reguetón, era un ritmo caribeño que me gustaba muchísimo, se llamaba El General. Pues lo que pasó es que descubrí que lo que ellos hacían yo también podía hacerlo, y que así podía canalizar esa necesidad de expresarse que uno tienen adentro, y que es como un manantial, inapresable. En el Pre también empecé a escribir, poemitas super básicos, para alguna muchachita, pero a diferencia del rap nunca mostré esos poemas. Porque el Pre es un ambiente muy cargado y estás en una edad complicada, donde es mejor no mostrarse tanto, donde tienes que asumir una cierta postura lo más ruda posible para que no te toquen ninguna tecla. Así que lo poemitas me los guardaba y mostraba el rap.
Quisiera preguntarte sobre los usos que le atribuyes al lenguaje. Porque se ha hablado mucho sobre cómo alberga prejuicios y modelos discriminatorios. ¿Crees que tenga, también, capacidad liberadora? Te lo pregunto pensando en el rap también, que es como un grito, pero lleno de sentido de pertenencia y de compromiso con comunidades específicas.
Super compleja esta pregunta y creo que la única manera que tengo de responderla es con mis poemas. Mis poemas son una forma de entender qué cosa es la lengua. Porque realmente se usa el lenguaje por inercia, pero cuando empiezas a pensar qué cosa es el lenguaje, de dónde surge, etc., me resulta muy extraño. Ahora mismo estoy hablando y estoy haciendo ruidos, pero esos ruidos tienen ideas dentro, es decir, emiten ideas y al escuchar esos ruidos las ideas mías se empatan con las tuyas y podemos comunicarnos. Soy honesto cuando te digo que la extrañeza del lenguaje no puedo quitármela de arriba, nunca he entendido del todo qué cosa es la comunicación y cómo somos capaces de comunicarnos.
Así que responderte esa pregunta sobre la capacidad liberadora del lenguaje, a la vez que reconocemos su capacidad de sometimiento, es muy difícil. Creo que lo primero que hay que hacer es, justamente, combatir la capacidad de sometimiento que tiene el lenguaje. Hay que detonar el lenguaje con el mismo lenguaje. Es lo que intento hacer en mi poesía, no sé si lo logro. La poesía dice: el lenguaje que tu aprendes en tu casa, en la escuela, también es un método de sometimiento, porque no está vacío, está cargado de ideas. Y la gente que te está sometiendo incluso sin saberlo, te está llenando de esas ideas, patria, verdad, … son palabras, pero son más que palabras que te tragas como píldoras. Así que lo primero que habría que hacer es detonar el lenguaje desde dentro, para poder hablar de una lengua emancipada. Un proceso interno, tal vez, para que emerja un lenguaje nuevo que no sé cuál sería, la lengua imaginada, la poesía pura, no sé.
Sin embargo, si lo pensamos en el plano político, se hace evidente la oposición entre el lenguaje propio del poder, que te somete día a día, y la capacidad de explorar otras maneras de decir y de convencer, para orientarnos fuera del círculo del caos y de la dominación donde quieren que permanezcas. Es por eso que elegí llamarme El Elokuente, porque busco traer claridad dentro de ese lenguaje controversial al poder que necesitamos ejercitar. El lenguaje es una de las herramientas más fuertes que tenemos y hay que saber usarla.
El otro día leí una frase atribuida a Sócrates, donde se hacía referencia a la perversión del lenguaje, no en el sentido de usar palabras consideradas vulgares ni nada de eso, sino pensando en la instrumentalización del lenguaje por el poder, o los poderes. Dime qué te provoca todo este debate en torno al lenguaje y su utilidad en el mundo contemporáneo. Y también, de paso, ¿qué crees de esta cuestión de las palabras consideradas «malas palabras» y su uso habitual por el rap?
