Cirenaica Moreira: «Tu vida no puede ser siempre una calle rota»

    Se ha puesto de suerte, dice, pues por estos días en Washington D.C. el frío ya no es definitivamente tan cruel. 

    «Conocía la ciudad, vine en 2012 para una conferencia en el National Geographic. Me trajo mi galerista, Lennox Campello. Con los recuerdos de ese viaje podría escribir un libro, uno que iría desde el retrato glamoroso de David La Chapelle hasta la gravedad de los testimonios de los reporteros de guerra, Anthony Suau o Paolo Pellegrin».

    «Si me preguntaras, diría que hay que salir, moverse, soltar amarras, desaprender. Tu vida no puede ser siempre una calle rota. Me rehúso a aceptar el tedio y la inmovilidad». 

    Cirenaica Moreira (La Habana, 1969) acaba de viajar a la capital de Estados Unidos para acompañar a las siete piezas suyas que el Art Museum of the Americas (OAS/AMA) escogió para la muestra colectiva «America’s Crossroads. Six Contemporary Photographers in Dialog». Desde el 23 de febrero y hasta mayo, la artista plástica, fotógrafa y performer cubana comparte espacio con el mexicoamericano Luis Delgado, la brasileña Gisele Martins y los mexicanos Carlos Bautista Ávila, Diana Ramírez López y René Campos Navarro.

    «Es importante estar acá después de transitar por un período bastante adverso, el más adverso, diría, en muchos años o quizás en todos», asegura. «Algo así como tener la oportunidad de salir a la superficie a tomar el aire y el sol», reconoce, aunque no es difícil percibir al final de la frase una clara reticencia a hablar de sí misma. Parece como si no quisiera abrir el cajón de las tormentas.

    Es curioso que una artista que desde los años 90 ha trabajado con el desnudo propio y producido obras emblemáticas en la fotografía cubana contemporánea como Árbol que nace torcido, jamás su tronco endereza, La venganza es un plato que se sirve frío o aquella sin título de la serie Ojos que te vieron ir… donde aparece envuelta en la bandera cubana, la misma creadora de performances como Un ejercicio de poligamia, sesenta voluntari@s para besar a la artista, concebido para besarse durante una hora con sesenta voluntarios salidos del público, a razón de un beso por minuto, se muestre pudorosa a la hora de las confesiones y los retratos verbales. 

    «No hay manera de transitar por la entrevista si una no se desnuda, en parte al menos. En su frontalidad, como sujeto, esa desnudez no me interesa especialmente», sostiene.  «Lo más escandaloso del escándalo es que una se acostumbra a ello», decía Simone de Beauvoir en un artículo que tú mismo me hiciste llegar hace unos días. La creación ofrece otras herramientas, entre ellas la de la representación, que es lo que sucede en Árbol que nace torcido…, Ojos que te vieron ir… o Un ejercicio de poligamia… Rara vez una entrevista puede confundirse con un largo poema».

    Cirenaica Moreira, Un ejercicio de poligamia, sesenta voluntarios para besar a la artista (detalle), performance, trabajo en progreso, 2015. Foto: Alberto Arcos.

    Cirenaica cerró el año 2022 con la muerte de su padre, el pintor Juan Moreira, algo que, dice, revolvió dolores, pero también no pocos cuestionamientos. Emplazar estas interrogantes es uno de los retos de su proyecto de libro Hasta que la muerte nos separe, recientemente ganador de una de las residencias que ofrece el programa Can Serrat de escritura creativa, en Barcelona, España. 

    «Es un cuaderno que se ha ido conformando en el tiempo; con el tiempo, el amor y la muerte como verdaderos protagonistas», apunta y luego hace una pausa. «La muerte de mi padre introduce ruidos, abre canales impensados en un libro que hablaba de historias carnales, de historias con mujeres y hombres. Ahora hay una necesidad de asumir estos matices que, aun en el contexto de la pérdida esencial, no dejan de ser riquísimos, exultantes en su novedad. Podría parecer hasta despiadado».

    Antes de esta pérdida, como tantos cubanos, la artista sufrió los embates de la pandemia, las restricciones y las carencias, «la agudización de la desesperanza y el caos», como prefiere llamarlo.

