Cinco historias del fútbol callejero en La Habana

    I- El niño de las trenzas largas

    El primero que me dijo Niño fue papi. Después todos me empezaron a decir así y se me quedó para siempre. A veces, cuando alguien me llama y me dice Fernando, Fernandito, pienso que no es conmigo y sigo. Se me olvida que ese es mi nombre porque casi todo el mundo me dice Niño, el niño de las trenzas largas.

    En la escuela no me gusta jugar mucho fútbol porque donde hacemos la educación física no es un terreno de tierra y no me puedo deslizar. Es un espacio chiquitico en un patio de cemento y además en mi aula no hay gente muy buena. Al final sudo por gusto y me ensucio y no me divierto.

    El problema es que casi siempre hago la educación física en camiseta -sin mangas- y cuando corro detrás de la pelota, las puntas de las trenzas se me mojan del sudor de la espalda y cuando se acaba el turno y tenemos que cambiarnos y ponernos el uniforme y volver al aula a dar clases, la parte de atrás de los hombros de la camisa blanca se me llena de churre.

    Papi me dice que para tener las trenzas tengo que ser el niño más limpio de la escuela, el más lindo. Porque él tuvo que fajarse mucho con mi profesora y con la directora de la escuela para que me dejaran tener las trenzas. Papi me dice que a nosotros los negros nos cuestan mucho más las cosas y que por eso tengo que ser el mejor en todo y tengo que esforzarme el doble.

    Cuando llego de la escuela lo primero que hago en la casa es ponerme a hacer las tareas que dejaron los profes. Primero español que es la más fácil, después hago las de Biología y Química para salir de ellas porque no me gustan, las de Matemáticas las hago rápido porque me da lo mismo y entonces dejo las de Historias para por la noche porque papi me explica mejor las cosas y me hace cuentos que no están en el libro.

    Él dice que la historia no es de quién la cuenta sino del que la vivió. Que aquí en Cuba han cambiado mucho la historia en los libros.

    Si no hay arroz hecho, lo pongo a hacer en la olla y barro la sala y el cuarto y boto la basura en la esquina para ayudar a papi porque él llega de su trabajo de noche. Cuando termino ya la gente está en el parque jugando. Me pongo la ropa del fútbol y salgo. Llegando la gente empieza a decir: ¡Ahí viene Niño! ¡Ahí viene Niño! Y enseguida me piden para un equipo.

    Como siempre llego tarde y ya están jugando, tengo que entrar de portero. Pero la portería es muy aburrida, es estar ahí parado y ver a la gente divirtiéndose y tú aburrido esperando que alguien quiera meterte un gol. Cuando único es rico es en los penales. Porque si lo paras, eres el héroe, pero si no, no pasa nada, porque los penales casi nunca se fallan.

    Aquí en el parque yo he parado varios porque soy el único que se tira. La mayoría de la gente solo se mueve, yo me tiro de cabeza y así los paro aunque vengan duros. Yo creo que soy el mejor del parque por eso mismo, porque lo mismo paro un penal, que meto goles, que me deslizo para defender.

    Después de mí viene Abelito. Aquel de allí que está sin camisa y que tiene el short de la bandera de Estados Unidos. Abelito corre mucho, por eso siempre lo piden, porque no se cansa. Cuando yo y él jugamos en el mismo equipo, se va el sol y no perdemos ni un partido. Lo único malo de Abelito es que es muy guerrillero, coge la pelota y quiere llevarse de puerta a puerta a todo el mundo, no pasa el balón nunca, lo que a él le gusta es que los que están afuera griten ehhhhhh cuando hace una jugada bonita.

    Mira, por ejemplo, Yandry, aquel largo que parece una vara de tumbar cocos, es más lento pero pasa la bola siempre. Lo malo de Yandry es que cuando se queda defendiendo atrás siempre le hacen un caño porque tiene las piernas muy largas.

    Lo bueno del parque es que todos pueden jugar, los que tienen zapatos y los que no también, porque esto es tierra y la planta del pie no duele. Yo ahora tengo estos tenis que eran de papi, pero me los dio para que no jugara más descalzo.

    Los zapatos me han ayudado. Cuando juego por la derecha puedo pasar por encima de las raíces, de las matas que pinchan y de las piedras y después puedo centrar para que alguien entre y dispare. Antes eso no lo podía hacer. Como están rotos en la punta y los dedos gordos se me salen, no le doy de puntera, le doy siempre con el interior o con el exterior y así parezco un futbolista de verdad. La gente pasa y se me queda mirando.

