Xi Jinping: ¿Un nuevo «gran timonel» para China?

    Hace unos días concluyó la primera sesión de la XIV Legislatura de la Asamblea Popular Nacional de China y, tal como se esperaba, Xi Jinping fue reelegido para un tercer período consecutivo como presidente de la República Popular China (RPCh), cargo que suma a los de secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh) y presidente de la Comisión Militar Central del PCCh y de la RPCh. Es decir, concentra los poderes supremos del Partido, el Estado y las fuerzas armadas.

    Desde que Deng Xiaoping asumió el liderazgo supremo en China, en diciembre de 1978, llegó a un acuerdo con la llamada «Vieja Guardia» —que había jugado un papel esencial en su regreso al poder y en el derrocamiento de la «Banda de los Cuatro»— para limitar el poder personal de cualquier dirigente, dividiendo entre personas diferentes las máximas responsabilidades del país y limitando a dos períodos —consecutivos o no— la permanencia en dichas posiciones. Deng, a pesar de que el mismo logró reunir un inmenso poder de facto —más que de jure—, sobre todo después de la destitución de Hua Guofeng, trató de evitar que se reprodujera el excesivo poder personal que tuvo en vida Mao Zedong, apoyado en un desmedido culto a su personalidad. Ello solo podía lograrse mediante el establecimiento; todos miembros del Comité Permanente del Buró Político, un grupo de entre cinco y siete, y ocasionalmente hasta nueve, dirigentes. 

    Deng, a pesar de ser el líder supremo, nunca ejerció la secretaría general del PCCh, la presidencia del Estado o el cargo de primer ministro. Solo se desempeñó entre 1981 y 1989 como presidente de la Comisión Militar Central, puesto que aseguraba el control de las fuerzas armadas. Para garantizar la transición generacional del liderazgo, y evitar que los dirigentes de mayor edad se mantuvieran en cargos ejecutivos, creó en 1982 la Comisión Central de Asesoramiento, de la cual fue el primer presidente entre 1982 y 1987 —seguido por Chen Yun entre 1987 y 1992, año en que fue disuelta. Al evitar las máximas responsabilidades logró que estas no cayeran en manos de los «líderes históricos», sino en las de la siguiente generación. En ella destacaban precisamente quienes como él habían sido represaliados durante la llamada Revolución Cultural y eran partidarios de las reformas económicas. Sin embargo, los principales líderes de esa nueva hornada, impulsores de dichas reformas, Hu Yaobang y Zhao Ziyang fueron destituidos en 1987 y 1989, respectivamente, debido a sus posiciones demasiado liberales, no solo en cuestiones económicas, sino también políticas.

    No obstante, bajo la dirección de Jiang Zemin se hizo costumbre que el secretario general del PCCh asumiera también la presidencia del país y de la Comisión Militar Central, pero con una división clara de funciones entre el presidente y el primer ministro, este último a cargo de la economía nacional. Por otra parte, se fortalecía la figura del presidente del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional, a cargo de la labor legislativa. De acuerdo a los Estatutos del PCCh y a la Constitución de la RPCh, ninguno de ellos podría permanecer más de dos períodos en sus cargos, y se asumió como práctica que no habría enroques en los cargos dirigentes; es decir, que cada diez años habría una renovación generacional en las principales posiciones políticas del país. Así funcionó con Jiang Zemin, secretario general del PCCh entre 1989 y 2002 —entre 1989 y 1992 terminó el período de Zhao Ziyang, destituido durante las protestas de Tien Anmen, y fue elegido en los congresos de 1992 y 1997— y presidente entre 1993 y 2003, y con Hu Jintao, secretario general del PCCh entre 2002 y 2012 y presidente entre 2003 y 2013. 

    Por otra parte, si bien nunca se han reconocido públicamente facciones dentro del PCCh, la realidad es que estas siempre han existido. En su tiempo, Deng Xiaoping las pudo manejar adecuadamente para evitar que naufragaran las reformas económicas cuando hubo que profundizarlas y algunos de los líderes históricos mostraron su resistencia al desarrollo de la iniciativa privada y al desmonte de la colectivización de la agricultura, lo que para muchos de ellos constituía un regreso al capitalismo. 