    «Veníamos de un período convulso, no solo por el impasse en la vida que significó la pandemia, sino por el propio drama desatado en Cuba con la huelga de San Isidro, el plantón frente al Ministerio de Cultura, el manotazo del ministro a un reportero de la prensa independiente y la golpiza a un grupo de colegas, las protestas populares del 11J y aquella orden de combate dada por el presidente. Luego los presos y el éxodo masivo de familiares, vecinos, amigos, tantos sucesos que con toda seguridad nos cambiaron y nos están cambiando la vida para siempre».

    —En el catálogo de tu exposición Ojos que te vieron ir…, firmado en agosto de 1994, te referías a «imágenes sentimentalmente ancladas en la melancolía, el pesimismo y el dolor». Pareciera que estuvieras anticipándote a ese ciclo 2021- 2022 sobre el que en otro lugar también apuntaste: «Ni un solo rostro feliz, ni un comentario feliz en mis seis kilómetros diarios de recorrido». ¿Qué pasó entre un punto y el otro en tu trabajo y en tu trasiego personal?

    —Podría hablarte del nacimiento de mi hija Mariana en septiembre de 1993, quien muy pronto se convirtió en mi modelo; de cómo fue educarla en un país atravesado por un ocaso que se renovaba a diario, en ese estado mental de confusión, de aturdimiento. Es difícil agregar cualquier cosa, a menos que me permitas desvariar un poco… 

    Por ejemplo, cuando citas: «Ni un solo rostro feliz…» te refieres a mi Carta de despedida para llegar a ninguna parte, un texto que publiqué en Hypermedia Magazine en enero de 2021. Hay ahí un punto de arribo, el resultado de una incomodidad que se prolonga en el tiempo, un cansancio. 

    Mis piezas de 1994 le hablaban de manera directa a una realidad que parecía haberse transformado también de manera directa. Nuestro acceso a la información era precario, pero la manera en que se manifestaron en Cuba los cambios que vivía Europa del Este no había modo de ocultarlo. Y los acontecimientos, tanto en el terreno personal como en el de la creación, para mí van de la mano.

    En 2003 comencé a trabajar el color y en 2012 incluí al modelo masculino, de alguna forma para aligerar esa carga de austeridad, de drama, que presuponen el blanco y negro y la autorreferencialidad, si bien desde antes ya había comenzado a simular. Empecé a jugar con la idea de la belleza más o menos funcional y a despegarme de esa estética de Ojos que te vieron ir… donde me retrato desnuda con la bandera cubana. Ese tipo de evidencia, digamos, dejó de interesarme casi al momento. Entonces planté flores, lazos, adornos en cada llaga; me apropié o fabriqué accesorios, escenarios abiertamente reconocibles dentro de una tradición de lo femenino de la que una tampoco puede desdecirse; siglos de arquetipos que son a la vez, o por lo mismo, mordaza. Obviamente, hay un gesto deliberado en ese acto de camuflarse. Una rabia que sigue funcionando por acumulación. 

    Ojos que te vieron ir… fue la respuesta a un shock, a un espacio que terminó habitado por la mudez, la perplejidad interior —por eso me molesta tanto cuando a la pieza de la bandera se le endilgan títulos: Homenaje a Blez, Mi bandera…; intentos que no dejo de sentir como abducciones veladas.

    Habrá quienes sólo vean la parte en la que me cubro de flores, o a mis modelos, para rellenar el espacio vacío sobre el sofá o para masturbarse. A mí me sirve igual, ¿sabes? Me sirve todo con lo que pueda trabajar. 

    Cirenaica Moreira, Sin título, de la serie Lobotomía, 1996-1997

    —Por cierto, en marzo de 2020, en tu defensa del uso de Luis Manuel Otero de la bandera cubana, emprendes un breve paneo sobre el manejo del símbolo nacional por parte del Estado. Al final concluyes: «Aquí ya no queda nadie para soportar tanta chapuza». ¿Se debaten los cubanos entre la huida, la vulgaridad y el inxilio, tópico este que has empleado en tu obra?

    —Las revoluciones eligen a sus mártires, a quiénes llevar a la guillotina o la hoguera. Los clasifica, los junta por edad, raza, complexión física y tamaño, ascendencia, sexo, aptitud, en un proceso que parece darse de manera natural. Es difícil salirse de esa plataforma de control. De lucha de egos, también. A tu enumeración añadiría el suicidio y la cárcel.

