Imprimir una revista como Amnios le cuesta a nuestro país alrededor de 3000 CUC, con su respectivo contravalor en moneda nacional. De estos, al menos la mitad hubiera sido más prudentemente invertida si alguien la hubiera arrojado como volantes desde un avión sobre el río Almendares.
Vaya. Lo dije ya. Ahora a la cuestión del asunto.
La noria, es decir, la mejor revista literaria cubana, está en peligro de extinción. Tal vez porque no muestra la cara sonrosada de la cultura nacional. O porque no es una revista habanera, correctora de clase, pegada en sí misma, concentrada en ambientes urbanos, algo miedosa y renqueante. Atención: hay riesgo de que, con la actualización del modelo económico cubano, desaparezca La noria. Porque, se sabe: dicha actualización —en la discoteca de la cultura— convertirá nuestros poetas en disc-jockeys. Así, dentro de poco, tendremos empresas narrativas, cooperativas poéticas, dramaturgos por cuenta propia. Literatura nasal. Así, la actualización del modelo económico puede ser una excusa para formatear el disco duro del Instituto Cubano del Libro (ICL) y sacar la “basura” a la calle y pensar que solo por un rato, la casa está algo limpia. El reajuste les hará la vida más fácil a los poetas de karaoke, a los pinchadiscos, pero no cambiará nada sustancial. Porque, a fin de cuentas, en Cuba se puede inaugurar un estudio-galería, un bar, una cafetería, un gimnasio, una clínica de celular, un acuario, una trasquiladora, una desmochadora de palmas, una carbonera, un establo…, pero no una editorial. Como si alguien temiera que la presencia incontrolada de una literatura no estatal en librerías, te empujara de forma implacable a abandonar tu pasión por la idiotez.
Es una especie de darwinismo a la inversa: la mejor revista literaria cubana puede desaparecer en el plancton. Es involucionismo literario. Pasteurización.
Pero hablemos un poco del ADN de La noria. Primero, todo hay que decirlo, no es una revista con esmoquin y pajarita cual Fred Astaire. Mientras el resto de las publicaciones cubanas pierde el sueño por mantener alta la cuota de homenajes —el rating de aplausos—, La noria dedica un número (No. 7) a la Base Naval de Guantánamo. Para entendernos: versos escritos por presos talibanes, yemenitas, sin demonios vestidos de Armani. La mayoría de estos poemas —se lee en la nota editorial— “no han sido desclasificados por el Departamento de Defensa norteamericano porque si un verso dice ‘Perdóname, querida esposa’, se lo califica de intento de comunicación con una tercera persona (los reclusos solo pueden escribir a sus abogados) y su publicación queda prohibida. Bajo la ley actual, publicar ese poema sería un acto criminal”.
Como contraste, recuerdo un número de La Siempreviva —una revista que, en más de un sentido, parece estar en desacuerdo con su nombre— que abría con el siguiente rótulo: “La narrativa que viene”. Y acto seguido, nuestros pretendidos escritores del futuro. La lista en sí misma era casi un subgénero de la ciencia ficción: Luisa Campuzano, Astrid Santana, Mayra Montero, Miguel Mejides, etc. Era como estar sentado en un enorme sofá demasiado relleno con tapetes sobre los brazos y el respaldo. Recuerdo que pensé: ¿esta será la literatura cubana del futuro? Me sentí irlandés. Fantástico, hemos descubierto lo que ya sabíamos: la literatura cubana no es eso que muchas veces corre por nuestras publicaciones seriadas. Una cerveza abre más las puertas de la percepción —cuando de literatura contemporánea se trata— que algunas revistas nacionales. Trabajar con esos “documentos” —como se lee en un poema de José Ramón Sánchez— es como “tener una vida sexual a base de pajas”. El número 5 de La Siempreviva, por ejemplo, parece ser un laboratorio de especulación sobre la irrealidad.
