El filtro castrista de la cubanidad

    Todos los que me querían y estuvieron jodiendo hasta el último minuto se han ido 

    ya. […] —Laura no quiso ni siquiera darme la mano— pero luego decidí subir a la 

    terraza y quedarme hasta el final. El avión se arrastró torpemente y rugió por la

     pista; después se perdió en silencio por el aire.

    Edmundo Desnoes

    El gobierno cubano se asume a sí mismo como detentor de nuestra nacionalidad. Y, hasta cierto punto, lo es. 

    Hay una suerte de oscurantismo burocrático en cada tarea de choque orientada por el PCC, admitida por sus adeptos más entusiastas e ignorada por aquellos estratos sociales que coquetean con el lumpemproletariado. Esto es, casi todo el que haya nacido en algún hospital de Cuba. Así, como cabecilla de esta maquinaria del absurdo tropical, Fidel Castro colmó nuestro gentilicio de axiomas y consignas, deformando su esencia hasta reemplazarlo por ese macabro coctelito que resultó de la superposición entre el Homo sovieticus y el jodedor del Caribe. Por décadas, su trova político-ideológica pretendió enseñarnos a ser cubanos. 

    El Comandante se robó el show. Cada una de sus alocuciones públicas implicaba, más allá del artificio retórico-demagógico, un severo manual de conducta y moralidad revolucionarias. El garbo disciplinado de sus gestos, así como la presunción inherente a su voz y mirada, adoptaban una actitud abiertamente pedagógica, potenciada por la voluntad dogmática de su discurso. Amo y señor del marketing, la propaganda y las estrategias de difusión, Fidel Castro supo gestionarse una campaña mediática que terminó por avalarlo como paradigma del progresismo y la democracia. Su silueta, reiterada ad nauseam en cualquier espacio físico o espiritual, suscitaba el orgasmo comuñanga de sus partidarios o la repulsión vomitiva de sus detractores.

    Todo comenzó con el sesgo excluyente de sus peroratas. No hubo intervención suya que no comprendiera, al menos de manera tangencial, la segregación planificada de ese mismo pueblo que había prometido emancipar. Muy pronto se tornó un caudillo populista y altanero, dispuesto a subastar sus principios y ansioso por criminalizar a la oposición. Con cada prédica ensayaba su catequesis pseudo-proletaria, instaurando nuevas etiquetas que no demoraban en ser interpretadas a rajatabla por sus adeptos y aprendices. 

    Más allá del bache cíclico de la Guiteras, el desenfreno migratorio y la jodedera de los ciclones, el Código de las Familias ha sido en las últimas semanas uno de los temas de moda en redes y, por desgracia para el gobierno cubano, no fue hallada ninguna alocución fidelista que pudiera encabezar la campaña por el SÍ. Algo como eso no existe. De hecho, cierto fragmento de una de sus performances retuvo durante varios días la atención de los usuarios en Internet porque, precisamente, ratifica un criterio incompatible con el enarbolado a día de hoy por la Revolución: 

    Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudes «elvispreslianas», y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus showsfeminoides por la libre. […] La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones.[i]

    El Fifo y su empatía. Así empezamos; así seguimos. Las enseñanzas del Comandante han calado tan profundo en el modus operandi del oficialismo que, aún (sobre todo) en la actualidad, nuestras instituciones anulan o desacreditan la postura de casi cualquier cubano residente en el extranjero, por solo citar una de sus más célebres arbitrariedades. Nosotros, los de afuera, ni siquiera podemos votar, aunque todos conocemos las implicaciones circenses de cualquier sufragio en la isla. Aquel que se va suele perder mucho más que un espacio geográfico al cual regresar. 

    En Cuba,  la emigración activa los mecanismos de la sospecha y enrarece la condición del emigrante. Dicha conducta, sin embargo, ha perdido la presencia de otras épocas: esta última estampida hacia el exilio (Managua mediante) se ha encargado de normalizar la fuga despavorida como alternativa de subsistencia. Así, entre tantos prófugos de la isla-jaula, varios son los «traidores» que han logrado trascender el ámbito de su nueva circunstancia para devenir sujetos universales.

    Ana de Armas es la nueva diva de Hollywood. Su soberbia interpretación de Marilyn Monroe en la cinta biográfica Blonde (Netflix, 2022), basada en la novela homónima de Joyce Carol Oates, le mereció la mayor ovación de que se tenga registro en el Festival de Cine de Venecia. La cubana inauguró su carrera cinematográfica con Una rosa de Francia (Tornasol Films, ICAIC, 2006), para luego asentarse en el mercado español gracias a series como El Internado (Globomedia, 2007-2010) o Hispania, la leyenda (Bambú Producciones, 2010-2012). Ya en Estados Unidos, tomó parte en Knives Out (FilmNation Entertainment, 2019), por la cual fue nominada a un Globo de Oro como Mejor Actriz de Comedia o Musical. 

    A pesar de todo lo anterior, las Culturales del NTV todavía no se enteran de su existencia, al tiempo que la prensa oficialista prefiere ignorar su éxito en favor de primicias más «vernáculas». Ana no es activista, no protagoniza titulares políticos ni enjuicia asiduamente al régimen. Aun así, su recorrido profesional se insinúa sospechosamente extranjerizante, exento de los patria-o-muerte y los somos-continuidad necesarios para pertenecer al catálogo de la VERDADERA CULTURA CUBANA. Por si fuera poco, no ha protagonizado ninguna telenovela de Cubavisión ni ha sido invitada a Mediodía en TV. Muy poco revolucionario de su parte, la verdad.

