Chus Alonso, la leyenda cubana del Real Madrid

    No fue el mejor y ni siquiera estuvo alguna vez entre los mejores. Tampoco era de esos futbolistas bendecidos con el don de la oportunidad, los que son aclamados porque marcan cuando es preciso, ni más ni menos, aunque el resto de su juego sea más bien mediocre. Su talento era, eso sí, la espectacularidad, hacerlo todo, por inútil que fuera, con una gracia divina, a veces circense y otras heroica. Pero eso no le alcanzó para ingresar en ningún top. Su estatura como jugador se debería más a un hecho irrebatible: todo en la memoria de los grandes equipos, aun si se trata de sus peores años, siempre tendrá un sello de leyenda. Y también, hay que decir, tendría que ver con el chovinismo de una isla del Caribe, insustancial en cuestiones futboleras, que cree que tuvo en él a su más grande estrella del balompié. Porque, sí, Jesús «Chus» Alonso, interior titular en el Real Madrid de los años cuarenta, nació en Cuba.

    La promesa

    Nació el 24 de abril de 1917 en La Habana, pero de casualidad. Nada nunca lo ató a Cuba, solo el hecho de que sus padres vinieron a la isla en busca de fortuna, como tantos asturianos con el cambio de siglo. Pero ellos, al parecer, no la encontraron o quizás no les fue como esperaban, porque solo tres años después del nacimiento de Chus se regresaron a Asturias.

    No ha sobrevivido ningún testimonio sobre qué lo llevó a interesarse por este deporte, pero se conoce que la pasión le llegó temprano. A los 17 años, mientras la selección italiana levantaba en casa el trofeo del Campeonato Mundial, comenzó su carrera en el Sportiva Ovetense, filial del Oviedo (Asturias) en la Segunda División del fútbol español, y en cosa de meses fue llamado a jugar con el primer equipo. Su debut liguero no fue nada sencillo. El rival era el Arenas Club de Getxo, un equipo vasco que, aunque comenzaba un declive del que no saldría jamás, para entonces había ganado una Copa de España y había sido segundo tres veces en dicho torneo. Aun así, los asturianos se impusieron por cuatro a cero. Dos de esos goles salieron de las botas de Chus.

    El Real Madrid no tardó en fijarse en él y muy buena debió ser la suma pagada por el traspaso cuando el Oviedo dejó ir a su joven promesa, quien en menos de una temporada había logrado congeniar de manera espléndida con el resto del equipo. El Real Madrid, sin embargo, solo quería tenerlo de su lado y no como enemigo. Por otra parte, no confiaba demasiado en que las habilidades de Chus sobrevivieran su adolescencia, así que, inmediatamente después de la compra, lo cedieron al Valladolid para que demostrara lejos su valía. Fue en 1936, cuando la Guerra Civil estalló. Durante ese año, y los siguientes cuatro, el cubano no pudo pisar la cancha.

    Técnicamente, el fútbol no se detuvo durante el conflicto, pero los partidos disputados fueron muy pocos. Para cuando Francisco Franco salió vencedor e instauró una dictadura en España, la temporada futbolera estaba lejos de comenzar porque varios estadios, como el del Oviedo, quedaron hechos trizas con los bombardeos. A diferencia de otros jugadores de la época, no se sabe casi nada sobre el posicionamiento político de Chus. No era de los que daba entrevistas a la prensa y apenas existen declaraciones suyas de cuando, muchos años después, aceptó ser directivo de la Federación Española de Fútbol. Lo más probable es que pasara el periodo de 1936 a 1939 en su finca de Gijón, frente a la playa de San Lorenzo, pateando balones y ejercitándose con vistas a un llamado que parecía no llegar nunca.

