Mauricio de Miranda: «No creo que el gobierno cubano esté pensando replicar el modelo económico ruso»

    El pasado 19 de enero, la revista rusa Sputnik dio a conocer que Moscú y La Habana crearán un Centro de Transformación Económica para impulsar el desarrollo de la empresa privada en Cuba. Dicho centro estará formado por representantes del Banco Central (BCC) y varios ministerios de la isla, así como por expertos de tres instituciones rusas encabezadas por el Instituto de Economía del Crecimiento P. A. Stolypin, que a finales de la década pasada recibió el encargo de Vladimir Putin de desarrollar un programa a mediano plazo de desarrollo socioeconómico para Rusia. 

    La noticia, que apenas ha sido abordada por los medios oficiales de la isla, salió a la luz pública un día después de que Miguel Díaz-Canel se reuniera en La Habana con una delegación de empresarios rusos encabezada por Boris Titov, presidente del Consejo de Negocios Cuba-Rusia. Desde entonces, ha despertado recelo entre varios economistas cubanos, sobre todo por el hecho de que el régimen cubano quiera impulsar reformas de mercado bajo la supervisión de Rusia, un país con grandes desigualdades y un modelo basado en la hegemonía de oligopolios privados con apoyo gubernamental. Sin ir más lejos, el propio Instituto Stolypin es dirigido desde 2021 por Oleg Deripaska, un magnate del aluminio actualmente sancionado por Estados Unidos, Canadá y Gran Bretaña por sus vínculos con el Kremlin.

    Hasta el momento, el gobierno cubano no ha dado detalles sobre este Centro de Transformación Económica. No obstante, Boris Titov ya ha dejado entrever que algunas de las recomendaciones rusas estarán enfocadas en la creación de sistemas digitales para empresas, la emisión de un peso digital oficial para emprendedores y el uso de criptomonedas para el comercio exterior. 

    Para entender las implicaciones y contradicciones de este acuerdo, anunciado justo cuando la isla atraviesa una profunda crisis económica, y sistémica, conversamos con el economista cubano Mauricio de Miranda, profesor titular de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, Colombia. 

    Javier Roque (JR): Usted ha criticado este acuerdo por el riesgo que entraña de replicar un modelo de Estado mafioso como el ruso. ¿Por qué se le llama así? 

    Mauricio de Miranda (MM): Porque en el caso ruso la transición al capitalismo se tradujo en la apropiación de una gran parte de la riqueza nacional, fundamentalmente empresas del Estado, por unas pocas manos privadas que tuvieron comportamientos mafiosos, poco transparentes, para adueñarse de ellas. Hablamos de miembros del KGB (Comité para la Seguridad del Estado), funcionarios del Partido Comunista y de los distintos gobiernos republicanos, territoriales y federales de la Unión Soviética; incluso de personas que durante los últimos años del régimen comunista se dedicaban a actividades ilícitas. 

    Sería inadmisible, desde el punto de vista económico y político, hacer una cosa de esa naturaleza en Cuba. Una privatización así marginaría a la inmensa mayoría de la población cubana, cuyos ingresos apenas alcanzan para «mal sobrevivir».

    JR: ¿Podría darse el caso?

    MM: Sí. Cuba tiene empresas que ante la legislación comercial internacional son privadas, aunque en teoría no lo son. Si el día de mañana existe poca transparencia en estas cuestiones, los representantes legales pueden apropiarse de ellas, como pasó en Rusia.

    JR: ¿Cree que el gobierno cubano quiere seguir ese camino? 

    MM: Yo no creo que el gobierno esté pensando replicar el modelo ruso (sería terrible si lo hiciera). Sí pienso que les llama la atención un modelo que permite un aumento de la economía privada controlada desde un centro de poder autoritario con vínculos familiares. En ese sentido, el modelo ruso es el clásico, el de libro.

    JR: Este programa de transformación de la economía cubana va a contar con la supervisión, por la parte rusa, del Instituto de Economía del Crecimiento P. A. Stolypin. ¿Qué puede decirnos de esta entidad? 