No creo en eso de las malas palabras. Lo considero un prejuicio. Quien trabaja con el lenguaje puede elegir si las utiliza o no, porque tienen la misma legitimidad que las supuestas buenas palabras. De hecho, el propio grado de marginalidad que traen consigo estas supuestas malas palabras puede aportar una carga mayor al mensaje. Hay palabras que son hasta más lindas, pero no tienen esa fuerza y sirven para otras cosas. Todo lo que ha sido marginalizado tiene un poder, eso es innegable. Y ese poder se traspasa a esas palabras, llegan, golpean. Y en el rap el golpe es importante. El rapero es como un golpeador. Yo soy un boxeador y mi intención es golpearte tanto, artísticamente, que logre convencerte, noquearte. Son tres factores que intervienen: la voz, el delivery que es cómo pongo la voz, el Flow, y lo que te estoy diciendo. Tres factores que hacen efectivo el golpe, que te lo sientas, que sea en el rostro. No es que todo el tiempo estés diciendo malas palabras, tienes que guardarlas. No es un poder que puedes dilapidar, es dejarlo para el momento justo y hacer que detone.
¿Cuáles son tus planes creativos futuros? ¿Se hace o no se hace el crowfunding para el disco que habías anunciado a inicios de este año, 2024?
Quiero hacer el disco, ya estoy empezando el primer tema. Hasta hacer el crowfunding, estoy generando yo mismo un poco de dinero para pagar las cosas. El disco se llama Catorce, porque va a tener catorce temas. El proceso quiero dividirlo en dos partes, para sacar los siete temas iniciales primero. Los quiero hacer con músicos de jazz, de hecho, el productor del disco es un jazzista muy joven pero muy capacitado. En ese disco está el futuro de los que he venido trabajando en los últimos años. Quiero hacer un bolero, quiero hacer un tema donde interviene un coro de una iglesia católica, un tema de rock. Vamos a ver si me sale porque el proyecto es bastante ambicioso.
También estoy preparando un disco con Navy Pro, un rapero con el que coincido en muchas cosas, sobre todo en el plano político, y que es mi amigo. Será un disco más pequeño, lo que se llama un EP y ya tenemos dos canciones hechas. Y por otro lado tengo otros temas aquí con Papá Humbertico, no rapeando juntos sino con su música.
Eres muy comunicativo en las redes sociales, exponiendo tus gustos e intereses en materia de libros, teoría, estilos y hasta autores específicos. Y, a la vez, se nota tu disponibilidad hacia lo nuevo y lo diverso.
¿Qué es para ti el totalitarismo, como lógica o sistema, además de una forma concreta de gobernar? ¿Cómo salimos los cubanos del horror?
Creo que el totalitarismo es el anverso de la libertad. [René hace una pausa, duda si es libertad la palabra que quiere decir.] No sé si libertad es la palabra correcta, a veces me parece un concepto tan abstracto, hasta idealista, aunque ser idealista tampoco está mal… En fin, lo importante es que el totalitarismo se inocula entre individuo e individuo y allí va taponando cualquier salida, cualquier catarsis.
Pondré un ejemplo de un animado, Voltus V, una imagen que me parece reveladora de lo que quiero expresar. Hay una batalla de Voltus V con una especie de abeja robot, o avispa, donde esta echa mano de un arma que es como un cemento, que impide que las cinco naves que componen Voltus V se unan. Y esa es la razón por la que la avispa robot se vuelve el adversario más peligroso de Voltus V en todo el filme. Y no es que yo esté apelando a una especie de unidad sin fisuras, ideal e irreal, de todos los cubanos. Yo sé que la verdadera democracia va de muchas opiniones diferentes, incluso opuestas, sobre casi todo. Pero sí es importante hacer comunidad, aunque haya debate, o incluso discusiones.
Los raperos hemos intentado hacer comunidad muchas veces, con mayor o menor éxito, pero la maquinaria nos cae encima justamente para romper eso. Ahora mismo estamos todos dispersos, algunos presos, otros exiliados, otros como yo, inxiliados. Y aunque me mantengo haciendo cosas, moviéndome, se hace cada día más difícil generar comunidad. Uno de mis sueños sería, por ejemplo, tener una casa cultural, tres pisos completos, donde hubiese de todo, galería, deporte, cine, espacios musicales, parque infantil. Que la gente entre y pueda demorarse allí, hacer muchas cosas diferentes, y generar comunidad. Porque cuando uno se reúne, se organiza, también puede luchar por lo que cree. Y justamente eso es lo que no te permite el totalitarismo, organizarte, el cemento de la avispa del que hablaba hace un momento.