    Un día pasaron unos españoles y nos vieron jugar. Nos dijeron que si viviéramos en España podríamos llegar al Madrid o al Barca. Ellos no me creyeron que tenía 13 años, dicen que era muy grande y fuerte para esa edad. Al otro día pasaron de nuevo y nos regalaron un balón y camisetas. Como yo me llamo Fernando me dieron la del niño Torres.

    El único que se pone la camiseta que nos regalaron para jugar soy yo. Los demás niños las cogen para salir. Papi me dijo que si yo quería jugar con ella, que jugara con ella, que me acordara que mami cuando estaba viva siempre me decía que lo importante no era la ropa, sino los sentimientos que van por dentro.

    Si vienes mañana a esta misma hora, verás a mi papá jugando con nosotros. Él fue el que enseñó a todos los niños del barrio a jugar fútbol. Cuando él no está en el taller arreglando carros, está aquí en el parque jugando conmigo.

    Fernando López, 13 años, Barrio Buena Vista.   

    II-Mi hermano era como Messi

    Guillermo Alfonso

    Solo jugaba por la banda derecha. Cogía la pelota a pie cambiado y empezaba a darles fintas a todos. Si se quedaba mano a mano y dejaba regado al último hombre, lo esperaba para darle otra finta y hacer el gol más exagerado.

    Parecía que tenía pegamento en el pie zurdo. Un imán, no sé. Mi hermano era como Messi, el tipo que tú sabes que te va a amagar para allá pero que al final se va a ir por aquí, ya tú estás advertido, pero no sé cómo al final termina haciéndolo y yéndose y tú cargándote en su madre por hacerte lo mismo de siempre.

    En la computadora de la casa aún está la carpeta que tenía él con videos de Messi. Messi con el Barca, Messi con Argentina, Messi cuando Ronaldinho, Messi ya Messi y hasta Messi cuando era un piojo de chiquito. Por eso después en el barrio jugaba igual. Idéntico a la pulga. Se enfermó de tanto mirarlo.

    Mi hermano no jugaba todos los días como yo porque ya trabajaba. Él solo venía los fines de semana al parque y algún otro día que se podía escapar temprano del trabajo. Él se graduó de medicina y era ortopédico del hospital Fructuoso Rodríguez.

    Cada vez que salía de su turno de guardia, llegaba a casa y se ponía a comer algo y a mirar videos de fútbol que yo le traía en la memoria flash. Pero después terminaba viendo trescientas veces el gol de Messi al Getafe en la copa del rey. Y siempre decía: ¡Este enano es dios de verdad!

    Su vida aquí en Cuba era esa: estudiar medicina y ver y jugar fútbol cuando podía.

    Recuerdo el día que llegó y nos dijo a mis padres y a mí que lo iban a mandar a Venezuela de misión. Mis padres se pusieron súper contentos. Mi papá dijo que eso había que celebrarlo y salió a buscar una botella de ron. Mi mamá se puso a cocinar. Nunca nadie de la familia nuestra había salido de Cuba.

    Pero yo conozco a mi hermano, él no estaba feliz, tenía esa cara que pone cuando va a llorar y lo seguí. Se metió en el baño y le abrí la puerta. Estaba sentado en la taza con los pantalones puestos y lloraba. Me dijo que al único que se lo iba a decir era a mí. A los viejos se lo diría cuando llegara al final.

    Casi no podía hablar por el llanto, me dijo que no podíamos seguir viviendo así, pasando tanto trabajo, tanta hambre, tanta necesidad, que con él afuera íbamos a mejorar. Pero que yo tendría que ayudar a los viejos y que tenía que prometerle que los iba a cuidar porque él iba a estar varios años sin poder venir a Cuba.

    Mi hermano llegó a Venezuela en octubre de 2015 y no trabajó ni un día. Subió por toda la selva de Centroamérica con un grupo de cubanos. Estuvieron casi un mes y medio en el viaje hasta que cruzó hacia los Estados Unidos por la frontera de México. Dice que algún día me contará por todo lo que pasó y que no volvería a pasar por eso.

    Ahora está en Houston trabajando en una clínica privada como enfermero. También está estudiando para revalidar su título de medicina.

    Recuerdo que la primera vez que llamó a la casa después de haberse ido, levanté el teléfono y me dijo: “¿Guille, eres tú? Mi herma, llegué, tú verás que ahora si vamos a ganar la Champions”.

    Guillermo Alfonso, 18 años, Barrio Belén.   

    III- El verdadero fútbol cubano está en la calle

    Javier Estrada

    Lo dejé porque no tenía sentido seguir. No iba a llegar a ningún lado y me iba a quedar con las manos en blanco. Sin futuro. El fútbol organizado en Cuba te quita en vez de darte. Por eso creo que me salí a tiempo. Estuve desde los 7 años hasta los 16 en esto. ¿Bastante, no?

