Peter y Witt pasean por el bosque. A veces conversan, las manos cruzadas a la espalda. A veces miden la distancia entre los árboles.

Peter:

—Ayer una araña me mordió.

Witt:

—¿La cinco?

Peter:

—La tres. La que se hace la idiota. Puse el dedo y me mordió. (Peter muestra un dedo rojo e hinchado.)

Witt:

—Qué zorra.

Peter:

—¿Conoces la fábula de la zorra que se disfrazó de lobo?

Witt:

—Una fábula edificante.

Peter (mostrando el dedo):

—A mi araña vestida de zorra le faltó poco para vestirse de lobo.

Witt (envalentonado):

—Pero no es fácil aterrorizar al rebaño, ¿verdad?

Peter (muestra otra vez su dedo rojo e hinchado y guiña un ojo):

—Sí, esta oveja sí, pero las otras no. Unas velan por otras.

Witt:

—Como en los sueños. Dando salticos.

Peter:

—Como en los sueños. Dando salticos.

* * *

Peter y Witt pasean por el bosque. A veces conversan, las manos cruzadas a la espalda. A veces miden la distancia entre los árboles. Una rata pasa entre los árboles llevando algo en la boca.

Peter:

—Juraría que lleva el brazo de un niño.

Witt:

—Yo juraría lo mismo.

Peter:

—Algún bebé descuidado por su madre. Esas madres negligentes que olvidan los coches de sus bebés mientras hablan con la vecina.

Witt:

—Viene una rata y ¡zas! Son rápidas.

Peter:

—O a lo mejor es la guerra. La terrible guerra. Debe haber comenzado y nosotros aquí.

Witt:

—Nosotros aquí midiendo la distancia entre los árboles. Nada caballeresco.

Peter:

—Tampoco hay nada caballeresco en la guerra.

Witt:

—Antes sí. Ya no. Antes se moría por algo o por alguien. Ya no.

Peter:

—Sórdido. Un mundo sórdido.

Witt (señala los cúmulos amontonados en el cielo):

—Un mundo oscuro.

Peter:

—Mira: otra rata.

* * *

Peter y Witt pasean por el bosque. A veces conversan, las manos cruzadas a la espalda. A veces miden la distancia entre los árboles.

Peter:

—Debo confesarte una cosa.

Witt lo mira.

Peter (bajando la cabeza):

—Soy un espía. Un miserable espía a sueldo.

Witt:

—Lo suponía. A veces no entiendo tu sistema de notas. ¿Qué escritura utilizas?

Peter:

—La aprendí en la infancia. Picoteando la corteza de los árboles.

Witt:

—Yo también picoteaba la corteza de los árboles y no creo haber extraído de esa experiencia un sistema personal de notas.

Peter:

—No eres un hombre suficientemente obsesivo.

Witt:

—No creas. Tengo mis obsesiones. Y recuerdo haberla emprendido con la corteza de los árboles de manera obsesiva.

Y añade:

—A veces escribo cartas que no entiendo. Me explico: mientras las escribo las entiendo, pero cuando las reviso no las entiendo. Entonces no las mando. Simplemente las guardo.

Peter:

—¿Coleccionas esas cartas?

Witt:

—Las clasifico. Por su grado de dificultad.

Peter:

—¿Hay unas más complejas que otras?

Witt:

—Infinitamente.

Peter:

—¿Y de las menos complejas, puede leerse algo?

Witt:

—Nada.

Peter:

—Sí que es un método personal.

* * *

Peter y Witt pasean por el bosque. A veces conversan, las manos cruzadas a la espalda. A veces miden la distancia entre los árboles.

Peters:

—Dentro de mil años volveremos a pasearnos por este mismo bosque.

Witt:

—Habrá las mismas nubes, las mismas ardillas, sentiré el mismo dolor de ciática que ahora siento en mi cintura.

Peters:

—Yo iré a preparar la misma conferencia que debo dictar el mes que viene en Cambrigde sobre «El lenguaje inmaterial de los ejemplares Zila-x-notata». Una conferencia aburrida. Un público aburrido. Qué asco. Era mejor haberse dedicado a los ornitorrincos.

Witt:

—Yo esperaré la noche de hoy en el mismo café de siempre. Leeré los mismos periódicos. Luego pagaré y me iré, silbando, las manos en los bolsillos: Strauss, Polka de Ana, opus 117. Como siempre.  

Peters (señalando el cielo):

—Habrá la misma luna.

Witt (señalando su zapato izquierdo):

—Y el mismo zapato embarrado de fango.

Peters (mirando los zapatos de Witt):

—Por cierto, ¿crees que habrá el mismo modelo de zapato dentro de mil años?

Witt (subiendo un pie y golpeando un zapato con los nudillos):

—Piel de caimán. Suelas de caucho doble. Puntera redonda. No creo que pase de moda.

Peters:

—¿Y morirá el mismo caimán que dará la piel para tus zapatos?

Witt:

—El mismo caimán.

Peters:

—¿Y será cazado por el mismo cazador?

Witt:

—El mismo cazador. Y la bala le entrará por el mismo huequito. Ni un milímetro más ni uno menos.

Peters:

—Un mundo curioso, este. Mi padre usaba un modelo parecido de zapatos. Pero de puntera fina.

Witt:

—¿Murió tu padre?

Peters (triste):

—En la guerra del 14. Un obús. Un obús para él solo.

Witt (poniendo cara de horror):

—¿¡Un obús para él solo!?

Peters:

—Dicen que lo vio venir y que corrió como para abrazarlo.

Witt:

—¿Era romántico tu padre?

Peters:

—No: era un hombre práctico. Pequeño y duro como un torete, frente ancha, manos grandes. Pero era un hombre de campo y a veces a los hombres de campo se le cruzan los cables de la cabeza. No sé qué estaría pensado mi padre en esos momentos. Quizá tuvo un desliz. No es fácil colocar un acontecimiento dentro de un agujero. O un agujero dentro de un acontecimiento. Yo diría que es imposible.

Witt (cara de horror):

—¿¡Está condenado tu padre a sufrir la misma muerte para siempre!?

Peters (moviendo afirmativamente la cabeza):

—Para siempre.

Witt (mirando solidario a Peters):

—Cualquiera tiene un desliz.

Peters:

—Cualquiera tiene un desliz. Siempre estamos tratando de meter un acontecimiento dentro de un agujero. O un agujero dentro de un acontecimiento.  O un agujero dentro de otro agujero. Y eso es imposible.

Witt:

—De todas maneras, era un tipo duro tu padre. Un día me enseñas sus zapatos.

Peters:

—Un día te enseño sus zapatos. Puntera fina. No creo que pasen de moda.

*Del libro de ficción Dulce araña de tus sueños

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