    MM: Tengo entendido que es un centro de creación reciente de muy alta calidad profesional, pero aun así no creo que esté en condiciones de asumir la responsabilidad de pensar la transformación de un país como Cuba. No sé cómo piensan crear ese Centro de Transformación Estructural en el que cooperarán cubanos y rusos. Habrá que ver cuál es el nivel de involucramiento, de asesoría, etc. Lo que sí me gustaría dejar claro es que el punto de partida en que se encuentra hoy la economía cubana no es equivalente ni por asomo al punto en que se encontraba la rusa cuando surgió el Instituto Stolypin (2016), ni siquiera a cuando se iniciaron las transformaciones que terminaron con la implantación del capitalismo ruso.

    JR: ¿Qué cree del hecho de que el gobierno busque recomendaciones económicas en el exterior y no en los especialistas cubanos? 

    MM: Deja mucho que desear que el gobierno de un país con un capital intelectual inmenso, como el cubano, apele a un centro de un país extranjero cuya economía tampoco es que esté dentro de las que mejor funcionan en el mundo. La economía rusa se basa en sus abundantes recursos naturales, especialmente combustible. En materia tecnológica destaca en los campos militar y aeroespacial. Ni la estructura económica, ni la dotación de recursos, ni la tradición cultural acercan los casos de Rusia y Cuba. 

    Además, eso es un insulto a los economistas cubanos y a todas las personas que están involucradas en pensar la transformación económica del país, incluyendo las universidades, que tienen centros de investigación y grupos de profesionales muy capaces y comprometidos con la realidad del país, que lo único que necesitan es que les permitan decir con toda libertad lo que opinan sobre la situación del país y los caminos para salir de la crisis. Y con esto no me refiero solo a los economistas que residen en el país, sino a muchos de los que vivimos fuera. Por eso seguimos pensando y diciendo, aunque no se nos escuche. 

    También debo decir que me resulta llamativo que el gobierno y los medios cubanos no divulgaran la noticia con el nivel de profundidad con que lo hicieron los medios rusos, sobre todo Sputnik. Creo que sabían el mal impacto que iba a tener en el país. 

    JR: Boris Titov, presidente del Consejo de Negocios Cuba-Rusia, ha dicho que el objetivo de su país es ayudar a Cuba a desarrollar reformas económicas que involucran al sector privado. ¿Qué tipo de recomendaciones cabría esperar en este sentido? 

    MM: La privatización de empresas públicas. Yo no estoy de acuerdo con privatizar las empresas que hoy en día son públicas para que queden en manos de quienes las han dirigido o de quienes, por vinculaciones políticas, familiares o de otro tipo, tengan la posibilidad de comprarlas o, en el peor de los casos, apropiarse de ellas. En todo caso, creo que hay que convertirlas efectivamente en empresas sociales, de manera que la sociedad pueda ejercer un control sobre su gestión. 

    Sí soy partidario, en cambio, de crear condiciones para que surjan nuevas empresas privadas y cooperativas, y que logren un rol mucho mayor en la economía nacional, aunque, por supuesto, eso implicaría producir una reforma sistémica y redimensionar el sistema empresarial cubano. Una opción transitoria podría ser el arrendamiento privado o cooperativo de empresas públicas, de forma tal que la sociedad como un todo pueda percibir beneficios de su existencia como empresas sociales.

    JR: ¿Qué haría falta para lograr eso? 

    Eliminar toda la inmensa cantidad de restricciones que obstaculizan el desarrollo de la empresa privada y cooperativa, y crear las condiciones para atraer inversión extranjera directa, que es imprescindible. Se impone la necesidad de hacer reformas políticas e institucionales para que haya transparencia, para que la ley funcione, para que haya garantías reales y tribunales independientes. Yo creo que la reforma debería ir por ahí, no por el lado de la privatización de lo que ahora es público. Es necesario crear condiciones para que florezca el emprendimiento privado y cooperativo en prácticamente todos los sectores de la economía nacional, desmontando los actuales monopolios estatales.

    JR: Una de las primeras recomendaciones de los rusos ha sido crear un entorno digital para emprendedores a través del establecimiento de un peso digital oficial y un centro especial de pagos con licencia bancaria. ¿Cree que esto es una idea pertinente, o debería haber otras prioridades?