    A diferencia del «liderazgo histórico», que había combatido en las guerras contra el Kuomintang y contra Japón, los nuevos dirigentes no contaban con esas «credenciales revolucionarias», sino que alcanzaron posiciones destacadas en el camino de la burocracia. Por tanto, debieron construir sus propias facciones para asegurar su legitimidad política. La formación de los nuevos equipos dirigentes fue el resultado de combinar esas facciones. No es un secreto que tanto Jiang Zemin, recientemente fallecido, como Hu Jintao, quien fue forzado a salir de la última sesión del XX Congreso del PCCh debido a «problemas de salud», cada uno se había asegurado la presencia de funcionarios afines en el equipo dirigente del Partido, el Estado y las fuerzas armadas que sucedería a sus respectivos mandatos. 

    De hecho, en la conformación de cada nuevo grupo de poder se buscaba lograr un determinado equilibro que asegurara la estabilidad y evitara las luchas por el poder. En esos juegos palaciegos destacaron tanto el llamado grupo de Shanghai (que seguía las orientaciones de Jiang Zemin) y la Liga Juvenil Comunista (que se organizó en torno a Hu Jintao), como los denominados «Princelings», hijos de antiguos dirigentes importantes del Partido, el gobierno o las fuerzas armadas chinas en los tiempos de Mao.

    Entre estos últimos la figura más descollante es Xi Jinping, hijo de Xi Zhongxun, quien fue un importante jefe militar en la guerra civil y en la guerra contra Japón, represaliado durante la Revolución Cultural y, luego, incorporado por Deng a puestos de dirección en la provincia de Guangdong, y como miembro del Buró Político del PCCh y vicepresidente de la Asamblea Popular Nacional. 

    También hace parte de ese grupo el conocido Bo Xilai, miembro del Buró Político del PCCh entre 2007 y 2012, y secretario del Partido en Chongqing, quien fue destituido en 2012 y condenado a cadena perpetua bajo la acusación de corrupción y complicidad en el asesinato de un empresario británico. Su padre fue Bo Yibo, uno de los «Ocho Ancianos» o miembros de la Vieja Guardia en el liderazgo post-Mao, quien llegó a ser miembro del Buró Político, viceprimer ministro de la nación, ministro de Finanzas y presidente de la Comisión Estatal de Planificación; también fue cesado en la Revolución Cultural y rehabilitado más tarde por Deng como uno de los principales miembros de la Comisión Central de Asesoramiento. Otro de estos cachorros es Yu Zhengsheng, miembro del Comité Permanente del Buró Político y presidente de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino entre 2013 y 2018; hijo de Yu Qiwei (Huang Jing), quien fuera alcalde de Tianjing y presidente de la Comisión Estatal de Ciencia y Tecnología. Asimismo, Wang Qishang, vicepresidente de la República entre 2018 y 2023, miembro del Comité Permanente del Buró Político del PCCh y secretario de la Comisión de Inspección y Control entre 2012 y 2017; Wang es yerno de Yao Yilin, quien fue también miembro del Comité Permanente del Buró Político y secretario de la Comisión Central de Inspección y Disciplina. 

    Cuando terminaba el segundo mandato de Hu Jintao, los candidatos a sucederle eran los miembros del Buró Político Xi Jinping, entonces vicepresidente del país, Li Keqiang, primer viceprimer ministro, y Bo Xilai, líder del Partido en Chongqing. Aunque Li era apoyado por el gobernante saliente, terminó imponiéndose Xi, y aquel se convirtió en primer ministro. Bo era apoyado por los grupos conservadores que pretendían restaurar los valores del maoísmo y revivir la ideología de la Revolución Cultural, pero no reunió las mayorías necesarias. 