    Luis Manuel ahora está preso por su participación en las protestas del 11J, una acción que no dejo de ver como su Opus Magnum si pienso en esa connotación dada por él mismo a su cuerpo dentro de la práctica artística. No es un caso aislado, pero sí extremo.

    Yo, en cambio, y en cualquier escenario, lo prefiero en libertad, como a todos los presos políticos que el gobierno cubano sigue intentando pasar por asaltadores de vidrieras, presos comunes. Es muy tarde para martirologios. Siento, en este sentido, no ser optimista, pero no dejo de ver la inutilidad en todo lo que respecta a un cambio hacia la democracia en Cuba. 

    Cirenaica Moreira, Sin título, de la serie: Ojos que te vieron ir, 1994-1996

    Quizás porque 2022 resultó tan adverso, ahora el frío de Washington D.C. y un par de otras sensaciones ayuden a Cirenaica a experimentar el regreso de esa ilusión que cualquier artista tanto necesita.

    «Regresar a Washington, no así a Miami, una ciudad que visito hace más de veinte años y que es en verdad nuestra Cuba escindida y próspera, me deja, por sobre todas las cosas, la sensación de haber llegado a la orilla prohibida, la que no nos es dada sino luego, si acaso, de tantísimos sacrificios». 

    Los días en Washington D.C. le han cambiado un tanto el rostro a Cirenaica, trae más luz en esa sonrisa que, de por sí, es luminosa, como me comentó en un mensaje de wasap ese observador curtido que es Abilio Estévez.

    «En el barrio de Noma, donde estuve hospedada, todo parece estar vinculado al arte», cuenta con satisfacción. «Está en los carteles, en las señalizaciones, en el modo en que se decoran e iluminan las fachadas y el interior de los edificios, en el estilo de ciertos negocios. Por otro lado, el frío, la grisura del tiempo que por una extraña razón también agradezco; el olor ácido de la mariguana en las calles; los homeless, en su mayoría negros imponentes de andar pesado; los viejos inmuebles de estilo europeo entre las nuevas construcciones y la vida que transcurre a pie de obra. Toda esa extrañeza, toda esa confrontación, obviamente, despierta los sentidos y tributa a la creación».

    Por otra parte, desde el 10 de marzo Moreira participa en la muestra «A mí me manda Carmen», un proyecto colectivo curado por su colega Mónica Batard para el MoCa-Américas de Miami y que rinde tributo a la pintora Carmen Herrera, fallecida en Nueva York en 2022. 

    «Con esta exhibición anuncio mi serie El nuevo orden, esta vez conformada por un conjunto de autorretratos, algo que no hacía desde el año 2006, cuando comencé a trabajar íntegramente con modelos. Entonces creía que no volvería a posar frente a la cámara porque mi cuerpo había cambiado y no encontraba la forma de llevar mis bocetos de siempre a la imagen; pero el aislamiento social impuesto por la pandemia me obligó a este regreso».

    Para la artista, El nuevo orden «plantea paralelos entre esa identidad que se anula bajo la mascarilla sanitaria y la mordaza».

    Inauguración de la exposición A mí me manda Carmen, en el MoCa-Américas de Miami, en marzo de 2023. De izquierda a derecha: Jenny Matías, Gabriela Martínez, Ivonne Ferrer, Mónica Batard, Cirenaica Moreira, Milena Martínez Pedrosa, Katiuska Saavedra.
    Inauguración de la exposición A mí me manda Carmen, en el MoCa-Américas de Miami, en marzo de 2023. De izquierda a derecha: Jenny Matías, Gabriela Martínez, Ivonne Ferrer, Mónica Batard, Cirenaica Moreira, Milena Martínez Pedrosa, Katiuska Saavedra.

    Moreira quiere destacar la importancia de esta invitación de MoCa-Américas y el apoyo de su propietario y coleccionista Leonardo Rodríguez, de los directivos, Jorge Rodríguez Diez e Ivonne Ferrer, y de la historiadora de Arte Deborah de la Paz, en la concreción de su viaje a Estados Unidos. 

    «Agradecerles también porque me brindan la oportunidad de lanzar al público una nueva convocatoria para la participación en mi performance Un ejercicio de poligamia, sesenta voluntarir@s para besar a la artista», previsto para finales de abril en la clausura de «A mí me manda Carmen», anuncia. 

