El Código de Familias y la foto nacional

    Las discusiones en las redes sociales en torno al Código de Familias, promovido a referéndum para el próximo 25 de septiembre, han hastiado a no poca gente, entre las que me incluyo. Tres grandes pelotones se han alistado en el polígono de Facebook y Twitter. A favor, en contra y abstención. Esta realidad se complejiza aún más, o ridiculiza, según el ángulo, cuando tenemos en cuenta que las discusiones en torno al código giran, generalmente, alrededor de sus aspectos secundarios o preliminares, y no sobre el texto en sí mismo.

    ¿Por qué todo se ha vuelto tan convulso? Son varias las razones. Están en juego los derechos de los pájaros, las lesbianas y las personas trans, y el carácter progresista de la nueva ley ha generado un shock político en las bulliciosas filas de la oposición. Ciertamente, los derechos individuales no deben llevarse a votación o referéndum, un tecnicismo premoderno que, vale alclarar, no ocurre solo en los predios de una dictadura como la cubana.

    Dicen quienes se abstienen que no asistirán a un evento coordinado por el régimen. Creen que el código está aprobado desde antes de la votación porque ya salió en la Gaceta Oficial, tal como salió en su momento el Proyecto de Constitución en 2018 antes de que fuese llevado a referéndum. Sin embargo, estos ciudadanos no explican cómo siguen yendo a notaría, a la bodega o a las oficinas de vivienda del municipio, puesto que no nos queda otra que sobrevivir, y disentir, si fuera el caso, también desde la institución del poder castrista. Mucho enviarán a sus hijos a la universidad y, si son hombres, igualmente consentirán que sean llamados a las filas del Servicio Militar.

    El pinkwashing es una de las teorías principales que explica por qué un gobierno tiránico ha decidido otorgar derechos a comunidades excluidas. Canel lo necesita. La última foto de Cuba en la memoria del mundo fue desastrosa. Habían carros policiales volcados en la esquina de Toyo, un muchacho baleado en La Güinera y miles de ciudadanos a lo largo del país pidiendo un cambio político. Ahora los titulares de la BBC pueden mostrar un Canel permisivo y democrático, amigo de Paquito el de Cuba, que asiste a bares gays si es preciso y vende maquillajes e íntimas a las chicas trans.

    La otra idea, que puede y, de hecho, convive con la anterior, me conmueve de tal forma que esta misma tarde quisiera besar en la boca a Kiriam Gutiérrez, Adiel González Maimó y así sucesivamente a cada uno de los activistas pájaros, lesbianas, transexuales y queers que largaron los zapatos en marchas ilegales y en agendas que el Cenesex jamás aprobó. El activismo LGBTIQ+ pudo haberle arrancado efectivamente a la dictadura este código, tanto como Luis Manuel Otero y el Movimiento San Isidro invalidaron tras bambalinas, al menos durante un tiempo prudencial, el Decreto 349.

    Un No en ningún caso representaría una derrota para Díaz-Canel, quien podrá decir igualmente en canta cumbre internacional se presente que el pueblo eligió de manera democrática. A su vez, si triunfa el Sí, ganarán ciudadanos de carne y hueso, y no el Partido Comunista o Raúl Castro, como intenta tergiversar el oficialismo. De la misma manera que no le agradeceré la aprobación del Código al poder político, pues poca o ninguna preocupación le suscitan las minorías, menos le agradeceré a la gente que insisite en negarle sus derechos a una comunidad como la mía, regodeándose en privilegios que a nosotros nos han sido escamoteados.

    En la foto del Sí saldré en una esquina con mis pájaros de siempre, construyendo un relato que celebre el código y al mismo tiempo condene la dictadura. ¿Cómo veremos, en cambio, a la oposición que exige derechos y, cuando el régimen los otorga, cierra la boca y se apertrecha en una altura moral inmerecida, que nadie le ha otorgado salvo ellos mismos? El castrismo tiene muchas veces una disidencia construida a su medida.

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    1 COMENTARIO

    1. Genial.
      Esa última frase me recuerda a otra de Simone de Beauvoir, que reza algo así: «El opresor no tuviera tanto poder si no contara con seguidores entre los propios oprimidos.»
      Poco más o menos.

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