    Desde el comienzo del liderazgo de Xi Jinping resultó claro que su intención era abandonar el estilo de dirección colectiva establecido por Deng Xiaoping. El primer ministro Li Keqiang fue relegado a una posición totalmente subordinada. De hecho, además de concentrar los máximos cargos del Partido, el Estado y las fuerzas armadas, Xi asumió la presidencia de la Comisión para la Profundización de la Reforma Económica, la Comisión de Asuntos Económicos y Financieros, y de Comisión Nacional de Seguridad, dejando a Li como vicepresidente, cuando se había vuelto tradición que el premier dirigiera la política económica. En el XIX Congreso del PCCh, solo Xi Jinping y Li Keqiang mantuvieron sus puestos en el Comité Permanente del Buró Político; pero ya en el siguiente cónclave Li perdió sus posiciones en la dirección del Partido, y ese mismo año, en la XIV Legislatura de la Asamblea Nacional Popular, cesó como primer ministro. 

    El nuevo núcleo central dirigente es identificado como el círculo íntimo del máximo líder chino. Además de este, lo integran Li Qian, primer ministro; Zhao Leji, presidente del Comité Permanente de la Asamblea Nacional Popular; Wang Hunin, presidente de la Conferencia Política Consultiva del Pueblo Chino; Cai Qi, secretario ejecutivo del Secretariado del Comité Central del PCCh; Ding Xuexian, primer viceprimer ministro, y Li Xi, primer secretario de la Comisión Central de Inspección y Disciplina. 

    Li Qian, Cai Qi y Li Xi son miembros destacados del llamado «Nuevo Ejército de Zhejian», una nueva facción que se ha impuesto sobre las otras y que agrupa a una serie de cercanos aliados de Xi Jinping, quien entre 2002 y 2003 fue secretario del PCCh en la provincia de Zhejiang. Wang Hunin es considerado el principal ideólogo en esta promoción del culto a la personalidad de Xi, a través de lo que se ha conocido como el «pensamiento sobre el socialismo con características chinas para una nueva era», incluido en los Estatutos del PCCh como uno de los fundamentos ideológicos junto a los pensamientos de Mao y Deng. Finalmente, Ding Xuexian hizo parte del staff de Xi cuando este dirigió el Partido en Shanghai, y luego se trasladó a Beijing como director de la Oficina General del PCCh y miembro del secretariado del Comité Central. Es decir, Xi ha constituido un equipo de su absoluta confianza, obviando a las otras facciones. 

    El tercer período de gobierno de Xi Jinping se inicia con un país fortalecido desde los puntos de vista económico, político y militar. Como resultado del notable crecimiento de las últimas cuatro décadas, China se ha convertido en la segunda economía más grande del mundo, de acuerdo con el valor de su Producto Interior Bruto (PIB), medido por el tipo de cambio. El PIB per cápita a precios constantes de 2015 —aunque aún no es considerado alto— ha pasado de seis mil 532 dólares en 2002 a 11 mil 094 en 2021. Desde hace varios años es el primer exportador mundial de bienes, y el segundo importador; ha mantenido un superávit sostenido tanto en la Balanza Comercial como en la Balanza de Pagos, con lo que ha consolidado su posición como acreedor neto del mundo; sus reservas monetarias internacionales son las más altas del planeta; es el segundo receptor mundial de inversión extranjera directa (IED), después de Estados Unidos, y el cuarto emisor, detrás de Estados Unidos, Alemania y Japón. Además, China ha fortalecido significativamente su ejército, y en la actualidad es una de las tres principales potencias militares del planeta. 

    China ha incrementado su papel en las relaciones internacionales, asumiendo el rol de potencia global más allá de sus intereses geopolíticos regionales y ha comenzado a ser considerada como posible mediador y garante en varios conflictos internacionales, como ha quedado demostrado recientemente en el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudita. Y, aunque no ha apoyado abiertamente a Rusia tras la invasión a Ucrania, sí se muestra inclinada a una alianza estratégica con Moscú para hacer contrapeso a Estados Unidos —expresión de lo cual es el viaje de Xi Jinping a Rusia entre el 20 y el 22 de este marzo, cuando el dirigente chino presentó al mandatario ruso su plan para poner fin al conflicto bélico en Ucrania.