    Chus Alonso fue una estrella indiscutible del Real Madrid de los 40 / Imagen: Real Madrid Página Oficial
    Chus Alonso fue una estrella indiscutible del Real Madrid de los 40 / Imagen: Real Madrid Página Oficial

    En 1940, Chus Alonso estuvo a punto de ser la manzana de la discordia del fútbol español, mucho antes de que Alfredo di Stéfano pisara por primera vez una cancha europea. A pocos meses de que expirara su contrato con el Real Madrid, le llegó una propuesta enviada desde Barcelona para unirse al primer equipo del club blaugrana, cosa que no había podido hacer con los merengues. Él estuvo muy cerca de aceptar; no solo porque ansiaba retomar su carrera, sino también porque sus dos mejores amigos de los tiempos del Oviedo habían ido en calidad de cedidos al conjunto catalán en lo que reparaban el estadio asturiano. Se trataba de Emilio García, conocido como «Emilín», y Eduardo Herrera, «Herrerita», compadre y cuñado de Chus. Sin embargo, el Real Madrid actuó rápido y renovó su contrato, que incluía la promesa de sumarlo al plantel principal.

    Finalmente, en 1941, entró en el primer equipo del Real Madrid, donde coincidió con otro «cubano por accidente»: Mario Inchausti, portero de profesión nacido en Caibarién, Villa Clara. Pero Inchausti, ex estrella del Zaragoza, apenas jugaría dos partidos con la camiseta blanca, los de la final de la entonces Copa del Generalísimo, antes de retirarse por completo del fútbol debido a una lesión en la rodilla. Chus, por su parte, comenzó en la banca, menos por el deseo de los directivos madrileños que por los temores de sus compañeros de equipo, que no esperaban nada de él. No tenía fogueo en el campo y los años inactivos parecían haberle pasado factura. Los demás lo notaban durante los entrenamientos: el chico era lento para correr y rápido para cansarse.

    El ansiado debut tardó en llegar, pero no pudo ser mejor. Ocurrió ya avanzado un partido de liga contra el Valencia. El juego iba 1-1 y el final olía a empate definitivo. Pero entró Chus y marcó.

    El talento

    Al año siguiente, Chus Alonso era titular indiscutible en el Real Madrid, y hasta había sido convocado por la selección española, con la que jugó solo tres partidos. El primero, contra la Francia de Vichy, España lo ganó por goleada (3-0). El segundo, disputado en Berlín, frente a soldados del ejército nazi e integrantes de la División Azul, fue un empate a uno. El tercero, finalmente, fue una derrota ante Italia (4-0). Las crónicas deportivas no recogen alguna actuación destacada del cubano en aquellos encuentros, pero sí en el club merengue.

    Chus Alonso medía 1.74 metros y tenía una fortaleza física imponente para la época. Su posición natural era la de interior, aunque algunas veces, cuando la situación lo exigía, asumía el rol de falso nueve, un trucazo táctico que 20 años atrás había introducido Fred Pentland en España. No era precisamente el más rápido del plantel y su resistencia dejaba mucho que desear, pero eso apenas se notaba sobre el terreno. Chus era más que consciente de estas deficiencias, por eso aprendió a administrar sus fuerzas como pocos futbolistas en la historia. Fue, además, el arquitecto del juego del Real Madrid en los cuarenta, el cerebro sobre la cancha, que conectaba el centro del campo con los extremos y, sobre todo, con el ariete estrella del equipo, Sabino Barinaga, con quien hizo una dupla espectacular.

    Cuentan quienes lo vieron jugar que una de sus mayores virtudes eran los pases aéreos. Donde ponía el ojo, ponía el balón. Y también que tenía una habilidad natural para la gambeta que, si bien nunca fue tan juguetona como la que presumiría Brasil una década más tarde, resultaba bastante efectiva y desequilibrante. El cubano-asturiano, por demás, tenía suerte para el gol, sobre todo para saltar y colar el balón en la portería de un cabezazo. Un mal partido del Real Madrid valía la pena solo por ver qué se sacaba de la manga ese día. Como Cruyff muchos años después, Chus no solo entendió que no es necesario correr tanto cuando se juega con inteligencia, sino que el fútbol es, antes que todo, un espectáculo.

    Sin embargo, sus habilidades nunca fueron suficientes para levantar el equipo. La década de 1940 fue de las peores en la historia del Real Madrid, y mientras Chus jugó de blanco, apenas alzaron dos Copas del Generalísimo y algún que otro título de torneos menores. Aun así, él se las ingenió para destacar en partidos que, si bien no eran decisivos, trascendieron por una u otra razón en el fútbol español. Curiosamente, su víctima más común fue el mismo club que casi lo ficha años atrás y que para entonces ya figuraba como el archienemigo de los merengues: el Barcelona.

