Silenciados, de Yoanny Aldaya, mira hacia la ciudad y no encuentra precisamente La Habana «parlera» de las viejas crónicas. No hay nada de eso aquí: el eco urbano de los pregones y el presunto desparpajo de los trópicos no se multiplica en un bosque de columnas.
Más bien, Aldaya fotografía esa época inevitable en que los últimos Residuos de la grandilocuencia y el «metarrelato» insular terminan por apagarse, justo antes de entrar en la mudez o el sinsentido.
Yoanny Aldaya. Silenciados. Yoanny Aldaya. Silenciados.
Según estos retratos, el fotógrafo ha salido a la calle y lo que ha encontrado es la tenaz inmediatez del silencio. Un silencio, pudiera decirse, antropológico, cuya evidencia (cultural) se materializa ante nuestra mirada en los gestos más simples de estas personas.

Las mascarillas del coronavirus son el último síntoma en una sucesión histórica o azarosa que de cualquier manera ha insistido en confirmar este continuo presente de precariedad simbólica; ultimísima frontera de la sempiterna precariedad en Cuba.

En otro nivel, estas fotografías dejan, naturalmente, una serie de apuntes sociológicos e incluso políticos. Comentan la realidad de una ciudad ruinosa y tartajeante, cuyos muros y habitantes más humildes se han mimetizado perfectamente.
Yoanny Aldaya. Silenciados. Yoanny Aldaya. Silenciados. Yoanny Aldaya. Silenciados. Yoanny Aldaya. Silenciados.
Aldaya ilustra el sistema inercial de la incomunicación. La desaceleración histórica de la nación cuajada en los rostros de la gente.
Yoanny Aldaya. Silenciados. Yoanny Aldaya. Silenciados.
«Es un registro de las calles de La Habana, y sus transeúntes», dice el autor. «Las imágenes proyectan expresividad y precariedad, ocasionadas por los momentos de incertidumbre que se viven en nuestro contexto».
(Fotografías autorizadas por Yoanny Aldaya).