    MM: El desarrollo de transacciones digitales es un tema importante. Pero para eso no hay necesidad de crear un peso digital. Uno de los problemas más graves que ha tenido la economía cubana desde la década de 1990 ha sido la dualidad monetaria, que segmenta los mercados y afecta el funcionamiento de las empresas. Por eso creo que la cosa no va por ahí. 

    Ya tenemos una moneda: el peso cubano. Centrémonos en ella y creemos las condiciones para que tenga soberanía monetaria en todo el territorio nacional, es decir, para que todas las transacciones económicas y financieras se hagan con ella, ya sean en efectivo o digitales. Darle más fuerza al peso cubano, lograr su convertibilidad plena interna y cierta convertibilidad internacional, es más importante que crear una moneda digital. 

    JR: Los rusos también han recomendado crear una criptomoneda cubana para transacciones de comercio exterior. ¿Qué opina al respecto? 

    MM: Yo estoy en contra de las criptomonedas porque no tienen respaldo y porque siempre hay mucha actividad especulativa en torno a ellas. Hoy en día, lo que da respaldo a una moneda es la capacidad de producción de bienes y servicios, además de la confianza del público en el emisor. Si la gente no puede adquirir bienes con esa moneda, sencillamente busca otras divisas que le garanticen liquidez y, por lo tanto, la moneda nacional se deprecia. Es algo que vemos todos los días en el mercado cambiario de la isla, justamente por la falta de confianza y el escaso respaldo del peso. ¿Qué respaldo puede tener entonces una criptomoneda emitida por el gobierno cubano? 

    JR: Titov ha planteado que los pagos a través de criptomonedas pueden ser útiles para evadir sanciones económicas. 

    MM: Para evadir sanciones Cuba podría llegar a acuerdos bilaterales con China o la Unión Europea y usar yuanes o euros en su comercio exterior. Aquí el problema está en que la economía cubana es incapaz de generar suficientes recursos en divisas extranjeras. Primero, porque Cuba no tiene suficiente capacidad exportadora, sobre todo por el colapso o estancamiento de sectores que tradicionalmente exportaban bienes, como son los casos del azúcar, el tabaco y el níquel. Segundo, porque el país no es atractivo para la inversión de capital foráneo. Y, tercero, porque Cuba no es miembro del Fondo Monetario Internacional, lo que significa que no puede pedir préstamos en monedas extranjeras para equilibrar su balance de pagos, ni tampoco del Banco Mundial, lo que le impide acceder a recursos financieros para proyectos de desarrollo. 

    Con esto, la generación de recursos en divisas extranjeras queda reducida al turismo, a los pagos por servicios profesionales y a las remesas provenientes del exterior. Si no llegan recursos suficientes por esas vías, Cuba no puede importar el inmenso arsenal de combustible, alimentos, materias primas y bienes industriales que necesita. Ese es el motivo de la inmensa escasez que sufre hoy el país. Por eso es tan importante crear condiciones para atraer inversión de capital extranjero y de cubanos en el exterior, y que estos últimos, sobre todo, sientan el deseo y la responsabilidad de invertir en el país. Claro que para eso primero hay que asegurarles todos los derechos y, además, realizar grandes cambios institucionales que podrían no responder a la voluntad política de la dirección actual del país.

    JR: El Instituto Stolypin tiene como uno de sus pilares el desarrollo de las pequeñas y medianas empresas, justamente un sector que ha ganado cierto protagonismo en Cuba desde finales de 2021. ¿Qué rol juegan las pymes dentro de un modelo económico como el ruso? 

    MM: En el caso de Rusia, los datos de 2017 sobre las pymes dicen que representaban el 15 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB), mientras que en países europeos era alrededor del 50, en Estados Unidos más del 50, y en Japón el 70. No tengo datos más recientes al respecto, pero por lo que podemos ver el peso en la economía rusa no es cercano ni equiparable al de países más desarrollados. Y eso porque la capacidad exportadora de las pymes rusas es bastante limitada. La mayor parte están dirigidas al mercado doméstico, porque las exportaciones están concentradas ampliamente en materias primas como el petróleo, el gas y el trigo. Sí parece que las pymes han jugado un rol importante en la innovación tecnológica, el desarrollo de software y ese tipo de cosas.