    La leyenda

    Para junio de 1943, la Segunda Guerra Mundial ya comenzaba a inclinarse a favor de los Aliados. Ese día, la Fuerza Aérea estadounidense bombardeó las ciudades alemanas de Bremen y Kiel, mientras que, en Asia, Japón detuvo su ofensiva en China. Pero en España solo se hablaba de una cosa: la vuelta de las semifinales de la Copa del Generalísimo entre el Real Madrid y el Barcelona. El partido de ida había concluido con una victoria azulgrana en casa de 3-0. La remontada de los merengues parecía casi imposible. Pero aquel 13 de junio habría de celebrarse como nunca en Madrid y de quedar en la historia como el día en que nació la rivalidad histórica y enfermiza entre los contendientes del Clásico, una en la que muchos quisieron ver la fachada de una disputa con trasfondo político: el Madrid de Franco, el centralismo que desangraba al resto de España, contra el Barça de la Cataluña republicana y defensora de la autonomía.

    La prensa madrileña preparó el terreno para la victoria. El triunfo anterior de los catalanes, decían los periódicos, se había debido menos al talento de los jugadores que a la violenta presión de la afición culé sobre los árbitros. El penalti cometido por el defensa madridista Quejereta fue señalado como «dudoso» y sobre el tanto de Sospedra, el último del encuentro, aseguraban que había sido en offside. Los hinchas del Madrid sintieron entonces el imperativo de devolver el agravio y salieron furibundos a las calles con silbatos, lanzando insultos al Barcelona, en una época donde la caballerosidad de los anfitriones era la regla. Se cuenta que incluso una autoridad de la ciudad entró al vestuario del equipo catalán, horas antes del partido, para intimidar al plantel, y que durante el juego la afición merengue no paró de arrojarle objetos al portero blaugrana. Cuando el árbitro pitó el final, el Real Madrid había ganado 11-1. En lo que es todavía la mayor goleada del Clásico, Chus Alonso marcó dos goles: el quinto (37’) y el noveno (74’). Pero la aplastante victoria no serviría de mucho, pues su equipo perdió después la final contra el once más triunfador en la España de entonces, el Athletic Club.

    El escandaloso comportamiento de la afición madridista y las autoridades de la capital fue un secreto a voces en todo el país, porque casi nadie se atrevió a escribir al respecto. Uno de los pocos que tuvieron el valor de hacerlo fue el por entonces joven cronista deportivo Juan Antonio Samaranch, quien —aunque reconocido aficionado y luego socio de honor del equipo blanco— pagó el atrevimiento con la prohibición de volver a ejercer su oficio. Sin embargo, años después, se convirtió en un «político del deporte» español y, más tarde, en presidente del Comité Olímpico Internacional, cargo que ejerció durante 21 años. Otra de las consecuencias de aquel partido fue la dimisión obligada de los presidentes de ambos equipos. Por el Barcelona asumió Josep Antoni de Albert, miembro de una aburguesada familia catalana, quien permanecería un año en el puesto. Por el Real Madrid lo haría una de sus leyendas, un exjugador del club de madre cubana (de Camagüey) llamado Santiago Bernabéu.

    En 1944 se descubrió la causa de las fatigas de Chus Alonso. Padecía de insuficiencia cardiaca, una afección crónica que impedía a su corazón bombear suficiente sangre oxigenada. Por recomendación médica estuvo un año sin jugar. Pero Bernabéu, a quien no le estaban funcionando las cosas con el equipo, lo quiso de vuelta. De pronto, la estrella del mediocampo del Real Madrid y su presidente hicieron una declaración a la prensa: Chus Alonso ya está curado. El regreso del cubano fue épico a su manera, es decir, no le dio títulos al club, pero la espectacularidad volvió a la cancha, como si aquel año de reposo no hubiese ocurrido.