    Pasé por todas las categorías infantiles y antes de los juveniles paré. Si yo hubiese nacido en otro país, fácil que fácil que hubiera jugado en algún club de Europa. ¿Te imaginas? ¿Este negrito echándola por allá? ¿Este negrito millonario?

    Yo fui equipo nacional dos veces y viajé a Jamaica una vez. En todos esos años vi cosas que me abrieron los ojos y decidí dejar el deporte. Yo te digo que con este país bien organizado, Cuba llega a un mundial, pero tal y como está ahora es imposible.

    Estoy seguro que la única liga de primera división de todo el mundo que juega un día sí y un día no es la cubana. Una cosa de locos, eso físicamente está contraindicado, van a matar a los futbolistas. Pero fíjate si los cubanos tienen buen físico que aguantan eso. ¿Eh?

    La liga cubana no tiene estructura, todos los años cambia. Los partidos se suspenden porque no hay guaguas para transportar a los equipos de una provincia a la otra. Los albergues donde se quedan los futbolistas parecen campos de concentración. Los terrenos son potreros, imagínate un campo de futbol sin hierba, con pedazos que son de tierra, pero tierra, tierra, de verdad, que cuando rueda el balón se levanta el polvo y no ves nada.

    Lo principal en la formación de un futbolista es lograr el control del balón. Y aquí eso es imposible. La pelota viene rasa y de pronto hace pac pac y se levanta. O viene dando un bote y hace brulululup y se arrastra. Hay que ser mago para jugar en Cuba. Si los Cristianos y los Messi vieran esto, se mueren.

    Tampoco los que dirigen tienen una intención de desarrollar el fútbol. Lo dicen, pero no lo hacen. Porque en la calle hay un talento del carajo. Este es un país que siempre ha dado deportistas y que muchos han salido de los barrios. Nada más hay que caminar para ver que el verdadero fútbol cubano está en la calle.

    Los cubanos tenemos el talento, que es lo fundamental. Ahora, eso hay que pulirlo, entrenarlo, no es así como así, uno no se hace futbolista de un día para otro. Pero si el talento y el físico está, eso es un paso importante, lo que falta tiene que venir de los que mandan.

    Yo jugué contra varios equipos extranjeros y de niños, te digo, que estamos ahí ahí, no hay tantas diferencias. Unas pocas. La mayoría de ellos manejan los dos pies, tienen control de balón, pero ya. En velocidad, en habilidades, en físico, estamos ahí ahí, o nos los comemos.

    Ojalá que la cosa cambie para bien del fútbol cubano. Para los que han seguido y los que empiezan ahora. Yo no, yo decidí dejarlo y trabajar con mi tío en un restaurante. Gano mi dinerito porque está en el medio de La Habana Vieja y van muchos turistas. Si seguía jugando fútbol no iba poder ni vestirme.

    El fútbol cubano tiene tremenda historia y ni siquiera los mismos cubanos la conocen. ¿Tú sabías que Cuba llegó a cuartos de final en un mundial? ¿Que 8 cubanos han jugado en el Real Madrid?

    Javier Estrada, 23 años, Barrio Jesús María.

    IV- Si quieres ser alguien en el barrio

    Yamil Díaz

    Venía dormido desde que salimos del aeropuerto y parece que el taxi frenó de pronto y me desperté. Vi las luces, la gente con ropa rara, la bulla de la calle, parecía que estaba en otro país. Es que en Las Tunas todo es medio oscuro de noche. Es como un pueblo grande, un pueblo de campo estirado. Y La Habana choca si no la conoces, Oriente es otra cosa.

    Tenía diez años y nos mudábamos a La Habana mi mamá y yo. A ella le habían dado un puesto en el nivel central del Ministerio de la Agricultura y este apartamento en La Habana Vieja.

    Al otro día por la mañana sentí niños afuera. Me asomé por la ventana y estaban como cinco chiquillos dándole patadas a un balón de básquet desinflado contra una pared. Gritaban y jugaban de manos, se restregaban por el piso. Estaban descalzos y sin camisas.

    Después de desayunar mi mamá me dejó sentarme en la puerta. Al rato, uno de los niños me gritó: ¿Eh White, tú eres nuevo en el barrio? Si tienes una pelota ven, sino quédate ahí. Todos empezaron a reírse de mí porque respondí que no tenía. Cerré la puerta y entré. Creo que lloré, o no, no recuerdo bien.