    JR: ¿Cree que el gobierno cubano tiene una intención real de fortalecer las pymes? 

    MM: Yo no creo que haya una apuesta significativa por el desarrollo de la pequeña y la mediana empresa. Todo lo que ha hecho el gobierno en función del mercado ha sido porque no le ha quedado más remedio. No hay una convicción real, aunque lo digan. Los decretos-leyes para crear mipymes nacieron con una prohibición de 112 actividades, muchas de las cuales podrían ser desarrolladas perfectamente por pequeños negocios. Pero el gobierno no las permite: unas por razones de control político e ideológico y otras porque sencillamente quiere reservar el monopolio de la actividad para el Estado. La última «perla» fue el anuncio de que, en función de la difícil situación presupuestaria del país, se eliminaría la exención tributaria para las mipymes que surjan a partir de 2023.

    JR: Sin embargo, en un contexto favorable las pymes podrían ser importantes para la economía cubana. 

    MM: Por supuesto. Lo son en muchísimos países. Ahí está el caso de Taiwán, que en cuestión de 20 años pasó de ser una isla eminentemente agrícola a convertirse en una potencia industrial gracias, en gran medida, al desarrollo de pymes orientadas a las exportaciones. Así lograron un desarrollo impresionante en el que las pymes evolucionaron de industrias intensivas en mano de obra a industrias intensivas en capital y tecnología. Ah, pero en Cuba una viceministra dice que el Estado no va a renunciar al monopolio del comercio exterior, lo cual demuestra, además de empecinamiento, un apego total al control estatal como forma de existencia.

    JR: Recientemente, el gobierno cubano solicitó unirse a la Unión Económica Euroasiática, conformada por Armenia, Rusia, Bielorrusia, Kazajistán y Kirguistán. ¿Qué opina de esto? 

    MM: Otro disparate. Como observador, que lo es actualmente, está bien. Pero Cuba no forma parte de Eurasia, para empezar. Además, no tiene prácticamente comercio con esos países, ni siquiera con Rusia. Hoy en día, el comercio con esta última es insignificante, además de muy desbalanceado. En 2021, las exportaciones rusas a la isla sumaron alrededor de 330 millones de dólares, mientras que las cubanas no superaron los 14 millones de dólares. No hay justificación ninguna desde el punto de vista económico. 

    JR: Cambiando un poco el tema: todos estos eventos se producen mientras Cuba enfrenta una situación crítica. ¿Estamos ya ante la mayor crisis económica cubana?

    MM: Yo diría que es la más grave crisis económica de Cuba en los últimos 30 años, porque todavía no es comparable ni en tiempo ni en decrecimiento a la que hubo entre 1990 y 1993, durante el llamado Período Especial. En ese momento, la economía se contrajo cerca de un 40 por ciento en tan solo tres años. La crisis actual no tiene esas dimensiones estadísticas. No obstante, sí podemos decir que estamos ante la crisis de mayor dimensión desde el punto de vista cualitativo, justamente por su carácter multidimensional. 

    JR: ¿A qué se refiere con «carácter multidimensional»? 

    MM: A que, a diferencia de los años noventa, en estos momentos no solo hablamos de una crisis económica en Cuba. Hay también una crisis de confianza que se explica a partir del hecho de que el gobierno ha implantado medidas erróneas, no solo mal diseñadas y aplicadas, sino incluso contraproducentes frente a las necesidades del país. En estos momentos no existen esas reservas que, pese a todo, sí hubo en el Período Especial y que permitieron a la economía salir a flote. Al menos es lo que ha demostrado el pésimo desempeño de la actual política económica del gobierno.

    Esta crisis también se hace evidente en los sistemas de salud y educación, que en algún momento fueron los grandes activos del proyecto social de la Revolución, pero que en la actualidad son cada día más difíciles de sostener, y están bastante lejos de lo que fueron en los años ochenta. 