    Cirenaica me cuenta además que toma las primeras decisiones en la concepción de una exhibición personal al cuidado de Gady Alroy y José Antonio Navarrete, galerista y curador, respectivamente, de Art Media Gallery, un espacio fundado en 2012 en Wynwood Art Distric, que hace cuatro años se mudó para la zona de Little River y que presta una especial atención a la fotografía y al vídeo contemporáneos.

    Cirenaica Moreira, «Machete que son poquitos», nos dijeron, de la serie: El Nuevo Orden, trabajo en progreso 2020

    «Hemos tenido un diálogo muy empático y espero para el primer trimestre de 2024 presentar el proyecto Newborn on Mars. Esta es una serie que conecta con Sueños Húmedos, el trabajo que hice entre 2003 y 2005 sobre las fiestas de quince en Cuba, ya que devuelve la mirada hacia un grupo de tradiciones familiares que se están renovando constantemente con un fuerte impacto en el imaginario y la proyección populares».

    Y aclara: «No quiero adelantarme con otro tipo de consideraciones porque aún me muevo en el terreno de lo sensorial; puede haber todavía muchos cambios, rumbos, ¿cómo saber?; sólo decirte que es una experiencia que me devuelve directamente al trabajo con el público que consume este modo de celebración. En este caso pretendo insertarme en el mercado que se dedica a retratar bebés recién nacidos como parte del proceso de investigación».

    Antes de despedirnos, le pregunto a Cirenaica por una serie de la que trascendieron en las redes sociales algunas imágenes conformadas por llamativas fotos femeninas intervenidas a manera de collages y finamente colocadas dentro de urnas acrílicas de un par de pulgadas de espesor.

    «Por circunstancias que no vienen al caso, la que ahora se llama Dentro de un mes, dentro de un año es una serie largamente pospuesta que tuvo varios nombres: Pactos invisibles, Lazos invisibles, o Últimas fotos de mamá desnuda, por el cuento y el libro de Ernesto Pérez Chang», aclara

    «Esta es una serie que le debe bastante a la literatura y al arte contemporáneo, permeada por la vida de muchos creadores; por eso finalmente la he titulado como una de las novelas de Françoise Sagan, porque ella misma es un personaje en una de estas piezas con esa portada del París Match donde aparece con su hijo recién nacido en brazos», cuenta. 

    «Cuando comencé a bocetar las primeras ideas, estaba en París, en una exposición de Robert Rauschenberg en el Pompidou, estaba impresionada por su manera de superponer imágenes y relatos. Ha pasado mucho tiempo. En algún punto incluso abandoné el proyecto porque no podía despegarme de aquella visión de Rauschenberg que ya me estaba haciendo daño. Un día mi hija me pidió unas fotos para un casting y se las hice. En cierto sentido quedaron fatales, apenas tenía luz y no me gusta usar luz artificial, pero Mariana es una suerte de animal, y lo digo con orgullo, ella tiene un don para la imagen, para la teatralidad y la exageración. Entonces acabé robándome aquellas fotos e interviniéndolas como en esos álbumes de familia en los que solemos guardar flores, mechones de pelo y todo tipo de recuerdos. Intento así celebrar su vida y darle las gracias por todas las veces que ella fue el rostro al interior de mis piezas».

    Dentro de un mes, dentro de un año, de la serie del mismo nombre, trabajo en progreso, 2018

    «Después, en la medida en que comencé a vestirla y a desvestirla como a la niña que ella fue —a ese placer me refiero— apareció La Habana de fondo en la voz de quienes la han visitado, vivido o referido: Roberto Bolaño, Antonin Artaud o José Antonio Saco».

    «Ahora yo estoy en Miami y ella en Brasil. En cinco años nos hemos visto cuatro días. Mientras, las piezas terminadas de esta serie y las que aún continúan a medias descansan algunas en sus urnas acrílicas, otras bajo sábanas en las paredes húmedas de mi casa habanera con vista al mar».

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    4 COMENTARIOS

    1. Yo también saldría de este culis mundis de Buenos Aires e iría a Miami por verte y abrazarte Cire. Te valoro como artista por tu talento y tu sistematicidad para crear.

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