    En Las Tunas el vicio del fútbol todavía no había llegado y yo lo que sí jugaba era pelota -béisbol-. Pasaron los días y esos chiquillos lo único que jugaban era fútbol. Era porque estaba el Mundial del 2002 andando, entonces a cualquier hora ponían unas piedras en el medio de la calle, que tenían que quitar cuando pasaba algún carro, y correteaban delante de mi casa.

    De vez en cuando, yo salía y me sentaba en la puerta para ver si me invitaban a jugar con ellos, pero no me hacían caso, era como si no hubiera nadie ahí sentado, como si yo fuera el hombre invisible.

    En esos días mi tío había venido a visitarnos. Me vio aburrido y cogió un palo de escoba e hizo una pelota de trapo con esparadrapo. Me dijo que saliéramos a jugar un rato. La cuadra se dividió en dos: de un lado mi tío y yo, y del otro sitio, los niños que jugaban fútbol.

    Estuvimos jugando casi una hora pero mi tío se dio cuenta que yo no estaba concentrado porque me la pasaba mirando hacia los chiquillos. Casi ya cuando íbamos a entrar a casa, el balón desinflado vino hacia nosotros. Mi tío lo levantó con un pie, se lo pasó para el otro, hizo varios dominios y sin dejar caer la pelota se la devolvió con un toque.

    Los niños se quedaron asombrados y lo invitaron a jugar con ellos. A mí no. Entramos a la casa y tomando agua mi tío me dijo: si quieres ser alguien en el barrio, parece que vas a tener que jugar fútbol.

    Yamil Díaz, 26 años, Barrio San Isidro.  

    V- En este pedacito yo soy feliz

    Yasiel Pérez

    Cuando estoy aquí es cuando único no tengo preocupación. El resto del tiempo es lío, rollos, enredos y complicaciones. Estas dos horas al día es lo que me distrae. Me apaga la cabeza un rato y después puedo seguir en la pelea.

    Uno llega a la casa y siempre es algo. Cuando no es que no hay comida, es que no hay agua, que se rompió el motor o la cisterna tiene problema y hay que cargar cubos desde el primer piso del solar y subir la escalera. Sino que mi mamá o mi abuela se sienten mal y hay que salir a comprarle algún jugo y a zapatear las medicinas.

    Que si las filtraciones del techo por las lluvias y que un día se van a desplomar las vigas que sujetan las columnas, que si la vecina de al lado regañó a la niña porque estaba haciendo bulla en la puerta de su casa. Que si la policía vino a preguntar por mí porque yo estaba ayer por la noche en la bronca que se formó en la mesa de dominó.

    Un día la cabeza me va a estallar. Por eso después de vender mis churros el día entero, churros rellenos, con chocolate, con leche condensada, con mantecado, con fresa, con lo que tú quieras. Yo vengo para acá a tirar unas patadas a la pelota y correr un poco para desestresarme.

    En este pedacito yo soy feliz, de verdad que no quiero más nada.

    Yasiel Pérez, 28 años, Barrio Colón.

    *Este texto fue publicado originalmente en El Faro. Lo reproducimos con la autorización del medio.  

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    Abraham Jiménez Enoa
    Abraham Jiménez Enoa
    El fútbol le produce más orgasmos que las mujeres. Le teme a la muerte. Se estrelló en bicicleta contra un contén, en moto contra un Lada y en el Lada de su padre contra un Volga. Nunca le pasó nada, ni un arañazo, a sus amigos sí. Es adicto a la cerveza.
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    1 COMENTARIO

    1. Abraham recien he leido la revista y me parece fascinante. Sobretodo por seguir el caso de Ariel. Te cuento que tenemos un trabajo sostenido en cuanto a la visibilización de la discriminación racial y en esta campaña hemos detectado casos interesantes que pueden ser motivo de publicación de tu editorial. Esto puede ser a modo de entrevista o de artículos, tu eliges, te pongo algunas referencias y temas de casos para que valides la información y decidan el el equipo. Un saludo y gracias anticipadas por existir.
      Doctor en Ciencias Carlos Viltre Calderón
      Director del Instituto Nacional de Estudio de las Interaccines Raciales
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      https://www.cubanet.org/mas-noticias/sociedad-civil-desarrolla-evento-contra-discriminacion-racial-en-cuba/
      https://www.cubanet.org/mas-noticias/los-prejuicios-raciales-se-han-atrincherado/
      Temas a considerar:
      -Indican cerrar tienda de artículos religiosos en Banes-Holguín por ser actividad de negros brujos link relacionado: https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=491109337997855&id=491092437999545&aymt_tip=1&placement=aymt_boost_post_with_ads_intent_tip&notif_id=1531876836110045&notif_t=aymt_upsell_tip
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