    Y por último hablamos de una crisis de esperanza. Si tenemos una economía que no funciona, una industria paralizada, una agricultura incapaz de asegurar las necesidades alimenticias de la población, un gobierno que toma medidas económicas equivocadas y, además, un deterioro generalizado de los sistemas sociales, entonces estamos ante una crisis multidimensional que, valga aclarar, también se está expresando a través de un enfrentamiento político que hasta ahora solo ha sido contenido mediante la represión.

    JR: ¿Cuál es, para usted, el principal problema que enfrenta la economía cubana en la actualidad?

    MM: La escasa capacidad de producción de bienes y servicios. Eso es lo primero que hay que solucionar. ¿Cómo? Creando condiciones para desarrollar el emprendimiento, porque tenemos montones de industrias estatales paralizadas por falta de materias prima, por tecnologías obsoletas, en fin. Estamos ante un punto gravísimo donde no se ve luz ni al final ni a mitad del túnel, mucho menos al principio. No hay claridad respecto a qué línea de política económica va a seguir el gobierno para sacar al país de la crisis, y eso es lo más grave. También habría que crear mecanismos institucionales para que la sociedad tenga la capacidad de tomar decisiones respecto al futuro y el desarrollo del país. 

    JR: ¿Cuáles medidas económicas considera prioritarias para Cuba?

    MM: Primero, desatar las restricciones que limitan el desarrollo de la economía privada y cooperativa. Hay que crear una ley de empresas que realmente dé garantías al emprendimiento. Esto podría traducirse en una absorción de fuerza de trabajo superflua en el sector estatal, en la conformación de un mercado de trabajo transparente que pudiera traducirse en mejores ingresos para todos y en un redimensionamiento del sector estatal. 

    También hay que hacer una reforma profunda del sector empresarial estatal: darle autonomía, crear las condiciones para que esas empresas se reconviertan tecnológicamente. Para eso hay que apelar necesariamente a la posibilidad de inversión extranjera directa o de fuentes financieras de cubanos en el exterior. Eso implica la creación de un nuevo marco institucional que no lo resuelve la actual Ley de Inversión Extranjera.

    Como he dicho antes, en el caso de empresas estatales paralizadas por escasez de capital y materias primas o por obsolescencia tecnológica, podría usarse la figura del «arriendo» a sus trabajadores o convertirlas en empresas mixtas que incluyan capital estatal, cooperativo y privado foráneo o nacional, de forma tal que exista la posibilidad de asegurar que de alguna forma contribuyan con sus recursos a proyectos de desarrollo social. Esto debe ser claramente cuantificable y auditado por la Contraloría General.

    Además, es necesario reformar plenamente el sistema monetario: devolverle la soberanía al peso, eliminar las tiendas en moneda libremente convertibles y establecer un tipo de cambio de mercado que sea transparente, legal y único para todo el país.

    Otra medida importante sería controlar la inflación. Para esto hay que disminuir el déficit fiscal. Esto conlleva reducir drásticamente el tamaño del Estado y la parte del gasto público que se destina a la administración. Es imprescindible retirar del presupuesto el sostenimiento que en la actualidad se hace a las llamadas «organizaciones políticas y de masas», que deberían ser autosuficientes desde el punto de vista financiero. No tiene sentido que se mantenga el actual paralelismo entre las estructuras administrativas del Estado y las del Partido. Al necesario redimensionamiento del aparato del Estado, habrá que añadirle mayor eficiencia en su gestión. También habría que crear las condiciones para que aumente la producción nacional, para que el mercado pueda equilibrar la oferta y la demanda y los precios tiendan a estabilizarse.

    Por último, eliminar los monopolios del Estado en renglones como el comercio exterior y en la distribución de acopio, y lograr que el país regrese a los organismos multilaterales de crédito tales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo. 

    Estas serían medidas para empezar. Creo que en materia de política económica es necesario afrontar un cambio estructural profundo. Ello, sin embargo, requiere de voluntad política y, sobre todo, desprenderse de una serie de dogmas, y tener claro que la necesidad de cambios es urgente e imprescindible y no puede estar supeditada a mantener el control sino al aumento de la producción, el desarrollo del emprendimiento y el mayor bienestar de la sociedad. El mantenimiento de rígidos controles centralizados ha empobrecido al país. Existe suficiente evidencia histórica.

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