Yo he visitado otros países, México, Colombia, países que no son perfectos, donde hay muchos problemas, pero también hay comunidad. Yo experimenté comunidad allí, comunidad incluso latinoamericana, de los raperos. En Cuba no es así y eso va frustrando al individuo, pienso que crea un trauma social, yo estoy traumado por esa coacción, por esa soledad. Y para nada quiero referirme de manera idílica al capitalismo, yo como anarco-taoísta, medio individualista, y con todas mis dudas, porque ni siquiera sé bien si soy eso, me repelen todos los poderes. Veo sus peligros, pero aun así creo que el totalitarismo es el peor, por lo asfixiante. La imposibilidad de los oasis, como dice Hannah Arendt. Por lo que mi respuesta, al menos temporal, es generar mi propio oasis interior, de ahí también la meditación. Lo que sucede es que a largo plazo eso no es sano.
Me encantó aquella propuesta que hiciste un día de hacer un gritódromo y que la gente pudiera ir a desahogarse, al menos. ¿Cómo se te ocurrió esa idea? ¿Qué rol le atribuyes a la libertad de expresión, al debate libre, en cualquier sociedad?
Ni me acuerdo cómo se me ocurrió aquella idea, quizás vi alguna película donde aparecía algo similar. Lo que sí sé es que viene dada por toda esa frustración que me produce este tipo de sistema en el que vivo. Y fíjate, yo creo que casi todos los sistemas son más o menos represivos, en ese sentido estoy con Foucault, así que creo que todas las ciudades necesitarían ese gritódromo. De cierto modo todos estamos encadenados por algún sistema limitante y necesitamos hacer catarsis en algún momento, un grito que nos desahogue.
La libertad de expresión es vital en cualquier sociedad. Cuando la limitas estás matando la salud de la sociedad, estás impidiendo que se ventilen las ideas y que podamos intercambiarlas y que puedan crecer. Y si crecen las ideas, crecemos todos. Cuando hay libertad de expresión no solo podemos criticar o denunciar lo que nos parece mal, también aprendemos a ser menos parciales, menos intolerantes. La intolerancia es un mal causado por el daño a la libertad de expresión. Si tú te pasas el día diciendo cosas y yo no puedo decir casi nada, esa misma parcialización del acceso a la palabra provoca que yo te vea con rabia, con odio, y que mi opinión de ti tenga la carga de esa prohibición que me hiciste. Para que haya evolución hacia un lugar distinto de la decadencia o la muerte, es imprescindible la libertad de expresión.
Mira lo que pasó hace unos días con la censura del evento del 25 de mayo, es hasta absurdo. Una sociedad sin libertad de expresión es una aberración.
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Inmediatamente después de la censura del evento, René me dijo que lo importante es actuar en positivo, crear, construir de nuevo, aunque venga el poder y te destruya el castillo de arena mil veces, y parafraseó a Hemingway: «porque podrán destruirnos, pero no derrotarnos». Semanas antes, también había escrito en su muro de Facebook: «prefiero la muerte a la humillación». Enseguida recordé que, mientras me hablaba de los griegos, René llegó de repente al concepto de areté, y no pudo resistir hacer una pausa. Se lamentaba de su pérdida en la contemporaneidad. «No sé por qué perdimos eso a nivel civilizatorio. Fue mutando, creo, tomando otros matices, pero a la larga se perdió».
Me imagino que, como la mayoría de los artistas en Cuba, en algún momento has estado en contacto con instituciones culturales cubanas y con sus dinámicas de trabajo. ¿Cómo ha sido tu experiencia en ellas? ¿Alguna opinión que quieras compartir sobre la Agencia de Rap o sobre el proceso histórico que llevó a su fundación y lo que ha ocurrido después?