Pero me desvío. Una simple mirada a la nómina de La noria, basta para saber que a Oscar Cruz & J. R. Sánchez les interesa poco que sus colaboradores vivan en Hialeah, Bauta, Nueva York o Islamabad; sean presos de la Base Naval o becarios en Europa. Porque La noria no canta el verso de ser una revistica rural, no necesita un banjo. Sus editores comparten la aspiración de no querer ser fieles a nada más que a sí mismos, evitando a como dé lugar el provincianismo, pensando en la literatura nacional como un campo de batalla donde sí pueden y deben quedar heridos; entre ellos, el lector mismo. Escuchemos el tono de lo que publican:
“El futuro llegó y está vacío. […] En la barbería pensar el corte de Kim Jong-Un. […] En la radio, canciones mediocres, discursos mediocres, una realidad mediocre. Un supuesto socialismo, una mentalidad feudal del poder. […] En la playa un tipo baila rumba frente a un yuma. […] En las calles, en La Habana, reyecitos criollos. Si hay algo que no peligra en la vida es lo mediocre. Si hay algo que fascina al poder es lo mediocre. […] En las cafeterías privadas las puticas del campo. Los newbanricans, los chulitos de La Habana. […] La política es de los alfas. La fama. Saco la mano del bolsillo, calderilla, menudo, uno tiene la cara del Che, el otro no. […] Hacer una revolución proletaria para producir hijos burgueses. Yo creía que el mundo era la expresión de algo […] Le daba vueltas a un café, los amigos discutían; libertad de información, libertad de expresión y discurso. La guardia roja de Mao, el Libro Rojo de Mao. […] La bandera americana ondeando en la embajada”.
Aquí no hay un poeta obsesionado con la genealogía de su propia erudición, con la arqueología de sus frases. No hay sol y son. Por el contrario, Marcelo Morales no diseña baladas para chicas que recién sufren su primera menstruación.
Leo La noria y me doy cuenta de que una revista literaria es también un campo de batallas del gusto, además de un sofisticado modo de revancha. Lo digo en serio. Las revistas son pequeñas sociedades experimentales. Máquinas de imposición. Una revista no debería funcionar en favor del público, sino forzándolo. Que el lector sienta que está tomando partido. Apostando. La noria es, por eso, aleccionadora. En un país como el nuestro, de publicaciones monógamas —una revista debería ser lo más parecido a una orgía— o poetas obsesionados con escucharse a sí mismos declamar, la libertad de Oscar Cruz & J. R. Sánchez para zamparse el conventillo cubano es refrescante. Enseña. Esa musculatura siempre ha estado en los libros de ambos, pero brilla en La noria por derecho propio y nos señala lo lejos que estamos de ese lugar, dados a los miedos canónicos. La noria nos recuerda la necesidad que tenemos de cambiar, de movernos, de explotar y de imaginarnos de nuevo como país, de volvernos los malos inquilinos. Leyendo su más reciente número (No. 9), encontré este poema acojonante de Oscar Cruz:
“comencé a creer en mí la noche en que mi padre dijo: / ‘hay que creer en nuestros magos. / el futuro de La Cosa está en manos de los Magos’. / hallé en su colección de ilusionismo títulos brutales: / ¿Qué hacer? / Un paso adelante. Dos hacia atrás. / El imperialismo fase superior del Capitalismo. / Nazismo, Fascismo y falangismo. / Un hombre de verdad. / sus libros me llevaron a aplicarme a la poesía. / esto a mi papá no le gustó / y nunca más / logramos aceptarnos. / mi padre fue un valioso mago / de la escuela habano-rusa. / sus socios lo llamaban por Mandrake. / hoy no tengo dudas: / los héroes verdaderos de mi tiempo son los magos. […] / he visto magos ministros, / magos doctores, magos que congelan / y derriten las murallas. / son los precursores de una nueva corriente / que los sabios han llamado: / Socialismo Mágico. / no hay en la Rama Dorada / ni en la Historia de la Magia caso igual. / es un búnker poderoso el de la Escuela Cubana […] / ya sé que provienen de familias muy humildes / y encontraron en la magia su camino hacia El Dorado. / es cierto que a pesar de todo eso / uno ha hecho algunos trucos / y siente que la vida de los suyos ha cambiado. / dejé la vaina del poema / por unas lecciones Pick-Pocket. […] / uno debe —sobre todo— pensar, / que el futuro de La Cosa / nunca ha estado en la poesía, / sino en las manos milagrosas / de los magos.”
Revolución y Cultura como enalapril y La noria como LSD. Hipotensor e hipertensor. Usted, hypocrite lecteur, mon semblable, ¿cuál de estas píldoras elige?
Dime cuál escoges y te diré quién eres.