    Adicionalmente, se han enrarecido las relaciones entre Estados Unidos y China; especialmente a raíz de la visita oficial a Taiwán de Nancy Pelosi, entonces presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Este proceso ha alcanzado desde el año pasado nuevas cotas, a partir de los ejercicios militares chinos frente a las costas de Taiwán, que, según Beijing, responden a las «provocaciones» de Estados Unidos, así como tras el derribo reciente de varios globos aerostáticos chinos en la estratosfera y los espacios aéreos de Estados Unidos y Canadá.

    Persisten las denuncias internacionales contra el régimen chino por la violación de derechos humanos puesto que se mantiene una férrea represión contra cualquier expresión de disidencia política, así como contra las fuerzas separatistas de las regiones autónomas del Tíbet y Xinjiang.

    En este nuevo período, el máximo líder chino deberá enfrentar una serie de importantes retos. La economía nacional ha perdido dinamismo en su crecimiento. Después de tasas promedio anuales de 9.7 por ciento en 1980-1989; 10.0 por ciento en 1990-1999; 10.3 por ciento en 2000-2009, y 7.7 por ciento en 2010-2019,[1] fue uno de los pocos países cuya economía no sufrió una contracción en 2020, con un crecimiento de 2.3 por ciento, e incluso consiguió en 2021 un repunte de 8.1 por ciento. Pero logró apenas un 3.2 por ciento en 2022. El Fondo Monetario Internacional no prevé para los próximos años un regreso a los crecimientos espectaculares de las últimas cuatro décadas. La apuesta de Xi es que China se convierta en un país con «moderada» prosperidad, lo que requerirá un aumento del consumo de los hogares, así como de la participación de este rubro en la estructura del PIB.

    El enrarecimiento del clima político internacional, y especialmente de las relaciones entre Estados Unidos y China, podría significar un deterioro de los nexos comerciales entre ambos países, claramente deficitarias para el primero. De producirse un regreso al proteccionismo por parte de Estados Unidos, China perdería notables ventas a su principal socio comercial. Al mismo tiempo, la imposición de restricciones a las exportaciones de ciertos componentes tecnológicos que aún son suministrados por el país norteamericano, tendría un impacto negativo sobre la capacidad productiva del gigante asiático. En consecuencia, Xi ha llamado a reforzar la independencia tecnológica, lo que muy probablemente significará un incremento significativo del gasto en investigación, desarrollo e innovación.

    Xi Jinping (al centro), Mao Zedong y Deng Xiaoping / Imagen: ‘El Orden Mundial’
    Xi Jinping (al centro), Mao Zedong y Deng Xiaoping / Imagen: ‘El Orden Mundial’

    Sin duda alguna, Xi Jinping ha logrado convertirse en el líder chino con más poder desde Mao y Deng. En un tiempo, al primero se le llamaba el gran timonel» para resaltar su carácter de conductor en la Nueva China surgida tras la victoria comunista en la guerra civil de 1945-1949. A Deng, por su parte, debido a su baja estatura física, se le llamó el «pequeño timonel», aunque fue el responsable de la más grande transformación económica y social de la historia China, artífice de la conversión de un país pobre y atrasado con bajísimo nivel de vida en una potencia económica, política y militar. 

    En la actualidad Xi lidera una superpotencia global que ha logrado retar la debilitada hegemonía estadounidense; pero, en lugar de conducir hacia la democratización del sistema político, ha reforzado su poder personal y eliminado el estilo de dirección colectiva al que aspiró Deng Xiaoping. El peligro del culto a la personalidad y la concentración del poder en una sola persona radica, entre otras cuestiones, en la eliminación de los necesarios contrapesos y equilibrios que pueden corregir un curso equivocado tanto en política doméstica como internacional. Ello puede tener un impacto muy negativo en el desarrollo económico y social del país, si el sentido común es reemplazado por el voluntarismo en la toma de decisiones. ¿Será Xi Jinping el nuevo «gran timonel»? Solo el tiempo lo dirá.


    [1] Cálculos del autor con base en FMI (2023) World Economic Outlook Database.

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