Yo formé parte de la Asociación Hermanos Saíz por cinco años, aproximadamente. No entré por rapero, sino por escritor, porque en Mayabeque no aceptaban raperos. Nunca entendí eso, pero decidí pasarle por arriba al asunto en ese momento. Llegué incluso a ser el encargado del área de Literatura y llevaba gente que ellos no aprobaban, gente como Dimitri, por ejemplo, que dijo cosas ahí que ellos nunca habían escuchado. Y todo eso provocó que mi paso por allí fuera demasiado abrupto, empecé a tener discusiones, me sacaron del puesto, hasta que decidí irme. Lo que sí me quedó de esa experiencia fueron las amistades, buenos artistas, gente como yo que estaban intentando hacer algo, intentando generar comunidad. Lo que sucede es que estábamos encadenados, a la larga.
En cuanto a la Agencia Cubana de Rap creo que es obvio que es un mecanismo de dominación estatal. La institución se creó explícitamente como herramienta del poder, para dominarnos, para domesticarnos. También con aquella máxima de «divide y vencerás». Todos sabemos que no le importa el rap, cómo va a importarle el rap a una dictadura, eso es un sinsentido. En todo caso lo que buscan es generar una imagen de que el Estado es benévolo con el rap, pero es una daga en nuestro costado. No hablo mucho de eso por lo obvio, porque todos sabemos que está puesta ahí para joder, y también porque tengo buenos amigos en la agencia. Los respeto, los valoro como seres humanos y sé que están allí intentando utilizar a la agencia para hacer algo, pero saben lo mismo que sabemos todos. En mi caso yo decidí que no quería tener que ver con eso porque es cuestión de valores que no congenian. Y si no soy más crítico con ese particular es porque sé que el problema es el sistema, el ojo del poder, y la Agencia no es más que un peón. Creo que, más que desgastarnos en críticas menores y en divisiones, lo importante es saber quién es el mayoral.
La situación de Cuba es asfixiante y la gente huye como puede, sobre todo los jóvenes. Me imagino que una pregunta recurrente que debes enfrentar es: ¿por qué no te has ido ya? Sin embargo, me emocionó algo que escribiste el otro día. Que, aunque estuvieras en Hong Kong, te causaría angustia la situación de Cuba. Y tú mismo te preguntabas cómo armonizar esa preocupación constante, y hasta visceral, con tu no creencia en los nacionalismos. Te comenté que me pasaba igual, pero ahora quiero pedirte que improvises alguna respuesta sobre esa paradoja, lo que has alcanzado a pensar sobre ella.
Claro que he pensado en irme. Como te dije antes, he vivido en otros países y no me ha ido mal. En México, por ejemplo, vivía de cantar, del rap, con la ayuda de amigos que me incluían en eventos. Creo incluso que allá mi talento sobresalía, tal vez porque yo soy denso y ellos también lo son. Me sentí bien, pero volví a Cuba a causa de la violencia, llega un momento que esos ambientes de riesgo constante te transforman y no me gustaba esa transformación. Sin embargo, dentro de mis planes futuros está emigrar y creo que ahí sí no voy a regresar. Solo vendré a ver a mis padres.
Sobre el nacionalismo, es cierto que tengo un conflicto grande con eso, también un debate interno importante con lo que llaman Patria, y toda la cubanería esa. Me parecen manipulaciones del lenguaje, conceptos que nos han metido en la cabeza. Pero tampoco ventilo tanto mis desacuerdos en ese terreno porque la gente ni lo entiende y a veces se generan discusiones fuera de tono, y complicadísimas, por algo que en el fondo considero simple. Creo que algo de eso sucedió también con el problema de Luis Manuel y la bandera cubana. Creo que parte de lo que quería decir Luis Manuel tenía que ver con eso, con el relato que se ha construido alrededor de la bandera y que puede ser utilizado por el poder en contra de los propios cubanos. Lo increíble es que, al creernos ese relato, nosotros mismos estamos abultando ese poder. Yo no me creo el relato, ese es el asunto. Pero eso no me quita la estima que siento por mi comunidad, por la cultura que veo en ella, sobre todo a través de la música, ciertos timbres, ciertos ritmos que van dando forma a esa cultura y eso se filtra a las demás artes. Entonces es eso, soy a-nacionalista, pero a la vez siento mucha preocupación por mi comunidad, por su gente, ni siquiera lo puedo explicar, es algo que no puedo evitar. Es cuestión de empatía. Y sé que eso no va a cesar, esté donde esté, tal vez la tristeza sea hasta mayor que ahora.