    A la izquierda, Chus Alonso, el mejor futbolista "cubano" de todos los tiempos / Imagen: Diario Gol
    A la izquierda, Chus Alonso, el mejor futbolista «cubano» de todos los tiempos / Imagen: Diario Gol

    El momento más recordado de Chus Alonso llegaría en diciembre de 1947, cuando el Real Madrid estrenó el estadio Nuevo Chamartín. La inauguración se celebró con un tope amistoso contra el Os Belenenses, campeón de la Primera División de Portugal 1946-1947. Los blancos ganaron el encuentro con marcador de 3-1. El primer gol anotado en el estadio que más tarde sería rebautizado como Santiago Bernabéu lo encajó Barinaga, mientras que Chus fue el autor de los otros dos. Sin embargo, la historia recoge que fue el cubano quien primero hizo un gol en la nueva casa del Real Madrid, pero solo porque el de Barinaga no se dio en un partido oficial. El 28 de diciembre, 14 días después de aquel amistoso ante los portugueses, los blancos recibieron al temido Athletic Club y se llevaron la victoria por 5-1. Los dos primeros tantos fueron a la cuenta de Chus Alonso. 

    Hacia 1948, el tiempo —y quizás la insuficiencia cardiaca que padecía— comenzaba a pasarle factura al interior cubano. La directiva del Real Madrid lo envió al Zaragoza, que entonces competía en la tercera división del fútbol español. Y con Chus en la plantilla, su nuevo club alcanzó esa misma temporada el ascenso a Segunda. En 1950, finalmente, el centrocampista con aires de delantero colgó las botas.

    Apenas existe registro sobre su estilo de juego más allá de algunas fotos, los recuerdos de quienes lo vieron jugar y, sobre todo, las crónicas deportivas en la prensa. Pero si algo es seguro es que fue el más completo en el once madridista de aquellos tiempos. Con la camiseta blanca no ganó muchos títulos, pero humilló a rivales. Se dice, incluso, que durante casi siete décadas tuvo el récord del gol más rápido realizado en un Clásico, hasta que en 2011 Karim Benzema lo superó al marcar a los 22 segundos de juego. En total, disputó con el Real Madrid 159 partidos en los marcó 65 tantos, una cifra muy alta para la época, mucho más tratándose de un interior. No se conoce, sin embargo, cuántas asistencias ofreció, pues no fue sino hasta mucho después que estas comenzaron a ser más apreciadas y, por tanto, contabilizadas.

    La mayor parte del resto de su vida lo dedicó a regentar negocios en la capital española, a donde se fue a vivir de manera definitiva. En sus últimos años obtuvo cargos en la Federación Castellana de Fútbol y asumió por un breve periodo como «representante de los jugadores» ante la Federación Española de Fútbol. Durante todo ese tiempo, cuentan sus amigos, no se perdió ni un solo partido jugado en la cancha del Real Madrid, donde tenía un asiento reservado.

    Chus Herrera tuvo una corta pero gran carrera deportiva en el Real Madrid / Imagen: Real Madrid Página Oficial
    Chus Herrera tuvo una corta pero gran carrera deportiva en el Real Madrid / Imagen: Real Madrid Página Oficial

    De la vida privada del jugador cubano poco o nada se sabe, solo que su sobrino favorito fue Jesús Herrera, hijo de su hermana Mercedes y de su viejo compañero del Oviedo, Herrerita. Chus Herrera también jugaría un tiempo en el equipo asturiano antes de recalar en el Real Madrid, donde ganó la titularidad como extremo en un plantel con estrellas de la talla de Paco Gento, Ferenc Puskás y Alfredo di Stéfano. El joven, como su tío en los cuarenta, dejó su impronta para vergüenza del gran rival histórico: en 1959, marcó contra el Barcelona el primer gol transmitido en la televisión española; un gol que le dio la victoria a los madridistas (1-0). Apenas un año después, Chus Herrera comenzó a sentir molestias en el hombro, del cual le extirparon un tumor. Para entonces un sarcoma óseo se apoderaba de su cuerpo. Murió en 1962 a los 24 años.

    Acerca de la muerte de Chus Alonso, el «mejor futbolista cubano» de todos los tiempos, tampoco conocemos mucho. En la prensa de 1979 solo se dijo que el deceso fue causado por una «cruel y fulminante enfermedad». Nadie puede decir si volvió al menos en una ocasión al país donde nació, o si pensó en él alguna vez.

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    Darío Alejandro Alemán
    Darío Alejandro Alemán
    Nació en La Habana en 1994. Periodista y editor. Ha colaborado en varios medios nacionales e internacionales.

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