    Asimismo, Leonardo Padura resulta otro personaje vulnerado por el estrecho filtro que el castrismo le impone a nuestra nacionalidad. Autor de 14 novelas entre las que destacan El hombre que amaba a los perros(Tusquets, 2009) y la serie policiaca de Mario Conde, este cubano ya no motiva el interés periodístico (ni editorial) de los medios estatales, fundando así una especie de insilio rebelde que le permite autoconfinarse al interior de la isla. Hasta donde sé, todavía sigue escribiendo desde Mantilla.

    Sin duda alguna, Padura es el escritor cubano vivo de mayor relevancia comercial en el panorama literario internacional. Su obra es un fenómeno superventas, como mínimo, en países hispanoparlantes y dispone de traducciones en más de 30 idiomas. No obstante, esto no ha bastado para que Personas decentes (Tusquets, 2022), su más reciente novela, reciba atención por parte de las instituciones culturales del país. Al parecer, el concierto de Los Rolling Stonesla visita de Obama y el supuesto (re)ingreso de la isla al mapamundi de la modernidad durante el «deshielo cubano», son asuntos que el régimen prefiere no revisitar. Un poco más de lo mismo. 

    ¿Las causas? En primera, todos y cada uno de los mass media oficialistas del país son subvencionados por el Estado, o sea, no existe ningún interés en lo provechoso del «sensacionalismo»: la optimización de las ventas y la rentabilidad del producto; en segunda, tanto ella como él son artistas que han osado desviarse de la línea trazada por el Departamento Ideológico del PCC, ya sea dramatizando personajes fuera de los generosos predios del ICRT o componiendo ficciones que reproducen una imagen distorsionada y subversiva de la Revolución. 

    Así las cosas, el panorama respecto a los deportistas tampoco es alentador. En un intento por subirse a la ola del profesionalismo, el INDER aprobó en 2013 una resolución que legalizaba la contratación de atletas cubanos en el extranjero, siempre y cuando el propio Instituto fungiera de intermediario entre el jugador y el club interesado. El éxodo, sin embargo, no se ha detenido. 

    Según las estadísticas, el atletismo, el voleibol y la pelota constituyen las disciplinas con mayor cantidad de «desertores», así como las de representantes más exitosos. Entre todos ellos, he preferido destacar a José Dariel Pito Abreu, probablemente el beisbolista cubano más consistente en toda la historia de la MLB. Si bien se le sigue resistiendo un anillo de Serie Mundial, el cienfueguero lleva ocho años codeándose con las estrellas de la mejor liga del mundo.

    Siempre con Los White Sox de Chicago, fue novato del año de la Liga Americana (2014), tres veces seleccionado para el Juego de Estrellas (2014, 2018, 2020), ganador de tres Bates de Plata (2014, 2018, 2020) y MVP de la temporada (2020),[ii] galardón este que le valió para coronar su meteórico ascenso en el Big Show y representa el reconocimiento individual más importante que ha logrado un pelotero cubano después de 1959. Es, vaya, como si se desdeñaran en Argentina los Ballons d’Or de Messi aludiendo a una supuesta oposición suya al gobierno de Alberto Fernández. 

    De nuevo, y por enésima vez al bate, asistimos a una vejatoria negación de la nacionalidad: Pito y sus hazañas no cumplen con los estándares informativos que exige el NTV, no constituyen patrimonio alguno de cubanidad según el embudo ideológico del castrismo.

    La burocracia, la censura y la represión siguen siendo las herramientas didácticas del régimen en su afán por inculcarnos, tozudamente, esa criollez manufacturada que exportan como espíritu nacional. Dicha obsesión, avalada por el encarne fundamentalista de sus representantes, solo puede conducirnos hasta la paranoia existencial y dubitativa del Carlos de Las iniciales de la tierra o, en cambio, empaparnos del anacronismo bufonesco del Facundo que solía desandar el set de Vivir del cuento

    Así, resulta poco menos que delirante rechazar la emigración en un país donde los europeos saqueaban para luego marcharse con su botín, los negros arribaban como esclavos, despojados de su patria, y los nativos (que llegaron por Quisqueya) fueron perseguidos hasta la extinción. Ciertamente, el desarraigo y la inconstancia han sido (¿lo son?) elementos conformadores de nuestra naturaleza como cubanos.


    [i] Castro Ruz, Fidel, Discurso pronunciado en la clausura del Acto para conmemorar el VI aniversario del asalto al Palacio Presidencial, escalinata de la Universidad de La Habana, 13 de marzo de 1963, p. 14, edición digital.

    [ii] Solamente otros dos peloteros nacidos en Cuba (pero sin haber desarrollado una carrera previa en la Serie Nacional de Bésibol) han alcanzado este lauro: Zoilo Versalles (1965) y José Canseco (1988).

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    2 COMENTARIOS

    1. Ayyyy Fidel…qué nos hiciste?
      Ahora recuerdo a Jesucristo en la Cruz cuando fue maltratado, vilipendiado, y dijo al Padre Celestial: «Perdónalos, no saben lo que hacen»

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