Así que en realidad no hay tal paradoja. No pienso en Cuba como nación, pienso en Cuba como muchas comunidades de personas que me importan.
Quisiera terminar con una cita que posteaste en tu página de Facebook y que me recordó el filme En la boca del miedo, del cineasta John Carpenter, me corriges si no es así.
«A través del miedo, amontonados, como pequeñas bestias con bocas tachonadas de dientes, y cada boca canta, y cada canción es terrible, y cada modulación de una misma y única y terrible canción se integra, al unísono, un soplo de muerte en la nuca, una gota de azogue, un cuerno maldito en la vasija… ¿Qué podemos contra este mensaje? ¿Contra esta huella de desolación y absurdo? ¿Qué puede nuestra invalidez contra semejante aniquilación?»
¿Es René Díaz optimista con respecto al futuro de Cuba?
No, el texto no es de la película de Carpenter, es mío. Y no es una poesía, ni es nada, es solo un post de Facebook. La gente piensa que Facebook es un mierda, yo no, a mí me ha dado una plataforma para decir lo que yo quiero y la gente acoge lo que sea que tú pongas, incluso un post como este que es muy raro, simplemente hay que dárselo. O sea, lo importante es decir lo que tú sientes, no querer gustar de antemano porque no es necesario, con lo que uno es ya le gusta a una determinada cantidad de gente, y eso es suficiente.
Me preguntas sobre Cuba, pero antes de decirte, déjame aclarar que el post no tiene que ver con Cuba. El texto es resultado de una meditación profunda que hice un día, a partir de la cual me di cuenta de que todo va a morir, absolutamente todo; hay un texto de Pessoa, «Tabaquería», que también lo dice. Una cosa es decirlo y otra concientizarlo. En la meditación empiezas a tener la conciencia de eso y lo empiezas a sufrir, cómo todo va a desaparecer, tú, tus padres… ¿Cómo vivir después de eso? ¿Cómo crear después de eso?
Creo que es vital responderse ese para qué. Es lo que te hace seguir y sobreponerte a esa pérdida inevitable, a que todo se va a perder en la arena del tiempo. Y es una experiencia recurrente que tengo, un dolor, en eso soy muy griego también. Los griegos pensaban en la eternidad y se dolían de la no permanencia de las cosas. Tal vez sea solo ego, una especie de megalomanía, de querer lograr alcanzar la eternidad con lo que hago.
La pregunta sobre el futuro de Cuba, es una pregunta también constante, y muy heavy, que comparto con mis amigos. Porque hay mucha gente que se está haciendo esa misma pregunta en estos momentos, todos buscando alguna respuesta. Creo que todos los escenarios son violentos, unos más violentos que otros. Y a estas alturas mi único deseo es que no prevalezca el más violento. Me interesa más la paz, y la lucha, pero no el conflicto al estilo de una guerra civil. Creo que el mejor escenario posible sería la disolución paulatina de todo, que llegue el día que la gente salga a la calle y no sean reprimidos por las fuerzas del poder, que ni siquiera quieran ya reprimirlos, y se acabe de una vez toda esta mierda. Es un escenario en el que creo, también, y lo creo posible en un plazo medio corto, una década cuando más.
Ya después veremos qué pasa. No va a venir un paraíso. Vienen más luchas con otros muchos poderes que querrán imponer determinado modelo de desarrollo, sin tener en cuenta la situación real del país. Pero, pero… lo prefiero mil veces. Si hay que seguir luchando, seguimos luchando. Lo importante es el grado de libertad con el que luchas. Si adquirimos dos grados de libertad más, todo habrá valido la pena.
*Esta entrevista fue realizada por la curadora de arte y activista cubana Anamely Ramos.
He disfrutado mucho de la entrevista. Conozco a Rene personalmente y sé bien de cuán talentoso es. Lo compartiré en mi perfil de fb
Gracias