Pocos advierten su carácter simbólico, pero el dominó —como la ceiba, la palma real, la caña de azúcar, el ron, el tocororo— reclama su espacio entre los elementos de identidad nacional.
Es sin dudas el juego de mesa preferido en Cuba. Y aunque en muchos países se practica, y es tradición, pienso que el cubano ha impregnado en el dominó, como nadie, rasgos esenciales de su idiosincrasia: la gesticulación barroca, la bulla y el vértigo del habla popular, el ingenio del refranero, la familiaridad a toda prueba.
Más allá de los límites del juego, de ganar o perder, el dominó es un pretexto para la reunión social, un espacio de convivencia donde nos acercamos a la comunidad y enriquecemos nuestros días. El dominó no es un simple pasatiempo.
(Texto y fotos de Jorge Guiro).